Don Ernesto 3
Cuando abrí el portón se acercó hacia mi y me abrazó dándome unas palmadas con sus gruesas y callosas manos que casi me rompen la espalda. Olía fresco, como recién duchado y afeitado. Su pelo blanco ondulado algo revuelto y su mostacho perfectamente peinado..
Al día siguiente me despertó el sonido de un mensaje. Cogí el móvil y miré el wassap. Era Don Ernesto que decía textualmente: “hola nene, ¿te ha dicho tu amiga si gozó ayer en la playa? ¿Y tú?. Le contesté con un escueto “Sí”. Al señor barrigón y dotado seguro que le había encantado. A los diez minutos recibí otro mensaje suyo preguntándome por donde vivía e invitándome a desayunar. Don Ernesto podía ser mi abuelo pero había algo en el que irradiaba un vigor y frescura difícil de ver en una persona de su edad.
Le envié un mensaje con mi dirección y me contestó diciéndome que tardaba veinte minutos en llegar. Mi nerviosismo fue en aumento intentando elegir la ropa adecuada para el encuentro, cosa que como comprenderán, era una soberana estupidez. Al final me puse unos vaqueros y un polo de color verde oscuro y unas zapatillas blancas porque fue lo primero que encontré en mi armario.
Fui a beber agua fría a la cocina y me senté a esperar. Después de unos largos minutos sonó el portero. Era Don Ernesto y le dije que salía a su encuentro en seguida. Cuando llegué a la entrada de mi edificio me quedé pasmado al verlo.
Era enormemente grueso y fuerte. Iba vestido con unas pantalón gris oscuro clásico, una camisa blanca de cuello y unas pantalón rebeca con botones que resaltaba su dura barriga. También me fijé en sus zapatos negros de cordones con suela fina y tacón bajo. Levaba la camisa algo abierta pudiéndose contemplar el canoso vello de su pecho, así como la cadena de oro con cristo que portaba.
Cuando abrí el portón se acercó hacia mi y me abrazó dándome unas palmadas con sus gruesas y callosas manos que casi me rompen la espalda. Olía fresco, como recién duchado y afeitado. Su pelo blanco ondulado algo revuelto y su mostacho perfectamente peinado.
Fuimos a un bar cercano. Él, de forma natural, pidió beber whisky con soda y yo le dije al camarero que me sirviera un refresco. “Tómate algo hombre” me soltó mientras reía y me ponía su potente brazo en mis hombros como si fuera alguien familiar. “Oye, ¡pero que coñito tiene tu amiga!” Dijo zarandeándome y riendo. Quedaba bastante claro que era bruto y le pregunté a que se había dedicado laboralmente puesto que supuse que ya estaba jubilado. Al decirme que era carpintero, un escalofrío recorrió mi espalda dejándome electrizado.
Cuando terminamos de beber le invité a subir a casa. Vivía con mis padres y en mi habitación tenía una pantalla lo suficientemente grande para ver algo de porno de forma satisfactoria. Cuando entramos en el piso oí cacharros en la cocina. Era mi madre poniéndole algo de orden a la misma. Cuando le presenté a Don Ernesto ella me miró extrañada de que tuviera un amigo tan mayor y se me ocurrió decirle que era el abuelo de mi amiga.
Total, fuimos a la habitación y cerrando la puerta tras nosotros seleccioné una peli en la cual aparecía un hombre mayor con una joven. El actor estaba de pie hundiendo en la boca de la chica su falo. Ella de rodillas mamaba y miraba a una cámara.
Le propuse a Don Ernesto desnudarnos para estar cómodos pero él no quiso. Me di cuenta de que su polla estaba ya dura en su paquete y no dudé en bajarme los vaqueros y empezar a pajearme. Él abrió su bragueta e intentó sacársela pero no lo conseguía debido a su corpulencia y lo grande que la tenía ya. Entonces me levanté y le pedí permiso para ayudarle. Hechándose hacia atrás colocó sus manos en su nuca y me dejó acceder al cinturón, lo abrí y tiré de sus pantalones quedando estos a la altura de sus muslos.
Era formidable ver aquella gran polla liberada y sus enormes huevos descansando en la cama debajo de la redonda y dura barriga que tensaba su camisa de botones. Me senté a su lado y me pajeé mirando como el actor porno mayor penetraba a la chica de lado.
Cuando me fui a dar cuenta Don Ernesto tenía la polla tiesa como un mástil. Miraba como follaban a la chica pero permanecía acostado y con las manos en la nuca. Sus brazos eran como troncos de árbol al igual que sus piernas y sus gemelos. En esa posición parecía dispuesto como invitándome a darle placer.
Pude ver como su pollon grande y grueso soltaba líquido preseminal sin ni siquiera tocarse y eso me excitó aún más, hasta el punto que me hizo perder el control. Acerqué mis dedos a aquel trozo lleno de venas y con un gran glande rosado.
Don Ernesto cerró los ojos y dejó que lo empezara a masturbar. Mi mano sólo podía agarrarla hasta la mitad de su perímetro. Era la primera polla que tocaba y me pareció que me había tocado una lotería. Mientras subía mi mano arriba y abajo de su polla, sus enormes huevos rebotaban en el colchón por el movimiento.
Me aventuré en abrirle los pocos botones que aún aprisionaban su enorme barriga. Cuando logré hacerlo me impresioné con su gordo y fuerte cuerpo más que cuando lo vi en la playa. Así a medio vestir lucía más señor y más formal y eso le daba un aspecto más erótico. Se la tocaba incrédulo de que existiera un hombre con aquella capacidad corporal y genital.
De repente noté que se tensaba su corpachón. Las nalgas de su musculoso culo se apretaron entre si y aquel setentón de polla descomunal me dijo: “¡venga chaval, chupa! Rápidamente me abalancé sobre el y mi boca intentó tragar los grandes chorros que Don Ernesto disparó a ráfagas. Parecía que orinaba semen y yo admirándolo tragué lo que pude mientras él seguía en aquella posición relajada.
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