Cochinadas más allá de la imaginación (Parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PinkiePie.
Mi vida era triste, podía haber logrado muchas cosas en la vida, era superdotada, pansexual y una auténtica artista, pero me equivoqué de camino una y otra vez, ahora era un tipo gordo, calvo, y virgen.
Además era transexual y en momentos de penurias económicas como estas, no podía comenzar a hormonarme ni nada, pero necesitaba sentirme femenina. Aunque era alguien de mente despierta, dispuesto a enfrentar el futuro y la filosofía budista me había permitido superar mis depresiones y salir adelante, dado que no tenía dinero para comprar comida, decidí meditar y sobrevivir con un chusco de pan diario, en pocos meses adelgacé un montón, pero lo más importante; Adquirí sabiduría. Todo comenzó cuando llegó una tarde y me enviaron un SMS diciendo que encajaba en un puesto de trabajo que solicité hace unas semanas, yo estaba orgullosa, y salí corriendo de casa a toda prisa, sin ver que estaba pasando un semáforo en rojo y un camión me dejó hecha papilla en el asfalto. Me mató. Vi mi cadáver a lo lejos, mi alma había salido de dentro. Al principio sentí confusión, pero luego entendí lo que ocurría, así que di las gracias por aquella inesperada situación, aquel trabajo de pacotilla no iba a servir de nada, y mi vida no podía ir peor, la muerte había sido una salvación. En seguida visité el limbo y me asignaron reencarnarme en un gato. Luego en un conejo. Luego en un chimpancé… Fui viviendo y vidas y muriendo, así pasando reencarnaciones hasta volver a ser una persona humana.
Tenía tan solo tres años, cuando medité por primera vez, gracias a ese acto, logré recordar todas las reencarnaciones anteriores y volver a ser yo, se ve que si se medita en la infancia, puede ocurrir esto. Me sentía un poco a disgusto, pero sentí que tenía una vida nueva por delante, y esta vez la aprovecharía.
Me llamaba Eva, tenía el pelo largo y rubio, como siempre me habría gustado tenerlo, aunque nunca me había atrevido tenerlo así. Reconocí a la figura adulta que tenía delante, era Cintia, mi canguro. Aunque hubiese recuperado mis recuerdos de vidas anteriores, no quería decir que hubiese perdido los de aquella vida. Cintia era pelirroja y tenía los ojos verdes, muy bonitos, también un cuerpo genial; unos pechos firmes y grandes, que se balanceaban de un lado a otro mientras caminaba, y un culito redondo que se movía como gelatina dentro de sus medias. Era la primera vez que la miraba desde ese punto de vista, ya que desde que nací era la chica que me cuidaba a diario, mientras los malos padres que me habían tocado se pasaban el día trabajando. Empezaron a pasarme pensamientos guarretes por la cabeza cuando vi a mi canguro.
Aunque lo que más me gustó es que debajo de mi faldita rosa llevaba unos pañales. Siempre había tenido un fetiche con los pañales, aunque nunca me había atrevido a realizar mis fantasías, más allá de un par de veces a los 8 años. Miré frente a mí, tenía un papel lleno de gargotes y un montón de plastidecors a mí alrededor. Que dibujo más feo, pensé interiormente, mientras observaba el papel pintarrajeado. Cintia me cogió en brazos y me llevó al sofá, mientras decía con una voz encantadora: “Es hora de comer”. Me encantó aquel abrazó, sentí sus pechos cálidos y mullidos en mi cara, además, hacía mucho tiempo que nadie me había abrazado, bueno, realmente creo que un niño me abrazó una vez cuando yo era una gata, pero eso es otra historia.
Me sentó en su regazó y se quitó la camiseta, al principio pe empecé a sentir un poco confusa, pero luego recordé que Cintia se estaba hormonando para darme de pecho… Me pareció todo un poco extraño, además, Cintia solo tenía unos 19 años…
Pero luego entendí que era mi prima, y que estudiaba desde casa, y como se había encariñado conmigo, decidió cuidarme casi como una madre a su hija. No me parecía justo, vaya caos de familia, aunque ella lo había querido así… Se quitó el sostén y dejo visibles sus tetas. Reí nerviosa, porque sentía que me había tocado el premio gordo. Me encantó mi propia voz, infantil, dulce… Sin dudarlo, me acerqué a uno de los pezones de Cintia y empecé a chupar dulcemente, mientras acariciaba la teta con entusiasmo, la miré a los ojos. Había algo que no encajaba, es decir, me miraba con ternura, pero vi algo más en sus ojos, algo… Caliente…
Eso me excitó, me puse toda roja mientras la boca se me llenaba de leche y tragaba, la vejiga me hacía presión desde hace un rato, pero me relajé y empecé a notar como un chorro de pipí caliente llenaba mis pañales, Cintia lo notó y me los tocó… Noté como ella también se ponía roja y empezaba a acariciar mis pañales calientes con ansia, pero también con suavidad. Se me hizo un poco raro, pero había visto ya tantas cosas en la vida… ¡Recuerdo una vez que fue un perro y un zoofilico me violó! Bueno, resulta que yo me estaba excitando cada vez más y más y se me escapó un pedo, seguí mamando y acariciando los pechos a Cintia, pero noté ganas de hacer caca. Cintia empezaba a sentirse incomoda, dado a lo que estaba haciendo, pero yo aparté la boca de su pezón y me mordí el labio inferior, mostrándole que no quería que parase, a continuación seguí succionando del pezón y bebiendo leche, mientras empecé a hacerme caca, el pañal empezó a llenarse aún más, una mancha color café empezó a crecer en la parte de detrás de mi pañal mientras se hinchaba, la leche empezó a correrme mejilla abajo y paré de beber, mientras acababa de hacer caca. Mi pañal se veía hinchado y caliente, me lo toqué satisfecha, sin embargo, vi a Cintia, algo avergonzada por lo que acababa de hacer, así que me vi obligada a explicarle la verdad si quería disfrutar más de aquel paraíso. Noté la confusión en ella, le costaba asimilar la dulce realidad de que yo era su pequeña putita y que podía hacerme lo que quisiese, pero al final lo entendió. Ella fue a cambiarme, pero yo le dije que no, que prefería quedarme sucia, con los pañales calientes y llenos de caca. Apreté la parte de detrás de los pañales con mi mano y noté como la caca se iba hacia la parte de delante, acariciándome la vulva, mientras hacía un ruido excitante y asqueroso a la vez. Noté como Cintia se excitaba, y le dije que se fuese a masturbar un rato a su cuarto, mientras yo veía los dibujos animados en el sofá, escuchando los orgasmos que procedían de su habitación. Recordé que yo vivía con Cintia, ya que sus padres tampoco estaban nunca en casa y a duras penas pisaba mi verdadera casa, donde vivían mis padres.
Me acomodé en mi pañal lleno hasta los topes de caca y me quedé dormida con mi pulgar en la boca. Era genial volver a ser una niña de tres años.
Me desperté, ya estaba anocheciendo. Mis pañales olían fuerte y Cintia estaba sentada a mi lado, mirando las noticias, pero vi como me miraba de reojo, aunque no se dio cuenta de que me había despertado. Ella empezó a acariciar mis pañales lentamente, aunque me excitó bastante, tanto, que no pude seguir fingiendo que dormía, además tenía la vejiga a reventar. Le dije con aquella voz dulce; “No te cortes, querida”.
Y empecé a vaciar mi vejiga, hasta que se derramó del pañal y empezó a mancharle la mano. “Ups… Creo que necesito un cambio”
Ella me cogió suavemente, tal y como lo haría una madre con su hija, y me puso sobre el cambiador que había en el lavabo, ella cogió unos pañales limpios y polvos de talco y los dejó en el borde del lavamanos. Yo me puse de rodillas, con mi culo hacia ella, y dejé que mi vejiga terminase de vaciarse, el pipí calentito empezó a bajar por mis muslitos hasta mis rodillas, así derramando del cambiador y encharcando el suelo. Cintia me miró, entre excitada y furiosa por lo que había hecho. “Hey, soy tu putita, y limpiar mis cochinadas es tu precio a pagar”, le dije sonriendo. Ella me devolvió la sonrisa y se dispuso a tirar unas toallas viejas al suelo. Yo seguía de rodillas mientras la miraba. “¿No vas a…? ¿Castigarme?” Le dije, mientras meneaba el pañal mojado y lleno de caca y la miraba con la cara más adorable del mundo.
Cintia nunca me había puesto la mano encima, y se empezó a poner nerviosa, pero yo parpadeé y le dije: “Ya has pagado, ahora puedes disfrutar…” Intenté poner la sonrisa más traviesa que pude y vi como su cara también dejaba mostrar la sonrisa más perversa y encantadora que había visto nunca. Empezó a darme palmadas en el sucio pañal, mientras yo notaba como la caca de revolvía dentro, me agarré con mis manos al borde y dejé que mi espalda se arquease hacia abajo, y me puse a gritar de placer entre risitas. Luego me tumbé boca arriba y me quitó el pañal, tenía la vagina llena de caca, tubo que limpiarme muy bien para deshacer aquel estropicio, pero por fin me puso unos pañales secos y limpios, mucho más cómodos. Me fue a dar un beso en la frente como siempre, pero esta vez me moví hacia adelante y logré que me besase en los labios, las dos nos pusimos rojas, tanto de vergüenza como de excitación.
Al final llegó la hora de cenar, ella se comió un sándwich cualquiera, pero yo reclamé mi leche materna. Me subí encima de la mesa, ella se quitó la camiseta, bajo la que no llevaba sostén, y empecé a chupar de su pezón grande, duro y rosa. La boca empezó a llenárseme de leche y a beber, me acerqué y me puse sobre su regazo, apoyada contra su barriga, que, a pesar de verse delgada y atractiva, tenía algún que otro michelín. Un chorrito caliente y adorable empezó a mojarme los pañales y calentándome el pubis y el culito, cuando termine de beber leche calentita de su teta, la miré a los ojos, ella se mordió el labio y sucedió aquel momento mágico, nos besamos con lengua, el beso pareció durar horas, pero cuando terminamos, pareció no haber durado ni un segundo, por primera vez, ella no se cortó y empezó a acariciarme el culito a través del pañal, mientras yo besaba sus hombros. “Hoy dormiremos juntas” Me dijo ella. Yo la miré orgullosa, estábamos empezando a dar rienda suelta a nuestra sexualidad.
Yo no me solté de Cintia, y ella me llevó hasta su cuarto. Me dejó en el suelo, desde donde vi aquellas nalgas que parecían gelatina, apretadas por las medias debajo de la falda. Ella se desabrochó la falda, pero me acerqué a ella y empecé a toquetearle el culo, aquel culo envidiable, noté como le gustaba, que sabía lo que yo estaba haciendo, hasta que se le escapó un pedo que dio en toda mi cara, aquello me excitó un montón, ella quiso pedir perdón, pero yo le mostré con mi sonrisa pervertida que no hacía falta. Ella empezó a bajarse las medias y después las bragas, vi una vagina perfectamente depilada que me puse a cien. “Túmbate en la cama, quiero tomar postre”, le dije yo. Ella se tumbó bocarriba, yo me acerqué a su entrepierna acariciando sus muslos y empecé a lamerle la vagina, mientras disfrutaba cada momento, hasta que se corrió en mi boca y me tragué el flujo vaginal, estábamos súper cachondas, total, que me quité el pañal y puse mi vagina en su cara, haciendo que fuese ella la que me la chupase ahora, empecé a sangrar, pues perdí la virginidad con su lengua, que penetraba cada vez más a dentro. Aquella fue una noche loca. Dormí acurrucada entre sus piernas y me desperté feliz y descansada.
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