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Fetichismo, Heterosexual

Clases de natación con la pequeña sandrita, una delicia de nueve años con dos coletas, traje de baño y sandalias azules.

Siendo conserje en una piscina termino pervirtiendo a una niña, de hermosos pies, ayudándole a nadar. Me deja hacerla mía a cambio de clases de natación, y acabamos follando..
Hola, mi nombre es Marco, llevo trabajando en limpieza desde que cumplí la mayoria de edad. Actualmente tengo cuarenta años, y lo que relato sucedió hace diez años atrás a los 30, cuando trabajaba en una piscina de entrenamiento para niños.
Decidí trabajar en ese lugar, a pesar de la mala paga, porque descubrí lo fabuloso que era ver cuerpos semidesnudos en la alberca de entrenamiento. Como era verano, normalmente las clases de natacion se impartían a niños y niñas de vacaciones, lo que me hacia disfrutar al ver esos cuerpos flotando sobre el agua, y luego saliendo completamente mojados.

Habían de todas de las edades, que entrenaban en diversas horas del dia, pero mis clases favoritas eran las impartidas exclusivamente a niñas de 9 a 11 años. Uff, verlas entrenar en la alberca mientras barría, me excitaba muchísimo. Mi verga siempre se paraba cuando la instructora les pedia hacer calentamiento antes de ingresar al agua.
Todas las nenas siempre salían en ropa de baño entera y en chanclas, mostrando sus pequeños cuerpos y sus hermosos pies. Pero habia una en especial que se llamaba Sandra, que siempre traia dos coletas sujetadas, tenia el culito parado, y llevaba sandalias azules. Esa niña me traía loquito. Verla sonreírse y jugar mientras hacia sus ejercicios me ponía el pene durísimo. Lamentablemente no podía acercarme mucho mientras ellas entrenaban, asi que muchas tuve que conformarme con ver a sandrita desde lejos. El mejor momento era cuando salía del agua para ponerse sus sandalias y caminar haciendo ese sonido de sus pies humedos. Eso era lo que más me encantaba.

La clases terminaban y se dirigían hacia las duchas y vestidores con su maestra y yo tenia que huír para consolarme sólo, en el almacen, recordando el delicioso cuerpo de Sandrita, imaginando que en ese momento en el que yo me masturbaba, ella debía estar bajo la ducha jugando con sus amigas sin traje de baño, y chapoteando con sus hermosos pies. Esa vision me llevaba al climax y acababa eyaculando, soñando con poseer alguna vez ese delicioso cuerpecito.

Un día, en que la clases se llevaría a cabo, la profesora no llegó, pues había sufrido un accidente. Llamaron a la oficina para indicarles que era mejor si las niñas eran recogidas por sus padres, cosas que ocurrió. Todas se fueron, menos sandrita, que para mi sorpresa se habia quedado sola en la alberca. Le habían permitido solo mojarse los pies al borde, pero prohibiéndole entrar porque no había instructor. Ese fue un momento glorioso para mi.
Me acerqué tratando de acomodar algunas cosas hasta estar tras de ella. Entonces por primera vez vi su cabello sedoso, de un castaño claro, sus hombros blancos y suaves, su cuello perfecto de niña y ese culito sentado sobre el borde de la piscina. Al lado estaban sus sandalias azules. Ver sus sandalias mojadas me puso la verga bien dura.
De pronto, ella volteó al notar mi prescencia:

– Hola – dije – Veo que no tienes instructor.
La niña sonrió, sin temor a nada:
– Sí. Pero mi mamá no puede pasar por mi, hasta el final de la clase.
– Entiendo. Pero ¿no puedes ir sola a casa?
– Vivo algo lejos.

Entonces Sandrita levanto sus hermosos pies y chapoteó sobre la superficie del agua:

– Me gusta venir a clases más por estar en la piscina.
– Ya debes saber nadar bien. Te he visto varias veces.
– ¿Me has visto?
Contuve la respiracion, pense que era algo que no debí decir:
– O sea quiero decir que veo cómo entrena tu grupo.
– Ah. Es que me gusta mucho el agua. Pero aún no puedo nadar bien.
– ¿Y eso por qué? No te enseña bien tu profesora?
– No mucho. Estamos aprendiendo a flotar bien primero.

Y luego de un largo silencio, me atreví:

– Si quieres yo te enseño.
– ¿Sabes nadar?
– Sí. Desde pequeño. Pero yo aprendí en el mar.

Entonces desperté en la niña una extraña curiosidad. Le conté cómo habia aprendido a nadar en el mar y cómo una vez casi nos perdemos en el mar junto a mis amigos luego de decidir meternos dentro de las agua en un crudo invierno.

– Pudiste sobrevivir – dijo la niña, asombrada.
– Sí.
– Es mas dificil nadar en el mar, ¿verdad?
– Si. Te puedo enseñar como lo hacía ahí.

Sin percatarme yo ya estaba junto a sandrita, conversando. Me habia inclinado a su lado para escucharla mejor y para ver sus pies que levantaba en el aire y luego hundía en el agua de la piscina, se apoyaba en el borde con sus brazos.

– Pero no traes ropa de baño – dijo ella.

En ese momento yo estaba vestido con una playera, mi gorro, un short y mis sandalias negras.

– En el mar se nada sin ropa de baño.
– ¿Desnudos?

Voltee a observar si nadie nos estaba viendo. La piscina estaba desierta:

– Sí – le respondí en voz baja.

Ella accedió a que le enseñara. Entonces me quité la playera, el gorro, y dejé mis sandalias al lado de las de Sandrita que se veian pequeñas al lado de las mías:

– Tienes pies grandes – me dijo mientras se sonreía.

Luego me metí dentro del agua y la aupé despacio:

– Entra poco a poco y flota como te dijo tu profesora – dije.

Ella lo hizo muy bien al principio pero luego se hundió. Procedí a rescatarla, sacándola a flote y tocándole un poco el cuerpo. Más sentía la tela del traje de baño que su piel. Yo estaba loco por querer desnudarla pero me contuve para no asustar a la niña. Mientras la ayudaba a flotar sentí que mi verga se ponía más dura.
Al cabo de un rato practicamos brazear. Agarré a sandrita por la cintura y la movía para que ella pudiera sentirse libre de chapotear con sus pies en la superficie al compas de cada brazeada. Así seguimos y de rato en rato yo veia sus pies mojados saliendo del agua y moviéndose. Ahí aproveché para tocarselos un poco:

– Me hace cosquillas – se rió.

Yo también me reí y luego le dije:

– Tienes unos pies lindos y blancos, sandrita.

Ella se quedó pensando:

– ¿Te gusto?
– Mucho – dije avergonzado y casi sin verla.

Luego seguimos nadando hasta que mejoró mucho con el movimiento, pero en un leve descuido se hundió y tragó un poco de agua. Me asusté y la saqué cargada hasta el borde la piscina, le di palmaditas en la mejilla pero estaba aún tosiendo un poco. Voltee a ver y nadie estaba, entonces me acerqué y le di respiración boca a boca. Ella contuvo el aliento y finalmente escupió un poco de agua. Me asusté bastante, pero luego de ese episodio se sonrió:

– Bien, bien – le dije – es mejor si terminamos la clase aquí.

Me fui a buscar toallas en el almacen y cuando llegué sandrita ya se habia puesto sus sandalias azules y se escurría las coletas del cabello. Era realmente una niña hermosa.
Me senté a su lado y le di una toalla, yo me estaba secando también.

– Nunca me habían besado antes – dijo tímidamente.

No supe qué decir, pero me puse nervioso, tal vez le contaría a alguien lo que acababa de pasar y me despedirían del trabajo.

– No fue un beso – dije – Era respiracion para que expulsaras el agua de tu pecho.

Ella pensó un momento:

– Me gustó sentir eso.

Entonces retuve los escrupulos y pensé que no importaba si alguien veía:

– Te enseño cómo puedes hacerlo tú en caso de emergencias. Te va a servir en la vida.

Sandrita se emocionó. Me pidió que le enseñara.

– Sí. Pero aquí no podemos. Vamos al vestidor – dije.

Entonces, sintiendo que no me importaba nada más que poseerla, le lleve de la mano hasta los vestidores de niñas donde no había nadie. A un lado, estaban las duchas.

– Te voy a enseñar cómo es pero no se lo puedes decir a nadie.

Ella lo prometió, entonces le pedí que echara sobre una colchoneta que estaba ahí. Le pedí que cerrara los ojitos, y vi ese tierno cuerpo dormido frente a mi. Estaba aún húmeda, tenía puesto el traje de baño y se había echado sin quitarse las sandalias. Comencé a tocarla toda mientras le repetía que no abriera los ojos. Estuve varios minutos sintiendo cada rincon de ese cuerpo pero sin decidirme a desvestirla o no, hasta que al final me acerqué hasta su boquita.

– Abre la boquita – le ordené.

Y sandrita, sonriente y con los ojos aun cerrados, abrió su boca. Me acerqué y comencé a besarla. Mientras la besaba deslizaba mi mano por sus piernas y sus pies hasta que sentí que su cuerpo reaccionaba al tacto de los hombres “Ya está lista” pensé. Movía sus caderas involuntariamente, lo que me hizo pensar que estaba despertando su sexualidad dormida. Me detuve y ella abrió los ojos:
– ¿Te gustó? –  le pregunté.
– Mucho.
– ¿Quieres hacer mas cositas?

Ella pensó que hace rato todo habia dejado de ser un entrenamiento de sobrevivencia:

– Así no se hace ¿no?
– ¿Cómo?
– Que así se besan los novios.

Me sonreí y me acerqué hasta sus labios:

– Pero ¿te gusta o no?
– Sí. Me gusta mucho.

Procedí a continuar:
– Lo que vamos a hacer ahora. No se lo puedes decir a nadie Sandrita. ¿Me lo prometes?

Ella lo prometió, entonces comencé a quitarle el traje de baño desde los hombros hasta la cintura, ella se cubrió los ojos con las manos y yo empecé a chuparle sus tiernos pezones de nena:

– ¿Te gusta Sandrita?
La nena se retorcía de placer:
– Si. Se siente rico.

Continué lamiendole el cuerpo, y bajando por su cintura mientras bajaba más su ropa de baño hasta llegar a su conchita aún húmeda por el agua. Ella estaba petrificada pero lanzando pequeños gemiditos. “Ah. Ah. Se siente rico” Entonces me saqué el short y mi verga saltó descubriendo el glande de inmediato. Seguí lamiendole la panocha hasta descubrir cada centimetro de su tierna vagina de niña.

– Estas muy bonita Sandrita. ¿Te gusta lo que te hago?
– Ahhh… me encanta.
– Shhh.. no hagas ruido pequeñita. Alguien puede oir.

Se llevó la mano hasta la boca con sus ojos cerrados. Le saqué el traje de baño y descubrí sus pies aun mojados con las sandalias puestas.

– Qué ricos pies que tienes, sandrita.

Sus deditos parecían gusanitos rosados, tenía las uñas rosadas de la buena salud, unos talones suaves y ningun vello sobresaliendo. Le quité una de las chanclas azules y comencé a chuparle la planta del pie mientras le tocaba la conchita.

– A la mierda. De verdad que estás bien rica, pequeñita.

Sandrita lanzaba pequeño gemiditos. Luego le saqué la otra sandalia azul y le chupé ese pie también. Ella abrió los ojos y vio cómo pasaba mi lengua por sus pies.

– Se siente rico – dijo débilmente mientras suspiraba.
-Tocame la verga con tus pies – le ordené.

Así empezó el mejor footjob que en mi vida me hicieron, sobre todo considerando que Sandrita era inexperta. Pero sentir esos deditos calientes y la suavidad de sus pies me hizo lanzar pequeñas gotitas preseminales que facilitaron su trabajo. Mi verga estaba húmeda y sandrita se daba cuenta:

– Me estás mojando los pies – dijo.
– Eres una experta, sandrita. Sigue, sigue.. ah.

Sonrió y luego ya no pude contenerme, de un tirón le saqué la ropa de baño que había quedado por sus rodillas y me eché sobre ella:

– ¿Lista? Ahora sabrás lo que es bueno.

Sandrita me besó tiernamente y mi verga comenzó a buscar la entrada de su vagina.

– Ahhh… me duele – dijo.
– Tranquila mi amor, así es solo al principio.

Entonces metí toda la verga sintiendo la humedad de la conchita de sandrita que se retorcía muerta de placer ante cada embestida mia “ah, ah, ah, qué rico”decía ahogadamente.
De pronto, empezamos a sudar mientras follábamos sobre esa colchoneta pero sandrita seguía recibiendo mi verga, me habia abrazado con sus piernas el cuerpo y estaba loquita de placer, sintiendo por primera vez lo que era disfrutar del sexo.
Estuve follandola cerca de veinte minutos hasta que le pedí que cabalgara sobre mi pinga.

– Me duele la conchita – se quejó.
– Tranquila. Solo falta poco.

Se me ocurrió la idea de hacerlo en la ducha para que no le ardiera tanto.

– Ponte tus sandalias – le ordené.

Ella lo hizo y yo tambien me puse las mias. Aproveché ese momento para cerrar con llave el baño y entonces comencé a darle verga bajo el agua de la ducha abierta.

– Ah puta madre sandrita qué rica que estás.
– Me duele poco así.

Y seguí penetrandola y haciéndola mía. Estábamos los dos de pie. Yo penetrando a Sandrita desde atrás mientras ella se agarraba de la pared de mayolica.

– Te gusta mucho ¿no putita?

Sandrita solo gemía pero disfrutando de mi verga. Verle los pies que se deslizaban sobre sus sandalias azules de pata de gallo, donde sus deditos casi rozaban el borde, me puso tan excitado que no aguanté más.
Luego de tantas embestidas en el fragil cuerpo de Sandrita acabé dentro de ella “Ah, ah, ah puta madre” y se me salió toda la leche, mojando esa conchita tierna que recien acababa de estrenar.
Le saqué la verga y vi como mi leche le salía de la raja mojandole una pierna. Parte de mi leche le habia mojado al caer los deditos del pie. La niña estaba sorprendida moviendo los deditos de sus pies y sintiendo mi esperma.

– ¿Te gustó mi amor?
– Mucho.
– ¿Quieres otra vez?

Y así volvimos a hacerlo, esta vez le enseñe a chuparme la verga hasta que le acabé en la boquita. Sandrita de rodillas frente a mi y con la lengüita afuera mientras sus colitas del cabello estaban mas humedas por el agua de la ducha.
Al final, nos vestimos. Ayudé a la niña a vestirse, sintiéndome algo culpable pese a que ella prometió no decirle a nadie nada de lo que habia ocurrido.

– Te daré verga las veces que quieras sandrita pero no se lo digas a nadie.

A partir de entonces comenzamos a follar todos los dias al final de sus entrenamientos. Sandrita comenzó a quedarse hasta despues del fin de las clases y pude encerrarme con ella en el almacen o en las duchas para disfrutar de su rico cuerpo. Sandrita desnuda, con sus colitas y en sus sandalias azules me volvieron loco. Me volví adicto a darle pinga, y sandrita estaba encantada con el sexo. Lo sentía tan rico que terminé follandola por el culo también. Nuestra pose favorita era piernas al hombro, así mi niña veia como la penetraba mientras le chupaba sus ricos pies. Varias veces le eyaculé en los pies suaves “Te comería los pies, mi amor, te van quedar más suaves cuando sientas mi leche” Y sandrita se volvió experta en el footjob. Me agarraba bien la verga con sus deditos y me masturbaba hasta sacarme la ultima gota de leche “condenada niña cómo has aprendido a hacerlo”.

– ¿Te gusta que sea tu putita?  – decía.
– Me encanta mi amor. Lo haces bien rico.

Pero nada dura para siempre. El verano acabó y poco a poco sandrita dejó de venir, los pretextos se acabaron y finalmente ella se fue. No hubo despedida, solo un día me notificaron que cerrarian la piscina por un prolongado mantemiento en el invierno y me invitaron a firmar mi carta de renuncia.
Al tiempo, conseguí otro trabajo pero ya sin poder ver a Sandrita que seguía en mis pensamientos. Cada verano sueño con lo que vivimos y con lo hermosa que debe estar en este momento siendo una bella adolescente

22 Lecturas/21 noviembre, 2025/0 Comentarios/por Locurafetiche
Etiquetas: amigos, baño, follando, follar, madre, sexo, vacaciones, vagina
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