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Fantasías / Parodias, Fetichismo

El niño más gordo del campamento II.

Seguimos dándole polla al pequeño y obeso Jaime..
Después de ese día los cuatro monitores del grupo 6 nos turnábamos para darle postre a Jaime, el obeso niño de 6 años enamorado de las pollas. El director, el Señor Martínez, nos había habilitado unas dependencias en el edificio de dirección que constaba de una sala para el café con 3 sofás y una mesita, televisor, mueble bar con cafetera y un pequeño aseo. Más tarde nos enteramos que era la zona personas del director, donde gustaba hacer fiestas con las monitoras más cercanas a él, autenticas orgías donde él era, no sólo el director, sino el rey. Pero ahora no sólo se usaban para esas orgías llenas de personas adultas disfrutando en libertad, sino otras fiestas más obscenas y prohibidas, donde cuatro monitores jóvenes disfrutaban de las mejores mamadas que recibirían en sus vidas, nada menos que del niño más gordo del campamento, una mole de 6 años y 45 kilos de bondad y alegría.
En los últimos días Jaime había experimentado un gran crecimiento personal. Su autoestima había crecido al tener a 5 adultos, incluido el mismísimo director del campamento, enamorados hasta las trancas de él. Todos los días después de comer (el director había suprimido la dieta de Jaime y le preparaban sus platos favoritos) el niño iba con dos de sus monitores a la sala del café del director y disfrutaba de sus pollas en exclusiva. Damián y Fede se llevaban con ellos un bote de nata montada, para llenarse de nata las pollas y que el niño se recreara a gusto dejándolas limpias y brillantes. Mientras los demás niños dormían Jaime se metía con ganas las pollas de todos nosotros, llenando sus enormes mofletes de carne, nata y semen. Y así con las abundantes comidas que le daban los cocineros y con las comidas que él mismo nos regalaba, se llenaba de energía para disfrutar del resto de la tarde con sus compañeros.
Los monitores del grupo 6 nos habíamos organizado para que no le faltara su premio al nene más gordo del campamento. Mínimo al día recibía dos corridas de dos de nosotros, pero normalmente la cantidad de semen que se tragaba era mayor. Muchas veces el Señor Martínez se unía a los dos monitores para relajarse de su angustiante trabajo. Pero no sólo eso.
Desde que me la comió por primera vez yo no podía dejar de pensar en la boca de ese niño obeso. De sus labios que apenas se podían cerrar por el tamaño de esos dos mofletes que se asemejaban a unos pequeños glúteos. De su lengua que ansiosa aparecía entre sus pequeños y gordos labios, goteando de saliva, cuando se le acercaba una poya a la carita. El niño era puro deseo cuando sabía que le tocaba recibir un premio.
Sus ansias de introducirse todo el rabo que le podía caber en la boca le hacían transformarse en un mariconcito insaciable.
Muchas noches, daba igual si me la había comido Jaime ese día o no, no podía conciliar el sueño por lo dura que estaba mi polla. En esa época que era tan joven muchas veces se me ponía tan dura que la piel casi no podía contener todo mi rabo. Esas veces que me pasaba solo pensaba en descargar y pensar que tenía a ese mariconcito obeso insaciable me hacía ir despacio a donde dormían los niños y dirigirme a su cama.
Una noche a llegar a su cama el niño estaba durmiendo boca abajo. Su manta le quedaba pequeña y no podía taparle el enorme culo infantil, su pantalón no alcanzaba a taparle toda la raja y se le veía lo que en España llamamos «la hucha» sudadita del calor del verano.
-Con lo maricona que eres no llegará virgen ese culo a los 18 años. -Pensé.
Me puse frente a su carita de pie y me saqué la polla. La tenía más dura que antes y me palpitaba al ver esa boquita que se le escapaba la baba por tenerla abierta mientras dormía. Sus labios estaban doblados por la presión de la cama y su moflete estaba aplastado, expandiéndose más allá del tamaño de sus labios. Acerqué mi polla a su enorme carita de niño para ver el espectáculo tan depravado. Mis miradas iban de mi polla a la cara de Jaime y a vigilar que el resto de niños que nos rodeaban durmieran. Las tardes estaban llenas de actividades físicas así que ninguno se desvelaba nunca al llegar a la hora de dormir bien cansados. Me preparé mentalmente para despertarle y empezar a gozar. Aunque esa misma tarde me había hecho una larga mamada mientras me limpiaba la polla de nata (el director nos había pedido a Sergio y a mí que empezáramos también a ponernos nata en los rabos, a ver si el niño engordaba más aún, pues le encantaba que el niño le hiciera cubanas con sus enormes tetas) siempre que empezaba a mamar me abrumaba el primer golpe de placer, haciendo que a veces me fallaran las piernas. Al ver la polla cerca siempre se emocionaba demasiado y la engullía succionando todo lo que sus pulmones podían, luego, con la polla ya en su boca, se iba relajando y sus mamadas se volvían suaves y calientes. Ese chispazo inicial se iba diluyendo poco a poco mientras su boca iba trabajando hasta derretirte.
Le agarré del hombro y agité su obeso cuerpo. Toda la grasa se movía alrededor de sus músculos infantiles para delante y para atrás de forma desacompasada, chocando cada parte de su cuerpo con la otra, formando nuevos temblores y movimientos que hacían efecto domino sobre ese enorme cuerpo. El niño despertó y le indiqué con el dedo delante de mis labios que no dijera nada.
Me miraba con sus dulces e inocentes ojos a los míos, pero pronto bajó la mirada a mi erección. Cuando vio mi polla sonrió. Sin decir una palabra, tan obediente como siempre, se abalanzó sobre mi polla. La cama crujió al moverse ese cuerpo tan pequeño y tan grande al mismo tiempo. El pequeño Jaime de 6 años medía 120 centímetros y pesaba 45 kilos, el doble de un niño normal. Siempre había sido gordo y sufría por ello. Pero cuando mamaba una polla parecía que todo ese sufrimiento no existiera. Sus ojitos se cerraban y su cara se relajaba, redondeando más aun sus mofletes que se veía como trabajaban la mamada con esmero. Cuando se metió de golpe la punta de mi polla en su boca vino el esperado torrente de placer insoportable. Me agarré con una mano al cabecero de la cama, que volvió a crujir y la otra me la mordía para no gemir. Cerré los ojos para no marearme y esperar que el pequeño fuera metiéndose todo mi glande y empezara a relajarse. Siempre era el mismo procedimiento. Succionaba el glande como un bebé busca leche en la teta de su madre. Y cuando ya tenía todo el sabor de la polla en su boca comenzaba a mover su lengua y a meterse y sacarse la polla él solo, relajando la succión. Se metía mi glande aplastándolo fuertemente con su boca que succionaba, era muy húmedo y caliente y el pequeño dolor que sentía con tanta presión solo acrecentaba mi placer y mi éxtasis. Pronto Jaime empezó a lamerme suavemente el glande dentro de mi boca, cogiendo aire. Su lengua rodeaba lentamente la punta de mi polla dando vueltas delicadas mientras notaba su aliento salir de su boquita, calentando más mi polla.
Abrí los ojos para vigilar si algún niño había despertado. Jaime no hacía ningún ruido mientras seguía jugando con mi glande sin mover su cabeza, eso vendría después. Estaba recibiendo una magnifica mamada de un niño mientras once niños de su edad dormían a mi alrededor. Nunca hubiera pensado que obtendría placer con las niñas, mucho menos con un niño. Lo que estaba haciendo desde luego no era normal, era horrible y una perversión absoluta, pero me pregunté si alguno de los compañeros de Jaime, que dormían tan inocentes, también comerían polla como el obeso de su compañero. Si algún padre, algún profesor, algún abuelo, les había enseñado los placeres prohibidos. Mientras Jaime empezó a mover su cabecita para meterse mi polla más dentro, hasta rozar levemente la campanilla, recordé como cuando empecé en este trabajo nada me había hecho pensar que este mariconcito era un comepollas y un vicioso. Solo veía en él un niño con mucha inocencia y alegría, que sufría mucho por su gordura pero que no dejaba nunca que venciera la tristeza, sin saber que se reservaba para el placeres que no le estaban permitidos, cogiéndolos con gusto y empapándose en la perversión. Empecé a empujarle la polla en la boca. Mi polla había estado dura toda la noche y no iba a aguantar mucho mas. Le acaricié el pelo dándole dos toquecitos, que era nuestra señal para que se preparara para tragarse toda mi corrida. Era como pagar por ir al cielo. El me hacia las mejores mamadas de mi vida y yo sólo tenía que entregarle todo mi semen.
Mientras empujaba mi polla hasta entrar en su garganta el niño se excitaba y empezaba a succionar esperando mi leche. Su «premio» que tanto apreciaba. La follada que le estaba pegando a su boca empezó a ser más fuerte y el colchón empezó a sonar al ritmo. Jaime no se quejaba, parecía disfrutar cuando le golpeaba con mi polla la entrada de su garganta. Su estrechita garganta de infante hacía tope para mi glande pero no para mi leche. Veía su cuerpo rebotar al ritmo de mi rabo y sus mofletes apretados por el vacío que creaba en su boca queriendo tragarse todo mi semen. Lo gozaba tanto que estaba retardando todo lo posible el orgasmo y luchaba por que mi corrida se quedara dentro de mi polla aún, que estaba palpitando intentando expulsar todo. Con el ruido de su boca y el ruido de la cama no me importó más y solté unos gemidos tímidos. No sabía si algún niño se había despertado pero en ese momento no me importaba nada, sólo seguir sintiendo esa boquita que llenaba con mi polla intentaba ganarse mi leche.
Era un combate imposible de ganar y apretando mi rabo contra su garganta se la llene apretando con mi manos su cabeza hacia mi cuerpo. Su gorda cara estaba roja pero sus ojitos seguían cerrados, felices. Su garganta empezaba a tragar cada disparo de mi polla haciéndome sentir un placer insoportable, como al principio. La cama temblaba entera y su gemía lo más discretamente que era capaz. Cuando terminé de correrme dejé de apretar la cabecita de Jaime pero el no se saco ni un centímetro de mi polla, le tocaba rebañar lo que pudiera quedar en mi pene y en su boca, y hasta cerciorarse de que se lo había tragado todo, no se la sacaba. Ese nivel de vicio por la leche en las mujeres no se encuentra, ni siquiera en las prostitutas. Ese mariconcito obeso de 6 años era la más puta que me había encontrado, bien es cierto que por aquella época no tenía mucha experiencia. Le di un suave beso en la frente haciéndole ver lo que le quería y acariciando su gordo moflete me retiré subiéndome los pantalones. Miré a mi alrededor mientras me iba y no vi ningún movimiento de ningún niño. Había tenido éxito en mi escapada.

Al día siguiente nos llamó el director Martínez a Sergio y a mí, ordenándonos discretamente que lleváramos con nosotros a Jaimito. Era extraño porque nos había llamado por la mañana, cuando normalmente era a la hora de la siesta cuando nos montábamos la fiesta con el pequeño obeso. Nos duchamos en las duchas de personal y a Sergio ya se le notaba morcillona. Su polla siempre sorprendía por su grosor, incluso en estado de descanso. Recogimos a Jaime y le llevamos a las duchas. Cerramos con llave. Los demás niños estaban en una excursión al rio para aprender de setas y de sapos así que no había nadie en las instalaciones. A Sergio le gustaba duchar al mariconcito. Se recreaba sobando su gordo cuerpo. Metía la mano entre sus michelines, que le cabía así entera dentro. Su mano aparecía y desaparecía entre los pliegues y curvas del niño. Le miraba con fascinación, sin duda era todo un pervertido, pero yo no podía juzgarle de nada. Siempre me habían gustado las mujeres, y además las mujeres mayores. Nunca creí que pudiera excitarme con un chico y al principio de esta aventura me excusaba con el placer puro que recibía de las mamadas de ese niño obeso, pero me negaba a aceptar la sensualidad de ese mariconcito. No eran sus curvas, ni sus formas que apenas parecían humanas, eran sus movimientos, sus vaivenes, no podía respirar el niño sin que su grasa se moviera, coqueta, en algún punto de su cuerpo. Cuando corría todo rebotaba y se chocaba entre sí y cuando mamaba iba y venia al son del placer. Todo su cuerpo parecía pedir que le hicieran el amor. Sergio parecía pensar así también por que mientras le enjabonaba le acariciaba con su polla dura y gorda por las partes más esponjosas de su cuerpo. A Jaime disfrutaba de la atención, el amor y los cuidados de su monitor pervertido, pero no iba con sus ansias características a comerle el rabo. Jaime odiaba el sabor del jabón. Le gustaba que la polla le supiera a polla, yo tenía la sospecha que incluso le gustaba más cuando sabía ligeramente a orín. Estando la polla de Sergio llena del jabón que iba recogiendo de su cuerpo no parecía interesarle.
Yo tenía una erección enorme pero me mantenía indiferente, sólo admirando el show de un hombre excitado con un niño obeso, viendo como se agarraba su polla y levantaba los enormes pechos del crío, que colgaban sobre los michelines de encima de su enorme tripa. Los levantaba con toda su polla y los dejaba caer para ver como rebotaban, mientras se frotaba contra su pequeño pezón, que tenía forma alargada por toda la grasa que debía contener.
La fascinación que Sergio sentía por la obesidad del crío era algo que solo yo y el director sabíamos. El director disfrutaba de lo lindo masturbándose con las tetas de Jaime y comiéndoselas y metiendo su cabeza entre ellas, como sin duda hacía con las monitoras que se follaba en sus fiestas, pero los demás sólo nos aprovechábamos de las mamadas de Jaime, sin desearle, al menos, eso me decía yo al principio de todo. Fede y Damián querían mucho al niño pero evitaban tocar su cuerpo. En la medida que podían se limitaban a darle polla y acariciarle la cabeza. Yo era el que mejor trataba a Jaime, en el sentido de que le daba besos y le miraba a los ojos con amor, mientras me aprovechaba de él o no. Pero Sergio le deseaba por entero. Le metía las manos por los muslos y le pedía al crío que las cerrara. Se relamía tocándole la enorme tripa y gemía débilmente mientras le sujetaba toda la parte inferior de la tripa, que le colgaba hasta su pequeño pene, que no se veía estando entre sus carnes. Era devoción lo que ese chico sentía por cada kilo de más de Jaime, y eso a Jaime le gustaba. Nunca había sido acariciado de ese modo (a un niño no debe acariciársele así) y descubría el amor que nace del deseo más puro. Sergio nunca le forzaba la boca, como hacíamos los demás, y se corría haciéndose una paja para no violentar al crío. Sus caricias eran delicadas y se notaba un deseo por cuidar a lo que él consideraba una bella creación de la naturaleza. Les dejé disfrutar de su momento sin molestar pero sin perder detalle. Sergio aclaró bien a Jaime y empezó a secarle, cosa que tomaba su tiempo debido al tamaño y los numerosos recovecos que tenía el niño. Una vez seco, Sergio le dio un tierno beso en los labios del niño, agradeciéndole el placer que le había dado, y le dijo que se vistiera.
Cuando estuvimos los tres duchados y vestidos fuimos al encuentro del director.
Para mi sorpresa el director no estaba sólo en la salita. había un señor mayor y algo gordo con él y hablaban animadamente. Cuando entramos interrumpieron su conversación y nos saludaron de muy buen humor.
-Chicos, ¿qué tal? Venís puntuales, me gusta. Os presento al señor Montalbán, el alcade.
El señor nos agitó la cabeza, mirándonos con gran atención a cada uno de nosotros, y bajando la mirada para ver a Jaime.
-Hola, señor alcalde.
Dijo el crio con su labia habitual.
-Buenos días, pequeño. He venido para conocerte, me han dicho que eres el niño que más ha ganado el premio del más gordo del campamento y tenía muchas ganas de verte.
Jaime sonrió feliz. Para él era muy importante que le siguiéramos tratando como el ganador de ese concurso inventado para abusar de él. Pero hasta yo cedí a seguir diciendo que era su premio por gordo cuando se la metía en la boca. No hay que romper los sueños de los niños.
-El señor Montalbán financia el campamento con los recursos del pueblo por que es una fuente de ingresos con todos los trabajadores que contratamos y con el dinero que dejan los padres cuando vienen a dejar y a recoger a nuestros queridos niños.
El Señor Martínez se dirigía a nosotros y con su tono entendimos que Jaime era el tributo a pagar por los privilegios que el alcalde otorgaba al campamento, que en verdad era muy conocido en todo el país. Pensé que el alcalde ya se había cansado de las monitoras y quería algo más exclusivo.
Nos invitaron a sentarnos y ponernos cómodos mientras el Señor Montalbán seguía hablando con Jaime.
-En verdad no sólo te mereces el premio por ser el niño más gordo del campamento, te mereces muchos más premios por lo que me han contado. He hablado con tu director, el Señor Martinez, – Giró su cabeza para mirar a su colega, que estaba sirviéndose un whiskey en el mueblebar -me ha contado todo lo que te quiere y todo lo que te quieren tus monitores. Eres un niño muy cariñoso y a mi me encantan los niños cariñosos.
No podía creer que el alcalde estuviera confesando que era pedófilo. Por supuesto había pensado mucho en todo el tema y asumido que yo también lo era por mis actos, pero al limitarme sólo a darme placer con el pequeño Jaime no pensaba en que fuera un pervertido ni un depredador. Me fije en la mirada del alcalde por primera vez y vi a una bestia en él.
-Entonces invité al señor alcalde para que te diera el mejor premio de todos. -El Director se sentó al lado del alcalde y le dio una vaso de vodka. Él dio un trago a su whiskey.-Que un alcalde te de un premio es algo muy especial Jaimito, pero ya sabes que deberás mantenerlo en secreto. Todo este concurso es sólo para los niños tan especiales como tú y nadie más debe saberlo, pues tendrían mucha envidia. Eres el niño más gordo no sólo del campamento, sino de todo el pueblo. Y por eso el Alcalde quiere reconocerte el mérito.
El alcalde dejó el vaso en la mesa que estaba entre nosotros y se recostó en el sofa. Se bajó la bragueta y con una maniobra de su mano izquierda se sacó la polla dura. Era una polla con grandes venas marcadas y de color pálido.
-¿Quieres comerte esta polla, campeón?
No me parecían maneras de dirigirse a un niño. Me martirizaba mi hipocresía de abusar casi diariamente de Jaime y no permitir que le trataran como a una puta cualquiera. Pero no dije nada, sabía que debía dejar al Alcalde hacer todo lo que quisiera.
-Claro, Señor Alcalde.
Jaime mantenía su buen humor ignorando que estaba en las garras de un pervertido, luego pensé que estaba siempre acompañado de pervertidos en ese campamento. Se acercó al Alcalde.
-Puedes llamarme papá, querido, todos en el pueblo me llamán así, pues soy como un padre para ellos.
-Es cierto Jaimito, el Señor Montalban nos cuida como a sus hijos.
-Muy bien, papá.
El pequeño no se lo pensó y se metió la polla del alcalde en su boquita. El señor pegó un bote y empezó a gemir sin importarle si le escuchaban desde fuera o no. Su glande desaparecía entre los labios del niño y el señor se echó para atrás más aún para dejar maniobrar a placer al pequeño tragón. Unos momentos después Jaime se apartó del rabo.
-Disculpe Señor alcalde, es que sabe a jabón… no me gusta.
El director reaccionó rápidamente, temiendo que se lo tomará a mal el hombre, y se enderezó en el sofá dirigiéndose al Señor Montalbán.
-Oh, si, Señor Alcalde… Papá.- rectificó para seguir con el engaño de su compinche.-A Jaime le encanta comer pollas, pero, como a tantos de nosotros, el jabón no le enciende.
Nunca había visto al director tan afable, incluso sumiso. Su sonrisa no desaparecía de su rostro en ningún momento mientras hablaba con el Alcalde.
-Oh, es natural. Perdona, pequeño. -El señor se puso de pie, acariciando al niño en la cabeza, dándole pequeños golpecitos como si fuera un perro. – El campeón absoluto del niño más gordo del pueblo se merece un premio en condiciones. Me he limpiado la polla con demasiado miedo de que no te gustara y ahora pago las consecuencias.
Se agarró la polla y cogió el baso de vodka para meterla en el, hundiendo su glande en el liquido. Los hielos se hundían hacia el fondo del vaso mientras el Alcalde se agitaba la polla en el líquido con alcohol. Para mí eso cruzaba todas las líneas de respeto hacia el niño y carraspeé. El Señor Martínez me fulminó con la mirada y supe que debía dejar que todo siguiera su curso.
-¡Chicos! – Nos dijo, volviendo al falso tono de simpatía que usaba con el Alcalde. – Poneos cómodos, ya sabéis que cuando se le da el premio a Jaimito todos debemos darle su premio, es su derecho como ganador. Hoy no será diferente os uniréis a la ceremonia. ¿Queréis algo de beber?
Me sorprendió el ofrecimiento, que nunca había ocurrido hasta ahora. Sergio pidió un ron con cocacola y yo por no negarme pedí un vaso de agua. El director se fue a servirnas las bebidas mientras el alcalde seguía empapando su polla en vodka. La sacó y goteaba, mojándole los pantalones.
-¡Ya está, querido hijo mio! Este nuevo sabor al principio te va a parecer muy fuerte, pero es especial para los niños buenos y en seguida se acostumbran. De pié se encaró a Jaime que estaba sentado a su lado. La barriga del señor sobresalía un poco menos que su pene erecto y el obeso niño, sin esperar órdenes, ladeó la cabeza para esquivarla y reanudar la mamada. Al sorber con fuerza el vodka tosió, apartándo la polla del alcalde de su boca, pero el alcalde le agarró con fuerza la cabeza y se la volvió a meter.
-No te preocupes, hijo, acostúmbrate, al principio cuesta, pero luego ya verás que rico.
Jaime pronto dejó el nerviosismo y se relajó y empezó a disfrutar de una nueva polla para él. Que supiera era la sexta que se comía. El muy putito ya tenía más experiencia que muchas golfas que presumen de ser unas devorahombres. Pasado unos momentos el niño ya estaba desplegando todas sus artes orales. El alcalde se quitaba lentamente la camisa mientras se dejaba hacer de pie, con un pie encima del sofa. Sergio y yo teníamos una vista privilegiada de como ese señor se aprovechaba de la inocencia de un crio de 6 años.
-Eso es, cómele la polla a papá, que has sido muy bueno y los niños buenos tienen este premio.
El director nos dio las bebidas mientras me encabronaba con las palabras de ese pervertido. En mi cabeza quería tratar a Jaime como la puta que es, pero me parecía mal pervertir de esa forma a un crío tan inocente. Sabía que en diez años ese mariconcito iba a disfrutar con esas palabras mientras complacía a los hombres con su habilidad innata pero algo me decía que estaba mal adelantar tanto esas experiencias. Bebí del agua, que sabía salada.
El Alcalde consiguió desnudarse casi entero sin que Jaime dejara de comérsela. Tenía los pantalones por los tobillos y su torso enteramente desnudo. Su gordura no era comparable con la del crío. Tenía unas tetillas de señor peludas que le sobresalían y una tripa que se mantenía sola, sin colgarle como a Jaime. Una tripa cervecera.
El señor Montalbán sudaba mientras gemía y el pequeño obeso se iba introduciendo cada vez más de su polla. La piel de la polla del alcalde era muy elástica y el pequeño se entretenía masturbando su base y moviendo las pieles. Sus labios casi tocaban sus dedos porque se podía meter casi toda la polla entera sin esfuerzo. Sin duda el cabrón lo estaría gozando como nunca. Bebí otro sorbo de ese agua tan rara. Sergio daba largos tragos de su cubata, intentando disimular su excitación. Su erección se notaba incluso sentado.
El Alcalde se retiró del obeso mamoncete y se sentó, mirándole a los ojos con una mirada de pervertido triunfante.
-¿Te gusta comerme la poya, campeón?
-Sí. ¡Al principio sabía rara pero luego dulce!
-Claro, es que me tienes empapado de lo cachondo que me pones. Eres tal como me habían comentado, todo un hombretón. Me han comentado que te gusta mucho el relleno de nuestras pollas ¿Verdad?
-Si, papá, me gusta mucho tragármelo todo, es mi premio y no quiero despediciarlo.
-Eso hacen los auténticos ganadores, hijo, tragarse todo el relleno. Pero para tragarte el mío, que casi me lo sacas antes, deberás superar una última prueba. Me han dicho que te tratan mal los niños por tu peso.
Jaime instintivamente empezó a tocarle la polla al alcalde cuando sacó el tema, intentando relajarse.
-Sí… Vivo lejos de aquí y en mi colegio se ríen de mí.
-Pero ¡mírame a mí, hijo! -El alcalde se echó para atrás para que Jaime viera su gordo cuerpo. – He llegado a alcalde y triunfado siendo gordo. Es un gran don. Lo que pasa que la gente nos envidia. Por eso aquí premiamos a los niños gordos, por que somos los mejores los gordos. ¿Por qué no te quitas la camiseta para que veamos toda tu belleza? Así te daré mi relleno.
Jaime ya nos conocía a los demás para avergonzarse y se quitó su gran camiseta. Sus brazos se agitaban cuando se la sacó por la cabeza y al bajarlos todo su cuerpo se movía de un lado a otro hipnóticamente.
Sergio se bajó los pantalones dejando al aire su polla, con un gemido.
-Mirate que belleza. Vas a ser todo un hombretón, hijo. -El alcalde le magreaba las tetas mientras miraba toda la gordura del crío, le hablaba muy cerca de su carita. – Estas tetas son mejores que las de esas putas que contratas.
Le dijo al director que simplemente asintió riendo.
-¿Puedo comértelas como tu te comes mi polla?
-Sí. Sergio me lo hace mucho y me gusta.
-¿Quién es Sergio? Preguntó sorprendido el Alcalde.
Jaime apuntó a Sergio que estaba justo enfrente de ellos, al otro lado de la mesita, con las piernas abiertas y los cojones colgando entre ellas y no paro de hacerse la paja mientras el Alcalde y el niño le miraban. La cara del alcalde cambió completamente, cambio la sonrisa con la que se dirigía al crío por otra más afilada, más perversa, como reconociendo a otro depredador y admirándolo por ello.
-Te gustan las gustan las tetas de nuestro campeón, ¿verdad?- Dio la vuelta a Jaime y le rodeo con sus brazos, todo lo largo que eran los brazos adultos daban para rodear a esa molde sin que sobrara nada. Sus manos de pervertido acariciaban las enormes tetas que se caían por los costados del cuerpo de Jaime. Se las enseñaba a Sergio como si fueran un trofeo que había reclamado para él mismo.
-Nuestro campeón es el niño más guapo del mundo.
Sergio se pajeaba lentamente pasando su mano por todo el largo de su polla. Su mano apenas abarcaba su grosor, y miraba al cuerpo obeso de Jaime con un deseo más enfermizo que de costumbre. Yo me sentía muy caliente y relajado, aún cuando todo esto me enfadaba. Miré mi vaso de agua, que ya estaba por la mitad. ¿Nos había drogado el director?
-Hijo, querido, ¿Quieres que Sergio y yo te comamos estas tetas que tienes que son un manjar?
Jaime no entendía mucho de lo que escuchaba, pero siempre había estado más agusto entre adultos que entre niños de su edad y sabía manejar las situaciones que le iban grandes.
-Claro, me encantaría Señor… papá.
-Ven aquí, chaval, arrodíllate al lado de nuestro campeón. Sergio obedeció de un salto, como si le hubieran liberado de unas cadenas. Y se tiró al suelo al lado de su enorme y pequeño amante. Los dos pervertidos se pusieron a comerle un pezón cada uno, las lenguas iban recorriendo cada vez más distancia en esas enormes tetas. El alcalde, con cara de triunfo, sacaba la lengua para lamer el sudor que se formaba entre la teta y el michelín sobre el que descansaba, sorbiendo la esencia de ese niño que se dejaba llevar siendo el plato principal de un grupo de degenerados. Sergio era más delicado pero estaba totalmente deshinibido con el alcohol y la droga. Abría su boca todo lo que podía encantado de no abarcar toda la teta del niño.
-Quítate la ropa, Antonio.
Quien me hablaba era el director, que estaba desnudo ya, en el mismo sofá donde el alcalde lamía como un perro al niño. El alcalde le agarraba de la teta y de los michelines, disfrutando de como la grasa se colaba entre sus dedos. La suave piel del niño contrastaba con la de sus dedos callosos pero a Jaime no le importaba por que estaba gimiendo, acariciando a su querido Sergio.
-Hijo, aquí viene tu premio, no puedo contenerlo más.
El alcalde se puso de pie agarrándose la polla. Antes de poder metérsela al crió que la tenía ya abierta en cuanto escuchó la palabra premio, una gran chorro de semen salió disparado de la polla del alcalde llenando la cara de Jaime, luego la polla desapareció entre sus labios. Jaime estaba muy ansioso y se la metió por completo en la boca, recibiendo el resto de la corrida en la garganta, como le gustaba. Estuvo tragando un buen rato, mientras la polla del señor gordo se tensaba y se relajaba, soltando un corrida que debía ser la más abundante que el niño se había tragado nunca. Sergio no parecía tener escrúpulos en que un viejo y gordo estuviera teniendo un orgasmo a 20 centímetros de su cara porque continuaba comiéndole las tetas al niño. Ya le brillaba de toda la saliva que su monitor le estaba dejando.
El Señor Montalbán gemía como el cerdo que era. Su corrida iba acorde a lo que pensaba de él. Sujetaba la cabeza del niño que no se resistía ni apartaba. Teniendo su cara hundida debajo de la tripa peluda del señor. Con dos espasmos de cadera fuertes terminó de correrse, y como siempre el niño más gordo del campamento no se apartó, necesitaba rebañar todo y con semejante orgasmo debía tener aún mucha leche que tragar. Ese niño había tragado corridas de hombres durante los últimos veranos. Era el motivo de su felicidad y se había tragado corridas mías tan abundantes que yo mismo me preguntaba que clase de magia habitaba en la boca de ese crío, pero sentía que con esa leche que se estaba tragando como cualquier otra que le ofrecían el mariconcito se había manchado del vicio y de la perversión.
-Pero hijo mío, ¿Qué me estás haciendo?
El Alcalde no aguantaba tanto placer recibiendo esa mamada que él había dado por terminada pero el niño no. Mientras su polla perdía la erección, era succionada y lamida con gran placer por el pequeño obeso que no dejaba de tragar los restos de semen que encontraba. Sus labios estaban manchados por que la cantidad de lefa le había sobrepasado un poco.
-¿Y dices que es gracias a este chico tan serio que me la acabe de comer un niño?
El alcalde le preguntaba a mi jefe mientras me apuntaba con su dedo ¿Qué acababa de decir?
-Sí. La gran profesionalidad de Antonio y su empeño por proteger a cada niño del campamento hizo que me enterara de como Jaime es el mejor niño que ha venido al campamento.
Me quedé helado, pero tenían razón, si hubiera dejado que Damián y Fede se follaran la boca del niño después de la comida la cosa no hubiera ido a más. Tomé un gran trago de agua sin acordarme de que el director había añadido droga. Mi calentura era máxima y, como la primera vez que disfrute de ese niño obeso y mamón, acepté todo lo que estaba pasando. Decidí entrar en el juego, sabiendo que Jaime lo iba a disfrutar.
-No podía quedarse el niño más querido del pueblo sin todo nuestro amor.
La mirada de mi jefe me sorprendió, estaba tenso mirándome hasta que hablé, me sonrió con franqueza y amistad. Había entrado en la manada de pervertidos.
-¡Muy bien dicho! ¡Muy bien dicho! Los gordos nos merecemos el amor de todo el mundo. – El alcalde acarició el pelo del niño.- Hijo, ¿Quieres comerle la polla a Antonio? Debes darles las gracias y quererle mucho por que gracias a él hasta el alcalde te da premios.
Jaime me miró con su sonrisa de siempre. La perversión a su alrededor no le había afectado como yo me estaba imaginando. Su cara tenía lefa seca y sus labios estaban algo rojos de tanto usarlos.
-Sí, Antonio al principio se enfadó mucho con el concurso, pero me dijeron Fede y Dami que era porque es nuevo. No le conocía de otros años pero me cuida mucho y siempre está conmigo.
Se acercó a mí y el sólo me bajo la bragueta de mis vaqueros. Metió su mano con dificultad y se cólo por debajo de mis calzoncillos. Su dedos eran gordos y pequeños por que la grasa de su mano les comía terreno. Yo me eché en el respaldo del sofá. El obeso mariconcito estaba relamiendose los labios mientras buscaba mi polla. Sus dedos agarraron la goma de mis calzoncillos y su mano encontró por fin lo que buscaba. Me la sacó haciéndome daño, pero no dije nada, no quería romper el hechizo. El crio miraba mi polla como enamorado. Siempre había escuchado que los gordos que les gustan los hombres comen polla con la desesperación de saber que puede ser la última vez, que se esfuerzan por agradar y que puedan volver a comérsela a alguien. Ahora yo digo que es una habilidad innata que tienen los putitos gordos y que hay que entrenarla lo antes posible.
-Vamos, hijo, disfruta de tu premio.
Con las palabras del Alcalde Jaime cerró los ojos y se metió todo mi glande de un golpe. El placer me golpeó de forma vertiginosa. Como había creido, algo había cambiado en ese niño de seis años y ahora su forma de empezar a tantear las pollas que se comía era voraz. Su succión parecía desesperada y me ahorcaba la polla. Parecçia que me la fuera a arrancar con todas esas ganas de tragarse mi lefa. Sus labios cortaban la circulación debajo justo del glande y sentía toda la sangre acumulándose en la punta de mi polla. Era un placer tan intenso y que no acababa que me entraron ganas de correrme en segundos. El maricón había aprendido a obtener lo que quería de mi y me di cuenta de que yo era la presa en todo este juego. El niño abusaba de polla con gran placer para complacer sus deseos de lefa. Me sentí suyo por un momento como cuando follaba con mis queridas maduras, jugando a que debía ser un niño bueno y complacer a mami. Me sentí usado de la forma más pervertida que había, usado por un niño que lo único que deseaba era tragar polla. Por suerte Jaime se relajó a los pocos segundos. Pude volver en mí.
-Como arranca gemidos este niño, es oro puro.
Los tres degenerados estaban alrededor mío. El director y mi compañero estaban con la polla dura pajeandose mientras miraban. Yo tenia un cojín del respaldo del sofá en mi brazo derecho y mi mano izquierda me dolía, tenía las marcas de mis dedos en ellas. Me había perdido tanto en el vicio que no me daba cuenta que estaba gimiendo a gritos con la mano en mi boca. Miré hacia abajo y ahí estaba el torso desnudo del mariconcito de tan solo 6 años. Su cabeza se mantenía quieta mientras me lamía con delicadeza el glande. La tensión de mis piernas iba desapareciendo mientras me relajaba.
-Señor Martinez.- No me creía lo que estaba haciendo, pero después de ceder el control al niño quería tenerlo yo por una vez en mi vida. – ¿Me pondría un Whiskey? No se le olvide su toque personal.
El director estaba encantado y gustosamente se fue al mueble bar a servirme la bebida. Vi como añadía una gota de un líquido transparente que guardaba en un pqueño bote. Y lo agitó con un dedo de la mano que hacía unos segundos agarraba su gran polla.
Cuando me dio el vaso de whiskey Jaime ya empezaba a tragarse la mitad de mi polla. Se la metía el solito hasta la garganta y sin apretar volvía con sus labios a la punta de mi polla. Sus gordos mofletes se inchaban y aún con el trabajo que realizaba no perdía la sonrisa. En ese momento aprendí que hacer feliz a un marica era terriblemente fácil. Y a un niño, más. Sólo cumplía los deseos de ese niño, y mi trabajo era encargarme de él. Le estaba enseñando lo que le esperaba a lo largo de su lujuriosa vida. A comer, que era lo que más le gustaba, pero no sólo comida, sino hombres.
-Bueno, nuestro campeón está disfrutando de su premio, pero ¿Sabes que tu también puedes darnos un premio, hijo mio?
El alcalde estaba sentado en el sofá de enfrente, mirando el culo del niño. Jaime se quitó la polla de su boca y apoyándola en su gordo moflete se giró un poco y preguntó.
-¿Yo? Pero si no tengo nada que daros. Me gustaría daros todos los premios del mundo.
-Hijo mio, eres el mejor niño que hemos conocido jamás. Tienes muchos premios que darás a la gente que quieres durante toda tu vida, pero ahora mismo tienes el mejor premio del mundo. NO hay otro igual, y sólo los gordos como nosotros lo tenemos. Igual que tu nos comes nuestras pollas, nosotros podemos comerte a ti el culo ¿Lo sabias?
Me estaba incomodando el giro que estaban tomando los asuntos, así que hice de tripas corazón y me bebí todo el whiskey de un trago. Mi polla estaba perdiendo dureza en la carita del niño. Él lo noto y empezó a hacerme una suave paja, como todo un experto. Era un crío muy listo.
-¿Cómo se puede comer el culo? ¡Si no entra en la boca!
Dijo el niño con gran alegría, animado sabiendo que había dicho un gran chiste. El alcalde le siguió el juego y se rió, se agitaba su cuerpo, pero nada comparado con el de Jaime, que estaba entre mis piernas y me golpeaba con su grasa en una vorágine de risas y grasa.
-No hace falta meterse las cosas en la boca para comérselas. Mira como no te entra mi polla en la boca y sin embargo te comes mi premio como todas las demás.
Sergio estaba sentado a mi lado bebiendo cuando dijo eso, dándome un susto por no haber advertido su presencia.
-Algún día te la podrás comer cuando tu boca sea lo suficientemente grande. Sé que tienes tantas ganas como yo y quieres crecer rápido para poder llenarte de mi polla. Tu culo es igual que tu polla favorita, Jaime. Nos lo podemos comer a lengüetazos, metiéndonos entre tus pompis, que son enormes para hombres como nosotros.
Sergio lo decía muy serio y con la polla dándole espasmos imaginando las futuras mamadas que le daría su amante obeso. Parecía que tenían planes juntos.
-Eso es, hijo, si tu quieres puedes darnos el mayor premio de nuestras vidas, para que estemos tan contentos como tu lo estás ahora.
Jaime miró a su alrededor. -Parecía notar la gravedad de recompensar a sus seres queridos, sus ojos miraban de un lado a otro y se toparon con mi mirada. Me miró y yo asentí sonriéndole. Era justo que nosotros ganaramos el premio de los más pervertidos del campamento.
-Y ¿Cómo hago?
El alcalde se arrodilló detrás suya. Mientras agarraba la goma de los pantalones del chandal del niño le dijo con una cara de enfermo, de pervertido de callejón por la noche: «no te preocupes, sólo relájate y disfruta, como hasta ahora».
Bajó los pantalones dejando al descubierto unos calzoncillos demasiado pequeños para lo gordo de ese crío. Unos sleeps que apenas tapaban los enormes glúteos y que se quedaban a medio camino de ocultar la larga raja. Sergio cambió rápidamente de sofá, para acomodarse en el de enfrente y poder ver el nuevo espectáculo que iba a comenzar.
-Sigue comiendole la polla a Antonio.-Dijo El director con su seriedad habitual. – No debes nunca rechazar un premio que se te da, y Antonio te lo está dando con todo su amor.
El niño agitó su cara. Mi erección estaba a la mitad pero ver como toda su cara se deformaba moviéndose y sus labios se golpeaban con sus mofletes, que se agitaban con rapidez, como látigos, me devolvió todas las ganas de disfrutar de ese crío obeso, de toda su carne y sus partes blandas y fofas. Le agarré de la carita impidiendo que volviera a hacer lo que más le gustaba. Me miró sorprendido y sus mofletes se levantaron por el movimiento y volieron a su sitió. Me acerqué a el y le besé en la boca. Le besé como a tantas mujeres había besado, sin tener en cuenta que tenía seis años. Le besé con una pasión que nunca había sentido antes. Le metía la lengua para conocer esa pequeña lengua que tanto placer me había dado, la recorrí entera y el mariconcito me devolvió el beso sabiendo lo que tenía que hacer. No parecía equivocarse el niño nunca cuando tenía que demostrar lo que sabía del sexo.
Mientras le besaba el Alcalde le quitó los calzoncillos, tirándolos junto a los pantalones en cualquier lado. La ropa se la veía con arreglos para que pudiera ponérsela, los pantalones estaban con los bajos muy subidos para que no se los pisase.
-Dios mio, no pensé que un niño pudiera tener este culazo. -Dijo el director.
-Es como el de las mulatas que contratabas antes del lío con los sin papeles, pero mejor, créeme, los culos de los niños son cosa aparte.
Sergio se sentó en el suelo, más cerca de nosotros, los tres hombres miraban el culo del niño mientras este volvía a comérmela. Ya estaba aprendiendo a soportar la succión endiablada del nene, aunque cada vez se esmeraba más en hacerme perder la cabeza. Tal vez la droga me ayudaba a soportarlo. Su boca era demasiado para cualquier hombre. Creí haber sobrevivido otra vez más a llegar al paraíso con su boquita cuando el Alcalde dijo: «Voy a por mi premio, hijo, muchas gracias por dármelo» y su cara se perdió en el enorme culo del niño.
Jaime pegó un brinco sin sacarse mi polla de la boca, tenía el glande entre sus labios y abrió los ojos, que los tenía con un brillo especial. Se notaba al Alcalde como su cabeza subía y bajaba detrás de las dos nalgas del niño que pesarían cada una varios kilos. Jaime empezó a gemir con mi polla aún en su boca. Al parecer al putito le gustaba la lengua en su culo por que empezó a disfrutarlo perdiendo el control de la mamada y absorbiendo mi glande, aferrándose con sus manitas a mi polla y a mi pierna, agarrándome con fuerza mientras apretaba y apretaba su boca, gimiendo sin dejar a los gemidos salir, haciendo vibrar mi polla con su placer infantil. Era un placer lleno de dolor como nunca había sentido. Todas las maduritas que se jactaban de dominar a chavales como yo no habían desarollado la habilidad de un mariquita obeso de 6 años para dar dolor y placer tan intensamente. Parecía que me iba a arrancar el glande, esta vez de verdad, y lo estaba gozando tanto que no me importaba dar como sacrificio mi polla para sentir todo aquello. Estaba teniendo un orgasmo sin poder correrme por que el obeso no dejaba salir la corrida que se acumulaba en mi polla. Parecía decirme que ahora le tocaba a el sentir una buena mamada y que se la estaban haciendo en su culo. El pequeño no se movía, estaba en tensión máxima descubriendo el placer del sexo oral. El alcalde se movía más rápido y mas despacio según su voluntad, y se metía entre esos dos profundos glúteos gimiendo como una bestia. Los gemidos de Jaime se mezclaban con el de su abusador en una jauría de perversión como nunca antes había podido imaginar. Mi polla palpitaba intentando sacar la leche y mi glande estaba dentro de la boquita del crío. Sus mofletes temblaban con sus gemidos y mi polla bailaba entre esa grasa infantil que me volvía loco. No podía aguantar más, estaba al borde del desmayo así que instintivamente agarré la cabeza del niño y con fuerza le metí mi polla. Que se abría paso entre sus gordos y usados labios que me apretaban. Se la metí de un golpe seco hasta la mitad, sintiendo como se liberaba la presión de mi glande y dejaba por fin salir mi leche, entre espasmos y contracciones. Ahora sus labios me ahorcaban por más de la mitad de mi polla. Faltaban unos centímetros para poder metersela entera y no dejaba descargarme entero. Sentía como la mayor parte de mi polla se relajaba del mejor orgasmo que había tenido nunca y la otra parte que estaba fuera del paraíso que era la boca de aquel crío obeso y pervertido seguía en máxima tensión reteniendo el resto de mi esperma. La gorda cara de Jaime estaba roja y mi polla luchaba por entrar en su garganta. Nunca había llegado tan profundo pero sabía que mis compañeros que entrenaron desde cerdo a esta puta gorda sí le habían metido hasta más adentro con sus grandes pollas. El gordo sabía tragar y le embestí con toda la fuerza de mi cadera en su cara. Era una cara enorme y blanda que rebotó en mi cuerpo y en mis huevos. Por fin el mariconcito entendió que me estaba corriendo y que tenía la boca llena de polla y lefa y empezó a tragar, liberando la presión de sus labios y por fin vaciando una segunda corrida que llegaba cuando no había acabado la primera. Le leche entraba a su esófago directamente pues mi glande había abierto su perqueña garganta. Me apretaba con suavidad y mientras me recuperaba del dolor que ya había desaparecido solté los últimos chorros que iban directos a su enorme estómago. Le liberé su cabeza mientras mi cuerpo seguía teniendo espasmos de placer y el crio siguió con mi polla en su boca. Me palpitaba y notaba como tragaba todo lo que había soltado al principio, su garganta se aliviaba con mi leche del esfuerzo y el con su lengua aliviaba mi dolorido glande con todo su cariño.
Con semejante espectáculo el Alcalde había dejado de comerle el culo, afortunadamente para la integridad de mi polla. Estaban mirándome con una mirada de perversión que disfrute por primera vez en mi vida. Igual que Jaime, yo había sido manchado por el placer desconocido. Yo estaba desplomado en el sofá dejándome usar por el niño obeso, que ya parecía haber acabado conmigo. Su carita estaba sudada, roja, pero sus ojos y su boca pedían más.
-¿Te ha gustado, Jaime?
Le pregunté, un poco asustado por las marcas de mi orgasmo que había dejado en su cara. El niño podía volver a respirar después de estar aprisionado contra mi cadera y con dificultad dijo:
-Así me lo da Damián pero contigo mejor por que me ha cabido entera.
Me sonrió tiernamente pero yo ya sabía que esa sonrisa no era tierna, era de lujuria.
-¿Quieres mi premio, Jaimito?
Jaimito se entusiasmo cuando el director le puso la polla al lado. Yo no podía moverme así que se sentó a mi derecha pasando por encima del cuerpo del niño con dificultad. Movieron la mesa con los vasos vacíos y retomaron la orgía. Sergio miraba, apenas acariciándose la polla, que tenía espasmos cada poco tiempo. Se le notaba al borde del orgasmo siempre y apartaba la mano durante prolongados tiempos. El director, desnudo, contrastaba con los otros integrantes de ese trio homosexual. Su cuerpo era puro músculo, ya con signos de la edad, pero esculpido con mucho gimnasio. Mientras el crío que se preparaba para la tercera mamada que daba ese día casí tocaba el suelo con su tripa estando a 4 patas. Las tetas le colgaban como dos sacos y la tripa parecía que se iba a desprender de un momento a otro del resto de su cuerpo. Los grandes muslos contenían la parte baja de su tripa y se le veía incomodo flexionándolos tanto, sin dejar espacio a toda esa grasa. Su culo era un orbe casi imposible de explicar. Sobresalía de su cintura por los lados y por detrás. El alcalde lo miraba de cerca y su gordura parecía, en comparación, delgadez. Sus pequeñas tetas peludas parecían un chiste en comparación con ese niñito obeso, tan pequeño y con tantos kilos que guardar, y su tripa mantenía su forma dejando ver su polla normalmente. Los hombres se preparaban para dar placer a esa criatura de nuevo y empezaron a la vez. Jaime se metió la polla del director, mucho mas grande que la mía, depilada y bien dura, parecía un actor porno de peliculas antiguas.
Cuando el Señor Montalbán, con cara su cara de gordo degenerado sudada, se metió entre las nalgas del crío e hizo presión para poder salvar la distancia que había hasta el ano por estrenar de aquel maricón y empezó su trabajo pude ver desde fuera como Jaime sacaba más su culo para dejarse hacer y se volvía loco con la lengua de aquel viejo. El director empezó a intentar resistir pero rápidamente apartó la cara del niño con mucha brusquedad.
-Pero, ¿Qué coño te pasa?
Gritó sin pensar con gran furia. Pero ahí nadie le escuchaba. Jaime sólo apretó su cara contra la pierna del director mientras gemía. El Señor Martinez volvió en sí al ver al niño de 6 años disfrutar como la zorra que todos sabíamos que era. Su compinche estaba en el culo del niño lamiendo cada pliegue del culito virgen de su victima. Luego nos contó que era la primera vez que experimentaba como un niño disfrutaba con él. Había escuchado historias pero todas sus experiencias anteriores habían sido más violentas que la de ese día. La cara del adulto era mas pequeña que el culo del niño y sus manos agarraban los glúteos y se hundían en su grasa, con el culo saliendo de entre los dedos del enfermo alcalde de ese pueblo. El director comprobó que la boca del niño era un placer demasiado grande para cualquier hombre y le pidió al que le mamaba el culo que lo acercará hacia él. Entre los dos cargaron los 45 kilos de obesidad con facilidad. En unos años no sería tan fácil moverle, pensé, y el director levantó el cuerpo de Jaime. El niño le agarraba con fuerza de las piernas mientras no dejaba de gemir. Su cara sudaba por el placer y su boca se mantenía abierta con el labio superior sobresaliendo y con forma de corazón. Su carita gorda siempre transmitía bondad e inocencia pero ahora se había convertido en la cara de un enfermo, como nosotros, siempre sediento y nunca satisfecho. Algo había en sus labios que llamaba a follarle la boquita como si fuera un coño. El director colocó su polla entre las tetas del crío e intentó agarrárselas, pero Jaime no podía mantenerse erguido con el alcalde abriéndole el ojete con la lengua. Así que no podía rodear su polla con las tetas obesas de su nueva putita favorita.
-Sergio, ven no puedo follarme sus tetas. Agárralas.
Su tono era tan autoritario como el que usaba para decirnos que debíamos entrar a la hora o hacer horas extra sin que nos pagara. Ahora estábamos cobrando por ayudarle a follarse a un crío. Sergio se tiró al suelo boca arriba al lado de Jaime, mirando con gran placer la carita del niño, que seguía descubriendo lo maricón que iba a ser de mayor y disfrutándolo con la intensidad de la primera vez. Su cuerpo temblaba en el espectáculo hipnotizante de siempre, pero ahora sabiendo que era puro placer sexual lo que hacía a toda su grasa moverse.
Se colocó debajo del niño, poniendo su cara debajo de su enorme tripa y soportando todo su peso con gran placer. Sergio se hundía en el cuerpo de su pequeño amante como un nadador en su piscina favorita, le agarro las grandes tetas y las juntó. El director metió su polla entre las dos masas de grasa infantil y empezó a follárselas como su fueran las nalgas de una mujer. El cuerpo de un niño obeso puede ser follado por muchos más sitios que cualquier otro cuerpo. El niño notaba como la polla del Señor Martinez le golpeaba la papada pero no le importaba. Toda su atención estaba puesta en el placer que le estaba dando en el ano su nuevo amigo.
Mientras seguía comiendo ese culito de niño el alcalde rebuscó entre los bolsillos de su pantalón. Sacó lo que parecía un bote de pasta de dientes. Y lo dejó entre las piernas del niño para tenerlo a mano. La polla del pervertido volvía a estar durísima y se la tocaba de vez en cuando. Teniendo que volver a agarrar el culo de Jaime con las dos manos para separarle las enormes nalgas.
El director empezó a aumentar la velocidad con la que se follaba las tetas de Jaime que resbalaban con el propio precum que no dejaba de soltar el rabo. La papada del niño estaba brillante también. Jaime respiraba entrecortado, descansando su cabeza en el vientre del Señor Martinez y me miraba fijamente. Estaba aprendiendo a aguantar todas esas sensaciones y estaba concentrado en mí. Sus ojos eran de maricona barata. Notaba como necesitaba una polla en su boca pero no había aprendido aún a soportar que le follaran por todo su cuerpo. Me miraba la cara y bajaba hasta mi polla relamiendose, viendo como se me ponía dura con el poder de su mirada. La muy putita necesitaba una polla en su garganta para tener el primer orgasmo de su vida. Lo veía todo claro.
-Apártese, señor Alcalde, que me voy a correr en la boca de esta puta.
Todos pensábamos lo mismo. Ese niño obeso había luchado contra las reglas del campamento y de la sociedad para conseguir ser nuestra puta y negarle el título era menospreciarle. Cuando el alcalde se sentó para descansar sus maltratadas rodillas, el director se empezó a follar la boca del crio sin dejarle hacer. Todo su cuerpo se movía al ritmo de las embestidas del Señor Martinez. Que metía su rabo hasta la garganta del niño.
Jaime dejó de gemir y empezó su trabajo. Sus mofletes se movían torpes intentando adaptarse al ritmo de su violador, para complacerle con la lengua. El director se acercaba a su climax pero le había quitado a Jaime el derecho al suyo. Rápidamente me levanté y me puse detrás del niño. Tantas veces había visto su culo con desagrado o con pena y ahora iba a comérmelo. Le agarré las nalgas, grandes como los de una jovencita, pero suaves y tiernos como los del niño que era y me hundí buscando su culo de maricón con la lengua. Antes advertí a mi jefe.
-Va a ser una locura pero aguanta el dolor si quieres morirte de placer.
Así fue como empecé a lamer el culo de aquel niño deseoso de su primer orgasmo. En cuanto le lamí, su cuerpo tembló como un templo viniéndose abajo. Mis manos se sujetaban a su culo que se movía y se pegaba a mí con la fuerza de su enorme y pequeño cuerpo. El niño subía y bajaba la cadera para sentir mi lengua por todo su pequeño culito. Era un ano demasiado pequeño para esas nalgas. Ahí guardaba Jaime su esencia de niño, y yo se la estaba sorbiendo como tantas veces el había hecho con mi semen. Mi cara chocaba una y otra vez contra las dos nalgas que la rodeaban y su grasa me golpeaba con furia sexual. Sentía todo su cuerpo intentando soportar algo que aún no comprendía y que, aunque lo quisiera, no estaba preparado para sentirlo aún. Mi lengua intentaba colarse en su culito pero lo mantenía fuertemente cerrado, en tensión. Yo apretaba igualmente, sabiendo lo locas que se ponen las putas cuando juegas con la punta de tu polla en su coñito. Estaba intentando follarme a un niño con la lengua y era lo más morboso que había hecho nunca. Saboreaba su sabor de niño intoxicado por el pervertido que había ocupado mi lugar antes. El sabor de la infancia con restos de tabaco. El director mientras soportaba todo eso en su polla. Gemía y bufaba como un animal. Intentaba follarse la boca de un niño que estaba a punto de sentir su primer orgasmo. Jaime gemía entrecortadamente pues la polla que le estaba follando la boca le tapaba todo su garganta. Pero se notaba como empezaba a gemir más rápido. Como su cuerpo estaba tensándose dentro de toda su grasa. Notaba sus piernas apretarse y sus muslos temblar.
Hasta que no aguantó más. Los gemidos eran atronadores y parecía que estábamos sacrificando a un cerdo. La polla del director le llenaba la boca y parte de su garganta y mi lengua le intentaba perforar el culo. Una puta es una puta sea una mujer o un niño de seis añitos y todo el placer que sentía por fín explotó. Su cuerpo empezó a temblar y entonces su pequeño ano se relajó. Los gemidos llenaron el cuarto cuando se sacó la polla del director al no poder aguantar tanto placer. Mi lengua se metió un centímetro o dos en su culito, lo suficiente para que la putita obesa gritara en su primer orgasmo. Luego supe que sergio que seguí debajo del niño comiendo sus tetas se corrió escuchando esos gritos. El ano se le relajaba y se apretaba pero mi lengua no cedía espacio. Sin dejarle tiempo para terminar el director le volvió a callar con su polla. Esta vez dándole mejor premio al niño más gordo del campamento de su vida. El niño tragaba mientras su culo iba relajándose, intentando descansar de mi lengua. Todos los adultos nos miramos entre nosotros. Sabiendo que esto no se repetiría nunca más.
Así que ya saben. Nunca traten mal a nadie por su aspecto, nunca sabes si te puede comer la polla como nadie en este mundo.

 

76 Lecturas/9 junio, 2025/0 Comentarios/por GordMadrid
Etiquetas: colegio, hijo, madre, mayor, mayores, padre, sexo, trio
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