El Mulato José – Introducción
Hijo de una mulata que a sus catorce años recibió el placer de Don José Salazar, un hombre maduro como dueño de la hacienda Del Carmen donde la niña tragaba. El fruto de este acto blasfemo fue un pequeño niño que recibió el nombre de su padre..
Don José Salazar estaba de nuevo paseando con su caballo por la hacienda, era un hombre de un carácter único, siempre la pasaba enojado, gritaba y gritaba a los mulatos para que hicieran bien su trabajo, a pesar que Del Carmen era la hacienda más prospera de la zona. Jugaba ajedrez y leía antes de dormir, se consideraba así mismo un hombre muy culto, y tenía todo lo que aquellos machos de su tipo deseaban, dinero, una mujer, y un legado. Pero había pasado noche intranquilas, ni la fatiga del trabajo lo lograba calmar su naturaleza fornida y sensual de hombre de campo. Desde que su mujer se había ido con la puta de su hermana a la capital para pasar un tiempo con ella después de los viajes que tuvo en Europa. Había comenzado pasar malas noches, las frazadas se volvían muy pesadas y las sabanas demasiado suaves. Su mente le jugaba una mala pasada y sin que nadie lo viera, comenzó a meter los dedos en la vagina de las yeguas lo que le traía un gran placer, una vez fue tan atrevido que metió su boca en esa parte noble y la chupo, buscando con su nariz aquel olor salvaje y pasional que le recordaba a sus primeras prostitutas con al culo del marica que una vez se cogió cuando se peleó por su esposa. Los redondos melones de la huerta las imaginaba como senos descomunales.
En las noches despertaba tenso, con su miembro como hierro caliente entre las piernas. Había intentado por varios modos calmar la sed de necesidad sexual que tienen los hombres de su tipo. Sabía que no podría dormir por lo que se dejó llevar por la corriente y monto en su caballo, en la noche, solo iluminado por la luna llena. Y cuando se acercó al rio para que su caballo bebiera agua por la caminata se encontró con una mulata, no era la primera vez que la veía entre sus peones, recordaba como tenía amarrada a la espada a su hermano moquillento, ella lavaba ropa, no había sentido mi presencia o no le importaba. Tenía catorce años y sus hermosas piernas morenas, tenía entre sus manos la posible camisa de su padre. No tenía una facción especial de otras mulatas, sus ojos negros, su mirada apetecible y su amplia boca carnosa.
Tenía la bella de la primera juventud, pero eso se marchitaría al ser una mulata con un trabajo tan duro como el de los hombres, sus manos no eran suaves, eran ya duras. Ella me escucho caminar. Me dirigió la mirada para agachar la cabeza una costumbre de todas las mujeres de su estirpe de bajar la cabeza ante el macho.
Don José Salazar no se quitó toda la ropa, solo dejo su miembro caliente expuesto. La penetro con fiereza, incrustándose en su pequeño y apretando vagina que hacían gemir al macho. La joven era virgen, su recompensa fue que escuchara lo complacido que ponía a su patrón. Ella no se defendió, no se quejó, no cerró los ojos. Se quedó de espaldas, mirando al cielo hasta que el hombre se desplomo sobre ella sintiendo su pecho fuerte y peludo como el aliento olor a alcohol y cigarros caros de la vieja España. Antes que ella, su madre y ella, su abuela, tuvieron ese destino de perras abusadas con esos ojos de adultos. El patrón le beso en la boca y la menor siguió aquel apasionado beso.
-Desde mañana quiero que trabajes en la casa.
La niña asintió sin levantar la vista. También su madre y su abuelo habían servido en la casa de sus respectivos patrones.
Esa noche Don José Salazar durmió como un bendito. En la mañana despertó sentándose pleno de energía, se sentía más grande y poderoso. Se fue al campo a trabajar y cuando regreso, aquella niña que se llamaba Rosa, cocinaba el almuerzo. Esa noche espero con impaciencia y cuando se callaron los ruidos de todo el mundo, y todos en la hacienda Del Carmen estaban dormidos. Vio a la muchacha en el umbral de la puerta comenzando a bajarse su falda para dejar a la vista de su patrón su vagina virgen abierta.
-Ven, Rosa
La llame, no era una orden, sino más bien una súplica. Esa vez el patrón se dio el tiempo para gozarla. La recorrió tranquilamente, aprendiendo de memoria el olor ahumado de su cuerpo y de su ropa lavada con ceniza y negro y liso, de su piel suave en los sitios mas recónditos y aspera y callosa en los demás, de sus labios frescos, de su sexo sereno y su viente amplio de mi esperma, porque no fue la primera vez de esas noche apasionadas. La beso, la amo, como una mujer. José Salazar mejoro su humor mientras Rosa le empezaron a crecer los senos y se le redondearon las cadenas. Pero para ese punto, el patrón comenzaba a mirar a las otras mujeres de su finca.
Rosa era joven y el patrón un hombre fuerte. El resultado predecible de su alianza comenzó a notarse en los pocos meses. Las venas de las piernas aparecieron como lombrices en su piel morena, se hizo más lento su paso y lejana su mirada. Todo resultado de la vida que crecía en su interior. El patrón le tomo repulsión. Lo siguiente fue la mujer se levantó del pecho peludo del patrón para después irse de la cama, de la casa, y ese lugar.
En el transcurso de los siguientes 10 años, Jose Salazar se volvió el patrón más respetado de la región, su esposa jugaba con su hizo de 5 años mientras miraba los campos de uva. Construyo casas de ladrillo para sus trabajadores, consiguió un maestro para la escuela y subió el nivel de vida de todo el mundo en sus tierras. Del Carmen era un buen negocio. Pero todo esto era con fines desconocidos para la gente del pueblo, pero que ya se escuchaba a voces en la gente del pueblo cercano. No había muchacha en la pubertad sin que pasara por sus manos, en su cama o en el bosque, dejo a muchas mujeres preñadas, los trabajadores no podían decir nada porque dependían del patrón, por lo que podían hacer la vista gorda ante sus degeneraciones. Esa fama se hizo famosa, algunos trabajadores ya tenían en la mente quienes eran hijos bastardos del patrón. Si algún padre o hermano venia por venganza, amanecía con tantos agujeros en el cuerpo en rio que era difícil reconocerlo, pero no pasaba nada ya que Salazar pagaba a la policía. Cuando no quedaron mujeres, se fijó en los niños que jugaban futbol, desnudos bajo el sol. No se preocupaba que sus trabajadores lo vieran cogerse a una pubertad o un niño, este los hacia caer metiéndolos en el mismo vicio.
El mulato José tenía 10 cumplidos, ayudaba a su madre Rosa como mesero en la fonda que había construido con el poco dinero que le fue sustraendo los bolsillos del patrón. El negocio era básicamente la cocina y comedor abiertas y con sillas y mesas afuera para que el niño les llevara su comida y cerveza. Los clientes era hombres trabajadores de diferentes haciendas, todos iban por la deliciosa comida que preparaba la mulata Rosa a la que si la llenabas de halagos podías llevártela a la cama, la mulata era una puta, algo de familia, algo de su madre y abuela.
-Rosa.
Dijo sacándose su sombrero de paja el Negro Esteban. Con el cuerpo de un atleta olímpico por su trabajo en El Carmen, era el hombre del cual Rosa había clavado el ojo. Le encantaba ver un poco de esos pectorales negros que se dejaban ver gracias a la camisa roja de cuadros que tenía. Los pantalones marrones bastante gastados por el trabajo y con sus botas que pisan barro diariamente.
-Voy a darme un baño para comer, estoy seguro que hoy cocinaste fantástico.
Dijo el negro dándole un beso suave. La mujer se puso a cocinar más rápido. Cuando la madre vio que Esteban se dirigía al único baño de la casa hecha de adobe. Que era el cuarto de su hijo. Vio con el niño se metía rápidamente.
-José deja en paz a Esteban.
Dijo la mujer enojada porque su hijo siempre hacia eso.
-Déjalo.
-¿No te incomodara?
-Tú sabes que me llevo bien con el mulato.
La mujer tomaba esas actitudes de su hijo como su niño teniendo a Esteban con su única figura paterna, pero la mujer no sabía que su hijo había nacido como ella, como la madre de ella y la abuela. Cuando Esteban cerro la cortina, el mulato José se pegó al hombre, cualquiera pensaría que es un abrazo amistoso, pero si se veía la escena más de cerca notaba que el niño estaba aspirando el de hombre del negro.
-No me bañe en la finca porque sé que te encanta olerme.
El negro se arrodillo para que el niño se apegue a su axila de macho y explotación laboral.
-Quiero jugar, Esteban.
-Te vas a ganar un castigo por llamarme así.
-Perdón papi.
-Así me gusta.
Dijo mientras besaba al niño en la boca, metiendo su lengua. El hombre negro se sentó en la cama, en la misma posición en la que habían estado tantas veces. El hombre sabio de quien era hijo ese niño que ahora le comenzaba a quitar las botas. Sería su viva imagen si no fuera un mulato.
Una vez saco la bota, el niño se encontró con la media sucia, olorosa y con agujero en su pulgar, el negro piso su piel en la cara del infante que comenzó a olores y excitarse, sí que era una puta, todo ese año la había entrenado para usarlo a su antojo. El niño tenía los ojos para arriba del placer, nunca había sentido tanto placer desde que había usado esa botella de refresco para insertarla en su culo, que termino con Esteban viéndolo y comenzando a enseñarle las bondades de la verga negra.
A Esteban le producía más morbo saber que solo la cortina lo separaban del acto degenerado que estaba haciendo.
Continuara…
Como sigue?
Con el capitulo 1
Excelente relato… como sigue?
tuve nuevas ideas que se que les gustara
Ufff… que rico relato… menuda excitacion me ha provocado… Como sigue?
Como sigue?
Gran relato… como continua? Necesito mas…
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