Follada con un pañal sucio
uan, un hombre mexicano de 30 años, se encuentra con la enigmática Clara, una joven estudiante de 20 años, en un bar de la ciudad de México. A medida que la noche avanza, descubren un vínculo inesperado y una atracción mutua. Invitado a su apartamento, Juan descubre el fetiche secreto de Clara: .
Era una cálida noche de verano en la Ciudad de México cuando Juan, un hombre de 30 años, decidió aventurarse en la vibrante vida nocturna de la ciudad. Recientemente había comenzado un nuevo trabajo en la ciudad y buscaba una forma de relajarse y distraerse después de una larga semana. Mientras caminaba por las bulliciosas calles, su mirada se posó en un acogedor bar con luces tenues y música suave que se filtraba por las ventanas abiertas. Decidió entrar y tomar una bebida refrescante.
El bar estaba decorado con un estilo vintage, con muebles de madera oscura y fotografías en blanco y negro de la Ciudad de México en décadas pasadas. La atmósfera era cálida y acogedora, con un murmullo constante de conversaciones y risas que llenaban el aire. Juan se dirigió a la barra y pidió una cerveza artesanal, disfrutando del ambiente relajado.
Mientras se sentaba en la barra, su mirada se cruzó con la de una joven sentada en el otro extremo. Había algo en su mirada que lo intrigó de inmediato. Parecía tener unos 20 años, con una belleza inocente y una sonrisa tímida. Llevaba un vestido floral que contrastaba con su cabello oscuro y su piel clara. Juan no pudo evitar sentirse atraído por ella y, después de unos momentos de indecisión, se armó de valor y se acercó.
“Hola, soy Juan”, dijo con una cálida sonrisa. “Me preguntaba si este asiento está ocupado”.
La joven levantó la vista de su copa y lo miró con ojos curiosos. “No, por supuesto que no. Siéntate”, respondió con una voz suave y dulce. “Soy Clara”.
Juan se sentó y pidió una bebida para ambos. Mientras charlaban, descubrieron que tenían mucho en común. Clara era estudiante universitaria y también vivía sola en la ciudad. Estudiaba literatura y tenía una pasión por la poesía, algo que Juan encontró fascinante. Compartían un amor por la música, el arte y la exploración de nuevas experiencias. La conversación fluyó fácilmente, y pronto se encontraron riendo y bromeando como viejos amigos.
Juan se sintió intrigado por la personalidad única de Clara. Había algo en su forma de ser que lo atraía irremediablemente. Era dulce e inocente, pero también había un lado travieso y aventurero que asomaba de vez en cuando. Clara le contó sobre sus escapadas nocturnas a los tejados de la ciudad para observar las estrellas y sobre sus visitas a galerías de arte escondidas. A medida que la noche avanzaba, se dieron cuenta de que no querían que terminara su encuentro allí.
“¿Te gustaría ir a mi apartamento?”, sugirió Clara con una sonrisa pícara. “Está a solo unas cuadras de aquí y tengo una botella de vino que estaría perfecta para continuar nuestra conversación”.
Juan asintió con entusiasmo, y pronto se encontraron caminando por las calles iluminadas por las luces de la ciudad. El apartamento de Clara era un espacio acogedor y lleno de vida. Las paredes estaban decoradas con posters de películas clásicas y estantes llenos de libros y souvenirs de sus viajes. Juan notó que había algunos juguetes de peluche y accesorios kawaii, lo que le dio una idea de los intereses únicos de Clara.
“Me encanta tu lugar”, dijo Juan, mirando a su alrededor con admiración. “Definitivamente refleja tu personalidad única”.
A medida que la noche avanzaba, la atracción entre Juan y Clara se intensificaba. Podían sentir la tensión sexual en el aire, cargada de deseo y anticipación. Juan notó la mirada traviesa en los ojos de Clara, y una sonrisa pícara se formó en su rostro. Sabía que algo delicioso y perverso estaba a punto de suceder.
Clara se levantó de la cama, su cuerpo esbelto y seductor a la luz tenue de la habitación. Se acercó a Juan, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y diversión. «Tengo una sorpresa para ti», susurró, su voz suave y seductora.
Intrigado, Juan la siguió con la mirada mientras ella se movía con gracia alrededor de la habitación. Se detuvo frente a él y, con un movimiento fluido, se quitó la blusa, revelando un sostén negro de encaje que acentuaba sus senos firmes y redondos. Juan tragó saliva, su mirada fija en su cuerpo perfecto.
Clara se acercó lentamente a Juan, sus manos bajando por su cuerpo hasta llegar a la pretina de sus pantalones. Con habilidad, desabrochó su cinturón y bajó la cremallera, liberando su erección a través de la tela de sus bóxer. Juan gimió suavemente, deseando sentir su toque en su piel desnuda.
«Aún no», murmuró Clara con una sonrisa traviesa. «Primero, quiero mostrarte algo».
Se dio la vuelta y caminó lentamente hacia el baño contiguo. Juan se sentó en la cama, intrigado y excitado, preguntándose qué sorpresa le tenía preparada Clara. La vio encender una vela perfumada y luego apagó la luz, dejando que la habitación se llenara de una luz suave y romántica.
Clara salió del baño con un pañal abultado alrededor de sus caderas. La vista de ella así, tan inocente y sexy al mismo tiempo, hizo que el corazón de Juan latiera con fuerza. El pañal estaba claramente usado, con una protuberancia evidente en la parte delantera, y un olor sutil pero inconfundible llenaba la habitación.
«Oh, Clara…», murmuró Juan, su voz ronca de deseo. «Estás sucia, ¿verdad?»
Clara asintió con una sonrisa traviesa. «Muy sucia», susurró. «Y quiero que me hagas tuya de todas formas».
Juan se levantó de la cama, su cuerpo tenso con anticipación. Caminó hacia ella y la abrazó por detrás, sintiendo el calor de su cuerpo a través del pañal. Bajó las manos por su abdomen, disfrutando de la sensación suave y abultada debajo de sus dedos. Luego, bajó lentamente el pañal, revelando su intimidad cubierta con sus deposiciones.
La vista lo dejó sin aliento. La vagina de Clara estaba abultada y rodeada por sus heces, una mezcla de colores y texturas que solo servía para aumentar su excitación. Juan lamió sus labios, deseando saborear cada pulgada de su cuerpo sucio.
«Eres tan hermosa», susurró, acariciando su trasero con una mano mientras usaba la otra para separar sus nalgas, exponiendo aún más su intimidad. «Quiero probarte».
Clara gimió suavemente y se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos en la cama. Juan se arrodilló detrás de ella y lamió lentamente la parte interna de su muslo, disfrutando de su sabor salado y su esencia femenina. Luego, sin dudarlo, extendió su lengua y la introdujo en su vagina, saboreando la mezcla de su excitación y sus heces.
Clara gimió y se retorció de placer, empujando su cuerpo contra la lengua hábil de Juan. «Oh, sí… ahí… «, susurró, perdiendo todo sentido de vergüenza mientras se abandonaba al placer que le proporcionaba Juan.
Juan la degustó con pasión, disfrutando de la textura suave y pegajosa de sus heces contra su lengua. Sabía que algunos podrían considerar esto tabú o repugnante, pero para él, en ese momento, era la cosa más excitante y deliciosa que había experimentado jamás.
Mientras Juan la satisfacía con su lengua, Clara dejó escapar gemidos y palabras sucias, animándolo a seguir. «Sí, ahí… lame mi sucia vagina… quiero que me hagas tuya por completo», suplicó.
Juan cumplió con entusiasmo sus peticiones, penetrando su vagina con su lengua, saboreando cada pulgada de su intimidad sucia. La habitación se llenó de sus gemidos y susurros, una sinfonía de placer y deseo. Juan se deleitaba en su sabor y textura, deseando darle el máximo placer.
Después de llevar a Clara al borde varias veces con su lengua, Juan se levantó y se colocó detrás de ella. Con su pene erecto y palpitante, penetró lentamente su vagina abultada y sucia. Clara gimió de placer, sintiendo la resistencia del pañal y sus heces entre ellos.
Juan la tomó por las caderas y comenzó a moverse con fuerza, empujando profundamente dentro de ella. El sonido de sus cuerpos uniéndose llenó la habitación, junto con los gemidos y suspiros de ambos. Clara se sentía llena y completa, su pañal abultado frotándose contra su clítoris con cada embestida.
«Más fuerte, Juan… «, suplicó Clara, sus manos aferrándose a la sábana de la cama. «Quiero sentirte en lo más profundo de mí».
Juan cumplió con su petición, moviéndose con más fuerza y pasión. El pañal de Clara se frotaba contra su pene con cada empuje, proporcionando una sensación única y excitante para ambos. La habitación se llenó de sus gemidos y palabras sucias, una orquesta de placer y lujuria.
«Así, Juan… ah, sí… «, gemía Clara, su cuerpo temblando de placer. «Quiero sentir tu esencia dentro de mí. Lléname con tu calor».
Juan no podía aguantar más. Con un último empujón, se derramó dentro de ella, sintiendo su cuerpo temblar y contraerse alrededor del suyo. Gimió su nombre, perdiéndose en el éxtasis del momento. Clara gritó su liberación, su cuerpo temblando de placer mientras sus heces se mezclaban con la esencia de Juan.
Exhaustos y satisfechos, se derrumbaron en la cama, sus cuerpos pegajosos y sudorosos aún unidos. Juan abrazó a Clara por detrás, sintiendo el calor de su cuerpo y la suavidad del pañal contra su piel. Se quedaron así durante mucho tiempo, disfrutando de la intimidad y la conexión que habían compartido.
«Eso fue… increíble», susurró Clara, su voz temblorosa. «Nunca he experimentado algo así antes».
Juan sonrió y besó su cuello suavemente. «Lo sé», respondió, sintiendo una profunda conexión con esta mujer fascinante y abierta de mente. «Fue una experiencia única y maravillosa».
Se quedaron dormidos abrazados, envueltos en una mezcla de placer, sudor y fetiche, sabiendo que habían compartido algo especial e inolvidable. La noche los había unido de una manera que ninguno de los dos había anticipado, y ambos sabían que esta sería la primera de muchas aventuras eróticas juntos.
telegram: @ambigua02.
si me quieren escribir agradeceré que sean respetuosos y caballeros conmigo. gracias.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!