El día que la mierda valga plata…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Stregoika.
Lo que les contaré es uno de los momentos más especiales que he tenido en mi próspero y peligroso negocio.
Llevaba muchos años trabajando en colegios y estaba a punto de retirarme, no por los riesgos sino porque podía permitírmelo.
Y no solo podía permitirme el retiro de mi profesión a los treinta y tantos, sino que proyectaba retirarme también del negocio que estaba dándome tanto dinero.
Pero ¿sería posible? Había oído decenas de historias en las que los negocios ilícitos volvían adicta a la gente.
El término “dinero fácil” no era suficiente.
Yo le añadiría “divertido”.
Sí, “dinero divertido”.
No, no eran drogas…
– profe, ¿me das permiso de ir al baño?
Una fuercecilla maliciosa tiró de mis labios, tuve que esforzarme por ocultarla.
– vamos – le contesté a Melanye – Adri, quedas a cargo.
– como mande profe – contestó la gigantona marimacha, poniéndose de pie y atravesándose en la puerta del salón.
Afuera, en el pasillo, le pregunté a Melanye:
– ¿Tienes caquita, mi amor?
– sí – sonrió ella ampliamente.
Melanye era una chica de grado octavo, de catorce años, vivía sola con su padre.
Su madre había muerto víctima del cáncer hacía varios años.
La vida de ambos había sido bastante dura desde entonces, pero el destino los juntaría conmigo, a ellos a y muchas otras hermosas chicas, para decir adiós a la pobreza.
Nos fuimos al centro de audiovisuales del colegio, después de caminar varios minutos atravesando el campus del colegio.
Por el camino nos encontramos al rector, a la coordinadora y a varios profesores que, tras un filtro normal, se considerarían “influyentes”.
Pero los filtros normales eran algo que las chicas, sus familias y yo habíamos dejado atrás hacía mucho tiempo.
Ya no éramos gente convencional que se guiara por estándares ni principios convencionales.
Tanto era sí, que las mismas chicas, Paula, Coraline, Valeska, Sebastiana, Rachel, Alice, Natasha y Asenéd, permanecían escolarizadas solo por aparentar.
Mientras los profesores y otros funcionarios que nos habíamos cruzado camino a audiovisuales, seguían sus vidas de doble moral y apariencia de ciudadanos intachables, Melanye y yo estábamos liberados, y también seguimos nuestros caminos.
Es inevitable la arrogancia y la sensación de superioridad que proporciona el salirse del rebaño.
Melanye cerró la puerta y se dirigió al cuarto de máster, donde apretó el botón rojo.
Afuera, un avisito retroiluminado se activó.
Decía “grabando”.
Pero no decía grabando qué.
La confianza que yo había ganado manipulando los hilos a los que las mimas personas se aferraban como marionetas felices, era absoluta.
Sin alguien preguntaba quién estaba allí, y oían decir que era yo, no había ningún problema.
Ni si quiera si les decían que estaba a solas con una estudiante.
Así funciona con decenas de personas que abandonan sus estatus de borregos, manejan los hilos, echan el discurso, muestran resultados, se hacen una reputación y entonces, a la mierda con las convenciones.
Al estilo Sergio Andrade.
En menos de un minuto, todo estaba listo.
Cámara, micrófono shotgun apuntando treinta centímetros arriba del asiento, Melanye maquillada y con el micrófono de diadema puesto, luces cruzadas sobre el objetivo, un balde con agua delante del asiento, una mesa con toallitas húmedas y otros artículos de tocador.
– cuando quieras, mi amor: Grabando en 3, 2…
No podía evitar que se me acelerara el corazón cada vez que el espectáculo iba a empezar.
No por la posibilidad de ser descubiertos, puesto que esta no existía ni remotamente.
El tiempo de experiencia y la reputación que me precedía eran equivalentes a tener al mismo Señor Satán vigilando en la puerta.
No.
Mi taquicardia respondía a cuánto me apasionaba lo que estaba a punto de ver, aunque ya lo hubiera visto tantas veces.
Sentí que se avecinaba una erección.
– Hola queridos amigos, soy Melanye, los saludo – envió sonoro un beso con la palma.
Yo había creado un monstruo.
O más bien, 9 monstruos.
Mis chicas parecían presentadoras profesionales de televisión, pues hacían dicción y proyección, sonreían como diosas e irradiaban esa adorabilidad que nuestros clientes tan bien apreciaban, y que nos estaba dando tanto dinero.
Al principio, las chicas no hablaban, pero poco o poco fuimos subiendo de categoría los videos, y los hicimos tan populares en Europa Oriental que pudimos darnos el lujo de multiplicar sus precios.
Para los clientes, escuchar a la chica hablar, presentarse o hacer otras cosas sin relación alguna al show central; era bastante excitante.
Yo siempre ponía impecables subtítulos en inglés a los videos.
– …estoy en octavo grado, mi materia favorita es inglés, me gusta jugar fútbol, no tengo novio, me encantan las empanadas mexicanas ¡las adoro!
Ella seguía haciendo su magistral presentación improvisada mientras se sostenía el vientre con una mano.
Entonces empezó a quitarse el saco.
Su belleza era exorbitante.
Melanye era una chica de piel blanquirosa y cabello claro.
Sus facciones eras exquisitas, no parecía una de las preciosidades criollas, sino una preciosidad importada.
Sus enormes ojos estaban finamente esculpidos en forma de almendras y orientados hacia arriba, como una gatita.
Su nariz, parecía ese tipo de nariz que quieren imitar los dibujantes de princesas de Disney, con el dorso tocado por una curva perfecta.
Su boca era de labios muy delgados, como si dios hubiera decidido simplemente pasar el bisturí por allí antes que se secara el barro.
El cuerpo de Melanye era una barbaridad.
No sé decir si era específicamente por la edad, por su fenotipo o una mezcla de ambas cosas.
Las demás chicas, de la misma edad, tenían sus cuerpos de mujeres fatales, todas ellas, hasta las de baja estatura, pero el cuerpo de Melanye manifestaba un capricho desquiciante.
Su dorso parecía más fuerte que el promedio, y su pancita parecía siempre tener dos meses de embarazo.
Eso, al mismo tiempo de unas tetas gloriosas, de esas que invocan el odio de las mujeres que sí tienen que usar sostén.
Y al mismo tiempo de unas piernas y cola de practicante empedernida de fitness.
Y ahí está la razón principal de mi taquicardia: Melanye era mi favorita.
En una escala de 1 a 10, todas mis chicas eran 10, excepto Melanye, que era 11 o 12.
Yo la amaba.
Pero, como dije, ya no éramos gente convencional.
Ahí estábamos para hacer el video.
Mientras seguía hablando de su semana, de cómo había aprendido a preparar empanadas, que ellos probablemente conocerían como pirogui; Melanye se dio vuelta.
Se sentó al revés en la silla y se levantó el faldón.
Su precioso trasero estaba estirando los hilos de su pantimedia azul oscuro, dejando unas partes más brillantes que otras.
Debajo de veía su panty blanco con encaje.
El esplendor maravilloso del culo de Melanye, en su magnífica esfericidad, la gloria…
– … mis favoritas son las de carne molida con papa.
Son deliciosas.
Aunque también hay de solo papa, solo carne, o incluso de arroz…
Melanye se bajó las medias y el panty de un solo tirón.
Sus nalgas eran perfectas y de piel prolija.
Yo, me aseguré de que el balde estuviera en la posición apropiada.
Melanye se acarició las nalgas un par de veces, y lo más asombroso, seguía mirando a la cámara.
– Además de la cocina, practico mucho deporte.
Juego fútbol todos los días…
Se abrió las nalgas, y debió causarle algo de impresión porque tuvo que esforzarse un poco para mantener el tono coqueto de voz.
Su ano era una flor hermosa.
La voz de Melanye empezó a contorsionar, cosa que era muy excitante.
El trabajo estaba por llegar a su clímax.
Fue entonces cuando empezó a ocurrir algo que nunca había ocurrido, y el motivo por el que les cuento esta historia.
Melanye dejó de hablar, ya no pudo seguir haciéndolo.
Cerró los ojitos y solo pudo gemir.
Su ano empezó a abrirse lentamente, y la calentura se apodero de mí.
Descrucé mis piernas de un brinco y me puse la mano en el bulto.
Estaba preguntándome a mí mismo “¿entro en el video? Ay mierda ¿entro o no?” Me la tenía qué coger, me la tenía que coger, me la tenía qué coger…
El centro del adorable asterisquito de Melanye se dilató lentamente, hasta que la abertura fue enteramente visible y lo primero de su mierdita tocó la luz.
Yo no aguanté.
Me puse de pie y mientras me le acercaba, desenfundando mi pija, tuve cuidando de no tumbar los trípodes ni tropezar con ningún cable.
Ella me sorprendió y abrió los ojos, y al verme con la verga de fuera, abrió la bocota.
Se lo metí todo.
Ahora sus gemidos estaban ahogados por mi verga.
Le di frenéticamente, joder; ella había dejado de actuar y empezó a disfrutar el que la vieran cagar.
El primer bollo cayó al agua baja del balde y su sonido llamó mi atención.
Lo miré en el monitor.
Ahí estaba la mierda recién salida, la caca de la niña más hermosa que haya visto en la vida.
Unos segundos más, otro bollo.
Por la experiencia de otros videos de porno tradicional, pudimos concentrarnos para que, ella sacara la lengua hasta el umbral del dolor y yo acabara en ella, para que el público lo viera bien.
Melanye se tragó el semen y recuperó el aire rápidamente, solo para dar impulsivos e irreprimibles “¡uff, uff, uuuuufff, uhyyyy!” parecía que había subido al paraíso en cuerpo y alma.
Y yo, había subido con ella.
Melanye dejó descansar sus tetas en el espaldar del asiento y seguía dando gemiditos.
Se esforzó por agarrar las toallitas.
– yo te limpió, mi vida – salté.
– Ay profe, qué rico, ¿Te gusta verme cagar? Uff, te gusta verme cuando cago ¿no? te gusta ver mi mierda saliendo ¿cierto profe?
Yo estaba en shock.
El orgasmo que recién había tenido era de proporciones desconocidas para mí.
Ahora me sumaría a la lista de mis propios clientes.
Le limpiaba muy bien el orto a mi muchachita usando pañitos húmedos.
Se lo limpié hasta que los pañitos salieron limpios.
Melanye volvió a vestirse y se tendió bien el uniforme.
Luego la senté en mis piernas y nos dimos una sesión de besitos de media hora, como si ambos fuéramos adolescentes.
El caso de toda la historia es que el video fue un éxito aplastante.
A los clientes les encantó como si fuera una nueva droga, y encargaron videos similares con las otras chicas, especialmente Valeska y Rachel.
Lógicamente subimos el precio, lo que no era problema para los clientes.
Ellos pagarían lo que fuera por acercarse a sus fantasías, sobre todo con muchachas latinas.
El fetiche de nuestros clientes era muy sencillo.
No les gustaba ver la mierda embarrada en ninguna parte, mucho menos en la piel de las chicas, pero pagaban hasta 500 euros por verla saliendo de sus bellos culos.
Y con el nuevo producto, descrito como: la mierda de la bella reinita saliendo, mientras le dan a ella por la boca y luego el sujeto la limpia amorosamente… pagaban hasta 1200 euros.
A las dos semanas ninguna de las 9 chicas ni yo seguíamos yendo al colegio.
Al principio, ellas eran quienes sostenía sus hogares, y ahora se daban vidas de modelos.
Las primeras en independizarse de mí fueron Valeska y Rachel, precisamente por su éxito.
Meses después me topé videos de ellas en los que inclusive cantaban mientras defecaban, y no lo hacían nada mal.
En ese tiempo, ya ni vivían en el penoso agujero en donde vivían cuando las conocí.
Siempre me guardaron mucho afecto y gratitud.
Yo ya había montado mi propio estudio, tenía nuevas modelos y hasta los padres y algunas madres de las chicas iban a visitarnos.
Hasta ahora, no he permitido – no he sido capaz – de permitirles estar presentes durante un rodaje.
Pero no puedo decir que nunca lo vaya a hacer, como dije, no somos gente convencional.
¡Quién quita y con uno de los padres vaya y salga otro producto sorpresiva e impresionantemente lucrativo!
Bendita la fortuna que empezó por la caquita de Melanye y el precioso agujerito por donde salía.
Un sabio dijo que, “el día que la mierda valga plata, los pobres nacería sin culo”, pero afortunadamente yo me hice rico antes que eso pase ja ja ja .
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