Entre las piernas de Andreita
Desde el momento en que la ví, sabía que sería mía. Sus hermosas nalgas y sus preciosos pies me volvían loco..
Ella tenía solamente 16 años y ya era madre de un pequeño niño de tres años. Bastante flaco y moreno como ella. Ella tenía largas pierna firmes, con pies hermosos de uñas blancas, pero maltratados y descuidados. Con sus dos hermosas nalgas bien paradas y suaves como el tacto de un durazno y esas hermosas tetas paraditas con pezones aún más oscuros que su piel. Ni siquiera el desesperado mamar de aquel flaco niño las había hecho caer aún. Eran tetas de adolecente que apenas descubría la vida. Sus manos huesudas y pequeñas se aferraban a mi espalda aquella tarde en la piscina de mi casa. Había comenzado a trabajar desde hacía dos meses en la casa de mi abuela. Hacía tortillas y ayudaba a su mamá durante la hora de la comida. La conocí un domingo en un almuerzo familiar y me atrapó desde el primer momento en que la ví. Llevaba puesta una pequeña falda de tela rodada que se lemoegaba a las caderas y terminaba a la mitad de sus muslos. De frente un delantal impedía ver sus formas, pero detrás aquella falda dibuja perfectamente su delicioso culo. Unas sandalias negras me dejaban ver sus hermosos pies. Perfectos en su forma, pero descuidados por el trabajo que le supuso ganarse la vida desde niña. Sus labios gruesos y sus ojos negros y grandes dibujaban la inocencia que solo mostraba por fuera y que aquella tarde después de salir de la piscina se esfumó al decirme «que vergota». Era una mezcla entre niña y mujer que decidí cogerme desde que la ví. Aquella tarde en casa de mi abuela busqué la forma de meterle la mano entre la blusa amarilla que dejaba ver el inicio sus deliciosas tetas o de tocarle una nalga de forma descarada para que supiera que sería mía. Pero no se dió la oportunidad. Lo único que pude hacer sin que nadie se diera cuenta, fue mostrarle mi verga erecta al salir del baño justo cuando ella caminaba con las tortillas en la mano en dirección a la mesa. La vio, vio directamente a mi verga yuego me vio a los ojos. Sonrío y siguió caminando. Eso bastó para que me volviera a meter al baño a pajearme esperando que entrara ella y me la mamara con esos hermosos labios que tenía. Ese día no pasó nada, pero no le iba a rendir.
Desde el lunes siguiente me aposté cada minuto que pude muy cerca de la casa de mi abuela. La ví varias veces, salía a la tienda, salía a la panadería e incluso salía a barrer la acera. Pero siempre en la compañía y la celosa vigilancia de su madre. Así pase más de dos semanas, hasta que un día a eso de las seis de la tarde, por fin salió sola. Aceleré el auto y me puse a su lado.
-¿Te acuerdas de mí?
Me vió, sonrío, pero no dijo nada. Solo siguió caminando. Se metió en la tienda y yo salí de mi auto. Llevaba puesta una licra que subía desde sus tobillos hasta su cintura. Sus piernas flacas, pero bien formadas se dibujaban deliciosamente debajo de aquella apretada prenda. Y sus nalgas, ese manjar delicioso que me moría por tocar y saborear se veían torneadas a la perfección debajo de la tela brillante colo azul. Los dedos de sus pies se posaban delicadamente sobre aquellas sandalias viejas que usaba siempre. Y un pequeño top de colores dejaba ver su morena espalda baja en donde se marcaba su firme columna vertebral. Allí, parada dándome la espalda la contemplé mientras me acercaba a ella.
-Hola Andreita
Le dije mientras mis manos se aferraban a sus dos pequeñas y hermosas nalgas. Las acaricié, las apreté y subí luego hasta su cintura para apretar su cuerpo contra la durísima erección que se me dibujaba en el pantalón. Ella saltó del susto, pero de inmediato supo que era yo y solo intentó alejarse, sin decir nada. Mi verga se frotó contra su hermoso culo y mis manos buscaron sus tetas debajo de aquella blusa, pero me tuve que detener porque salió la encargada de la tienda a entregar lo que Andreíta había pedido. Me alejé un poco y ella pudo disimular bastante bien lo que acababa de ocurrir. Pagó y comenzó a caminar hacia la calle.
-Vamos. Yo te llevo a la casa, mi abuela y tu mamá me dijeron que te llevara
Le dije tomando en mis manos la bolsa con las cosas que había comprado. Aquello se lo dije para que se subiera al auto y para que la encargada de la tienda no dijera nada. Los dos salimos y nos subimos al auto. La casa no quedaba a más de una cuadra, pero obviamente no la lleve de inmediato a la casa de mi abuela. Avancé un poco más y metí el carro a un callejón que está unos metros después de dónde ella debía bajar. Allí no había ni un alma y mis más bajos instintos me pedían hacerla mía allí mismo. Pero no quería de esa forma. Quería que allá pequeña mujer disfrutará también. Quería hacerla acabar y gemir. Quería darle amor y al mismo tiempo saciar mis más bajos instintos con su delicioso cuerpo.
-Me gustas mucho. Yo puedo criar a tu hijo como mío y darte todo lo que quieras
Le dije, mientras firmemente la acercaba a mi tomándola de la cintura desnuda de aquella deliciosa mujer. Su respiración estaba agitada y no decía nada. Creo que estaba asustada más que excitada. Pero cuándo comencé a tratar de besarla no me alejó, al contrario, me besó también e incluso chupó lengua un par de veces. Yo estaba que explotaba de deseo. Mis manos recorrían sus piernas y de internaban en su blusa mientras nos besábamos. Mi erección salió libre cuando me saqué la verga esperando ensartarla en su vagina que a pesar de mi esfuerzo no lograba tocar con mis manos.
-Te quiero coger
Le dije. Y traté de bajarla la licra. Pero ella me alejó y cuando lo hizo su mirada se clavó en mi verga gruesa y dura.
-Es que me bajó
Me dijo. Con razón no podía tocar su vagina a pesar de mi esfuerzo. Entre sus piernas tenía puesta una toalla sanitaria que me lo impedía. Pero yo estaba demasiado caliente. No me importaba, me la te iba que coger ahí mismo. Le dije que no me importaba mancharme. Que quería probarla allí mismo y que mejor, así podría acabarle adentro sin problema. Pero se negó a eso. Más si accedió a darme «un beso» en la verga. Me acomodé en mi sillón y dejé los 20 centímetros de mi verga listos para que ella hiciera lo que quisiera. Primero de dió un beso a un lado, pero no me conformaría con eso. La acerqué de nuevo y mientras acariciaba sus nalgas la obligué a darle varias mamadas. Fueron cuatro, la última más a fondo y más apretó sus labios. Pero en ese momento se levantó y se acomodó la ropa.
-Me tengo que ir. Me están esperando
Me dijo mientras metía sus tetas entre la blusa y se acomodaba las sandalias. Abrió la puerta del carro y cuando iba a bajar la tomé de la cintura de aquella licra y se la bajé.
-Nobte vas sin que te pruebe
Le dije. Y me acerqué a sus hermosas nalgas. Primero las besé y luego las separé para gozar del sabor de su delicioso culo. Estaba sudado, oscuro, y apretado. Pero es lo más delicioso que he probado en mi vida. Sus nalgas chocaban contra mis cara mientras mis manos la apretaban contra mi y mi lengua saboreaba su culo. Gimió un par de veces e incluso movió sus caderas. Pero luego se soltó. Frente a la puerta del carro se acomodó la ropa, el pelo e incluso la convencí de darme un beso en la boca antes de irse. Aún no la había hecho mía. Pero no pararía hasta lograrlo. Salió corriendo en dirección a la casa de mi abuela y la vi desaparecer al entrar en ella. Yo claro, me quedé en mi auto dándome no una sino dos pahas seguidas aún con el sabor de su culo en mi boca.
Continuará…
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