Capítulo 3: Adorando el cuerpo de Dani
En este capítulo comienza mi relación sexual con mi hermano menor, donde empiezo a disfrutar y cuidar de él en mil formas..
Disclaimer:
Antes de comenzar, quiero dejar en claro que todo lo que relato a continuación es mera y estrictamente ficticio. Esta historia es completamente ficticia, desde sus personajes hasta sus hechos y se basa netamente en mis fantasías íntimas. Nada de lo que está escrito aquí pretende promover acciones en la vida real. Dicho esto, espero disfruten de este relato.
Cap 3: Adorando el cuerpo de Dani
A la mañana siguiente, desperté completamente sobresaltado. En esos primeros segundos luego de abrir los ojos, no tenía muy claro si lo que había ocurrido anoche había sido un sueño o realidad. Sin embargo, sólo tuve que levantar la sábana para descubrir a mi hermanito con sus shorts a la altura de sus tobillos y los míos en iguales condiciones. Un ascendente pánico comenzó a apoderarse de mí; no entendía muy bien por qué había hecho lo que hice. Jamás haría algo para lastimar de alguna forma a mi hermanito bebé; lo amaba como jamás llegaría a comprender. Pero era quizá ese mismo amor el que me estaba llevando a querer hacer cosas incompresibles para esa edad. Dani seguía dormido y comencé a llenarme la cabeza de preguntas. “¿Y si dice algo a mis padres?” “¿Y si ellos se enteran de alguna forma y lo alejan de mí?” Un torrente de lágrimas comenzó a correr por mis mejillas.
No obstante, decidí no dejar que el pánico y la paranoia se apoderaran de mí. Dani era MI hermanito menor y haría todo lo humanamente posible para estar siempre a su lado. Me sequé las lágrimas con la sábana; acto seguido, me subí los shorts de pijama y cuidadosamente subí los suyos, besando tiernamente una de sus mejillas. De pronto, se oyó la puerta de la habitación: era mi madre. Por un segundo casi me da un infarto, pero ella no notó nada extraño. Al ver que Dani aún dormía, se acercó sigilosamente a mí y me dijo casi susurrando.
- Buenos días, hijo. Tu padre y yo ya nos vamos a ir. Dejé el desayuno preparado y dinero en el mesón de la cocina para que ordenes algo de comer. No llegaremos hasta mañana, por lo menos. Por favor, cuida de tu hermano y llámame por cualquier posible eventualidad. No lo despiertes aún, es muy temprano. Deja que se despierte solito. Te amo.
Me besó en la frente y luego acarició la cara de mi hermanito. Luego salió de la habitación y cerró la puerta. Me tumbé nuevamente en la cama, un tanto aliviado, pero mi corazón seguía latiendo a mil por hora. Miré mi teléfono móvil y eran las 8:15 am. Creo que, sin darme cuenta, me dormí en aquella posición. Hasta que, de pronto, sentí algo tocando mi rostro. Abrí los ojos y Dani me estaba tocando la mejilla con uno de sus dedos. Miré la hora y marcaba las 11:32 am.
- Al fin despiertas, hermano. – Dijo Dani, con cara de molestia.
- Perdón Dani, no me di cuenta de la hora. Debes estar hambriento. – Dije, levantándome de la cama.
- Sí. Tengo hambre. – Respondió él, aún molesto.
Salté de la cama y nos dirigimos a la cocina. Mientras le preparaba un bol con cereales y leche, volví a quedar embobado con su pequeña figura. A pesar de que llevaba el pijama puesto, mi imaginación explotaba tratando de vislumbrar su pequeño cuerpo; a pesar de que le había visto desnudo mil veces antes, todo parecía ser distinto ahora. Quería besarle, acariciarle y hacerle mil cosas que jamás habían pasado por mi cabeza. Lo llamé para que se sentara a comer y planteé la conversación.
- Oye Dani, ¿recuerdas lo que hicimos anoche? – Pregunté, tanteando el terreno.
- Sí, ¿podemos hacerlo de nuevo? – Respondió él, emocionado por el pensamiento.
- Tal vez, bebé. Pero antes, debemos tener una conversación.
- ¿Pasó algo malo? – Preguntó el, con sus ojitos curiosos.
- Escucha, Dani. Lo que hicimos anoche no está mal, pero las personas no lo entienden de esa forma. Si alguien llegase a saber que lamí tu pene, me metería en un gigantesco problema y quizá te apartarían de mí.
- ¿Por qué? – Preguntó mi hermanito, con expresión de preocupación.
- Porque los adultos pensarán que te obligué a hacerlo.
- Pero no me obligaste y fue muy rico. – Dijo él, con algo de molestia.
- Lo sé, bebé. Pero nadie lo entenderá así. Se supone que los niños no hacen ese tipo de cosas y menos entre hermanos.
- ¿Por qué no?
- Porque esas son cosas que hacen los adultos cuando son novios.
Su carita de llenó de decepción y al verle, mi corazón se partió en mil pedazos. Me acerqué a él y tomé su rostro entre mis manos.
- Dani, eres mi hermanito menor y te amo más que a cualquier cosa en este mundo. Podemos hacer cosas como las de anoche, pero debes prometerme que jamás le dirás a nadie. A NADIE, ni siquiera a papá o mamá. ¿Lo prometes?
- Lo prometo Lucas, también eres mi hermano y te amo.
- Lo sé, mi príncipe hermoso. – Le respondí, abrazándolo con fuerza.
- Si tú quieres, podemos jugar a ser novios cuando estemos solos. – Le propuse, comenzando a dar rienda suelta a mis deseos.
- ¿A ser novios? – Preguntó él con curiosidad. – ¿Y qué hacen los novios?
Sin responderle, volví a tomar su rostro entre mis manos y besé sus angelicales labios rosados. El soltó una pequeña risa. Decidí que debíamos estar más cómodos, por lo que lo tomé de una mano y lo llevé de vuelta a nuestro cuarto. Le indiqué que se sentara en la cama y me arrodillé frente a él, con la intención de que nuestros rostros quedaran a alturas similares.
- Los novios se besan en la boca. – Comencé. – Pero hay muchas formas divertidas de besar.
- ¿Así? – Dijo él, lanzándose a mi rostro y dándome un pequeño beso en los labios.
- Por ejemplo. – Dije, riéndome por su tierna reacción. – Pero también hay otras formas.
Volví a juntar mis labios con los suyos, pero esta vez prolongué el beso por un momento más largo. La suavidad de aquellos delicados y pequeños labios era simplemente endulzante. Rompí el beso para llevar a cabo el resto de mis ideas.
- Mantén los labios cerrados. – Le ordené. Entonces, tomé su rostro con cuidado y pasé mi lengua por sus sellados labios. Pero antes de poder hacerlo una segunda vez, Dani soltó una carcajada.
- Me estás lamiendo como un perro. – Dijo, entre risas.
No pude evitar soltar la misma carcajada, pues luego de pensarlo un segundo, era cierto.
- Es verdad. – Dije riendo. – Mejor, saca tu lengua y haz lo que hago yo.
El niño hizo lo pedido y acerqué mi lengua a la suya. Comenzamos a hacer una batalla de espadas, chocando nuestras lenguas como si se trataran de sables. Dani parecía disfrutar mucho de lo que estábamos haciendo.
- Ahora, abre tu boca e intenta imitar lo que hago yo. – Le dije.
Entonces, me abalancé sobre la boca abierta de mi hermanito pequeño e introduje mi lengua lo más profundo que pude. Comencé a recorrer con ella todos los rincones de aquella infantil boca, mientras Dani hacia torpes pero tiernos intentos de batallar con su propia lengua. Al notarlo, succioné su pequeña lengüita entre mis labios y la chupé como si se tratara de una paleta helada. Él infante intentaba retomar control, pero me succión no le dejaba hacerlo realmente. De pronto, tomó mi rostro con sus manos y comenzó a chupar mi lengua con mucha fuerza. Parecía como consumido por un deseo irrefrenable y aquello no hizo más que enviarme al cielo. Dejé que explorara el interior de mi boca, tal como yo lo había hecho con la suya. El sabor de su boca era increíblemente dulce, quizá por la leche que había bebido en el desayuno. Entonces, quise comprobar aquel sabor. Me separé del beso, bajando mi rostro un poco, de forma que su boca quedara un poco más arriba de la mía.
- Escupe en mi boca, bebé. – Le dije.
Dani obedeció, pero en lugar de lanzar un escupitajo, acercó su lengua a mi boca abierta y dejó que un gran hilo de saliva escurriera dentro. Inmediatamente, saboreé el líquido en mi boca antes de tragarlo: efectivamente, era lo más dulce y delicioso que había bebido en toda mi corta vida. Luego, volvía su boca para chupar, lamer, besar y succionar sus labios y lengua. Si alguien nos hubiera visto, habría creído que intentábamos devorar el rostro del otro. El sonido era del beso más viscoso y mojado que se pudiesen imaginar, pues las salivas mezcladas prácticamente chorreaban desde nuestros labios hasta nuestras barbillas. Seguimos nuestro beso-chupada durante un largo momento, hasta que decidí darle espacio para que respirara normalmente.
- ¿Te gustó eso, mi príncipe? – Le pregunté.
- Me gustó mucho, hermano. Quiero besarte más. – Dijo él, con los labios totalmente mojados.
- Está bien, bebé. Pero antes, déjame mostrarte otras cosas que hacen los novios.
Acto seguido, me puse de pie y comencé a desvestirme lentamente. Quería hacer una especie de strip-tease para mi pequeño hermanito. Al llevar pijama, no era mucho lo que me quitaría; comencé quitándome la remera, dejando que observara mi torso. Luego, tomé la parte superior de mi short y comencé a bajarlo muy lentamente, haciendo evidente la erección que traía por el beso. Finalmente, dejé que mi pene saliera de su prisión de tela, saliendo disparado hacia adelante. Les recuerdo que, en aquel entonces, yo tenía sólo 15 años, por lo que tenía muy pocos bellos púbicos (además, al parecer en mi familia es natural ser un poco lampiño). Sin embargo, Dani no apartaba la vista de mi mástil adolescente. Sin querer perder más tiempo, me acerqué para quitarle su remera. Me fijé que en su short se formaba un pequeño bulto, signo de que su tierna salchicha estaba libre para la acción. Pero cuando estaba a punto de quitarle el pantaloncillo, me di cuenta de que traía puestas sus calcetines de dinosaurios. Fue entonces que mi mente se encendió aún más. Me dirigí a uno de sus piecitos y lo llevé a mi nariz, inhalando aquel infantil aroma a pies.
- ¿Qué haces? – Preguntó Dani, entre riendo y con curiosidad.
- Esto también lo hacen los novios y verás que te va a encantar. – Dije, absorto.
Entonces, comencé a quitarle la media y descubrir aquel pequeño y delicado piecito. La planta de su pie era de un leve color rosado y tenía algunas pelusitas verdes, producto de llevar puesto el calcetín toda la noche. Sus pequeñísimos deditos dejaban ver uñas recién cortadas, trabajo que probablemente mi madre había realizado recientemente. Hundí mi nariz entre sus deditos e inhalé con todas mis fuerzas. El esfuerzo hizo que soltara un leve gemido; el aroma era como una droga para mí: dejaba evidenciar un suave olor a sudor, pero mi hermanito tenía tan sólo 7 añitos, por lo que el hedor era casi nulo, tal vez, un poco ácido. Luego, pasé mi lengua por toda la planta de su pie, lo que hizo que Dani soltara unas risitas al sentir cosquillas. Comencé a pasar la lengua por entre sus deditos, sintiendo un sabor salado y un tanto agrio, exquisito a mi paladar. Terminé engullendo lo que más pude de aquel pequeño pie dentro de mi boca y Dani parecía disfrutarlo mucho. Volví a lamer la planta de su pie como si fuera una paleta dulce, y luego chupaba sus deditos uno por uno. Cuando estaba en medio de eso, Dani levantó su otro pie, como ofreciéndomelo. Esto casi me derritió, por lo que me deshice rápidamente de su media y repetí el proceso, dándole un glorioso baño de lengua sus piecitos.
Sin embargo, ahora venía la parte dorada. Me volví a arrodillar frente a él y le quité el short lentamente para descubrir lo que sería una de mis comidas preferidas de ahora en adelante: allí relucía su pequeño pene erecto, dejando descubrir una pequeña porción de su glande. Sin dudarlo, comencé a darle lamidas rápidas. Con mis manos, hice que mi hermanito abriera sus piernas para darme más espacio. Introduje su pene completo en mi boca, tal como la noche anterior y comencé a succionar cual becerro. El sabor era aún más delicioso que el de sus pies o saliva. Estaba vuelto loco chupando y succionando aquella salchicha infantil. Tan sólo traten de visualizar la imagen: un púber de 15 años desnudo y arrodillado, chupando el pene de su propio hermanito de 7 años, también sin prenda alguna. Era idílico. Luego de darle un buen baño de lengua a su penecito, me dirigí a lamer sus pequeñas bolitas, completamente lampiñas debido a su edad. Cuando subí la mirada para buscar sus ojos, me di cuenta de que la expresión de Dani ya no era de risa, sino de un profundo placer; aquello, me llenó de placer, lujuria y amor, pues estaba haciendo disfrutar al amor de mi vida.
Me detuve un momento para volver a su boca y sin darme cuenta, Dani comenzó a devorar la mía, introduciendo su lengua en mi boca y chupando todo lo que podía.
- Te amo Dani, eres mío, siempre lo has sido y lo serás para siempre. ¿Tú me amas?
- Sí te amo hermano, mucho mucho mucho. – Dijo él, con su tierna vocecita.
- Eres perfecto mi pequeño bombón, eres hermosamente sexy y quiero besarte por mil años.
No obstante, me costaba un poco hablar porque Dani lamía mi boca en todo momento.
- Bebé, quiero mostrarte otra cosa. Si te molesta algo, dime y me detengo inmediatamente.
- Está bien, ¿qué es? – Dijo él.
Entonces, tomándolo de la cintura, hice que su culito quedara alzado, perfecto para lo que tenía planeado.
- Voy a hacerle a tu culito lo mismo que le hice a tu pene, ¿está bien?
- Pero Lucas, ahí está sucio. – Dijo él, un poco confundido.
- No importa mi amor, ya verás como te gusta.
La vista que tenía en frente era digna de cualquier cielo. Unas nalguitas rosaditas, sin pelo alguno y redonditas como si fueran un durazno. Suavemente las separé y acerqué mi nariz al botón definitivo. Inhalé y el olor que apoderó de mi nariz era el perfume perfecto: no sólo podía sentir su sudor infantil, sino que también podía detectar leves rastros de materia fecal, pues Dani iba sólo al baño para hacer sus necesidades y a lo mejor no sabía limpiarse correctamente aún. No obstante, eso no me detuvo en lo absoluto. Abrí mi boca y hundí me lengua en aquel ano rosadito y apretadito. Mi hermanito sólo un gemido de sorpresa y yo comencé a hacer que mi lengua danzara por cada rincón de su orificio rectal. Efectivamente, podía sentir un sabor un tanto alcalino, quizá algo fuerte que confirmaba mis sospechas anteriores. Me aseguré de cubrir todo el exterior de su ano, dando suaves mordidas a sus nalguitas. Mi saliva escurría por sus nalgas y mojaba mi cara desde la nariz hasta la barbilla a tal punto, que cuando me separaba para respirar, hilos de saliva colgaban entre mi cara y su duraznito. Comer ese culito casi me hacía eyacular ahí mismo. Por momentos intentaba poner mi lengua lo mas dura posible e introducirla en la entrada del ano de mi hermanito bebé, alcanzando a detectar un sabor un poco más intenso. Esto me hacía tonar mis ojos a blanco, haciendo que el sonido de mi beso negro fuera completamente húmedo y viscoso. No podía dejar de chupar y lamer aquel botoncito apretado y esas nalguitas hermosas, suaves y perfectas.
- Se siente muy rico, hermano – Dijo de pronto Dani.
- Me alegra que te guste, bebé. – Respondí, levantándome.
Procedí a moverlo hacia la cama, recostarme junto a él y besarlo nuevamente…
PD: Espero les guste esta parte. En el próximo capítulo relato la segunda parte de nuestra primera conexión sexual. Saludos 🙂
Me parece inverosímil que todo haya sido producto de su imaginación…
Me evoca esas veces que hice lo mismo con mis hermanitos.
Gracias por compartir
Espero ansioso la próxima parte.
A pesar del disclaimer, reconozco que en el relato hay parte ficción y parte realidad. Y vaya, que fortuna tener recuerdos con tus hermanitos. Espero disfrutes del resto de la historia, muchas gracias <3
Yo también tengo una experiencia similar, háblame por telegram @eexxyz
Que bella forma de relatar tienes, me gustó mucho esta parte, ojalá la siguiente este a la altura. Algo que diferencia esta historia del resto es que hay mucho amor de por medio
Gracias! No me gusta cuando leo relatos en los que los niños sufren o son maltratados, se les debe tratar con amor 🙁