El perro de la casa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Zekyasha.
Mi nombre es Bobby.
Bueno, actualmente.
Finalmente me siento a gusto haciendo lo que me gusta, ser un perro.
Pero lo más interesante es que soy un perro en mi propia casa.
Soy la mascota de mis papás.
Desde niño crecí en una familia naturista.
Así que no era raro mostrarme desnudo a mis papás y ellos a mi.
Cuando empecé a estudiar la secundaria empecé a leer relatos en internet donde hombres se dejaban dominar volviéndose mascotas sumisas, en especial perros.
Fue en ese momento donde empecé a sentir curiosidad de que se sentiría ser perro.
Compre un collar y lo usaba en mi habitación.
No sé cómo describir esa sensación de usar un collar.
Es tan extrañamente placentera y adictiva.
Con el pasar del tiempo me gustaba más y más usar collar, hasta que un día sin más decidí salir así, desnudo usando mi collar delante de mis padres.
Tendría unos 15 años en aquel entonces.
Mis papás al principio se sorprendieron pero después empezaron a reír por que consideraban que era un juego mío.
Desde ese momento cada vez empezaba a hacer más cosas caninas a escondidas y empecé a usar collar de perro delante de ellos todo el tiempo.
Cada vez me sentía más y más un perro.
Entonces decidí empezar a bañarme con shampoo para perro, me encantó el olor.
Poco después remplace mi jabón por un jabón antipulgas.
La sensación y el olor de ambos en mi piel era maravilloso.
Un día mi madre tuvo que viajar fuera de la ciudad y me quede solo con mi padre, pero el tenía mucho trabajo así que solo venía a casa en las noches para dormir, así que estaba solo en casa todo el día.
Decidí dar otro paso más.
Compre un tazon grande junto con una bolsa de croquetas.
Eran vacaciones, yéndose mi padre a su trabajo me quedaba solo todo el día.
No recuerdo cuando fue la primera vez que las comí, pero recuerdo haberme servido croquetas en el tazón, ponerme en cuatro patas y poner mi cara cerca de las croquetas.
Lo que sí recuerdo es que al tener la cara a un par de centímetros de las croquetas empecé a dudar.
Dudaba si sería una buena idea continuar, solo recuerdo que cerré los ojos y me deje llevar, llevando mi boca al tazón di el primer bocado de aquello.
Mi mente daba vueltas, no sabía qué pensar, aunque realmente las croquetas no sabían mal, así que intuitivamente seguir comiendo hasta que termine el tazón.
Al acabar me di cuenta que sabían deliciosas.
Me gustaba el sabor, así que en esos días siguientes ese sería mi desayuno.
Poco tiempo después empecé a comer sobres de alimento para perro junto con las croquetas, y su sabor me gustaba aún más, y empecé a estar a cuatro patas por toda la casa mientras mis padres no estaban, practicando como ladrar y como jadear como un perro común y corriente.
Dos días antes que llegará mi madre de regreso durante la noche, y antes que mi padre llegará a casa salí desnudo con collar a la calle.
Caminar a cuatro patas jadeando por la cerrada donde vivo fue lo mejor.
Ese día fue la primera vez que me crucé con otro perro, mi primera relación sexual.
Una jauría de perros callejeros al verme se acercó a mí y uno de ellos me monto.
El perro empezó a hacer movimientos de cadera hasta que lentamente me penetró.
Al principio no dolió, pero lentamente la intensidad de sus movimientos sobre mis nalgas fue bestial hasta que sentí como se venía intensamente en mi interior.
Entonces el perro se dio la vuelta y fue cuando me di cuenta que había quedado pegado a el.
Culo con culo estábamos en una maceta en la banqueta a unos 400 metros de la entrada de mi casa.
Cada que quería levantarme o despegarme un dolor intenso me lo impedía.
Así que siempre volvía a ponerme a cuatro patas.
Inclusive el perro me arrastró a la mitad de la calle.
La adrenalina en mi estaba al máximo.
Si alguien pasaba en ese momento podría verme y yo no podría hacer nada.
Lo único que hice fue sacar la lengua y jadear como un perro.
Cuando finalmente logré despegarme lo único que hice fue correr a la casa antes que alguien me viera.
Me metí a bañar y fue cuando sentí todo el semen de perro que había en mi interior.
En ese momento me di cuenta, eso era lo que quería, ser un perro.
Más bien ya lo era.
Pasó el tiempo y hacia cada vez más y más cosas de perro a escondidas, inclusive aparearme con perros callejeros en el jardín de mi casa mientras mis padres estaban trabajando, pero mi rendimiento en la escuela era pésimo, tanto que reprobé el primer año de preparatoria y estaba a punto de reprobar nuevamente cuando mis padres hablaron conmigo.
Querían saber que me pasaba.
Y les confesé que odiaba la escuela y finalmente les dije todo, que me sentía un perro y toda la cosa.
Mi madre comenzó a llorar, y mi padre no sabía qué pensar.
Lo platicaron un tiempo hasta que decidieron sacarme de la escuela.
Nos mudamos a otro lugar y me dijeron:
"Hijo, sabemos que lo que atraviesa es muy difícil, posiblemente solo sea una etapa.
Por eso te vamos a dar un año sabático en el que te permitiremos no ir a la escuela.
Te quedaras aquí en casa siendo perro todo el tiempo.
Si en un año te das cuenta que necesitas volver a estudiar lo haremos, si no creo que hablaremos seriamente"
Luego de eso mis papás guardaron todas mis cosas.
Yo sería su mascota desde ese momento.
Me tratarían igual que un perro.
Inclusive mandaron a hacer una casa en el jardín por qué a partir de ese momento yo dormiría ahí.
Ha pasado un año y no me arrepiento, hablamos nuevamente con mis papás y ya saben mi deseo de continuar siendo un perro.
Creo que ya hasta se acostumbraron a tratarme como uno, les doy menos lata que como humano.
Me siento feliz llevando mi vida cómo mascota, la mascota de mis padres.
Al final perdieron a su hijo, pero ganaron a su perro mascota obediente, fiel y sumiso.
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