Cómo le quité la virginidad a la prima de 7 años (parte 1)
Esta es la historia de como fui impulsando en la perversidad a una niña de 7 años hasta que se dejó quitar la virginidad (sin saber que estaba haciendo yo).
Vengo a contaros cual fue, lo que considero para mí, mi mayor experiencia en el sexo con alguien más pequeño que yo.
Yo debería de tener unos 15-16 años, en plena edad de hormonas alocadas, y en ese tiempo veía mucho a la prima de un «hermanastro» mío. Para salvaguardar su identidad y que todos nos entendamos la llamaremos Laia. Yo conocí a Laia desde que tenía 3 años, y nunca había tenido pensamientos lascivos hacia ella, pero un día, en la terraza de su casa, todo cambió.
Laia era una chica muy curiosa en general, había ocasiones que hacía bromas con su entrepierna y la de los chicos de la mesa, algo así como decirle a su primo “¿Oye, me enseñas tu cosa?» Sinceramente lo hacía solamente para hacer chillar a la adultos que oían la pregunta y se reía mientras estos la intentaban reñir. La inocencia de los niños, le parecía divertido como se ponían sus familiares y ni sabía lo que estaría hablando, pero desde entonces en mi mente se pasó la idea de querer ver su entrepierna, cabe destacar que al ser virgen en ese momento mis hormonas, ganas y erecciones eran más comunes de lo normal. Pero obviamente no le pediría ver, no delante de toda la familia.
Unos días más tarde, jugando en la terraza de su casa, me pidió de jugar a mí a un juego de rol de amo y perro (ella sería el perro), luego de uno de madre, hijo… Todo eso mientras mis hermanastros jugaban a sus tonterías en el cobertizo de la terraza desmontando y montando objetos del lugar, así que acepte jugar con ella.
No me acuerdo muy bien de cómo, empezamos a jugar a otra cosa que consistía en intentar bajar los pantalones el uno al otro, sin quitar la ropa interior, seguramente fue ella quien inició el juego pues como dije era bastante curiosa. Y así fue, ella me bajaba a mí los pantalones un poco, solo para verme los calzoncillos, y luego yo me los subía y le quitaba a ella los suyos hasta que le veía las bragas. Nunca las olvidaré, azul clarito con imágenes de un osito de peluche.
En una de estas, Laia me pide porfavor si puede mirar debajo de mis calzoncillos, a lo que yo, aunque tenía una erección más que clara, le dije que no, y me resistí huyendo un poco de ella por toda la terraza, hasta que doblé la esquina de la misma, lejos de la vista de cualquier ventana, y dejé que me pillase. Al poner sus manos en la cintura de mi pantalón lo apartó y miró un poco, no fue más de un segundo porque de la nada escuchamos el grito de su abuela pidiéndole ayuda para poner sus cubiertos en la mesa, y tan solo fue eso, quizá ni vio bien porque no quitó el pantalón en sí, solo tiró hacia adelante para ver un poco. Pero la cosa no se quedaría ahí, había experimentado aquello y ahora dentro de mí quería más, llegar más profundo en la relación con Laia.
Durante un día (dos semanas después de lo de la terraza), Laia se fue a mi casa con su abuela, donde también vivía mis hermanastros y demás, y cuando estos dos se quedaron en una habitación jugando a la play, mi padre y su pareja fuera comprando en un supermercado lejos de allí, y su abuela durmiendo en un sillón del comedor… Ahí fue cuando ataqué.
A Laia le encantaba jugar con móviles, consolas de sobremesa, portátiles… Todo lo que fuera un mínimo videojuego se lo pasaba bien y se distraía de todo.
—¿Tienes juegos en tu móvil? —me preguntó yéndome a buscar en mi habitación.
—Sí, pero ahora lo estoy usando yo —le dije, no pensé en nada sexual en ese momento, simplemente no quería que me dejase a mi sin ver los vídeos de YouTube de una serie que me había enganchado.
—Porfa, porfa, porfa, porfa, porfa —esas fueron sus únicas palabras hasta que cedí dejárselo.
Entonces se me encendió una bombilla en la cabeza, le pedí que cerrase la puerta de mi habitación y se sentase encima de mis piernas que quería ver cómo jugaba. Me obedeció a la primera, se sentó en mis piernas y empezó a jugar a un juego, yo en ese momento solo le pasé mi mano por la espalda, debajo de la camiseta que llevaba, para darle un masaje tranquilo, hasta que, poco a poco, fui bajando lentamente hasta llegar a la cintura de su pantalón. Como llevaba pantalón de deporte elástico me sería muy fácil retirarlo.
Antes de eso, usando mis dedos a modo de pinzas, retiré hacia atrás un poco el pantalón de la zona de atrás junto a sus bragas, y vi desde arriba unas nalgas vírgenes y suaves, las quería tocar.
Poco a poco, con un dedo, metí mi mano lentamente debajo del pantalón de Laia, justo por detrás, donde estaban sus nalgas, ella no dijo nada entonces, hasta que el dedo se metía por debajo de la braga y notó como mi dedo tocó su ano.
—¡Eh! Eso no se toca —me dijo intentar mostrar enfado, pero a mí me dio ternura, le sonreí y le pregunté:
—¿Por qué no se toca? —sabía que no era consciente de lo que yo estaba haciendo ni el intento que había detrás de todo aquello. Así que no me pudo responder, solo se rió sonrojada y volvía a fijarse en el juego, yo seguí metiendo mi dedo abajo y toqué, sin ver dónde estaba apuntando, el ano de Laia de 7 años. Intenté meter el dedo a la fuerza pero al intentarlo un povo;
—¡AU! Para —y se levantó un poco para apartar mi dedo de la zona afectada.
Yo apenas le hice caso, la puse sentada en la cama, me puse delante de ella y empecé a repetir el proceso que hice antes con el ano pero ahora en la zona de delante.
Laia no dijo nada hasta que toqué la primera parte de su vagina, se rió mucho por las cosquillas pero de nuevo se apartó
—Eso sí que no te dejo tocar —me dijo a regañadientes mientras se levantaba y se ponía en medio de la habitación de pie.
—Lo siento —me se ocurrió algo—, ¿Quieres tocarme tu lo mío? Así estamos en paz.
Laia me miró a los ojos, medio sonriendo y con vergüenza, y se dirigió hacia mí y con su mano tocó mi erecta polla por encima del pantalón. Se le escapó una risa nerviosa, la cual me puso más caliente, y le guíe un poco más.
—Yo te he tocado sin pantalón, tú deberías hacer lo mismo.
Al principio no quería, pero poco a poco se me acercó y le guíe las manos para que me quitase el pantalón y bajase un poco los calzoncillos, cerca de su cara…
(Y hasta aquí la primera parte, luego publicaré la siguiente)
Buen relato. Logra su objetivo. Quizás si la forma de hablar de la niña fuera menos adulta sería todo mejor.
veamos como viene la 2da parte
Wow, buen comienzo!