Cómo le quité la virginidad a la prima de 7 años (parte 3)
Sigo con la historia de Laia, esta es la penúltima parte, el inicio del día más loco de todo.
Nunca se me olvidará lo que pasó aquel día, me acuerdo perfectamente, el domingo 29 de octubre de 2017 fue cuándo me aproveché del todo de Laia.
Ese día la abuela de Laia y Laia se fueron a pasar el día en mi casa, ya que los padres de la niña tenían un papeleo importante y aprovecharon para pasar tiempo con la familia.
Yo no tenía claro hasta donde iba a llegar el día en sí, hasta donde podría hacer mía a aquella niña que poco a poco empecé a encaminarla por el sendero del sexo. Aprovechándome de su inocencia y de su curiosidad.
La cosa no se hizo esperar, cuando terminó la hora de comer tanto mi padre, como su esposa, mis hermanastros y la abuela debían de salir a comprar en un centro comercial que estaba como a una hora de allí. En verdad tanto Laia como yo también deberíamos de haber ido, pero la niña tenía sueño y le daba pereza ir, así que como era la consentida de la familia la abuela le permitió dejarse en casa mientras estuviera alguien mayor con ella, sí, ese mayor era yo. El más grande de la familia.
Así que mi familia salió de casa y nos quedamos ella y yo solos. Me esperé unos minutos hasta ver por el balcón de la casa como el coche se perdía por la carretera y no daba señas de volver (por si se habían olvidado de algo), me esperé desde ese momento unos 15 minutos para asegurarme de que no daban media vuelta. De todas maneras el centro comercial estaba a una hora de ida, otra de vuelta, y añadiendo el tiempo que estarían comprando ropa para la abuela,tenía tiempo de sobras para no arriesgarme.
Cuando pasó el tiempo establecido decidí ir con todo. Laia estaba en el comedor, viendo la televisión, concretamente la serie de El Asombro Mundo de Gumball, así que estaba tranquila y yo me senté a su lado, poniendo mi mano en su espalda y dándole un ligero masaje.
—¿Qué estás viendo? —le pregunté para distraerla de lo que estaría notando con mi mano.
—Gumball —me dijo mirando la tele.
—¿Te gusta la serie?
—Sí —mientras hablábamos mi mano bajaba lentamente hasta que llegó a alcanzar sus pantalones, y metí un dedo hacia adentro hasta que le toqué el agujero del ano con mi dedo—. ¿Quieres verme el culo?
Esa pregunta me sorprendió, ella notó lo que yo quería hacer y al parecer ella también quería que lo hiciera, la había conseguido pervertir del todo y ahora quería que yo la hiciera mía. Le dije que sí y se puso a 4 patas en el sofá, dejando el culo en pompa delante de mí.
Le dejé mi móvil para que estuviera distraída, y también porque me dijo que se dejaría tocar si se lo dejaba. Le bajé los pantalones y las bragas hasta quitárselo del todo. Ahí vi el culito de Laia mientras estaba a 4 patas como un perro. Deseaba con todas mis fuerzas meterle mi polla hasta el fondo y sobre todo no sé porque me excitaba la idea de hacerla chillar.
Me mojé un dedo con la saliva e hice lo mismo que le hice el día anterior que me aproveché de ella; le metí el dedo por todo el culo hasta que este no pudiera llegar más hondo.
—Au —se quejó al principio por la brusquedad que hice. Pero no hizo ademán ni gesto para que lo quitase.
—Lo siento —me disculpé por hacerle daño, pero poco después empecé a quitar el dedo casi entero para luego volver a meterlo entero. Empecé poco a poco pero luego fui subiendo la velocidad de mi dedo. Hasta el punto de sacárselo por completo y poco después metérselo de una.
Durante ese trayecto Laia me estaba gimiendo a su manera, no era el típico gemido del porno o sexo, más bien era el ruido de gemido que se hace con la.bics cerrada, un sonido de que le gustaba aquello.
Esos ruidos me volvieron más excitado y con eso le daba con más fuerza, lo que a ella le gustaba más. Nos estábamos retro alimentando. Me detuve al cabo de 15 minutos aproximadamente, Laia ya había perdido la postura de estar a 4 patas, el móvil no lo miraba si quiera y si cara estaba apoyada en el suelo del sofá, lo único que seguía erguido era su pompis para dar paso a mi dedo, el resto del cuerpo se había rendido al placer absoluto.
—¿Cómo estás? —le pregunté acercándome a su cara.
—Bien —dijo con la voz débil de agotamiento.
—¿Te ha gustado? —Afirmó con la cabeza, ahí aproveché que cómo estaba tan cansada y desprotegida me acerqué a su rostro y le besé la boca de forma muy leve y rápida. Ella no se apartó por el cansancio, pero si se limpió la boca después de que me apartase. Le pregunté si le había gustado y me dijo que sí con la cabeza pero me dijo que le parecía asqueroso.
Curioso que le pareciera asqueroso un beso y no meter un dedo por su culo, pero no sería yo quien lo juzgase.
—¿Me das un masaje? —me pidió por estar tan cansada, como dije anteriormente era la condena de la familia.
—¿Dónde lo quieres?
—En la espalda.
—¿Lo quieres en la espalda? —dije poniéndole la palma de la mano en la zona en concreto—. ¿O aquí? —y le manoseé una nalga.
Ella me miró riéndose de nerviosismo y me dijo que en la espalda mejor. Así que le hice caso y le empecé a dar un masaje por la espalda.
Lo que yo no sabía era que Laia en ese momento se volvió una pervertida deseando el placer y sería ella quien me guiaría a mí por lo que quedaba de tiempo.
—¿Puedes hacerlo ahora delante? —se refería a que dejase de darle masaje por la espalda y lo hiciera por el vientre. Le di media vuelta, y entonces me se ocurrió una gran idea.
—Debo de quitarte la camiseta, si no no sé dónde estoy dando el masaje.
Ella se lo quitó directamente, y me dejó ver sus pezones sin senos aún, eran rosaditos y muy lindos y pequeños, se tumbó boca arriba en el sofá y mis manos le dieron masaje por la panza. Luego toqué con mis dedos sus pezones y de nuevo oí esos gemidos leves de Laia.
—¿Jugamos a mamá y bebés? —le pregunto de repente. Ella no sabe a lo que quiero llegar, pero antes de que me responda me acerco a ella y meto uno de sus pezones en mi boca, encerrándolo y pasándole la lengua por toda la zona.
Las risas de Laia fueron constantes, le daba muchas cosquillas aquello y no la culpo por ello. Me pedía que parase que le daba mucha cosquillas pero yo seguía y seguía, hasta que me dijo:
—Ahora masaje en el culo.
Y así fue, la volví a poner a 4 patas, ella se puso en posición para aguantar pero se le notaba aún cansada del anal anterior.
—¿Cómo lo quieres? —le pregunté aunque me daba igual lo que me respondiera yo ya sabía que quería hacerle.
—Primero masaje sin fuerza —con ello quería decirme que de momento no quería que metiera mi dedo a la fuerza por el ano de nuevo, quizá quería adaptarse un poco antes de hacerlo o ni siquiera quería repetir el anal. De lo agotada que estaba no me hubiera extrañado.
Pero hice caso omiso a lo que me dijo, primero le masajee las nalgas para que se relajase y cuando estuvo desprevenida le metí el dedo índice de una dentro el culo, sin ir lento ni lubricarlo.
—¡Aaah! Te dije que sin fuerza, aaah… —me dijo mientras se erguía por el dolor provocado.
—No puedo hacerlo sin fuerza —me excusé. Y luego con una mano la volví a poner a 4 en buena posición y jugué con el dedo metiéndolo y sacándolo primero lento y luego lo más rápido que podía.
Laia me gimió de nuevo, esa voz tan infantil gozando eta increíble. Disfrutaba de cada embestida de mi dedo, ahora no sé dónde estará pero seguro que si es tan pervertida como creo el anal será de sus cosas favoritas, ya apuntaba maneras desde el día que la sometí.
Esya vez Laia no aguantó mucho, en unos pocos minutos, 3 como máximo, se volvió a caer el cuerpo entero a causa del placer y solo su culo estaba levantando diciéndome que era todo mío. Aproveché y perdí la notición del tiempo de cuántos minutos estuve metiéndole el dedo hasta el final del culo.
Cuando me cansé se lo saqué de una y vi como el ano de Laia no podía más, estaba rojo y se contraía sin parar. Había valido la pena.
—¿Qué quieres que haga ahora? —le pregunté, haciendo ver que todo era parte del masaje. Laia empezó por la espalda y luego, al ser tan curiosa, quería más, así que me pidió algo increíble.
—¿Me dejas ver tu cosa?
Me saqué los pantalones y los calzoncillos, me acerqué a ella ya que estaba agotada como para irse hacia a mí y se la acerqué a la cara.
—Puedes tocar si quieres —obviamente lo hizo, su curiosidad era mi mejor arma para hacerla hacer lo que yo quisiera. Me tocó y le expliqué cómo masturbar lentamente, ella hizo lo que decían mis instrucciones y estuvo un rato aficionandose a darme placer—. Vamos a hacer una cosa mejor.
(Y hasta aquí la tercera parte, porque de seguir sería demasiado largo ya. La próxima parte es la última, donde cuento como estreno con la polla los tres agujeros de Laia. No os lo perdáis).
Excelente
Wooooooooooooooooowww! deliiiciiiiooossoooo!
aun esperando