Don Ernesto 5
Para cuando terminó aquel largo y profundo beso, Don Ernesto ya soltaba líquido preseminal abundante por su pollon el cual estaba ya tieso y mirando al techo. Él, sólo le quito el short vaquero comprobando que no llevaba bragas y subió su top dejando visibles sus bonitas tetas con areolas grandes y .
Él me quitó de encima suyo saliendo su polla de mi culo dolorido. Vi que habían restos de leche y sangre esparcidos por sus genitales. Don Ernesto me pidió la toalla para limpiarse el semen que yo había derramado en su enorme barriga. Mientras lo hacia me dijo con aquella voz grave: “Chaval, me has dejado seco! Jajaja!”. Cuando estuvo limpio se levantó de la cama con dificultad por la enorme barriga que tenía y se subió los pantalones y los calzoncillos tipo slip fajando su camisa en ellos.
Todavía la tenía dura y le costó rechazar que fuera a tocarle el paquete. Acerqué mis labios a los suyos y me quitó la cara diciéndome: “Los besos solo con mujeres”. Dejó su camisa abierta por el pecho enseñando la cadena y el cristo de oro. “Chaval, ni una palabra a tu amiga acerca de esto, ok?”. Yo Le contesté afirmativamente y Don Ernesto me alborotó el cabello con su gruesa mano dibujando una sonrisa debajo de su bigote blanco
Me vestí y salimos de la habitación. Él muy cortésmente se despidió de mi madre que se encontraba en el salón y yo le acompañé al ascensor. Esperando a que llegara contemplé su imponente cuerpo. Los brazos y las piernas eran como troncos de árbol y su barriga grande, dura y redonda. Don Ernesto apoyó sus grandes manos en mis hombros y me zarandeó como si fuera un títere. “Recuérdale a tu amiga que tenemos una cita en mi casa” me dijo mientras me hacía una carantoña en mi nariz y se fue.
Cuando volví a casa me fui directo a mi habitación para acomodarlo todo y poner la toalla llena de semen en la colada. Abrí la puerta y entré cerrando. Olía a polla de Don Ernesto. Era un olor fuerte pero agradable y antes de tomar una ducha me masturbé recordando la erótica cogida que él me había dado. Mi culo estaba muy abierto por el grosor de su polla y mientras me tocaba me metí unos cuantos dedos fácilmente. Entraban sobrados. Cuando me corrí los saqué de mi ano abierto, ensangrentado y dolorido.
Llegó el día con Don Ernesto. Mi amiga me recogió en su coche. Los dos estábamos nerviosos y expectantes y por el camino intercambiamos impresiones acerca de que ocurriría en casa de Don Ernesto. Yo por supuesto no le conté nada de lo sucedido en mi habitación aunque ganas no me faltaron.
Mi amiga estaba muy hermosa vestida con una pantalón corto vaquero, botines y una rebequita cachemire color vino. Debajo de ella un top negro. Sus considerables pechos se movían erguidos con el vaivén del trayecto y yo no pude evitar tener mi erección al contemplarla conduciendo. Se veía claro que no llevaba sujetador
Llegamos a la dirección indicada y mi amiga aparcó. Era una finca antigua coloreada de azul y estaba a ras de calle. La puerta principal era de madera, alta y estaba adornada con columnas con capitel y a cada lado enormes ventanas. Tocamos el llamador de cobre y Don Ernesto abrió. “Bueno! Ya era hora de que llegaran los mozos! Jajaj!”. Nos disculpamos porque efectivamente llegábamos con retraso y él le quitó importancia.
Don Ernesto lucía impresionante. Se notaba que recién se había afeitado oliendo a after-shave. Con su pelo blanco arreglado con raya al lado nos guió hacia el salón. Se había recortado el bigote, aún así, sus labios solo se insinuaban debajo del mostacho blanco. Llevaba unos pantalones azul marino con unos zapatos negros trenzados de tacón bajo y cordones.
De lo voluminosos y musculados que tenía los muslos y los gemelos daba la impresión de que estaba a punto de reventarlos. Camisa blanca remangada hasta los gruesos y fuertes antebrazos. Encima de ella un chaleco gris marengo que también parecía reventar en la zona de su gran y redonda barriga, y además, una corbata color vino anudada pero suelta.
Nos guió al salón en donde se encontraba la señora de la playa y las chavalas. “Os presento a mi mujer y a mis nietas” las cuales nos saludaron como si nos conocieran ya ofreciéndonos unas pastas con té. La decoración era clásica pero muy antigua: reloj de péndulo, paredes estampadas con motivos de color verde…en una de ellas la cabeza de un alce disecado parecía observarnos. Estuvimos charlando todos un rato de las cosas típicas cuando conoces a alguien, pero en un momento dado, Don Ernesto le dijo a ellas que fueran a su dormitorio y cerraran la puerta.
Ellas obedecieron sin rechistar quedándonos mi amiga, Don Ernesto y yo solos. La verdad es que el viejo gordo cabrón no se andó por las ramas y sentándose en un sillón individual con apoyabrazos tapizado en marrón oscuro, le dijo a mi amiga que se acercara sacando el pedazo de polla y los grandes huevos colgantes e imberbes que tenía.
Yo había notado que mi amiga lo miraba excitada por el cuerpo tan orondo y fuerte que poseía y no lo dudó. Don Ernesto la sentó en su muslo derecho y le dijo: “Hoy saldrás de aquí hecha toda una mujer” y cogiéndola del cuello con su mano gruesa y áspera, la besó lentamente con la lujuria apasionada de un amante.
Para cuando terminó aquel largo y profundo beso, Don Ernesto ya soltaba líquido preseminal abundante por su pollon el cual estaba ya tieso y mirando al techo. Él, sólo le quito el short vaquero comprobando que no llevaba bragas y subió su top dejando visibles sus bonitas tetas con areolas grandes y rosadas.
Don Ernesto abrió sus piernas todo lo que pudo y puso a mi amiga de pie dándole la espalda. Sin más preámbulos la cogió por la cintura y hundió aquella enorme verga en su vagina lentamente hasta el fondo. Mi amiga se retorcía de dolor pero no protestaba. De sus ojos brotaron lágrimas y Don Ernesto la agarró de su torso con su mano derecha y con la izquierda la cogió del muslo colocándolo por encima del suyo propio para abrirla bien.
“Que coñito más rico! Que estrechito está! Uuff!” Le dijo y entonces la empezó a subir y a bajar por su gordo mástil mientras mi amiga apoyaba una mano en el reposabrazos y con el brazo izquierdo enganchado al espaldar del sillón marrón tapizado, se dejaba penetrar como una muñeca de plástico. Mi amiga abría la boca con una expresión torturada cada vez que sus nalgas tocaban los huevos del viejo pero Don Ernesto se puso muy serio poniendo toda su potencia sexual para follarla bien follada e incrementó el ritmo de las penetraciones.
Mi amiga estaba literalmente en el aire siendo cogida en peso por Don Ernesto que cada vez más serio miraba como le rebotaban las tetas con la cadencia que él le imponía. No parecía que el gordo sesentón disfrutara empalando el coño de mi amiga. Era más bien como si estuviera trabajando concentrado una pieza de madera, serrándola a conciencia para obtener un resultado óptimo. Me fijé en el brillante y empapado pollon de Don Ernesto por los flujos que mi amiga le había dado con su primer orgasmo.
Mi amiga gemía y chillaba a cada nueva embestida y el ritmo de la follada de aquel semental viejo y gordo permanecía constante como un martillo pilón. Así agarrada por el muslo y el torso, estuvo siendo ultrajada durante lo que calculé fueron unos 20 minutos subiendo y bajando por la imponente verga de Don Ernesto, el cual continuaba impertérrito taladrando su vagina.
Entonces mi amiga tuvo dos orgasmos seguidos y gritó lo siguiente: “Siii!…por favor préñame, préñame por favor!..siiii!!! Él le estaba dando una follada que nunca olvidaría y ella ya se había derrumbado exhausta dejando su cuerpo inerte pero Don Ernesto continuó unos minutos más follando su estrecho coño hasta que la preñó con unas fuertes sacudidas de espeso semen que ella recibió casi inconsciente.
Hombres como Don Ernesto pueden escribirme a mi telegram: @Tempo539


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