flamenca, señora y emputada (2a parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mis progresos en la academia de flamenco fueron excelentes y se lo quise demostrar en mi piso. Me vestí con un traje de sevillana con una larga cola con volantes y con un buen agujero en el culo, que quedaba al aire.
Cuando él llegó al piso empezó la fiesta. La música flamenca empezó a sonar y yo me situé en medio de la sala empezando a bailar, poniendo en ello todo mi poderío. De vez en cuando le lanzaba miradas y emtía gemidos, demostrando mi pasión, pues ya me sentía totalmente andaluza. Al poco él se acercó a mí y tras bailar conmigo unos segundos, me agarró por el culo y nos besamos apasionadamente. Luego, levantando los volantes, copulamos allí, de pie. No solo me corrí, derramando los dos a la vez, sino que aproveché para orinar, demostrando que era suya, dejando el vestido todo mojado.
Mi Curro era tan macho que no toleraba a ningún otro a su alrededor. A lo sumo, los convertía en hembras. Así las cosas, tuvo la idea de ligarse a un joven y lo trajo a nuestro piso, mientras yo observaba la escena desde la habitación de al lado. Después de invitarlo a alcohol, le hizo proposiciones sexuales y a rozarle con sus manos la entrepierna. El chico no se resistía y para calentarlo un poco más le enseñó unos videos de transexuales. Al rato ya se estaban dando la lengua y el chico se dejaba tocar la polla. Los dos se desnudaron y se besaban. Mi Curro tenía la polla enorme, mientras que la del chico era pequeña y daba pena. Santos le comentaba que estaba tan caliente que le iba a llenar el culo de leche y si pudiera le dejaría embarazado.
De repente, mi Curro se paró en seco y le dijo que a él no le iban los tíos. Ahora bien, que era muy fino de facciones y que tenía unos ojos preciosos. Por esto, que sería una chica preciosa y le preguntó si quería quería convertirse en hembra. El muchacho estaba tan excitado por lo que estaba viviendo que no se oponía a nada. Al rato, mi Curro ya le estaba poniendo sujetador y braguitas y luego le pintó los labios y le ponía maquillaje por el rostro. Luego le besó, como hacen los machos, cubriendo toda su boca con la suya. Finalmente, le metió la tranca en el culo y luego lo echó a la calle. Aun le quedaron fuerzas para copular conmigo.
En marzo fuimos a ver procesiones. Él me recordó que como andaluza que era, debía sentir como muy propia la devoción por las procesiones y que era tiempo de penitencia. En consecuencia, durante esos días, no iba a montarme ni a sorberme las tetas. Ahora bien, que como penitencia debía tomarme raciones dobles de afrodisiaco. Para esos días me hizo vestir de negro, como de luto riguroso, con peineta, mantón, y sobre mi rostro y con maquillaje oscuro, siendo observada con admiración por todos, al ver que una señora tan de buen ver como yo era tan devota. Incluso cuando íbamos por la calle me hacía llevar mantón negro sobre mi bata de cuero.
Me sentái muy excitada, pues me había tomado un fuerte afrodisíaco que me hacía arder los bajos, en tanto que llevaba horas sin chupar mi leche y mis pezones estaban chorreando. En un momento dado ya no podía soporarlo más y me puse los dedos en el coño, pero el me vio y me ató las manos a la espalda con unas esposas que prácticamente no me quitaba para nada. Incluso para pasear me las hacía llevar puestas, disimulandodas con mi larga bata de cuero negro que me ponía por encima de los ombros, mientras me agaraba por el culo. Estaba muy mojada y excitada, y más viendo como me llevaba por la calle, pero no me tocaba los bajos, así que estaba a punto de reventar.
Mientras veía la procesión desde un balcón, mi Curro se presentó vestido de nazareno acompañado de otro también con atuendo de nazareno y con cadenas en los pies- Al estar los dos delante de mí, Curro le dijo al tipo que yo estaba triste y que debía consolarme, pues llevaba dos días sin ser montada ni cubierta. Por este motivo, que se pusiera a succionarme la leche que había en mis tetas.
Con unas tijeras, Curro hizo un agujero en la capucha del narareno, a la altura de la boca, para que pudiera sacar los labios. Después abrió mi blusa, sacando fuera mis pezones y el nazareno se puso a succionar mi leche. Entretanto, mi Curro le hizo otro corte con las tijeras, a la altura de su culo y se la metió toda. Así, y mientras por la calle pasaban los nazerenos y se cantaban saetas, mi Curro estaba ensartando al nazareno, mientras éste me vaciaba los pechos. Yo, más que gemidos, ronroneaba como una gata en celo.
Al día siguiente, y mientras pasaba por la calle la procesión, me apoyé en una ventana vestida con un traje negro, sobre el que me había puesto mi bata de cuero negra y el mantón negro. Entonces, mi Curro, acompañado por un maromo negro, se pusieron debajo de mi mantón y mi bata, me bajaron el sujetador y se pusieron a sorberme las tetas. Luego el negro me pasó un buen trago de mi propia leche directamente a mi boca con un buen beso, por si tenía sed.
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