Descubriendo mis fetiches
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Manuelillo.
Empezaré por decir que desde pequeño tuve un cierto interés por lo prohibido, sin saber a ciencia cierta porqué, pues mi edad temprana no me permitía un raciocinio fundado que me permitiera justificar mis actos o bien una formación académica extensa que pudiera abrirme a todas luces porque me atraía aquello que me era prohibido.
Entre algunas cosas “prohibidas-morbosas” que recuerdo en mi infancia encuentro:
1.- Haberme quitado mi trusa bajo las cobijas, tener una erección (que en aquellos entonces era ínfima) y acercar mi pene a los glúteos de una prima mía que estaba recostada a mi lado y dándome la espalda.
2.- Espiar a mi tío con su novia (hoy su esposa) desde un largo comedor en la cocina de mi abuela, escuchar algunos gemidos y posteriormente a que ellos terminaran su faje y se retiraran, haberme acercado al lugar de la acción y observar un par de gotas de agua marcadas en un piso de concreto y sentirme extrañado (hoy sé eran flujos vaginales tras la masturbación que mi tío le había procurado a su novia).
3.- Haber entrado a un “concurso de besos” espontaneo contra un primo, 2 de sus amigos y una vecina; ella estaba en un baño e hicimos 2 rondas donde cada hombre entraría con ella, la besaría y ella daría el veredicto final; el resultado fue mi primer faje con 7 años de edad (ella tenía 9) y unas hormonas enloquecidas pero aún sin saber porque.
Tras la llegada de la adolescencia, el descubrimiento de mi vello púbico, las erecciones involuntarias y finalmente la masturbación cómo solución a esa sobrecarga de adrenalina en ese tipo de situaciones, comencé a tener cierta atracción por la ropa íntima de mujer, indudablemente en mi adolescencia a la única a la que podía acceder era la de mi madre que en algunas ocasiones encontraba secándose en el cuarto de lavado, así que mientras todo el mundo se iba a trabajar y me quedaba un par de horas solo en casa, utilizaba alguna prenda de las recién lavadas para frotar mi miembro y masturbarme.
Ello me excitaba pues descubrí que alguna de sus bragas era de una tela que se deslizaba perfectamente en la cabeza de mi pene y tras la fricción repetida mi cuerpo se estremecía del placer, sin embargo después de un tiempo lo deje por temor a ser descubierto y porque si bien el frotamiento me excitaba, no había mayor noción de adrenalina, era ínfima la posibilidad de que me descubriera alguien pues estaba solo en casa, eran de mi madre y todo estaba "controlado"; sin mayor problema lo deje de hacer y lo asumí como una etapa de autodescubrimiento de mi sexualidad, pero con la certidumbre que la noción de adrenalina por ser descubierto era un elemento necesario para un nivel superior de excitación.
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