Descubriendo el fetiche de Fernando
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Steelhard.
Hacia ya tres años que compartían la oficina y la rutina diaria del trabajo.
Verónica era una mujer hermosa, de 30 años de edad, estatura media, con un cuerpo armonioso trabajado largamente en el gimnasio.
Divorciada hacia ya mas de dos años y sin hijos, tenía una vida tranquila, rodeada de familiares y de amigos, aunque vivía sola en el departamento que, no sin esfuerzo, consiguió sacar como único trofeo de su triste experiencia matrimonial.
Fernando tenía un par de años menos que ella, estaba terminando una eterna carrera universitaria, aún vivía en casa de sus padres y aparentaba no tener apuro por cambiar esa situación en lo inmediato.
Físicamente era el tipo de hombre que mas le gustaba a Verónica, alto de anchas espaldas y miembros robustos, su cuerpo reflejaba una niñez y adolescencias con horas y horas de deportes y trabajos físicos.
A los pocos meses de haber terminado su matrimonio, Verónica se le insinuó de mil maneras, siempre conservando el decoro y buen gusto, pero sin dejar dudas que necesitaba un hombre que la ayudara a calmar su voraz apetito sexual.
A cada sutil, o no tan sutil, provocación de Verónica, Fernando respondía con un educado rechazo, o simplemente no dándose por enterado.
Obviamente Verónica termino por abandonar todo intento y se concentro, por lo menos en el horario de trabajo, a mantener la mente y sus hormonas, lo mas frías posible.
Verónica no era promiscua en absoluto, al contrario podía pasar tiempo sin sexo, esperando encontrar a la persona que realmente le gustara y brindara confianza.
Pero cuando lo encontraba, no ponía límites, no conocía la palabra no entre las sabanas.
De no haber conocido un par de novias de Fernando, hubiera jurado ante aquellas circunstancias que el tipo era gay, ya que era realmente poco explicable, que un hombre en sus cabales desestimara los avances de una preciosura como Verónica, y máxime si lo que ella le proponía o buscaba en un principio no pasaba mas que de alguna relación esporádica.
La cosa es que el tiempo paso, y a pesar de aquello, tenían una excelente relación laboral. Trabajaban muy bien juntos y se sentían a gusto el uno con el otro en una oficina, bastante alejada de otras.
Sucedió un viernes de febrero, Verónica estaba desmoronada tras su escritorio con cara de sufrir algún dolor insoportable.
Vero, que te pasa, te sentís mal? Pregunto Fernando ante aquel panorama.
Con una mano sosteniéndose la cabeza y sin mirarlo le respondió casi a media voz.
Este mes Andrés me esta haciendo sufrir mas que de costumbre…
Fernando no entendió la imagen, Que Andrés?, estas saliendo con alguien?, tenes problemas con el?
Verónica medio fastidiada lo miro con cara de pocos amigos y le espetó: no boludo, estoy con la regla y me duelen los ovarios como si fuera a parir, y no estoy acostumbrada porque casi nunca me viene así.
Fernando que estaba de pie frente al escritorio de Verónica, al escucharla se quedó estático, y sintió como casi al instante le subía mucho color a la cara y al mismo tiempo se le producía una tremenda erección, que gracias a unos pantalones delgados y claros hicieron que Verónica se percatara al momento de la situación.
Hubo un momento que pareció eterno, de silencio y confusión en sus caras, pero al instante se recompusieron y trataron de seguir adelante como si nada hubiera sucedido.
Ya era casi la hora de salida, así que Verónica tomo su cartera, se despidió hasta el lunes y se fue al baño, segura que al regresar su compañero ya no estaría mas allí.
Tal cual, al regresar se quedó un rato mas en su escritorio pensativa, tratando de entender aquella situación tan extraña.
Para ella lo perturbador era que no recordaba, ni en sus avances mas osados, haber generado una reacción tan visible en la anatomía de su compañero.
Se fue tranquila a su casa mascullando mil ideas en la cabeza.
El lunes la rutina regreso como si nada y los días se sucedieron sin mayores novedades.
El verano en Buenos Aires no daba tregua, marzo parecía no lograr que los termómetros bajaran, por lo cual la vestimenta diaria de Verónica era la apropiada para esos calores.
Soleros livianos y vaporosos, polleras cortísimas y remeras escotadas. Era deseable por donde se la mirara.
Fernando no se sorprendió esa mañana que Verónica entro a la oficina radiante, toda vestida de blanco, sandalias, pollera y blusa.
Estaba efusiva y de buen humor, y el día paso volando, a las 17:45 Verónica se levanto de su asiento tomo su cartera y dijo, ya vengo Fernando, esperame que a las 6 salimos juntos.
Ok, contestó éste, sin sacar la vista de la pantalla de su pc.
A los 10 minutos, la vio entrar nuevamente, pero su rostro había cambiado, lucía como espantada, cerro la puerta detrás de si y se apoyo contra ella, sin darle la espalda se lo quedo mirando a punto de decir algo.
Que paso? Se preocupó Fernando.
Dios! Que tarada que soy, no me di cuenta que fecha estamos y me manche toda, y no tengo nada en la cartera, me tenes que salvar, tenes que llevarme a casa, así no puedo salir a la calle, lo largó todo casi sin tomar aire entre palabras.
b bueno, tra tranquilizate, yo yo te ayudo alcanzó a balbucear.
Verónica de pie aún contra la puerta cerrada, comenzó a girar suave, lentamente y camino aún mas lentamente hacia su escritorio, como para asegurarse que Fernando pudiera ver detalladamente el panorama.
Vista desde atrás, la pollera tenía una enorme mancha húmeda en el medio, justo a la altura de la entrerpierna, rosada, inequívoca.
Se sentó y lo miro fijamente,
esperemos un rato que salgan todos y después salimos nosotros, te quedas bien cerquita detrás mío y con suerte nadie se dará cuenta, donde tenes el auto?
E en el garage de enfrente seguía balbuceando Fernando
Estoy chorreando, remarco Verónica, siento como me baja a mares.
Fernando trago saliva, trataba de pensar en cualquier cosa distinta a ver si se le bajaba un poco la tremenda erección que hacía rato ya tenía, pero las frases que tiraba Verónica no lo ayudaban.
Como me debe estar quedando la bombachita, dijo ya en el colmo de la provocación.
La maniobra resultó todo un éxito, realmente nadie se percato del “accidente”, y a punto de entrar al auto, con Fernando detrás hizo la última comprobación para estar segura, se freno de golpe y sintió contra su cola, por un instante, la pija dura como un tronco.
Pone algo en el asiento Fer, te lo voy a dejar echo un charco, siguió aguijoneando.
El departamento de Verónica quedaba cerca, en auto no tomaba mas de 20 minutos llegar.
Ojala haya lugar en la puerta para estacionar, me vas a tener que acompañar hasta la puerta del ascensor, por lo menos.
Fernando sufría con cada pozo de la calle ya que su pija amenazaba con atravesar los pantalones y entre el meneo del auto y las imágenes que se le dibujaban en la cabeza temió terminar manchando, también el, la ropa que llevaba puesta.
La segunda parte de la maniobra también fue exitosa, nadie en el hall del edificio, llamaron el ascensor sin dificultades.
Ya llegaste hasta acá, lo mínimo que puedo hacer es invitarte algo fresco, después que me saque todo, obvio.
No pudo, no supo, ni quiso negarse, subió detrás de ella como en transe.
Entraron al departamento y Veronica intentó indicarle donde acomodarse mientras se lavaba y cambiaba, pero no le dio tiempo mas que a cerrar la puerta.
La agarro de la cintura y la trajo hacia él buscándole la boca para comérsela.
Ella le regaló solícita la boca bien abierta, lucharon lengua a lengua por un rato largo, sin moverse de la entrada.
Vení, vamos a la cama, le rogó finalmente, lo tomó de la mano y lo llevó al dormitorio.
Bajo rápidamente la persiana dejando apenas unas hendijas abiertas para lograr penumbra. Arrancó el cobertor de la cama y lo tiró de espaldas de un empujón.
Querés ver cuanto me manche? Volvió a la carga mientras se sacaba la blusa.
Querés ayudarme a limpiarme?
Si, si, por favor, dejame limpiarte todo todo.
Sacate todo, rápido.
Si, si, me saco todo. Tardó décimas en quedar totalmente desnudo.
Parada frente a el, Verónica se desabrochaba el corpiño dejando libres sus soberbios pechos, con pezones grandes, erguidos, rojos.
Dejo deslizar hacia el piso la estropeada pollera.
Mirame, estoy hecha un asco.
Fernando quedó un minuto paralizado, mirando fijamente la bombacha blanca de Vero, teñida totalmente de un rojo intenso.
Hilos de flujo rojo corrían por la parte interna de sus piernas, separó un poco la parte del elástico superior e introdujo la mano.
Al minuto la saco, empapada, la miro provocativa, y lentamente se llevo los dedos a la boca.
Mmmmm, esto te va a encantar.
Fernando creyó que iba a explotar. Le rogó, le suplicó, dejame chupártela, por favor no aguanto mas.
Si mi amor, pero primero dejame clavarme un poco esa enorme pija bien adentro.
Se monto ensima y sin ningún esfuerzo, se metió el miembro en la concha.
Comenzó a cabalgar, no demasiado, estaba tan caliente que casi al momento llego el primer orgasmo.
Cerro los ojos, tiro la cabeza hacia atrás y se dejo llevar. Fernando con una envidiable habilidad movía su pelvis a todo ritmo haciéndola gozar como una perra.
Uno, dos, perdió la cuenta, acababa como a repetición.
Finalmente se detuvo. Lo miró casi con ternura, se lo notaba anhelante, nervioso.
Se saco lentamente la aún erguida pija y comenzó a desplazarse hacia adelante.
Decime que la deseas, decime que querés hacerme papito.
Dame la conchita, dejame tomarme todos tus jugos, te suplico, montate en mi cara y ahogame con tu regla.
No lo hizo desear más, apoyada en las rodillas le acerco la chorreante vagina a la boca, y lo dejo hacer.
Fernando saboreaba, bebía, disfrutaba, su lengua, sus labios, toda su boca estaban teñidos de rojo, el sabor acre del flujo de Verónica era néctar para el.
Al cabo de unos minutos y sin que Fernando pareciera menguar en sus quehaceres, Verónica decidió girar para poder hacer un 69.
Se encontró con la pija dura como al principio, pero manchada, el liquido se había corrido hasta los huevos, y las sábanas eran un desastre aún peor que su maltrecha pollera.
No le disgusto el sabor de sus líquidos, ambos se dieron una tremenda faena de sexo oral que termino con una sublime acabada, de la cual, por supuesto, Verónica no dejo escapar ni una gota.
Los tres días siguientes Fernando volvió al departamento de Verónica, al igual que, puntualmente, cada 28 días.
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