Él, mi padre (Capítulo 15)
La mejor noche….
Capítulo 15
Sin tabúes
Papá estaba detrás mío besando mi cuello, en el pasillo que iba directo a su habitación. Cuando llegamos a la puerta mi papá me da vuelta y me empieza a besar como si quisiera comer mi boca. Yo pongo mis brazos sobre sus hombros y lo abrazo del cuello. Papá me toma desde la cintura y avanzamos hasta caer en su cama. Ahí nos seguimos besando apasionadamente estando encima mío. Yo me sentía en el paraíso con este hombre. El se saca la sudadera y yo lo observo detenidamente. Para me empieza a besar el cuello y empieza a bajar. Agarra mi polera y me la saca. Se queda con sus brazos estirados observándome, yo le toco su pecho, se lo aprieto, voy con mis manos hacia su espalda y lo empujo hacia mí. Papá me vuelve a besar. Bajo mis manos hacia sus nalgas, por fin podía tocarlas sin miedo. Se las aprieto y papá me sonríe. Le agarro el pantalón deportivo y se lo empiezo a bajar, papá termina de hacerlo quedando solo en boxer. Puedo apreciar su erección debajo. Se pone de pie y se acerca a mi, ahora el me saca el pantalón con facilidad. Ambos quedamos en ropa interior. Papá me mira y dice: “mira cómo me tienes”, agarrando su trozo de carne que quería salir de ahí. Yo lo miro detenidamente y me siento en la cama. Me acerco a su cintura y le beso el abdomen. Era un cuerpo tonificado de un adulto que se cuidaba. Papá me baja y me da vuelta. Baja lentamente mi ropa interior dejando al aire mi culito. Lo agarra con sus dos manos y siento cómo me empieza a besar las nalgas, después da pequeños mordiscos indoloros que me hacían temblar de placer. Abre las nalgas y mete su lengua en mi hoyo. No podía creer lo que hacía con esa lengua ahí. Me chupaba todo y me hacía sentir un placer único. Me da vuelta nuevamente y veo que se saca su boxer. Lo veo completamente desnudo. Yo ya conocía ese cuerpo tan exquisito, pero ahora podía tocarlo, podía sentir su sudor. Me abre un poco las piernas y el se acomoda entre las mías. Mi papá tenía la verga muy gruesa y grande que me daba un poco de miedo que me doliera mucho. Saca del velador un frasco pequeño, lo abre y el gel lo empieza a untar en mi ano. Se acerca y me dice al oído: “que rico estás, te voy a hacer solo mío”. “Hazme tuyo, soy solo tuyo” respondo.
Papá mete la punta de su verga y yo solo sentía placer, empieza a empujarla hacia adentro hasta que queda completa. El gel ayudó bastante. Yo estoy con las piernas entrelazadas a mi padre mientras él está encima mío. Papá pone una mano en mi espalda baja y me levanta un poco, y así empieza el vaivén lento. Yo empecé a gemir lento y suave. Papá al escucharme sentía que respiraba más fuerte. Me dejé llevar por esa pasión que teníamos. Empieza a embestirme con más fuerza y la cama empezó a moverse más fuerte. Mis gemidos se volvieron más intensos. Sentía todo dentro de mi. Papá me tenía acorralado con su cuerpo en la cama. Estuvimos así un buen rato, mi papá no se despegaba ni un centímetro de mi. Al rato papá se sienta sin sacarme la verga, me levanta y me pone contra el respaldo de la cama. Estaba sentado frente a él con la verga dentro. Papá tenía un espejo que justo daba a donde estábamos y pude verle la espalda con los músculos marcados por el placer. Yo miré la escena desde ahí, se veía tan sexy, tan macho, empieza a embestirme más rápido y veía cómo su rico culo se apretaba cada vez que embestía. Mi verga estaba entre su abdomen y el mío, erecta, mojada. Papá me agarra las nalgas y las aprieta. Me las afirma y me da embestidas más salvajes. Yo gritaba de placer, estaba entregado a él. Él estaba entregado a mí. Papá me vuelve a acostar y levanta mis piernas. Sigue ese vaivén fuerte donde me mete la pija. Siento las cachetadas entre mis nalgas y sus muslos, cada vez más fuerte. “Papá, me vengo!” Grité. Sentía que el grosor de su verga era mayor, hasta que sale disparada mi leche, mucha leche. Papá me agarra de los hombros y me embiste muy fuerte y grita, ese grito de placer que me había preñado. Siento el calor, siento su leche. Papá se acomoda y me besa, miles de besos con pasión. “Hijo, tenía tantas ganas de esto hace tanto tiempo. Por fin eres mío”. Lo beso y le digo: “todo tuyo”.
Nos acomodamos, yo me acuesto a su lado y lo abrazo. El me abraza y ahí nos quedamos dormidos, en nuestro nido de amor.
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