Don Manuel me inició
Pero pasaba algo que llamó mi atención desde el principio. A pesar de ser bruto en sus modales, era educado e instruido. Yo empecé a fijarme mucho en su comportamiento porque admiraba su físico..
Cuando estaba en el colegio conocía a todos los de mi clase de años anteriores y a los profesores también. El centro en su origen era de curas pero un laico se lo compró a los sacerdotes. Así pues todo se animó algo que en principio nadie se podía imaginar. Vinieron profesores de inglés nativos…los que estaban se modernizaron mucho más de lo que cabía de esperar…los chicos nos disparatamos en conducta…si, se podría decir que fue como si a un conductor novato lo pones al volante de un Ferrari, o algo así.
En realidad a toda la sociedad le ocurría lo mismo en esa etapa. El “despiporre” creo haber oído decir al respecto de ese fuerte cambio a personas bastante maduras. Si la estudiamos con cierta perspectiva no deja de tener la palabrita gracia en sí misma . Aunque eso como casi todo es subjetivo y los puntos de vista una paranoia gorda, o tal vez no.
El caso es que la agresividad de los chavales fue en aumento hasta el punto de que algunos se convirtieron en unos gamberros de cuidado. Recuerdo que un profesor algo amanerado fue insultado, abucheado y casi agredido al final de una clase, hasta el punto que el hombre temió por su integridad física seriamente. El sexo se palpaba en el aire. El colegio no era mixto, y tanta hormona de cabrito rebotando en múltiples direcciones tenía su…”mística determinada”?
No comprendí nada de lo que ocurrió en esas aulas y en sus pasillos contiguos, ni en los baños ni en las canchas de baloncesto…y todavía aún hoy sigo sin acabar de entenderlo. Lo juro.
Los pupitres eran dobles y el chico que se sentaba al lado mío tenía un sentido del humor bastante obtuso. En las clases de Doña Julia su motivación consistía en tirar con descaro el bolígrafo con reiteración al suelo, para agacharse a recogerlo y, decirle al compañero de atrás de qué color llevaba las bragas ese día la profesora, y este a su vez al de atrás suya, y así sucesivamente hasta que toda la clase acababa enterándose. A mí me cogió un día despistado y me dio tan fuerte manotazo en mis partes que se me puso un huevo muy hinchado, enorme. No podía casi caminar porque me rozaba con la pierna. Fui al médico con mi madre y al final todo quedó en un huevo deforme, pero la hinchazón bajó.
Entre clases el juego consistía en que un chico que se llamaba Miguel, que lo habían echado de no sé cuantos colegios, agarraba una silla y la deslizaba a gran velocidad, de modo que si te pillaba te partía las piernas, o casi. Al juego lo llamaban “el toro”. Se entiende, claro.
Un profesor de inglés nativo fue expulsado porque en las clases particulares que impartía en su casa abusa sexualmente de los chicos, oí comentar entre los alumnos. A saber. Nunca me enteré de qué modo lo hizo y en realidad no me importaba. A mí no me tocó nada de nada y bien que hizo porque era desagradable.
No sé porque, pero el director siempre me resultó un personaje extraño. Pensé desde que lo vi que era marica y la verdad es que no era amanerado ni nada. Pero no sé. Siempre lo pensé y nunca pude saberlo aunque a decir la verdad no me importaba , no; me la traía al pairo como dicen por ahí, o quizás no.
Nuestro profesor de matemáticas se llamaba Enrique. Era alto con bigote negro, tripa. Tenía aspecto masculino, pero sinceramente no creo que fuera muy macho. Bueno, esta parte del relato resulta inconcreta. Es superflua y aburrida. Este punto de vista podría tenerlo en cuenta alguien, o yo mismo si estuviera no tan captado por las circunstancias, pero es imposible porque en realidad no significa absolutamente nada.
El profesor de Sociales era Don Manuel. Un señor bajito y brutote, gordo pero duro, no fofo. Y tenía un gran bulto. Yo creí que se metía algo en el paquete para que se formara tremenda protuberancia. Estaría llegando a los 50 años, por ahí. Rebosaba virilidad, con una gran barriga y unas tetas duras que él dejaba entrever, dejando su camisa algo abierta. Siempre iba muy afeitado y tenía unas manos gruesas y fuertes como todo en él.
Pero pasaba algo que llamó mi atención desde el principio. A pesar de ser bruto en sus modales, era educado e instruido. Yo empecé a fijarme mucho en su comportamiento porque admiraba su físico. Quería ser como él. En cierta manera, y dado que mi padre era un hombre incapaz de demostrar afecto, encontré en la figura de Don Manuel un referente. Su presencia me intimidaba, pero a la vez sentía que al estar con él nada malo podía sucederme. Tenía una naturaleza cariñosa y su empatía infantil le distinguía. Te encontraba en los pasillos y te ponía su brazo en tus hombros y paseaba un rato contigo como si fuera, no sé, un padre. Hablaba contigo como si lo fuera, te preguntaba por tu vida, por tu familia, por tus juegos…pero también había algo sexual en aquellos paseos. Te daban ganas de poner tu brazo en su cintura, como si fueras…su pareja. Sí. Sé que puede sonar exactamente a eso pero era inevitable no querer hacerlo. Era tan macho que te feminizaba su presencia. Su personalidad, la manera de moverse, de hablar, su humor…todo era tan masculino…
De pronto, un día, de manera habitual, paraba la clase y llamaba a su mesa a los alumnos más cucos. Un día uno, otro día otro. Los sentaba en su muslo de manera que las dos piernas del chico quedaran una a cada lado del muslo y mirando hacia el frente, o al contrario. Como montar a caballo. Se entiende. Entonces empezaba a subir y bajar la pierna zarandeándolo, haciéndole monerías, tirándole de las orejas, moviéndolo como cual títere mientras la clase reía. Yo no sonreía. Estaba observando con atención lo que pasaba y mi calzoncillo estaba húmedo. Al chico que le tocaba se quejaba, ya que el maestro se empleaba a fondo.
Yo no era nada golfo, pero un día me tocó el turno a mi. Me levanté del pupitre envalentonado y sonriente, como si aquello estuviera bajo mi control. Me había puesto una máscara porque en el fondo estaba muerto de miedo. Mi corazón latió apresurado a medida que me acercaba a su mesa. Me recibió sentado con las piernas abiertas, indicándome con unas palmadas en su muslo que me sentara en él, acomodándome en su regazo. Me miró con ternura y yo a él con devoción de niño, percibiendo la potencia y virilidad de su robusto cuerpo pegado al mío. La clase respondía con carcajadas a una de sus bromas. Yo muerto de vergüenza, lo abracé como a un padre buscando su protección. Mi mano buscó apoyo en su cuerpo para incorporarme y toqué su bulto sin querer. Estaba duro. Siguió haciéndome carantoñas y monerías, moviéndome como un muñeco. Yo Estaba muy empalmado e intentando ocultar mi excitación cuando reparé en que su bulto había aumentado. Sonó el timbre que indicaba el final de aquello. Ese encuentro y otros posteriores similares definieron mi tendencia sexual para el resto de mi vida.
Mis primeras masturbaciones imaginando en alguien de manera reiterada fueron pensando en Don Manuel. Recuerdo que en una de las primeras, él se dejaba seducir por mi y permitía ser mi objeto sexual haciendo todo lo que le pedía, no sin reticencias e impedimentos varios pero al final accedía a pesar de gustarle sólo las mujeres y de ser muy macho. Él se ofrecía a llevarme a casa después de ser el último en acabar un exámen suyo ya de noche. Antes de salir hacia su coche fuimos al baño de profesores porque quería orinar. Yo no podía entrar ahí pero él me dijo que pasara. Entramos y observaba como se sacaba la polla con dificultad por lo grande y gruesa que era. También dejaba caer sus enormes pelotas colgantes color rosa sin vello. Empezaba a orinar y mientras me miraba me decía: “Te gusta?” Yo asentía con la cabeza y me abrazaba con un brazo a su cintura y con la otra mano se la agarraba pero apenas la abarcaba de lo gruesa que era. Medía unos 17×5 cm. rosada también, recta. Terminaba de orinar y se sentaba en el inodoro con la polla morcilla mientras se la meneaba. Cerraba los ojos y se la tocaba mucho. Los huevos le colgaban enormes y con el movimiento de su mano se baboseaban de un lado para otro como un péndulo. Me pedía que me quitara los pantalones y me los quité. Entonces me acercaba y se la agarraba moviéndosela arriba y abajo. Estaba muy dura. Iba a besarle en los labios pero me quitaba la cara. Le desabrochaba la camisa y él me tocaba mi culito con su enorme y áspera mano. Me sentaba en su muslo y continuaba pajeándolo besándolo en la mejilla varias veces. De repente y para mi sorpresa, me daba un beso en los labios y yo respondía con una dulce ráfaga de piquitos y notaba como se le ponía más dura. Él con la camisa de botones abierta dejaba al descubierto su portentosa barriga y sus tetas que yo también besaba y seguía masturbando aquel enorme badajo impregnado todo de su líquido seminal. Continuaba así, le daba besitos y sin acelerar el ritmo pero meneándosela con cariño, él soltaba un buen chorro que llegaba hasta la puerta del baño, y al imaginar todo yo me corría en mi cama…
Ahora, con el tiempo, pienso que mi profesor nos quería como a hijos y la reacción de su polla era algo circunstancial que no se le podía reprochar dada su innegable virilidad. Un hombre tiene sus necesidades fisiológicas y resulta lógico que el contacto y roce con un cuerpo juvenil, independientemente del el género que sea, produzca excitación sexual. Solo amaba a los niños. Imagino a veces como pudo ser su infancia. Quizás estuvo solo. Hubiera sido su amigo.
Un día llegó diciendo que le habían encargado impartir una nueva materia entre clases: “Educación sexual”. El hombre era su Pues como mejor supo o como más le convino, fue explicándonos poco a poco que cuando un hombre y una mujer estaban enamorados y se casaban, el hombre introducía su miembro en la vagina de la mujer repetidas veces hasta que soltaba un líquido por la excitación y así quedaba embarazada o no. Así de claro. La explicación fue tan de hombre, sin detalles superficiales, sin explicaciones innecesarias, que el número de mis pajas pensando en él subió exponencialmente. También en aquella explicación sexual no pude evitar empatizar con la situación y mi mente lo imaginó a él como el macho que penetraba. Y yo inevitable asumí el rol de la mujer. Y puede parecer ñoño e incluso infantil y no me importa. Desde aquel entonces solo siento atracción sexual por hombres casados, con hijos, gruesos, con un tipo de personalidad y cuerpo semejantes al de mi profesor de Naturales.
Don Manuel también daba clases particulares en su casa a los alumnos que iban retrasados. Yo bajé mis notas adrede para conseguir ir a ellas. Cuando reparó en como habían bajado las calificaciones se acercó a mí un día y me dijo que si quería ir a su casa a recuperar. Yo le dije que sí y me advirtió que hablaría con mis padres. Asentí con la cabeza y él me acarició la cara mientras sonreía. Se quedó en que acudiría tres veces en semana dos horas cada día. Argumente que: no entendía esto ,y lo otro y más cosas y, más infamias porque quería estar con ese señor de unos 49 años 1.68 y unos 105 kilos de peso, pero sin michelines, con un barrigón redondo y duro coronado por dos tetas igual de duras, moreno con canas en las sienes que me tenía totalmente erotizado, blanco de piel con algo de pelo en el pecho y papada prominente, y quizás o seguro que todo el mundo pensará que yo ya era un marica o algo similar, pero no, lo cuento desde mi perspectiva de ahora, en aquel momento lo viví digamos platónicamente, sí, eso es; o casi que sí. Creo…
El primer día que fui estaba muy nervioso, claro. Toque el timbre y me abrió su mujer muy amable, me acompañó a la habitación de estudio.
Para mi sorpresa solo había un chico y Don Manuel estaba con la cabeza mirando al techo y dormido, con las piernas abiertas. El chico lo despertó y le pregunto si podía recoger ya y recibió su conformidad. Yo me senté y saqué los cuadernos y el libro. Una vez solos me indicó los ejercicios para hacer y se sentó poniendo sus manos en la nuca. Mire un poco y eran unos brazos poderosos. Parecido a esos que levantan peso. La camisa de manga corta le quedaba apretada. Se notaba la potencia de sus musculatura debajo de su ropa.
Se oyó la voz de su mujer llamándole. Acudió alegando volver pronto.
Yo hacía los ejercicios mal, lento e intrigado. Tardaba. Qué pasaba? Decidí ir a ver donde se encontraba y en lo que parecía una habitación de matrimonio, Don Manuel besaba a su mujer de manera apasionada. Era un beso de boca con lengua y mientras él agarraba su culo con fuerza, ella tocaba su bulto. Después soltaron sus bocas y él la giró inclinando su torso. Le levantó la falda quedando expuesto un culo del que bajo sus bragas. Don Manuel se bajó la bragueta sacando una polla gorda e hinchada, la froto en su mano unos segundos y sin más preámbulo la metió dentro del culo de su mujer. En aquella época no lo sabía pero la estaba sodomizando.
Toque una pilastra en falso y fui descubierto pero mi profesor continuó con su faena y me indicó que entrara en la habitación. “Mira y ve aprendiendo” me soltó y mientras follaba a su mujer por detrás me daba las explicaciones que yo escuchaba atentamente. Su mujer gemía de placer y yo estaba muy húmedo y dura mi polla. Así seguía penetrándola por detrás, aumentando el ritmo de sus embestidas mientras su mujer chillaba y se convulsionaba. Estuvieron largo rato fornicando hasta que ella emitiendo un sonido gutural cayó rendida en la cama zafándose de su tronco.
Yo estaba paralizado viendo a Don Manuel con la polla en la mano todavía mientras me miraba. Después su mujer se levantó y reclamó más sexo pero mi profesor se lo negó y se guardó su miembro. “Mujer ve a la cocina y prepara de comer”. Ella resignada, subió sus bragas y salió de allí.
Don Manuel se sentó en aquella cama de matrimonio y se quitó sus botas de plataforma con tacón alto que utilizaba para parecer más alto. Se acostó y cerró sus ojos. Yo no sabía qué hacer ni decir pero atraído por su figura me acerqué y me acosté a su lado. Transcurrió un tiempo en el que los dos nos mantuvimos quietos y en silencio.
Entonces me pegué a su cuerpo y poniendo mi brazo en su pecho me abracé a él y alcancé a besarlo en el moflete. Abrió los ojos, me miró sonriendo, se acomodó y me besó en la frente como solo lo hace un padre. Disfruté de estar así unos minutos. Sentía los latidos de su corazón. Le abrí la camisa poco a poco y llevé instintivamente la mano a su bulto desatándole el cinturón. Su polla estaba morcillona y gorda. Empecé a moverla de arriba abajo y cuando le miré sus ojos ya estaban abiertos. Me abrazó fuerte y le besé en los labios. Los mantuvo cerrados y me besó varias veces en los míos. No podía ser malo aquello. Había belleza en el cariño y el amor entre un maduro profesor y su joven alumno.
No podía abarcar el grosor de su polla con mi mano. La solté y quedó tiesa hacia el techo. Impresionado contemplé como se formaban grandes sus bíceps cuando puso las manos detrás de la cabeza. Me senté en su barrigón con mis piernas abiertas, me incliné posando mis manos en los músculos de sus brazos comprobando su dureza y volví a besarle. Él se reía y me tomaba el pelo pero se dejaba hacer. Me levanté y le bajé los pantalones clásicos de color caqui y también los calzoncillos blancos de algodón tipo slip dejándolos en sus tobillos.
Observé como el líquido pre-seminal caía por su tremenda verga hasta la deshinchada bolsa escrotal. Eran como dos pelotas de golf sus huevos y muy colgantes. Me acerqué a ellos y los estuve besando. Don Manuel continuaba con sus bromas como si aquello no fuera con él. Volví a tocarle la polla y la tenía muy dura. Volví a subirme encima pero esta vez se la agarré y la puse en la entrada de mi culo intentando meterla. Imposible. Quería ocupar el lugar de su mujer y darle más que ella. Estaba muy excitado pero me dolía y no entraba. Mi profesor se puso serio, quitó sus manos de detrás de su cabeza y abrió el cajón de la mesita de noche sacando un tubo de líquido transparente. Me embadurnó el culo con aquel líquido e hizo lo propio con su pene. Entonces me dijo que volviera a intentarlo y volvió a llevar las manos detrás de su cabeza. Contemple su cuerpo desnudo con la camisa abierta. Era espectacularmente viril.
Erguí mi culo poniéndolo en la punta de su verga. Me introduje el glande y fui bajando lentamente. Parecía como si me estuviera clavando una estaca pero estaba tan excitado que la iba engullendo sujetando la base del tronco con mi mano hasta que sentí mis nalgas reposar. Dolía pero la excitación era tan grande que estuve aguantando sentado en su polla con los ojos cerrados no sé cuantos minutos hasta que el dolor se fue mitigando, dejando paso al desconocido placer anal.
Mi profesor continuaba estático y observaba mi iniciación con seriedad. Yo estaba casi a punto de eyacular pero no quería que aquello acabara. Cogí aire profundamente y expulsándolo a continuación empecé a trotar con cuidado sintiendo todo lo grande que era. Apoyé mis manos en su barrigón para facilitar el movimiento de subida y bajada. Mi culo se acoplaba perfectamente en el valle que se formaba entre la barriga y las piernas de Don Manuel. Paré y poco a poco me la fui sacando disfrutando de todo su grosor. Mi profesor resopló.
Cuando ya estuvo fuera me gire 180 grados quedando mi culo encima de su redonda barriga y comencé a pajearle con las dos manos. Don Manuel ya jadeaba. Sus manos empezaron a acariciar mi cuerpo. Primero las piernas, después la espalda y finalmente el culo. Yo no quería correrme y esperé que mi profesor quisiera hacerlo. Quería volver a sentirme lleno de él y me puse en cuclillas mirando hacia su cabeza y me la ensarté.
Esta vez casi no me dolió, sin embargo, sentí mucho placer al cabalgar aquella polla, tanto que apoyando mis manos en sus muslos mientras lo hacía solté mi leche a espasmos.
No había podido aguantar su potencia sexual. Agotado me la saqué despacio sintiendo su tremenda envergadura. Me pidió que le limpiara con una toalla y después de hacerlo me tumbé a su lado. Volvió a llevar una mano detrás de su cabeza y con la otra se tocaba la polla lentamente.
Pasaron unos minutos y comprobé que Don Manuel todavía tenía la polla bien dura igual que yo. Al mirar su cuerpo desnudo con la camisa abierta y los pantalones en los tobillos busqué besarlo y mi profesor me lo consintió varias veces. Entonces, dándole la espalda y para mi gozo, metí aquel pollón otra vez en mi culo, disfrutando cada centímetro del mismo. Lo Cabalgué. Don Manuel jadeaba. Los dos lo hacíamos. Yo mucho más. Era inmensa la polla de mi profesor y me estaba convirtiendo en una puta. No podía ser de otra manera con un macho así. En ese momento no era consciente pero me estaba dando la clase práctica particular de sexualidad que querría repetir siempre. Y de qué manera.
Su polla ya entraba y salía fácilmente y yo entregado quería darle todo, así que me dediqué a metérmela y sacármela continuamente. “Oohhh! Sigue!” Me decía jadeando mi amado protector. Mi culo era un túnel ya y como me excitaba tanto cogí sus muñecas y las crucé detrás de su nuca pidiéndole inmovilidad. La tenía toda dentro de mí y le besaba los bíceps cuando no se contuvo más y empezó a follarme. Me agarró por la cintura y no paraba de hundir mi culo en su miembro de manera suave pero firme. Me ordenó que cambiara y le diera la espalda. Así me penetró con más cadencia cogiéndome por las nalgas. Yo mientras subía y bajaba loco de placer, acariciaba sus enormes y caídos huevos. De repente me inclinó hacia detrás y con la polla dentro y las piernas abiertas me acostó encima de él.
Disfrutando de aquella posición deliciosa estuvimos un par de minutos mientras acariciaba mi cuerpo. Después agarró firmemente mi torso y fue dejándome caer hacia su izquierda sin sacármela. Quedamos los dos de lado. Me cogió la pierna y flexionándola, la subió en alto para abrir bien mis nalgas y continuó follándome. Me hizo sentir como una mujer. No me sentía como un niño. Me corrí tocando sus huevos y sintiendo su barrigón en mi espalda. Don Manuel siguió fornicando mi culo un buen rato. No tenía prisa. Lo hizo en silencio y yo seguía erecto. Incrementando el ritmo de la follada, disfruté más de su potencia y su capacidad sexual. Era un semental. Finalmente, me inundó a presión con su semen de manera tranquila.
telegram: @jupiterzc
gran ralto copn ganas de leer la sigueinte parte
Me agrada de tu relato como muestra la subjetividad de la perspectiva de las personas respecto a lo atractivo. Eso es muy real. Estoy bastante cansado de esos clichés en los que tantos por aquí caen al describir a su personaje con piel blanca y flaquita/o, para definirlos como atractivos. Y la verdad es que los humanos somos muy variados, y la belleza viene en cualquier color. A mi me gustan las mujeres tetonas y los hombres sin manierismos, de cuerpo delgado y definido. Pero tengo amigos a los que les gustan las culonas, a otros los hombres gruesos. A un amigo le gustan las gordas, a una amiga le gustan los altos, sin importar si es gordo o flaco. En el caso de tu personaje (que indicas eres tú mismo de niño), a él le gusta la virilidad del profesor, y por ello desarrolla un gusto por los tipos gordos/gruesos, porque le recuerdan al profesor.
Lo único que me pareció raro es que dediques tanto esfuerzo a crear la imagen de su verga como enorme, y luego digas que mide 17x 5 jaja.
Gracias por el relato. Estuvo bueno!
Gracias Leonardus.
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17X5 no te parece grande?