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Fetichismo

De vuelta a mi fetiche: El arca de la ropa íntima de Alicia

Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Manuelillo.
Hasta ese entonces yo solamente había conocido el aroma limpio de unas pantis recién lavadas, aguardando en un cajón por ser usadas, maltratadas y estiradas; aquella primera vez las había “ultrajado” con meticulosidad, me había masturbado con ellas y las había devuelto a su lugar tal cual, sin ninguna forma de delatarme; la idea de que una mujer como “Alicia” pudiera usarlas en un futuro cercano, habiendo yo, previamente, frotado mi verga contra ellas, deslizándolas por mi glande hasta conseguir un orgasmo, me era excitante.

Sin embargo en días posteriores una imagen detonaría una segunda interrogante en mi libido. Alicia y yo veníamos de regreso en el metro como cualquier día, algún vendedor dejo en su regazo unos dulces, ella no los sujeto, cayeron al suelo y se agacho a recogerlos, yo apenas voltee mi mirada cuando ella estaba inclinada recogiendo los dulces, mis ojos notaron que su blusa se había levantado un poco, dos breves líneas negras de encaje negro recorriendo su cadera, abrazándose a un arillo de metal diminuto, como un ojo que todo lo ve y al que pocos pueden ver. Desde esa ocasión mi intriga por oler una prenda usada de Alicia fue en ascenso, sólo era cuestión de paciencia en mi próxima visita a su casa.

He de describirles a mi amiga Alicia a fin de que puedan contextualizar mi relato; 27 años, pequeña 1.55 mts., de piel morena, con una complexión delgada, sin embargo, dado que es pequeña, posee unas buenas caderas, por ende un buen trasero y unas piernas muy bien torneadas debido a que de pequeña practico mucho baile regional, además de unos chamorros trabajados y seductores; quienes sean mexicanos o conozcan un poco a nuestras mujeres entenderán un poco mejor esta descripción, digamos que es una mujer encaminada al término “gordibuena”, y no porque esté gorda, no lo está, sino porque tiene un muy buen trasero y piernas cómo sólo las hay en México.

Ahora sí, podrán entender mi picardía por querer oler las tangas y demás pantis de mi amiga, no era sólo una prenda sexy, era una prenda usada por un gran culo y un par de nalgas redondas y firmes, que de un tiempo para acá no podía dejar de mirar en cuanta ocasión tenía. Llegado el día, no me tomo mayor trabajo saber dónde estaba el cesto de la ropa sucia, el cuarto de lavado a un lado del baño en el 1er piso, aprovecharía la hora de ir a dormir, en el 2º piso, bajaría a la cocina por un vaso de agua y me desviaría al cuarto de lavado para buscar alguna tanga que oler. El trayecto a las 2am hasta la cocina desde el 2º piso fue más dramático de lo que pensé, primero descalzo en un suelo frío de concreto, me dirigí tiritando a abrir la puerta de mi habitación que a propósito había dejado entreabierta, mi colmo fue una de esas puertas que rechinan cual cliché de película de espantos, bajar la escalera sin el menor ruido e ir al cesto de ropa sucia.

Una vez ahí, ligeramente quite algunas prendas para poder introducir mi brazo y tantear entre todo el cesto las texturas que tan dura ponían mi verga; 1,2,3,4 pantis que sustraje poco a poco; la primera una panti azul marino con franjas de color amarillo cruzandola, ya estaba algo desgastada y tenía una pequeña mancha de flujo vaginal en ella; la segunda una panti de color lila, con encaje, deliciosamente seductora, de igual forma desgastada pero con un flujo vaginal más intenso, el lugar donde había estado la rica puchita de mi amiga estaba contraído, seguramente la había usado tan ajustada que sus labios estuvieron masticando esa rica panti todo el día dejándole un aroma más intenso y unos ricos jugos como regalo.

Mi tercera prenda era un cazón, sin embargo era muy sexy, blanquito con breves líneas negras verticales, se veía bastante nuevo y con poco uso, pero ya tenía esos flujos deliciosos, amarillos, pintados en ella y he de decir que era la que mejor olor tenía; finalmente un cachetero, mi favorito, rojo de encajes totalmente, con su regalito impregnado y tan amplio que pude imaginar el rico culo de Alicia contoneándose con él, moviendo esas nalgas morenas arriba y abajo en las escaleras, empinadas al agacharse y mordidas por su rica puchita al cruzar las piernas.

No me pude contener más y me baje los boxers, comencé a jalármela rápido, mi verga llevaba rato conteniéndose y necesitaba descargar, mientras tanto olía cada panti hasta saciarme, algunas más añejas, con un olor mas intenso, la blanca en cambio era más fresca e incluso pude lamer un poco de sus residuos, me era delicioso probar esos ricos jugos de Alicia, finalmente la cachetera roja, tenía además una pequeña mancha café en el trasero ¿acaso el culito de mi amiga me había dejado un presente más?

No soy precisamente alguien con gustos escatológicos, sin embargo he de admitir que el regalo que su gran culo me había dejado olía muy bien, en ese momento quise tener su culo empinado e introducirle mi mojada lengua una y otra vez hasta dilatarlo; mi paja casí alcanzaba su punto, estaba a punto de correrme, hice un esfuerzo por no hacerlo en las pantis, sólo me frote la cabeza de la verga con ellas y les unte un poco de líquido preseminal, finalmente me corrí fuertemente, cerca de 15 sacudidas recuerdo haber sentido, y quede totalmente relajado tras el éxtasis de haber olido, probado y sentido esas 4 pantis en mi nariz y mi verga.

Deje todo en su lugar y subí a mi habitación, me masturbe de nuevo al poco rato y volví a dormir……

Espero les guste, próximamente continuaré con más historias de mi amiga Alicia….

3432 Lecturas/1 octubre, 2018/0 Comentarios/por sexosintabues
Etiquetas: amiga, baño, culito, culo, mayor
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