• Registrate
  • Entrar
ATENCION: Contenido para adultos (+18), si eres menor de edad abandona este sitio.
Sexo Sin Tabues 3.0
  • Inicio
  • Relatos Eróticos
    • Publicar un relato erótico
    • Últimos relatos
    • Categorías de relatos eróticos
    • Buscar relatos
    • Relatos mas leidos
    • Relatos mas votados
    • Relatos favoritos
    • Mis relatos
    • Cómo escribir un relato erótico
  • Menú Menú
1 estrella2 estrellas3 estrellas4 estrellas5 estrellas (21 votos)
Cargando...
Fetichismo, Gays, Masturbacion Masculina

Cómo llené su Pancita

Siempre me lo encontraba jugando en el parque, pero no esperaba todo lo que vino después. Su pañal… Y ese chupete que tuve que sacárselo a la fuerza para poder alimentarlo. Está es la historia de cómo llené su pancita<3.
Me rozaba por debajo de las rodillas. Travieso, se metía intentando hacerme tropezar. Y aunque me hacía perder el equilibrio, no podía evitar sonreír.

 

Su chupete en su boca…

Sus pañales…

Me provocaba una ternura inmensa.

 

Fue de las primeras veces que nos vimos, en el parque de feriantes. Le divertía molestarme, sobre todo cuando me veía ocupado; siempre encontraba excusa para jugar.

 

Cuando intentaba detenerlo él me miraba con esos ojitos brillantes, enfrentándome. Luego volvía debajo entre mis piernas, empujándome muy apenas.

 

Yo suspiraba sin poder enojarme. Quizás el pequeñín solo quería estar cerca mío.

—Anda, ven acá —le dije por fin, abriendo mis brazos.

Tardó medio segundo en lanzarse sobre mí con un golpe torpe y abrazarme fuerte, como un koala.

 

Los padres aparecieron al poco rato, visiblemente aliviados. Lo estaban buscando. Se disculparon con una mezcla de vergüenza y ternura mientras lo tomaban de la mano.

 

Padre oriental, madre occidental; se notaba tanto por el acento como por la apariencia de ambos.

 

La madre apretaba suavemente la mano del niño—. Todavía está aprendiendo a comunicarse. Le habla —y a veces molesta— a cualquiera. Por favor, no se ofenda.

 

—No pasa nada —respondí con una sonrisa tímida—, yo también aprendo español aún.

Le dije como pude, con mi acento torpe, dejando las cajas que llevaba a un lado para mostrar que no era molestia.

 

Saqué unas flores que tenía guardadas en la caja, preparadas para vender. Se la entregué con una leve reverencia, sin decir mucho.

 

Luego tomé otra flor, y me agaché frente al niño. Él me miraba con curiosidad.

—Para ti también —le dije, tendiéndole la flor como una tregua.

 

Él la tomó entre sus diminutas manos, y sus ojos brillaron un instante.

Una sonrisa se dibujó en su rostro. No lo sé… hubo algo en ése nene que me encendió el pecho.

 

Sin decir nada más, se dio vuelta y corrió hacia sus padres, con la flor en alto, como si fuera un trofeo.

Y yo me quedé allí, de rodillas.

 

La madre, con cierta amabilidad, me ofreció una tarjeta. Me tomó por sorpresa.

No supe qué decir. Antes de que pudiera reaccionar, la deslizó suavemente en el bolsillo de mi camisa. Quedé en silencio.

 

Más tarde, al verla con calma, noté que la tarjeta tenía grabado un mensaje claro: buscaban un cuidador que hable francés para el pequeño.

Al parecer querían que aprendiera varias lenguas, lo cual tenía sentido… En esta zona de puerto todo gira en torno al turismo o negocios.

 

No quise tomarlo demasiado en serio. No me veía a mí mismo como un maestro ni mucho menos como cuidador.

 

Negro, con esta apariencia…

Decidí no malpensar. Dejé que el silencio se hiciera espacio, cerré los ojos…

Y me rendí al sueño, tratando de disolver la pesadez que sentía.

 

*

 

Al despertar, decidí no ponerme remera; el calor era insoportable. Y cuando uno carga cosas pesadas, la ropa se siente como una carga.

Tenía que volver a la feria para trabajar.

 

Mientras desayunaba, me senté a mirar el océano.

Me llevó de vuelta a casa, a Senegal…

 

De nuevo, pensamientos.

No podía sacarme de la cabeza al niño.

Su pañal, la forma como le quedaba aquél día.

 

Probablemente se iba a meter a la playa.

Desnudito.

Se me hacía agua a la boca. Tuve que morder mi lengua antes de enloquecer.

 

Quedamos en vernos con los chicos, mis compañeros con los que vendíamos bajo el sol.

 

Estuvimos trabajando toda la mañana, hasta que el mediodía nos golpeó con ese calor que parecía querer freírnos vivos. No vendí mucho, pero las bromas de los chicos ayudaban a mantener el ánimo.

 

—Te juro, hermano, las latinas tienen algo con los africanos —me soltó uno mientras acomodaba su mostrador de collares—. Nos ven y se derriten.

 

Yo me reí.

 

—Pero vos no te dejes llevar, eh, —me decían después— autocontrol, hermano. Como en casa: uno va suave, con respeto. Aquí todo va tan rápido que parece que no respiran.

 

Quizá tenían razón. Aunque en ese momento lo único que yo quería era una ducha. Andaba empapado de sudor, los vellos acumulando el calor como si fueran esponjas. Las axilas, el pecho… parecía recién salido del mar.

 

Suspiré. A veces, sobrevivir al día era ya una pequeña victoria…

 

Pensativo tomé aquella tarjeta de mi bolso. Me quedé observándola con detenimiento.

Ese bebesito, de nuevo. En mi mente…

 

Marqué al número.

 

*

 

—¿Hola? ¿Con quién tengo el gusto?

Era la voz de una mujer. No era la madre del niño…

 

Le expliqué algo tartamudo lo que ocurrió el otro día en el parque, la tarjeta que me habían dado, y lo de mi manejo de francés, una de las lenguas de mi tierra.

 

Pareció entender de inmediato. Me dijo que los padres del niño solían viajar constantemente por trabajo, que era difícil coincidir con ellos. Aun así, parecía no sorprenderle lo que le contaba.

 

—Si quiere hablar con ellos, debe venir hoy mismo —me advirtió—. Saldrán fuera en unas horas.

 

Asentí aunque no pudiera verme.

 

—Son los modos de las personas ocupadas —añadió, como disculpándolos.

 

No supe muy bien cómo reaccionar. No era algo que tuviera planeado… Pero un impulso dentro de mí me empujaba a hacerlo.

 

Deje claro que iría. Como sea.

 

Le lancé el bolso a uno de los muchachos.

—Agarrá eso —dije sin mirarlo.

 

Ellos se quedaron viéndome como si me hubiera vuelto loco.

Yo ya me estaba alejando.

 

Uno soltó una risa seca, como diciendo “este tipo siempre con sus mierdas”.

Pero no dijeron nada más.

 

Me fui como estaba.

Desprolijo.

Temí lo peor, pero ya estaba corriendo.

 

*

 

La que abrió la puerta fue una chica joven, de unos veintitantos.

—¡Ah, aquí estás! —dijo ella sonriendo.

 

Me dio una bienvenida cálida, casi familiar, y me invitó a pasar a recorrer la casa.

 

Yo, ahí parado, con el torso al aire, sudado y con la ropa del día de calor…

«¿Por qué es tan amable?» pensé, sintiendo cómo ésa incomodidad me jodía más que el calor.

 

Un piso entero de mármol abría paso a una piscina. Me incliné apenas, curioso.

 

—Es una familia internacional. Hablan    varios idiomas y toda la cosa. Además, tampoco hay demasiadas reglas. Podés andar como quieras. No tenés por qué poner esa cara… —dijo ella mirándome de pies a cabeza, mordiéndose el labio sutilmente.

 

No me estaba juzgando. Su mirada tenía algo diferente, no sé si ternura, respeto. Quizás otra cosa.

 

Me hizo esperar en un sillón oscuro, decorado con finos bordados. Desde ese asiento observaba todo, aún en silencio, incrédulo.

Era otro mundo.

Y ahí estaba yo.

 

Ambos padres bajaron por la escalera, conversando entre inglés y español con naturalidad.

 

Me saludaron con un abrazo. No lo esperaba.

Siendo negro uno se acostumbra a ciertas distancias.

Pero ellos fluyeron.

Me reí, algo incómodo, pero agradecido.

No era lo común.

 

Me guiaron hasta el cuarto del pequeño mientras me contaban cómo imaginaban el método: aprender desde lo cotidiano, con juegos, charlas, usando el idioma que yo hablo.

 

Su habitación tenía una mini cancha de fútbol armada en una esquina.

Lo miré todo y sonreí para mí.

Pensándolo mejor… podría pasarlo genial con este enano.

 

—Souta, así se llama —me dijo la madre, mientras el niño se refugiaba tímido a su lado, como si el mundo le quedara grande.

 

Lo observé en silencio, con cierta ternura que no supe esconder.

Esos ojitos almendrados…

Hermosas facciones. Cabello corto, azabache. Piel blanca.

 

Pregunté por qué se escondía, sonriendo.

Entre risas, me explicaron que no estaba muy acostumbrado a ver hombres como yo.

 

—He’s big… —susurró con tono misterioso.

 

Un metro noventa, sumado a lo mayormente velludo que tengo el cuerpo. El pequeño debe pensar que soy una bestia de las cavernas.

 

Me resultó chistoso en cierto modo, pero sumamente lindo a la vez.

 

*

 

Aún en la casa, seguí conversando con los padres. Papeleos que fueron solucionando sin mucho problema.

Me hablaron de la paga, la cuál me resultó espléndida.

 

Pero carajo, más espléndido aún me resultó el traserito de aquél pequeñín.

No podía quitarme de la cabeza lo poco que pude ver pese a su ropa holgada.

Tragué al pensar en lo esponjoso que podría sentirse su culo regordete entre mis manos.

 

Le dí la mano a aquél hombre. Le agradecí a la mujer. Y en cuanto al niño:

Je m’appelle Ndongo —le dije, presentándome.

 

Una sonrisa se le dibujó. Con eso me bastaba.

Hizo una señal de corazón con sus manitas.

 

Tuve que calmarme como pude.

Demasiado tierno.

Me calentaba.

 

—Vamos a dejarlos solos así pueden empezar sus clases ¿Puede ser? —dijo la madre muy confiada.

 

—Claro que sí —respondí sin poner excusa, e intentando disimular mi calentura con el pequeño.

 

—Soutita aún está aprendiendo a hablar. Lo poco que puede pronunciar es una mezcla de español y japonés, pocas cosas en inglés… —me advirtió el padre sin más, cerrando la puerta de una vez.

 

Ví algunos de sus posters que tenía colgados: Pelé, Drogba, Mbappé…

Todos negros.

Quizás estaba en el sitio indicado.

 

Hubo un silencio.

No podía desperdiciar esto.

 

Me desabroché el cinturón de cuero sin apuro. Lo dejé caer.

El short corto, viejo y sudado por el trabajo cayó después, arrastrándose por mis piernas peludas hasta el suelo.

Arrojé mis zapatillas por último a un rincón cualquiera.

 

Quedé en unos calzoncillos ajustados que dejaban ver aún más piel que los boxers normales.

La tela es clara por lo que contrasta perfectamente con mi piel morena.

 

Me giré levemente, lo justo para que pudiera ver mi cuerpo.

 

Mis dedos descendieron con calma, rozando el borde de la tela, acariciando el bulto gordo que se me formaba ahí abajo.

Lo miré fijo.

—Mon petit… On joue? —le dije con media sonrisa.

 

Él no podía quitarme sus ojitos de encima.

Miraba, hipnotizado.

 

Lentamente me fui acercando hasta que quedamos muy juntos.

 

Me agaché un poco haciendo que mi miembro aún con la ropa interior le quede apoyado en la cara.

 

Empecé a pasárselo todo en su pequeño rostro. Dispersando mi olor del día.

Algunos vellos rizados y mota se me asomaban por los costados del calzoncillo raspando al niño.

 

No pude evitar sonreír, mirando en dirección al cielo agradecido por ése placer.

Cuando noté que él ya no aguantaba la presión del bulto en su carita le permití respirar. Pero solo un poco antes de asfixiarlo de nuevo.

 

—Uff, rico.

Sentía cada roce de la tela en él.

 

Cuando me detuve, noté que su rostro estaba rojo, agotado.

 

Con mis manos le hice abrir su boca, le ordené solo con la mirada que asome su pequeña lengua.

Comprendió.

 

Ya no aguanté la erección. Estaba como piedra, así que muy muy despacio fui quitándome frente suyo la prenda que faltaba.

 

Suspiros, ojos vidriosos, temblando.

Con las manitas posadas en su boca, observaba contemplativo.

 

El pequeño… ¿Aterrado? O mejor dicho asombrado por lo que estaba viendo.

 

Mientras más bajaba yo mi ropa interior, más quedaba evidente el grosor de lo que escondía.

 

Finalmente ahí estaba. Oscuro, con una cabeza bien condensada, largo y grueso como morcilla.

Hecho para preñar bebitos.

 

Venosa y sin circuncidar se balanceaba palpitante de un lado a otro.

Mi trabajo había empezado exitosamente.

 

“Voy a dejarte bien violadito”… Fueron la clase de pensamientos que aparecieron.

 

De pie, sostuve mi miembro viril con una mano, y con la otra lo agarré a él del pelo para guiarlo.

 

Le introduje con total cuidado mi glande rosado oscuro.

Hizo una arcada sin poder aguantar.

Debía abrir completamente su mandíbula para comérselo todo entero. Solo la punta.

 

Sus labios rojizos lograban retener lo que separa el glande del tronco del pene. Además de la piel del prepucio.

 

Luego empezó a lagrimear.

Ví ciertos restos de moco transparente sobresalir de sus diminutas fosas nasales.

 

Le costaba respirar.

 

Acerqué una de mis manos para tapar su naricita a ver qué pasaba.

Los ojos se le pusieron blancos por momentos. Y empezó a llorar con mi pija dentro de su boca.

 

Creí que la gloria absoluta en nuestro sexo oral era mía hasta que sentí su lenguita dar vueltas en redondeles, con el glande dentro.

 

Vueltitas, vueltitas…

Mi mente empezó a fallar. Eran delirios de placer, de sentir a ése pequeño lactándome. A la vez no dejaba de largar lágrimas.

 

Un adulto siendo ordeñado.

No pude resistir. Apreté mis dientes hasta que un grito se me escapó.

Luego otro, gemidos y gritos, alaridos de macho.

 

Joder.

Más trataba de no gritar, más Souta succionaba, jugando intenso con su lengua. Incluso lo oía atragantarse, mamando diligentemente.

 

Mi sensibilidad fue a otro nivel.

Los ojos bizcos, se me cruzaban del placer.

 

Le… Le pido piedad a Dios.

Pensé sin disimular mis alaridos.

 

—Ouif, oghiu, oughafb.

 

Líquido preseminal.

Acuoso, pegajoso en su gargantita.

Un poco de esos fluidos iban derramándose fuera, bajando por su cuello.

 

Está lactándome…

 

Bajé la mirada para verlo de reojo. Él me miraba directo, rojito y en llantos.

Quedamos ambos así por un buen rato.

Hombre e infante.

 

Con sus ambas manos empezó a apretar torpemente mis bolas.

Desde África, cargado de leche para él.

 

Masajeaba como podía mis testículos mientras tragaba el líquido caliente que me iba saliendo. Espeso.

Pegué un grito que duró tiempo.

Necesitaba un segundo o tercer corazón para los latidos en mi pecho.

 

Si alguien me hubiese visto fuera de contexto diría que estaba siendo torturado, lo digo por la expresión que puse.

 

Me vine en el interior de su boca.

Lo miré enfrentándolo.

¿Lo más loco? Lo oí tragar desde el primer momento en que mi morcilla explotó.

 

Tragar, tragar. Succionar, succionar.

 

Lo está disfrutando, goza cada maldito segundo.

Pensé que para ellos el impulso de tragar leche viene desde el nacimiento.

 

Chorro a chorro, mamaba sin dejar de llorar. Sometido.

Tomando vitamina pura. Saboreando.

 

Levanté un pié de lo sensible que sentía todo.

—Aghhh, caraaajo

 

El continuaba, provocándome punzadas en el cuerpo de lo seco que me dejaba.

 

Cuando terminó de beber abrió su boca, mostrándome que no quedaba nada, hasta lo poco que aún guardaba en mis pelotas ya estaba en su estómago.

 

Exhausto, me puse de rodillas.

Lo abracé sin medir mi fuerza, lo hice eructar. Me sorprendió como sonó eso.

Su aliento tenía ese particular olor a semen que todos conocemos.

 

Era un signo de saciedad.

Aliento con olor a leche.

Concluí, viendo lo satisfecho y bien alimentado que quedó.

 

—Pancita… Rico…

Balbuceó entrecortado y débil.

 

Ambos nos reímos juntos. Luego le fui quitando la ropa sin apresurarme.

 

Ya desnudos ambos, él quedó de espaldas. Observé su penecito, minúsculo, tanto que casi no logré verlo.

Quedé detrás suyo con mi miembro posado en su entrada. Pero solo le fue el borde, la punta de mi mástil.

 

Su colita se siente tibiecita, muy estrecha.

 

Desde afuera, la luz de la luna entraba iluminando nuestros cuerpos.

Acurrucados cerramos los ojos, y ambos nos quedamos dormidos.

 

TG -> @remseok

 

139 Lecturas/27 mayo, 2025/4 Comentarios/por naab_9
Etiquetas: culo, hermano, madre, oral, padre, playa, semen, sexo
Compartir esta entrada
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en X
  • Share on X
  • Compartir en WhatsApp
  • Compartir por correo
Quizás te interese
Fetichismo por los orines.
Mi encuentro con Anna
UNA BROMA EXCITANTE
GERMAN (13) ENCUENTRO CON UN LECTOR Y SU HIJITO DE 10 AÑOS (3a PARTE Y FINAL).
Se la chupe en un parque
La familia X: «Los pactos incestuosos»
4 comentarios
  1. elchicotwink19 Dice:
    27 mayo, 2025 en 6:43 am

    Como sigue?

    Accede para responder
  2. DanteXL Dice:
    27 mayo, 2025 en 7:59 am

    Excelente relato. Como sigue?

    Accede para responder
  3. Jonnhys Dice:
    27 mayo, 2025 en 8:37 am

    Buah, que rico… menudo calentón me has provocado. Me he corrido del gusto.

    Accede para responder
  4. SoyDany_19 Dice:
    27 mayo, 2025 en 10:36 am

    Muy buen relato, como sigue?

    Accede para responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.

Buscar Relatos

Search Search

Categorías

  • Bisexual (1.093)
  • Dominación Hombres (3.267)
  • Dominación Mujeres (2.537)
  • Fantasías / Parodias (2.549)
  • Fetichismo (2.234)
  • Gays (20.318)
  • Heterosexual (7.145)
  • Incestos en Familia (16.264)
  • Infidelidad (4.011)
  • Intercambios / Trios (2.725)
  • Lesbiana (1.066)
  • Masturbacion Femenina (726)
  • Masturbacion Masculina (1.525)
  • Orgias (1.716)
  • Sado Bondage Hombre (406)
  • Sado Bondage Mujer (146)
  • Sexo con Madur@s (3.580)
  • Sexo Virtual (222)
  • Travestis / Transexuales (2.212)
  • Voyeur / Exhibicionismo (2.161)
  • Zoofilia Hombre (2.035)
  • Zoofilia Mujer (1.595)
© Copyright - Sexo Sin Tabues 3.0
  • Aviso Legal
  • Política de privacidad
  • Normas de la Comunidad
  • Contáctanos
Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba Desplazarse hacia arriba