Cierto grado de perversidad III.
La cuestión se puso un poco densa. .
Antonia, Marga y yo seguimos teniendo sexo después del nacimiento de la pequeña Kira, la nueva integrante de la familia, incluso ha tenido algunas participaciones en dichas reuniones de sexo loco, mientras le chupaba la teta a su madre para alimentarse. Yo le había dicho a la joven madre que tenía ciertos planes para con su hija a medida que fuera creciendo.
-¿Qué querés hacer con la nena?, me dijo Marga con ojos saltones.
-No te preocupes, no voy a hacer nada en el que no participen vos y la madre.
-¿La vas a emputecer desde chiquita?, dijo sonriendo Antonia, me gusta, agregó con malicia.
-Te la voy a degenerar a esa chiquita, le dije con sorna.
-Me encanta, respondió Antonia, perro tiene a quien salir la nieta y la abuela son buenas putas. ¿O no?
-Ambas son geniales, dije.
-Vamos, dejen de hacer planes, la beba recién tiene dos meses acotó ceremoniosa Marga.
A todo esto, Antonia y Kira seguían viviendo con su madre, ella era hija única de un matrimonio que estaba destruido casi desde el primer día que se encontraron con Gerónimo. Un muchacho un poco violento que le gustaba el sexo duro, a los seis meses de convivir oficialmente, Rosaura quedó embarazada y antes que naciera la relación estaba totalmente rota y Gerónimo se fue con otra mujer, casi 10 años mayor que él. Sin duda que esa relación nueva venía en paralelo con su matrimonio. Rosaura crió a su hija como pudo, Antonia fue una chica rebelde y siempre tuvo un regusto excesivo pro el sexo. Así fue que debutó a los doce años y no tuvo mejor idea que contarse a su madre. Esta le dio vuelta la cara de un cachetazo, pero esta situación hizo que la nena siguiera cayendo de brazos en brazos de jovencitos que se sacaban las ganas con la pendejita cogedora. Era la putita del barrio.
Unas de esas tardes de domingo nublado y frio, en pleno agosto, Rosaura estaba conversando por el celular con una íntima amiga de la infancia; Micaela, sin darse cuenta que estaba merodeando por la casa Antonia mantenía una charla con su amiga de carácter muy privado. Su hija se detuvo detrás de una puerta y escuchó toda la conversación. Se trataba de un tema tabú. Antonia no dejó de sentir cierto cosquilleo en el cuerpo al imaginar ciertas escaramuzas de lo que había escuchado. Además de ser putona, tenía una frondosa imaginación. Cuando la madre dejó la charla, salió de su posición semi escondida y le dijo:
-Me voy de la tía Marga.
-¿Me podés decir por qué vas tan seguido de mi hermana?
-Porque me divierto allá. Dijo Antonia.
-¿Ah sí? ¿Y cómo te divertís? Si se puede saber, ya que la señorita hace y deshace de su vida como se le canta el culo, dijo Rosaura con un enojo bastante profundo.
-Mamá, déjate de joder y no preguntes tanto que después no te gustan las respuestas.
-¿Y qué respuestas pueden no gustarme? ¿Se puede saber?
-Mirá, vos te pusiste muy contenta cuando Daniel accedió darle el apellido a Kira, porque yo te dije que no quería apellidos de la familia nuestra.
-Sí, me puse muy contenta y creo que mi cuñado es un buen tipo.
-Lo es, te lo puedo asegurar, ¿pero a vos te parece que esto fue gratis?
-¿Te regalaste? Preguntó Rosaura, no me digas nada sos una buscona prostituta. Tenés que aprender de tu madre que no tiene relaciones íntimas porque se ha dedicado a vos, que sos bastante indócil, por cierto, y me has hecho salir canas verdes.
-Bueno, es así, pero no te preocupes, le dijo su hija con una sonrisa, tu hermana también participa de las sesiones de sexo, y te digo más, le gusta cómo le paso la lengua pro la entrepierna, goza como una loca.
-No me digas eso, que puta esta Marga, ahora voy a ir a hablar con ella.
-Te dije que las respuestas o te iban a gustar, pero vos insististe en preguntar.
Se puso una campera y con paso firma recorrió las siete cuadras que separaba su casa de la de su hermana. Rosaura llegó un poco agitada, golpeó la puerta, trató de recomponer su postura. Marga abrió la puerta y su hermana le espetó:
-¿Cómo va a hacer semejante barbaridad?
-¿De qué estamos hablando? Dijo Marga.
-¿qué pasó?, dije sorprendido por la irrupción de Rosaura.
-Y vos callate, que creí que eras un buen tipo, pero no resultó así.
-¿Por qué?, pregunté.
-Porque le diste el apellido a mi nieta para cogértela.
-Bueno, no es tan grave, ¿acaso no sabés que a tu hija se la cogen desde los doce años?
-¿Y vos cómo permitiste eso después de lo que nos pasó en casa con nuestros padres? Dijo Rosaura. Momento en que entraba Antonia con la nena en brazos.
-Ahora viene lo mejor, Daniel, no te lo pierdas dijo la nueva madre.
-¿Qué viene?, pregunté con ansias de saber.
-Yo le dije a tu mujer que tenía ciertos datos que tal vez iban a servir para que se abriera un poco más en lo sexual.
-Callate vos pendeja del orto, le dijo la madre en tono imperativo.
-¿Se puede saber qué pasó con sus padres?
-¿No le contaste a tu maridito?, dijo irónicamente Rosaura mirando fijo a los ojos de su herma.
-No, respondió lacónicamente Marga.
-Bueno, lo voy a contar yo, entonces. Rosaura. Y empezó su discurso.
-Nuestro padre, cuando éramos chicas, ella tenía 6 años y yo cuatro no toqueteaba con el beneplácito de nuestra madre, que nos incitaba a dejar a papa contento, eso nos decía ella. Y así fue hasta los nueve años de Marga, momento en que nuestra madre le dio vía libre para que tenga sexo, dos años más tarde me iba a tocar a mí. Y eso no es todo. A nosotras nos mandaban a una de nuestras habitaciones para que jugáramos y el viejo traía a sus amigotes y él miraba como se cogían a mamá.
-¡Ah! Un capo el viejo, la tenía clara, bien perverso. Me encanta, dije yo.
-No seas pelotudo, por favor, me dijo mi cuñadita enojadísima por mi comentario.
-Bueno, a tu viejo le gustaba la fiesta. De todas maneras, no era ningún boludo, entregaba a su mujer, se divertía viendo y si ustedes ahora están buenas, me imagino lo que debió ser cuando eran chicas y adolescentes.
-Te podés callar, dijo Rosaura. Y siguió: y que el viejo tuviera relaciones con nosotros fue algo que se dio por siempre, aunque hayamos hecho nuestras vidas. Él nos pidió que al menos fuéramos un par de veces al mes a visitarlo sin nuestros maridos porque no quería dar rosca.
-¿Y ustedes qué hicieron?
-Íbamos, que otra no quedaba.
-Bueno no ir era una opción. Dije yo.
-A Marga le gustaba lo que hacía con papi, ella iba gustosa y no tenía reparos en hacer todo lo que le pedía el viejo y a veces, delante de mami. ¿O no es así, Marga?
-Es así, asintió Marga. Nunca tuve vergüenza en hacerlo, los papis hablaron conmigo y me dijeron que era natural y que no tuviera pudor. Y así fue. ¿Y vos cuánto hace que no vez a papi? Preguntó Marga, con tono severo.
-Diez años, contestó Rosaura.
-Y ya que estamos sacando los trapitos al sol, yo voy a contar el motivo de por qué no fuiste más. Un día lo fuiste a visitar a papi con una minifalda que se te veía el culo, el viejo te propuso coger un rato y vos te negaste. Sabés que el viejo siempre ha estado un poco caliente. Y te hiciste la ofendida.
-Bueno, dijo Rosaura, no porque vaya vestida con una minifalda, que es una prenda que me gusta usar, no por eso me tiene que coger.
-Si te gusta provocar, aguántate las consecuencias. Lo que pasa es que sos una mojigata.
-Yo seré mojigata, pero vos de cuando en cuando lo vas a visitar… ¿o me equivoco?
-Para nada, dijo Marga, lo voy a visitar.
-¿Y de paso te sigue cogiendo?
-Pero que interesante, dije yo, resulta ser que era cornudo, no lo sabía y ahora tres años más tarde e vengo a enterar que mi suegro se coge a mi mujer. ¿Es así, Marga?
-Bueno… dudó en seguir con la respuesta, pero la completó, sí, pero viste que no voy tan seguido, por otro lado, estoy acá a tu disposición siempre. No te podés quejar.
-Ahí tenés a la puta de tu mujer. ¿Qué te parece?, me preguntó mi cuñadita con mordacidad.
-Bueno, qué le vamos a hacer, si le gusta la pija del padre, no hay modo de, a esta altura de la vida, sacarle ese vicio.
-Sos amplio, che, dijo Rosaura.
-¿No tengo otra opción?
-La tenés… irte, dejarla sola a esta puta de mierda.
-No la voy a dejar y es más decile a tu viejo que un día quiero ir a ver cómo te hecha un polvo.
-Los dos son iguales, dijo con amargura mi cuñada, se levantó de la silla y se fue pegando un portazo.
-Ya que las tengo acá a las tres justitas podríamos llevar a cabo una de nuestras sesiones de sexo pervertido. ¿qué les parece? Pregunté.
-Ni que lo dudes dijeron las dos al mismo tiempo.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!