El masculino o gordo padre de mi mejor amigo
La familia de Jesús era de educación muy estricta..
Me llamo David. Mido 1.63 y peso 52 kilos. Soy barbilampiño y tengo la piel rosada. No recuerdo cuando me empezaron a crecer los pelos en los genitales porque me importa muy poco, o tal vez no; pero tengo muy pocos y finos.
Sólo tengo un amigo: Jesús; que también se puede decir que los dos somos lo que la gente piensa que son pijos pero nosotros pasamos de eso. A nosotros nos va más la Historia del Arte, las motos y fumar mientras jugamos a la play. Lo pasamos bien. Jesús es un chico de mi edad pero parece que tiene un par de años más ya que es corpulento. Un día nos pajeamos y me di cuenta de que su polla era más grande y gorda que la mía.
Desde que era un niñito que le llegaba a mi madre por la cintura supe que algo diferente pasaba conmigo. Un día a mi madre se le ocurrió meterme con mi padre en la ducha y tuve mi primera y fuerte erección cuando vi el pollon de mi padre, el cual se escandalizó y me rechazó de inmediato. A partir de ese momento supe que me gustaba y quería estar con él. Pero sólo fue posible algunos juegos eróticos que él consintió haciéndose el dormido. Era mi juguete sexual y nada más ocurrió, quizás podría haber sido diferente pero no lo fue.
La familia de Jesús era de educación muy estricta. Su madre Beatriz era profesora en un colegio de monjas y su padre tenía empresas varias. Hacían una buena pareja, supongo. Ella era gordita en los cuarenta y él cincuentón fortachón gordote. El padre de su padre había sido Comandante del Ejército ya retirado.
Jesús me dijo un día que su padre, a veces, ahogaba el estrés con el whisky, aunque en el fondo él pensaba que no le iba bien con su madre y que tenía sus putas por ahí. Eran, tanto su madre como su padre, agradables.
Un día, Jesús y yo, habíamos quedado en su casa para realizar un trabajo de clase por la tarde. Allí estaba yo en punto sabiendo que él tenía mercancía nueva. Nos íbamos a poner hasta arriba y yo por el camino ya me había fumado uno.
Toco el timbre del gran portón de entrada del chalet de dos pisos pero no abrió nadie. Extrañado volví a tocar dos veces y en unos segundos oí unas pisadas contundentes que se acercaban a la puerta que se abrió.
“Hola David. Cómo estás hijo?” Era Don Esteban, el padre de Jesús. “Bien gracias, ¿y usted? He quedado con Jesús para un trabajo de clase” logré balbucear ante lo que estaba observando. Don Esteban estaba desnudo y sólo con una bata de baño blanca mal anudada debajo de gran barriga lo cuál dejaba entrever su consistente bulto. “Fue con su madre a no sé qué de algo que corría prisa. Pasa no tardará en llegar supongo”
Olía a whisky, emanaba de su aliento. Me gustaba. “ponte cómodo, estás en tu casa, yo voy al la habitación que dejé algo por hacer” me soltó y mientras caminaba hacia la escalera la bata se soltó y pude ver su cuerpo perfectamente fuerte con su barriga prominente y su polla morcillona descapullada y con unos huevos gordos y muy colgones.
No sabía cómo dejar de mirarlo hasta que me dijo: “¿Nunca has visto a tu padre desnudo? Jajaja!” Y subió las escaleras.
Era lo más excitante que había visto en mi vida. Seguro de ello estuve. Un señor hombre.
¿Qué estaría haciendo en su dormitorio? ¿Ver porno? Tenía que saberlo. ¿Pero cómo? La curiosidad y el deseo eran muy fuertes. Me dirigí a la escalera y empecé a subirla con cautela. La habitación estaba a mitad del pasillo y sí, había porno puesto por los gemidos que escuchaba.
Me fui acercando poco a poco y me percaté de que los gemidos provenían de una mujer que estaba en la habitación. Don Esteban con la bata abierta se estaba ventilando a la criada filipina que servía en su casa.
De se percató de mi presencia. “David chico, pasa pasa…no seas tímido, así aprenderás como se trata a una mujer”. La filipina cabalgaba sobre su gruesa polla de unos 6 cms de diámetro. La piel amarillenta de la asiática contrastaba con lo blanco de: el pelo, la bata y el poco vello que tenía Don Esteban. Parecía aburrido. Tenía sus gruesas manos detrás de su nuca y a veces movía su pelvis para penetrar a la empleada que estaba extasiada y entregada a darle placer.
Yo ya estaba dentro y de repente la filipina poco a poco fue descabalgando aquella enorme y bonita polla y Don Esteban le dijo a la filipina que se marchara y cerrara la puerta. Ella empezó a suplicarle que la follara más. Que quería correrse más veces.
La cogió por los brazos, la zarandeó y le dio dos bofetadas de aupa. Entonces la filipina se marchó. Tendría como unos treinta y cinco años y Don Esteban estaría en la mitad de los cincuenta.
“Mujeres…te complican la existencia” espetó mientras abría las piernas y se colocaba bien los enormes testículos con la polla aún semi-erecta.
“Tú has follado ya?” me preguntó. No sabía que decir. “No” me aventuré a contestarle. “¿Nada de nada?” preguntó mientras se medio anudaba la bata después de un lingotazo de whisky.
“Ven, siéntate aquí” me dijo dándose unas palmadas en su poderoso y gran muslo. Yo me senté en su regazo y me cogió la mano y la llevó a su pene. Empecé a tocarlo, después los huevos. “¿Te gusta?. Quiero ser como tú tío”, me dijo mientras me bajaba los pantalones y notaba mi erección.
Él empezaba a funcionar otra vez y su gruesa y morcilla polla fue hinchándose hasta que sus grandes venas se marcaron azules verdosas.
Me dio la vuelta y me tiró en la amplia cama. Me cogió por las piernas y me las dobló para empezar a comerme el culo. Yo estaba a punto de correrme pero esto solo acababa de empezar.
Dejó en paz mi ano y se acostó boca arriba. “Sube encima”, dijo y ya estaba totalmente erecto su miembro. Era una polla de 18 cm, rosada como sus testículos, recta y más gruesa en la base y sus grandes y colgantes huevos apenas tenían vello.
Se lubricó y comenzó a introducirla en mi cerrado ojete Fueron como unos 40 minutos, 15 de dolor y el resto de un placer que iba in crescendo. Yo no había estado con nadie pero sentía que me estaba iniciando un macho.
Lo empecé a cabalgar despacio mientras yo apoyaba mis manos en su dura y voluminosa barriga. Cuando ya mi culo se había adaptado a la forma de su miembro, me tumbo de lado y, desde detrás y manteniéndome con su gruesa mano la rodilla en el aire, me dio por culo despacio pero a buen ritmo.
Nos corrimos los dos. “Quiero que estés siempre dispuesto para mi”. Se levantó y puso la televisión. Mientras la veía y se relajaba bebiendo un poco de whisky, yo le hacía una gran mamada para limpiarle bien como si fuera un gran afortunado y, aún había más.
Continuará…
Lo señores parecidos a Don Esteban escríbanme a mi telegram: @jupiterzc
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