Cómo le quité la virginidad a la prima de 7 años (parte 2)
Sigo con la historia de cómo desvirgué a Laia de 7 años .
Cuando Laia me quitó el pantalón y los calzoncillos vio mi polla salir casi disparada hacia arriba, por culpa de la erección, cerca de su cara. Casi podía sentir tu respiración encima de la cabeza de mi miembro.
Laia se la quedó mirando un rato, no se atrevió a tocar y yo tampoco me atreví a decirle que lo hiciera, ya que tenía miedo de que de fuera corriendo a avisar a la familia, así que dejé ir las cosas despacio por el momento.
—La tienes muy grande y gorda —dijo sonriendo y riéndose nerviosamente. A decir verdad no es nada del otro mundo pero para ella que tenía 7 años y como máximo habría visto la de algún compañero suyo de 7 años o menos en natación pues se le hacía muy grande.
Le pregunté si le gustaba y me dijo que sí, pero no duró mucho más la conversación, apartó la mirada volviendo a centrarse en el juego de móvil y yo me subí los pantalones, haciendo que nada de aquello pasó. Sin embargo no me detendría ahí por ese día.
—¿Oye, me debes verte ahora a ti? —me miró medio asustada y dijo que no con la cabeza, sin apenas mirarme—. Antes me has visto tú a mí, lo justo es que ahora me dejes mirar a mí.
—Vale —acabó diciendo al cabo de insistir un poco más.
Así que me acerqué a ella, y de un fuerte y rápido tirón le bajé los pantalones y la ropa interior. Antes de que pudiera mirar se tapó su zona íntima con las manos, así que recurrí de nuevo a la persuasión.
—Quita las manos, antes me has visto tu, no es justo que lo tapes.
Me hizo caso. No entiendo aún porque, suponía que no era para nada consciente de lo que estaba haciendo y de lo que le estaba pidiendo. Y ahí la pude ver, una vagina totalmente virgen y pequeña, no tiene nada que ver con las vaginas adultas, que ya tienen sus labios desarrollado, en este caso era tan solo una rajita diminuta que no mostraba nada más.
—Muy bonito —le dije mirándola a los ojos, ella se ruborizó un poco. Fue entonces cuando le toqué con uno de mis dedos y lo pasé de extremo a extremo recorriendo toda la raja.
—¡Para! Me hace cosquillas —gritó mientras intentaba apartar mi mano de esa zona. Al final me detuve porque tenía miedo de que me pillaste haciéndole eso a Laia, así que lo dejé estar, le subí los pantalones de nuevo y le dije que siguiera jugando al móvil. Ahí se terminó todo por aquel día.
Pero no era estúpido, sabía perfectamente lo que estaba haciendo y quería ver hasta donde podía llegar, así que el siguiente día que la viera subiría un poco más el listón a ver hasta donde me debaja Laia.
Unas semanas después, o una semana tan solo, volví a verla en la casa de su abuela, y de nuevo mis hermanastros jugando mientras ella y yo jugando por otro lado. En ese momento no hubo goce alguno ni fantasía sexual, pero no tardó en ocurrir algo grandioso:
Después de comer me acomodé en una habitación y me puse a jugar al móvil, era lo único que podía hacer pues la televisión estaba puesta siempre el canal que quería ver la abuela de Laia, y no había juguetes en la casa así que…
Y de pronto Laia llamó a la puerta y me vio con el móvil, se sentó en la cama donde estaba yo y me preguntó si podía jugar, ya que sus primos se habían quedado dormidos, la abuela también, y no había nadie para jugar con ella, se aburría.
En una estancia dije que no, pero cuando me comentó «Si me das el móvil… Me siento encima de ti» lo decía porque sabía que eso me gustaba mucho, quizá porque la otra vez que lo hizo terminó con ella mostrándome sus partes y yo las mías a ella. Cedí de inmediato, le dejé el teléfono y se sentó justo encima de mi polla, tocando sus nalgas con mi miembros. Evidentemente Laia sabía lo que yo quería, era lista para la edad que tenía.
Poco después repetí el proceso de la otra vez, solo que ahora le quité los pantalones muchísimo más rápido, y terminé viendo su rajita a los pocos minutos. Ella sentada en la cama y yo arrodillado en el suelo delante de ella. Entoces decidí hacer algo más de lo que hice el otro día: intenté meterle un dedo por la rajita.
Al ser virgen, y no tener aún los labios desarrollados no encontré el agujero por el cual debía introducir mi dedo, lo que hice fue presión por toda la zona hasta poder encontrar algo, lo que provocó que Laia se riera por las cosquillas y a la vez le doliera un poco la fuerza que hacía.
—Tranquila, relájate —le dije mientras me ponía una mano en la barriga y hacía presión hasta que terminaste tumbada boca arriba en la cama, enseñándome su concha.
Entonces, como estaba distraída y totalmente ajena a lo que yo estaba haciendo, me acerqué velozmente y me pasé mi lengua por toda la raja. Le hice la primera probada. No sé si catalogarlo como oral pues solo fue una lamida.
Ella al notar la lengua mojada por toda la zona se incorporó en la cama asustada y sorprendida.
—¿Qué era eso? ¿Me has chupado? —me preguntó de una forma como si no se creyera lo que había hecho, las lamidas a ella le daban mucho asco, no podía acercarse a un perro por los lenguatazos de estos.
—Sí —dije sin miedo alguno— ¿Te ha gustado?
Ella solo dijo que sí con la cabeza, fue de forma vergonzosa pero asintió.
—¿Quieres que lo repita? —negó con la cabeza esta vez— ¿Por qué no? Si te ha gustado…
—Me da asco —se limitó a decir. Comprendí lo que decía así que se lo respeté, no porque no quisiera, por mí le hubiera metido la polla hasta el fondo del útero, pero debía de tener cuidado para que no fuera a contárselo a los adultos—. Súbeme los pantalones.
—¿Quieres que te cuente algo? —le pregunté una vez todo pasó y parecía no tener oportunidad de volver a la escena sexual. Ella me dijo que si, y entonces me comenté lo que era el sexo. Sí, me arriesgué mucho con eso. Y me dije que lo más común y que se siente bien era cuando la polla de un chico se metía en la vagina o culo de una chica. Evidentemente no se lo dije con esas palabras, usé unas más infantiles para llevarla a mi terreno—. ¿Quieres probarlo conmigo?
No se veía muy segura de ella, pero no me importó, me dijo que sí levemente, seguramente por intriga.
Lo que hice para no hacerla daño y que no despertase a todos fue ir poco a poco. La tumbé boca abajo en el suelo de la habitación, le quité los pantalones y observé sus nalgas redondas y suaves. Entonces me mojé un dedo y suavemente se lo fui metiendo por el ano, separando previamente las nalgas para poder introducirlo directamente.
Laia se quejó en los primeros momentos, no sabía lo que yo estaba haciendo y una parte de ella estaba luchando para sacar el dedo de sus adentros, pero yo no cedí y terminé metiendo todo el dedo hasta el final de este. Haciendo que Laia temblase de dolor y placer.
—¿Te gusta? —le pregunté. Ella me dijo que sí, así que seguí con mi experimento y empecé a sacar medio dedo hacia afuera para luego volver a meterlo hasta el fondo.
Mientras lo hacía Laia no decía nada, a veces se me escapaba algún que otro ligero gemido infantil que desde entonces recorrerá mi memoria hasta el final. Le estaba gustando a la niña, la estaba pervirtiendo, y me gustaba.
Sus mini gemidos se hicieron más constantes, prácticamente a cada vez que metía el dedo hacia el fondo soltaba algún mini ruidito o se lo intentaba esconder. Al cabo de un tiempo me cansé de eso y quería llegar a más. Le saqué el dedo del ano, y vi como este se contraía y relajaba por simple memoria muscular de haber sido perforado por un dedo.
—¿Por que paras? —me preguntó aún estando en el suelo boca abajo.
—¿Quieres que lo pruebe con mi cosa? —le pregunté, ella se lo pensó mucho, tan solo me dijo que no creía que cabría porque la recordaba muy grande, y sí lo era para su culo, y que no iría a entrar, además de que tenía algo de miedo—. No te va a doler, estaré contigo enserio, si te duele me dices y paro.
Evidentemente no me iría a detener pero debía de ganarme su confían de alguna manera. Al final accedió con una frase:
—Vale, pero solo la puntita —sé que suena a parodia o película porno serie B, pero os juro que fue lo que me dijo. Así que luego de eso la acomodé en la cama, poniendo su culo en pompa, y me saqué la polla de mis pantalones.
Al poco rato la cabeza rozó su ano, y sí, intenté entrar, pero si ya cuesta entrar en un ano normal, imagina la polla de un puberto de 15-16 años en un ano de 7. Me fue imposible.
Lo que sí hice mucho es hacer presión en él, como si fuera a entrar pero a su vez no, a Laia creo que le gustó pues estaba totales relajada. Y terminé por pasarle la polla por toda su raja trasera abriéndola a medida que pasaba. Ahí sí hubo un claro gemido por su parte.
Me estuve ahí mismo pues ya no podía entrar más ni intentar más estrategias, Laia se subió los pantalones, yo también, y se fue de la habitación como si nada
Yo por su parte entré al baño, me masturbé un poco y me corrí pensando en ella y en como había estado haciéndole un «anal» pero con mi dedo. Aquello fue increíble.
Pero la historia no termina ahí, la siguiente vez que la vería sería cuando realmente me quité toda la virginidad y la hice mia del todo, cuando le conseguí entrar en el mundo del sexo.
Esperados y en nada saco la siguiente parte.
Saludos. Excelente relato. Me inicié a los 12 con mi prima de 8. Con ella he tenido bastantes experiencias que merecen ser escritas; por el momento solo he subido un relato: «Mi Prima la Primera». Estaré esperando tu siguiente relato.
Nada mejora. Igual mantienes un vinculo con la realidad de que tu tenias 15 años y ella solo 7 años.
Muy bueno. Es lindo experimentar a esa edad . Yo recuerdo oportunidad que tuve con una prima . Y no la aproveche.
Wow, qué rica esta parte!