Capítulo 4: Totalmente embriagado y enamorado de mi hermanito
Continuación de mi amor con Dani, probando fetiches jeje.
Disclaimer:
Antes de comenzar, quiero dejar en claro que todo lo que relato a continuación es mera y estrictamente ficticio, desde sus personajes hasta sus hechos y se basa netamente en mis fantasías íntimas. Nada de lo que está escrito aquí pretende promover acciones en la vida real. Dicho esto, espero disfruten de este relato.
Capítulo 4: Totalmente embriagado y enamorado de mi hermanito
Ahí me encontraba, besando a mi hermanito menor y completamente desnudos, tendidos en mi cama. Había puesto a Dani sobre mí, de forma que pudiera sentir la calidez de su pequeño cuerpo. El contacto de nuestra piel desnuda hacía que mi pene pulsara y soltara precum como loco. Por la posición en la que nos encontrábamos, es decir, él sobre mí, mi pene sobresalía justo por debajo de su culito, haciendo un poco de fricción deliciosa con sus perfectas nalguitas. Obviamente, la penetración pasó por mi cabeza, pero deseché la idea rápidamente. Quería hacerlo, pero no aún. No quería dañar a mi pequeño amante de ninguna forma y tal vez penetrarlo llevaría más tiempo de nuestras aventuras lujuriosas. Sin embargo, otras ideas igual de ardientes ocuparon mi mente.
- Dani, ¿quieres hacerme lo que te hice recién? – Le pregunté, luego de besarlo por largo rato.
- Me hiciste muchas cosas, hermano. – Dijo él, sonriendo.
- Podemos ir de poco, como lo hice yo. ¿Quieres lamer mis pies? – Le dije, levantando una de mis piernas levemente peludas, debido a la condición de lampiño que expliqué en el capítulo anterior.
Dani se sentó en la cama y tomó mi pie derecho con sus dos manos. Con mucha curiosidad, acercó su nariz primero e inhaló.
- ¡Huele muy rico! – Exclamó.
Allí recordé que no me había duchado hacia dos días, por lo tanto, todo mi cuerpo debía oler algo mal, especialmente mis pies y genitales.
- ¿Estás seguro, bebé? Huelo muy mal. – Dije para comprobar.
Mi hermanito no respondió y en lugar de eso, se metió mi dedo pulgar en la boca, chupándolo como si fuera un chupetín. La escena me produjo algo de risa, ternura, pero por sobre todo, lujuria. Ver que mi hermanito gustaba de mi mal olor era simplemente excitante. Entonces, comencé a masturbarme suavemente, viendo cómo mi bebe chupaba los dedos de mi pie.
- Pasa tu lengua por todo el pie, como si fuera una paleta. – Le ordené.
Obediente como siempre, comenzó a lamer mi pie con gran entusiasmo. Pero se detuvo.
- ¿Puedo chupar tu pene? – Preguntó con genuina curiosidad.
Aquella pregunta fue demasiado para mí.
- ¡Claro que puedes, mi amor! – Dije incorporándome y besando sus labios. – Hay un solo problema: no me he duchado y creo que huele un poco mal.
- ¿Puedo olerlo? – Preguntó él.
- Por supuesto que sí.
Me recliné nuevamente y dejé que Dani tomara mi miembro erecto con sus dos manos. Acercó su carita lentamente y olfateó.
- Huele a pescado. ¡Me gusta! – Exclamó luego de unos segundos.
- Eres un diablillo muy sucio ¿Verdad? – Dije sorprendido por su reacción.
- ¿Qué es eso? – Preguntó mi hermanito, apuntando a la gota de pre-semen que sobresalía de la punta de mi glande. Quiero destacar que soy circuncidado, pero la mayoría del tiempo mi prepucio cubre mi glande casi por completo.
- Eso se llama pre-semen o pre-cum. Cuando seas mayor, podrás jugar con tu pene. Se siente muy rico. Luego de un momento, sentirás que quieres ir a hacer pis, pero saldrá otro líquido blanco que se llama semen. Lo comprenderás todo cuando seas mayor. Es delicioso. – Dije y con mi dedo, tomé la gota de precum, ofreciéndosela.
Dani se acercó y succionó mi dedo dentro de su boca. Sentir esa pequeña presión en mi dedo fue increíble, por lo que inmediatamente me llevé el dedo cubierto de su saliva a mi propia boca.
- Sabe salado. – Dijo Dani.
Entonces, tomé mi pene y descubrí el glande completamente. La cabeza de mi mástil púber estaba cubierta por leves grumos de esmegma, producto de la falta de aseo de algunos días. El olor era bastante fuerte a pesar de la edad.
- Estos grumos blancos se llaman esmegma, bebé. – Le dije, mostrándole mi glande.
- ¿Esmegna? – Preguntó él.
- No, esmegma. – Le corregí entre risas. – Esto aparece en el pene cuando pasas mucho tiempo sin ducharte. Es importante limpiarlo, porque si no lo hacemos, además del mal olor, podemos contraer alguna infección.
- Pero yo pienso que huele rico. – Respondió el niño.
- Lo sé y por eso, esta vez limpiaremos el esmegma de mi pene de otra forma.
Luego de decir esto, tomé un poco del quesillo púber de mi pene con un dedo y me lo llevé a la boca. Admito que esto ya lo había hecho muchas veces antes, pues me excitaba el sabor y hedor de mi propio esmegma.
- ¿Vez? Es delicioso. – Le dije, mientras tomaba otro poco y repetía el gesto de ofrecerle mi dedo.
Dani no dudó en segundo y repitió lo que había hecho con el pre-semen.
- Ahora, sé un buen hermano y limpia mi pene con tu lengua. – Pedí, mientras acariciaba sus rizados cabellos.
Mi hermanito se acomodó entre mis piernas, tomó mi pene cubierto de esmegma entre sus dos manitos y comenzó a darle lamidas, tragándose todo ese queso adolescente. En primera instancia, sólo deslizaba su lengua por el glande, procurando que no quedara ningún rastro de grumos blancos. Pero después, comenzó a introducir la cabeza completa dentro de su boca, chupando y succionando. Yo me recliné en posición victoriosa y dejé que mi hermanito bebé me diera el primer sexo oral de mi vida. Debido a su edad, sólo podía introducir el glande y poco más para no atragantarse, pero verle su carita de ángel mientras lo hacía, ver mi pene entrar y salir por entre sus labios de niño dulce era más que suficiente. La saliva escurría en grandes cantidades, por lo que, de tanto en tanto, tomaba un poco con mis dedos para saborear tan preciado elixir. El problema es que las chupadas de mi hermano me estaban llevando al borde del clímax. Por tanto, con la intención de prolongar más aquel momento, tomé mi pene y se lo quité de la boca suavemente.
- Ahora sólo te queda una cosa por hacer, amor. – Le dije.
- ¿Chupar tu culo? – Dijo, anticipándose a mi petición.
- ¿Quieres intentarlo?
- Está bien. – Dijo él.
Así, subí mis piernas apoyándolas en la pared, de tal forma, que mi ano quedaba mirando hacia arriba. Le indiqué a Dani que se pusiera de pie y con sus manos abriera mis nalgas, para tener mejor acceso a mi entrada. Mi hermanito menor comenzó a dar lamidas tímidas, similares a las que había dado mi pene segundos antes.
- Hazlo como yo lo hice, bebé. Chúpalo como si fuera un mango.
Entonces, sólo pude sentir cómo las vibraciones de placer recorrían todo mi cuerpo. Su boquita hacia tiernos y desesperados intentos por lamer, chupar y succionar mi ano. A veces, parecía que hundía toda su cara entre mis nalgas. No podía creer lo que estaba pasando: mi propio hermano pequeño estaba comiéndose mi culo. Fue entonces que decidí ir al clímax. Le indiqué que se detuviera.
- ¿Quieres probar mi semen, bebé? – Le pregunté en total euforia.
- Está bien. – Dijo él, limpiando con su mano la saliva que escurría de su barbilla.
Me volví a recostar y retomamos la posición en la que me él se recostaba sobre mi estómago, para poder besarnos mientras me masturbaba. Al tiempo que nuestras lenguas y labios volvieron a juguetear locamente, comencé a agitar mi falo que pedía a gritos ser saciado. Creo que me tomó alrededor de 1 minuto llegar al clímax, porque mi lujuria no podía más. 6 largos chorros de semen saltaron desde la punta de mi glande, cayendo en la espalda y nalgas de mi hermanito, y salpicando las sábanas. Solté enormes gemidos de placer bestial y antes de desperdiciar más, recolecté con una de mis manos los restos de leche que habían saltado sobre el cuerpo de Dani. He que se sentara entre mis piernas y le ofrecí mi mano en forma de cuchara, con un charco del líquido seminal blanquecino y un poco espeso.
- Bébelo todo, mi príncipe hermoso. – Le ordené.
Así hizo, lamiendo y tragando hasta la última gota de semen que encontró a mi mano. Acto seguido, tomé su rostro y lo devoré su boca largo y tendido. Luego, ya exhausto por la intensidad del momento, me recosté abrazando la desnudes de mi hermanito.
- Te amo hermanito. Te amo infinitamente y quiero que siempre estemos juntos para poder amarnos. – Le dije, mientras lo abrazaba y llenaba de besos.
- Yo también te amo, Lucas. Quiero que volvamos a jugar a ser novios. Quiero ser tu novio siempre. – Dijo él, con sus ojos llenos de amor sincero.
En ese momento, el resto del mundo dejaba de existir para mí. Eso no había sido sexo, yo estaba comenzando a hacerle el amor a mi hermanito menor y no me detendría jamás. Quería amarlo, protegerlo, cuidarlo, hacerlo feliz y devorar su cuerpo a besos. Embriagado en estos pensamientos, ambos nos quedamos dormidos sin noción alguna del tiempo.
PD: Este capítulo es un poco más corto que el anterior, pero espero que sigan disfrutando de la historia. Muchas gracias por sus comentarios y si me dicen que se masturban leyendo mi historia, me doy más que por pagado jejeje Saludos Lov3sick
Me encanto, yo que amo los fetiches.
Me alegra que te haya gustado, pronto viene el siguiente capítulo 🙂
Acabé, muy hermoso el relato