De secundaria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por isra.pleasure.
Querido corazón:
Tengo algo que contarte que al fin y al cabo yo sé que te gustará y posteriormente me pidas un poco más.
Siempre me imagino que estoy entre tus piernas contándote esta historia, así que disfrútala, tanto como yo lo hice.
Verás que cuando me encontraba al borde de los 17 años, solía salir con hombres maduros (y hasta la fecha) pero antes eran mi delirio, más por morbo y placer.
Así que, cuando al fin me decidí a experimentar quedé en cita con uno.
Él tenía 57 años, sí, ya sé que podía haber sido mi propio padre, pero afortunadamente no lo era, figúratelo mi querido lector.
Así que cuando llegó el día nos encontramos fuera de una estación de algún metro, sí, exacto, de la linda Ciudad de México.
Al dirigirme hacia su coche, las piernas me temblaban de temor y excitación, y sinceramente me impulsaba más la excitación para seguir caminando.
En cuanto entré en su coche, noté su cabello con unos destellos plateados, negros y blancos.
Me besó los labios mientras ponía una de sus manos en mi entrepierna, yo asentí el beso y con poca timidez saboreé su dulce aroma y esencia a través de mis papilas gustativas, las cuales se aferraban a mi deseo.
Al llegar al hotel, él preparó la habitación para que la pasáramos muy rico, me subió a la habitación entre besos, caricias y un apretón de nalgas.
Me cargó entre sus brazos, me besó con vehemencia y su lengua casi recorría mi garganta.
Al abrir los ojos noté que en su rostro las comisuras en sus párpados, en los labios y la frente se notaban demasiado.
Su mirada penetraba cada una de mis entrañas haciéndoles el amor hasta hacerlas eyacular.
Su excitación se veía reflejada en su cara, en su boca y sobre todo en su pantalón que prometía un bulto delicioso.
Al momento de desvestirnos él tomó su mochila y sacó un lindo uniforme de secundaria, sí, de esos de color verde con cuadritos.
Al contemplarlo me sonrojé pero entendí la propuesta y mi falo lo sabía al sacar gotitas de semen.
Él colocó el uniforme sobre la cama, me pidió que me lo pusiera y mientras él se tocaba observando la escena me pidió que cambiara mi nombre, que entrando en la habitación no era yo, en ese momento mi nombre era Héctor, su apreciado sobrino que acudía a la secundaria.
Por supuesto yo asentí con una linda y perversa sonrisa ya que me excitaba cada vez más la sexy idea.
No sé qué pasó exactamente pero cuando regresé la mirada a sus manos masturbándose él ya no estaba, se encontraba detrás de mí, sujetando mis caderas, pegándolas a su cuerpo y moviéndose a un ritmo delicioso que chocaba su erección contra mi trasero ansioso por ser tocado y penetrado.
Su lengua recorría mi cuello y comenzaba a quitarme la camiseta del colegio: lamía mi espalda, mis pezones los torturaba uno a uno con sus dientes, bajó a mi ombligo y desplazó su mano hacia el cierre, lo bajó y comenzó a succionar mi miembro hinchado y torturado por el placer que me brindaba su boca.
Bajó más el pantalón y mis nalgas quedaron descubiertas ante él, ante sus ojos, su lengua y sus dulces labios.
Enseguida me monté en una posición que ahora sé, es un “69”, poniendo así mi dulce trasero entre su cara, su lengua, su boca y sus filosos dientes que torturaban mi orificio.
Yo comencé a chupársela de una manera frenética y profunda hasta sentirla en mi paladar para degustar su esencia masculina.
Él por otro lado parecía que quería extraer algo de mi trasero, su lengua jugaba y se sumergía en mi orificio, la metía hasta que su lengua no podía estirarse más y solía girarla en círculos cuando estaba hasta dentro, provocando en mí que gimiera de placer.
Entonces me dijo:” Ahora sí estás preparado Héctor” y yo al escucharlo me monté en él, vaya que apenas y su miembro logró entrar en mi estrecho trasero.
Me abrazaba con fuerza, jadeaba al momento que yo contoneaba mis nalgas sobre su falo tieso, y sentía cómo se agrandaba en mi interior cuando con mis piernas lo atraía hacia mí.
Cada una de las venas de su pene me proporcionaba un placer rico, distinto y delicioso.
— ¿Te gusta cómo te cojo Héctor?—
—Sí tío.
¡Me encanta! –
— ¿Qué tal si te pones de perrito para que pueda lamerte todo?—
—Está bien—.
Contesté.
Así que acto seguido hice lo que me ordenó, claro, no quería que mi tío se molestara y en cuanto me puse en aquella posición sentí su lengua y primero uno de sus dedos juguetear con mi ano, después 2 dedos martillaban dentro de mí y a continuación 3 dedos y su lengua proclamaban más, entonces logró meter 4 dedos.
Fue un placer inolvidable, imagínate estimado lector, yo en la posición de perrito, con pantalón de secundaria debajo de las nalgas, una lengua traviesa húmeda y firme para recibir mis glúteos y 4 dedos dentro de mí.
El ritmo se aceleraba, su boca, sus ganas y el placer no se conformaban con eso, él quería más.
Quería ver a su sobrino doblegar, gemir y gritar de nuevo por su enorme falo.
Así que comenzó a meterla muy suave y adhería sus manos a mis nalgas, frotándolas y azotándolas dulcemente mientras yo gemía de placer al observar a mi tío con su hombría dentro de mi ser.
Por un buen rato estuvimos así: cogiendo, lamiendo, respirando el olor a sexo, a sudor y a endorfinas que embriagaban mi are de placer.
No fue hasta que el vaso de su placer se colmó y derramó su dulce miel sobre mis nalgas, esparciéndolo y dándome una pequeña palmada para atribuir su final.
Él se volteó, se recostó y me dijo:
— ¿Te gustó hijo?—
—Claro que me gustó tío, devorar tu hombría en mi ser me ha encantado pero mi uniforme se ha manchado y arrugado debido al momento—
—No te preocupes porque irás a la escuela hasta el lunes, hoy es viernes así que ahora recuéstate aquí a mi lado—
Y acto seguido me tumbé sobre el pecho de mi tío mientras yo aspiraba un delicioso cigarro y él comenzaba a besar mis nudillos.
Mi piel ardía querido corazón, mi mente estaba descansando con imágenes de color rojo, manos que me tocaban, me azotaban y cuerpos fundidos alrededor mío.
De pronto escuché la voz del hombre con el que había hecho el amor y me decía:
—Despierta, tu madre no tardará en llegar y todavía quiero hacer algo más—
— ¿Algo más tío? — .
Lo miré con una cara de gatito sorprendido.
—Sí querido, ven vamos al baño—
—Ok—.
Contesté.
Nos refugiamos en el baño y él me pidió que me pusiera de rodillas, delante de él, como si fuera a chupársela.
Yo muy metido en mi papel, obedecí y entonces con mi linda carita de gatito el cual fuera a recibir leche calientita, esperaba con ansias la sorpresa y cuál fue la mía al recibir su orina sobre mi boca y mi cuello.
El agua recorría mi piel, mi pecho, mis pezones y mis nalgas, en cuanto al ardor se iba desvaneciendo con un poco de su agua dulce.
Ahora sé también que eso es conocido como “golden shower”.
Así que no me juzgues querido corazón, esa historia jamás la olvidaré, sobre todo al entregarle su uniforme de su sobrino un poco mojado.
Espero que sigas leyendo, te mando toda la buena vibra, un beso en tu oreja, en tu dulce cuello y en tus labios para sepultar nuestro secreto.
También te mando un cálido y reconfortante apretón de entrepierna para que tengas más ganas de leerme la próxima vez.
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