Flamenca, señora y emputada
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por singlemalt.
Conocí a Curro una noche en que me metí en un bar para tomar una copa después de ia a una cena con unas amigas. Se me acercó y empezamos a hablar.
Iba bien vestido, con corbata y camisa de marca y curiosament un traje con pantalones y chaqueta de cuero, cosa que siempre me ha gustado y que se ve en muy pocos hombres. Me gustó su forma de comportarse, con su aspecto de duro y me dejé abordar, cosa que él notó. Le conté que me había separado hacía poco y que tenía una hija pequeña, que ahora estaba con mi madre y que tenía una perfumería. Él por su parte, me comentó que tenía varios negocios. La conversación se fue animando y entre los temas estuvo el de si a los niños pequeños se les debía dar biberón o leche materna. Yo le dije que le daba teta, cosa que a él le pareció interesante. Además, y como le había cogido confianza, le dije que tenía mucha leche, y añadí en broma que tanta que le podría dar. Llevábamos un rato hablando cuando noté que me estaba poniendo caliente, más que nada por la apariencia del semental que tenía delante.
Al salir del local, me dejé seguir y tras llegar al aparcamiento de repente me cogió por detrás, me dio la vuelta y me dio un largo y tendido beso. Con un golpe brusco abrió mi blusa, arrancando varios botones y luego, recolzándome en la puerta de un coche, bajó la cremallera de su pantalón y se sacó la polla fuera. Dirigió sus labios a mis pezones y se puso a chuparlos, sorbiendo mi leche. Mi reacció fue dejarlo hacer, pues me gustó.
Por un momento dejó de sorber la leche y exclamó, mientras la derramaba por encima de mí que le encantaba ordeñar a las lechosas tetudas como yo, cosa que me puso a cien. Con un manotazo me arremangó la falda y me bajo un poco la braga. Me la metió de golpe, mientras me miraba fijamente a los ojos y sin besarme, con una cara de tipo duro que hizo que me corriera más de una vez. Finalmente, vertió su leche por mi agujero, dejándome con la sensación de que me había dejado totalmente llena y él, sin más, se paró y se subió los pantalones. Yo me bajé la falfa lentamente, mirándole a los ojos, mientras notaba que su leche me bajaba por la entrepierna. Como varios de los botones de mi blusa habían volado, él me la abrochó con un nudo diciéndome que las andaluzas lo hacían así para demostrar que habían copulado. Acerqué mis labios a los suyos con la intención de que me diera un beso, pero en lugar de esto escupió dentro de mi boca. Luego se fue.
Al día siguiente, estando en mi perfumería me llevé una gran sorpresa cuando se presentó. Yo estaba en el almacén cuando me vino una de mis empleadas diciendo que había venido un representante de leches y máscaras faciales. Al salir vi que era él. Lo hice pasar a una sala que me servía como almacén y despacho y tras estar él uno frente al otro durante un segundo, nos lanzamos hasta chocar. Nos besamos, me abrió la blusa para sorberme los pezones. En principio me llevé una sorpresa cuando después de bajarme los pantalones se saco unas tijeras. Me asustó, pero en realidad lo que hizo fue cortar un agujero que dejaba al aire el culo y el coño.
Me rompió las bragas, tirándolas y me hizo poner otra vez los pantalones. a copular desesperadamente. Antes de empezar, pero, me dijo que me traía un regalo. De su maletín sacó dos máscaras de cuero. Él seu puso una y luego me colocó la otra, cerrándome la cremallera de la boca para que no pudiese gritar, así que solamente podía emitir gemidos. No sé cuantes veces derramé, excitada por ser copulada de esta manera tan poco usual, con las máscaras puestas las dos y mas cuando veía la escena porque delantge había un espejo. Me vertíó dentro de mi coño toda su leche, hasta la última gota, llegando a exprimir su polla encima de mi coño y utilizar sus dedos para introducir su leche en mi coño.
Tras correrse como un animal, me preguntó si me gustaba Sevilla. Ante esto, y al no encontrar otra respuesta, le respondí que sí con un gesto con la cara, ya que con la máscara puesta no podía hablar. Él, entoces, me dijo que si me gustaba Sevilla, entonces debía convertirme en andaluza, pues allí iba a llevarme. Se sacó un papel y me dijo que esas eran mis instrucciones, aparte de que en toda la mañana no me limpiase los bajos. Y luego se marchó, no sin antes quitarse él su máscara, pero dejándome la mía puesta y con los pantalones rotos puestos. Tuve que ponerme una bata blanca encima y así estuve hasta que cerramos, intentando disimular el descosido.
El papel decía:
1) Que él volvería y que a partir de ahora era él mi semental, con el que copularía todos los días.
2) Que tenía que aprender a bailar sevillanas y para ello me dio una dirección de una academia.
3) Que cuando tuviera una cita con él que sería lejos de mi casa y tendría que vestir como se me indicara.
4) Que a cambio de su leche, a partir de aquel momento la leche de mis tetas era para él, que se encargaría de ordeñármelas..
5) Que a partir de aquel día me llamaría en su presencia Rocío.
Me pareció bien la cosa y a partir de aquel día me convertí en la amante de mi Curro, quien se dedicó en cuerpo y alma a transformar todo mi aspecto exterior. Lo necesitaba, pues hasta ese momento mi vida había sido un desastre. Cuando teníamos una cita, dejaba a mi hija en casa con una canguro. Luego me dirigía a un piso que habíamos alquilado.
Yo siempre llegaba primero y le recibía con una sorpresa. Por ejemplo, un camisón largo con una bata, o un traje de noche, a veces una máscara. Luego me sentaba en un tresillo y le decía que ya tenía la cena preparada. Ésta consistía en que él tenía mis pechos, llenos de leche, a su disposición, aprovechando para chupármelos hasta vaciármelos, mientras yo le enseñaba mis modelos, pues debía ser mu excitante vaciar los pechos a una señora con un antifaz puesto y con aquellos modelos tan elegantes, que a cambio de dejarse vaciar sus pechos se dejaba llenar su coño.
En general, me sentía un tanto ridícula o grotesca con esas vestimentas, pero esto es lo que me hacía ir más caliente. Muchas veces le despedí en el rellano de la escalera, con las luces encendidas y llevando puesto un camisón, una bata y una máscara de cuero que me cubría enteramente la cabeza, como una capucha, que solamente dejaba al aire la boca, los agujeros de la nariz, los ojos y las orejas, arriesgándome a que pudiera ser vista por algún inquilino. Una vez, aprovechando que el vecino tenía un perro que se meaba por las escaleras, y mientras mi Curro me besaba, me meé allí mismo, de pie, echando la orina por el suelo, demostrando así lo caliente que iba y lo perra que me había vuelto. Luego, la bronca de todos los vecinos se la llevó el propietario del perro.
Otra vez sucedió que habíamos salido y volvíamos a nuestro piso. Primero habíamos ido a un espectáculo de flamenco y luego a un pub. Los dos íbamos vestidos con ropa de cuero negra, él con pantalones y chaqueta, mientras que yo iba elegamentemente vestida, con una blusa roja de satín, mi collar de perlas de tres vueltas. También llevaba una falta de cuero larga hasta los pies, roja, a imitación de una falda flamenca, con volantes y una bata de piel negra, sin botones que también me llegaba hasta el suelo. La falda, por cierto, tenía un agujero que me dejaba el culo al aire. Si me ponía como una perra incluso podía copular con la falda puesta. Un conjunto de correas permitía que pudiera ceñirse por detrás. Gracias a mi bata de cuero podía salir a la calle sin que se notase, pero que permitía a mi bombón que me tocase el trasero, metiendo sus dedos por mi culo. En los restaurantes, tenía que comer con la bata puesta, cosa que me gustaba mucho, pues me sentía más señora.
Después de llegar al piso, me dijo que antes de copular faltaba algo. Como los dos íbamos de piel, faltaba algo por cubrir, la cabeza. De un bolsillo se sacó dos capuchas de cuero negro, que cubrían el rostro, excepto la boca, los ojos y las orejas. Con ellas puestas nos contemplamos el uno al otro y estábamos preciosos, los dos de cuero y yo vestida como una gran señora. Nos besamos, uniendo nuestras lenguas, que salían por el agujero de la máscara y luego nos tumbamos en la cama, uno sobre el otro vestidos de cuero.
Mi Curro sacó su polla y sus huevos por un agujero que tenía en la braqueta, que no tenía cremallera, mientras que mi falda por delante estaba completa, pero por detrás estaba descubierrta, arrarrándose com correas, cosa que hacía que pareciera completamente cerrada cuando llevaba mi bata de cuero. Así, me hizo poner como una perra, a cuatro patas y tras levantarme la bata de cuero copuló conmigo con la falda puesta, follando vestidos.
Una cosa que me prometió mi Curro era que con la única hembra auténtica con la que copularía era yo. Ahora bien, que eso no significaba que lo iba a hacer con travestidos, hombres y animales.
Por ejemplo, en una ocasión en que le esperaba con un camisón de raso rojo y una bata rosa, se presentó al piso con un amigo, un argentino de aspecto germano. Me dijo que dado que dado que yo tenía mucha leche en las tetas y él ya había comido, entonces que iba a compartirme. Luego mi Curro le comentó a su amigo que me tenía amancebada y que mis tetas llenas de leche, pues hacía poco había aumentado familia y que era una leche muy buena.
Los dos sementales se pusieron a besarme a la vez, juntándose las tres lenguas, que intentaban enrollarse una con la otra Me hicieron sentar en un sofa y cada uno juntó sus labios a una de mis tetas, empezando a chupar. De vez en cuando se paraban de chupar y los dos machos se morreaban entre ellos, animándoles yo a ello dando un majase por sus nucas. También se masturbaban el uno al otro, corriéndose sobre mi camisón. Mientras tanto, mi Curro me metía un consolador en el chocho, más mojado que una charca. Finalmente, mi Curro puso al argentino a cuatro patas y se lo folló allí en medio, mientras yo besaba en la boca a mi bombón y le animaba a que se descargara dentro del culo del maromo.
Resultaba que en el piso de al lado vivía un matrimonio que tenía un hijo. El chaval me comía con los ojos cuando me cruzaba con él por la escalera y notaba como en ese momento se le empalmaba la polla. Un día que estaba en el piso esperando a mi Curro éste me llamó por teléfono para indicarme que no podía venir. Yo estaba desesperada, toda emperinfollada y vestida para salir de copas, con mis tetas llenas y goteando, muy caliente por los afrodisíacos que me había tomado. Entonces oí como los padres de mi vecino se despedían y él se quedaba solo en casa. Me puse lo más voluptuosa posible y llamé a su puerta, con la falda de cuero que tenía el culo al aire y mi bata de cuero.
Él se sorprendió al verme, así que tomé la iniciativa y le pedí que me acompañase a mi piso, pues tenía un problema, cosa que hizo sin dudar. Le pedí que por favor se subiese con una escalera a un altillo del armario para acercarme una maleta. Cuando bajo con ella, hice que casi su rostro quedasejunto al mío, cara a cara , y sin dejarle reaccionar le besé en la boca. El chico se animó y a los pocos segundos ya era mío. Le animé a que chupara mis pezones, llamándole la atención la leche, que se bebió como si fuera un muerto de sed.
Como respuesta le respondí que hacía poco había sido mamá, pero que aquella lechecita caliente era solo para él si la quería.
En un momento dado me agarró por el culo, sorprendiéndose que quedaba al aire, descubriendo así el secreto de mi falda. El chiico no se pudo aguantar más. Se sacó la polla fuera del pantalón y se corrió, llenándome de leche la camisa de satén. Al terminar de ordeñarme, me comentó que en ocasiones había visto por la mirilla de su piso como yo recibía o despedía a mi Curro con una máscara puesta y me pidió que hiciera lo mismo para despedirme de él. Por tanto, me puse una máscara y a él le coloqué otra, no sin antes vestirle de cuero ropa de mi Curro. Estaba tan excitado que me llegó a calentar hasta estremos a los que nunca había llegado. Finalmente, consegui que me chochease, llenándome de leche de tal manera que en realidad creo que fue él quien me dejó preñada y no mi Curro.
Otra vez se me presentó mi Curro con una bolsa de pañales.y me dijo que me colocara unos. El motivo, que debía aprender a mearme encima, con la ropa puesta, pues esto le calentaba mucho. Por tanto, y para ensayar por casa, cada vez que tenía que mear me ponía el pañal y me lo hacía encima. A las pocas semanas, quiso ver mis progresos. Me hizo poner unos pantalones de tela de color claro y se puso a besarme. Cuando me tenía bien caliente, me pidio que mease y así lo hice, mojando los pantalones y calentando mi tierno culito. Mientras él me besaba y observaba que yo lo hacía con gusto.
Mis progresos en la academia de flamenco fueron excelentes y se lo quise demostrar. Me vestí con un traje de sevillana con una larga cola con volantes y con un buen agujero en el culo, que quedaba al aire. Cuando él llegó al local empezó la fiesta. La música flamenca empezó a sonar y yo me situé en medio de la pista empezando a bailar, poniendo en ello todo mi poderío. De vez en cuando le lanzaba miradas y emtía gemidos, demostrando mi pasión, pues ya me sentía totalmente andaluza. Al poco él se acercó a mí y tras bailar conmigo unos segundos, me agarró por el culo y nos besamos apasionadamente.
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