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Fetichismo, Heterosexual, Infidelidad

He sido infiel, y tengo (comparto) pruebas

Soy Andrés y siempre he sabido que las mujeres y sus culos hermosos serían mi perdición. Lee mi historia y conoce el mejor culo que me he follado..
El hombre piensa diferente cuando siente apretado en el pantalón. Es fácil que su mente y su cuerpo se entreguen sin resistencia en busca de los placeres de la lujuria, de los adorables cuerpos de las mujeres. Debilidad o privilegio, desgracia o pasión, el sexo ha moldeado la historia ¿Por qué no habría de cambiar también mi vida?

La conocí durante un viaje de verano en Valencia. Mi esposa y yo nos hospedaríamos por alrededor de una semana en la casa de mi primo Martín. Desde hace meses, Martín me contaba que andaba cortejando a Laura, me decía que era una chica muy bella, que lo tenía loco, pero que no parecía corresponderle de a mucho. A pesar de eso, tenían una amistad y se veían con frecuencia. Por supuesto, Martín no perdía oportunidad para armar cuánto plan saliera para estar más cerca de Laura.

Una tarde, Martín nos llevó al apartamento de Laura (lugar que compartía con una amiga de ella llamada Luisa), a cocinar una pizza. Cuando la vi, lo primero que me impactó de ella fueron sus ojos de color ámbar, grandes y brillantes, su cabello castaño claro, piel blanca, pómulos sobresalientes y redondeados, que al terminar se continuaban por una ligera depresión en la mejilla hasta el mentón, recto y dividido, su boca con labios rosados y finos, y una sonrisa amplia y pulida. —Ahora entiendo por qué está tan obsesionado Martín con ella— pensé.

Laura, de altura y contextura mediana, llevaba una blusa blanca que hacia resaltar sus senos medianos y redondos, y un pantalón de Yoga negro por el que pude vislumbrar una figura de facciones latinas y curvilíneas (ella es de Colombia), sobretodo, en sus caderas y sus muslos, anchos y cortos pero definidos, de esos que al verlos le permiten a uno asumir que vienen acompañados de un gran culo.

En un momento, Laura se retiró de la mesa, y al verla pasar casi no pude disimular mi asombro ante su tremendo culo: grande, redondeado, parado, con forma de durazno, que se tambaleaba y vibraba a cada paso que ella daba contoneando la cadera. —definitivamente, ahora sí que lo entiendo— me dije varias veces.

Laura me volteó a mirar y se dió cuenta de que yo la observaba, sonrió y siguió caminando a saltitos como un pato, arqueando la espalda y haciendo resaltar aún más ese tremendo culo. Traté de mantener mi vista en ella pero sabía que no era prudente, me reincorporé y actúe con naturalidad, pero durante toda la reunión no me pude sacar aquella imagen de mi cabeza.

Un par de días después, lo siguiente que supe de Laura fue algo que mi esposa me contó sobre ella, ambas se habían encontrado por casualidad en el gimnasio (yo no fui por qué estaba enfermo) y habían hecho algo de ejercicio juntas.

—Amor, Laura es de esas mujeres a las que les gusta llamar la atención de los hombres.

—Ah, ¿Si? ¿Por qué lo dices?

—Me la encontré en el gimnasio. Vieras como se fue hoy vestida para hacer ejercicios de pierna, tenía uno de esos leggins de color blanco que se transparentan al agacharse, y debajo llevaba puesta una tanga negra. Se le veía todo cada que se agachaba, incluso desde la distancia no tenías que esforzarte mucho para verle la tanga. Los tipos en el lugar no paraban de mirarle las nalgas.

—¡Qué bonito!—le dije en tono de broma, mientras maldecía mi suerte por no haber ido al gimnasio.

—¡Ash Andrés! Tu sí.

Mi esposa se lo tomó también de broma y no le prestó mayor cuidado al asunto. Sin embargo, estuve toda aquella tarde, y otras tantas desde entonces, tratando de imaginarme a Laura con sus leggins blancos y su tanga negra, haciendo sus ejercicios, o caminando semidesnuda en tanga y levantando su culo como un patico —¡Maldita sea!— Me decía cada que recordaba que pude haberla visto, que podría estar recordándola en lugar de imaginándola. No está de más decir que en más de una ocasión aquellas fantasías solitarias terminaron en masturbaciones compulsivas.

Otro par de días después, Martín nos llevó de nuevo al apartamento de Laura por motivo de una lasaña y de unos postres que cocinarían. En esta ocasión nos acompañó su amiga Luisa. Charlábamos y compartíamos normalmente. Luego de un rato, a mi esposa le surgió un asunto urgente en el trabajo, y le pedimos a Martín que la llevara de vuelta en su auto al apartamento, ya que debía conectarse a su laptop cuanto antes. Yo me ofrecí a acompañarla, pero ella insistió en que me quedara y me relajara.

Al poco tiempo de que mi esposa y Martin habían salido, yo me retiré por un momento para ir al baño. Salí del baño y mientras regresaba a la sala, accidentalmente pude escuchar lo que conversaban Luisa y Laura, me quedé por un poco tiempo espiándolas hasta que salió el tema a colación.

—Bueno Lau, ¿Y tu y Martín al fin qué?

—El es un buen chico pero no sé, no me gusta y es complicado. Varias veces le he dicho que no estoy preparada, que lo veo como amigo.

—mmm complicado, ¡Claro! Como ahora andas de crush con tu Andresito

—Shhh pasito! Jajaj No, crush no. Sólo digo que me gusta y ya.

—¡Pero está casado, y tiene 33!

—Eso no me interesa, no digo que quiera ser su nueva mujer, ni su amante ni nada de eso. Sólo que si tuviera la oportunidad de comérmelo, la tomaría jajaj…

…Es difícil describir como me sentí al escuchar eso, me tomó totalmente por sorpresa. Claro, no puedo negar que me elevó el ego y que me puso muy contento saber que una mujer tan bella, y casi 10 años menor que yo, estaba sexualmente interesada en mí.

Sin embargo me puse muy nervioso, me asusté y decidí olvidar de momento lo que había escuchado. Esperé por un par de minutos más antes de entrar a la sala, haciéndome el desprevenido, y continuando con la reunión como si nada hubiese pasado.

Un poco después mi primo regresó a la reunión, y luego de un rato todo terminó sin mayores novedades. Pero sí hubo una diferencia en mí: comencé a buscar más activamente el contacto visual con Laura (me excitaba ver cómo me veía sabiendo que yo le gustaba) y poco a poco, unas leves, escondidas y cómplices sonrisas habían comenzado a surgir entre nosotros.

Con cada sonrisa, volvía a imaginarla, pero está vez follando conmigo, sentía como se me apretaba más y más el pantalón, tenía la verga a punto de explotar. Desde que supe que ella gustaba de mí, me obsesioné aún más, y tenía que ahogar mis deseos satisfaciéndome una y otra vez mientras la imaginaba.

El día antes de irnos, Martin invitó a Laura al apartamento desde temprano para compartir en nuestra reunión de despedida. Cuando ella entró, vi que se había puesto esos apretaditos leggins blancos que tanto me había imaginado, y como sospechaba, cuando pude verle el culo, tuve una erección inmediata y por poco delatora, cuando noté qué tenía esas tangas negras con las que me había pasado fantaseado toda la semana.

Mi excitación se volvió tristeza cuando noté que aquel era nuestro último encuentro, y que la tendría muy difícil para tener una oportunidad a solas con ella. —Martín y mi esposa irán hoy al gimnasio, si van juntos, esa es mi única oportunidad— pensaba.

Pero Martín y mi esposa no fueron juntos al gimnasio. Así que nos Pasamos el día comiendo, viendo series y películas, y jugando al nintendo Wii. Yo traté de disimular mi atracción hacia Laura, pero no podía sacarme su culito (culote) de la cabeza.

Poco después del almuerzo, mi esposa salió primero al gimnasio, y cuando regresó un par de horas después, se metió inmediatamente a al baño para ducharse, como suele hacer. Casi al mismo tiempo que mi esposa llegara, Martin se decidió por ir al gimnasio, se alistó y se fue solo (trató de convencer con insistencia a Laura para que lo acompañara, pero ella prefirió quedarse).

Ambos sabíamos, sin decirlo, que aquella pequeña franja sería nuestra única oportunidad. Yo sabía que mi esposa saldría de la ducha en unos 20 o 30 minutos. Apenas Martin salió y cerró la puerta, Laura pausó el juego.

—Ya no quiero jugar más esto, ¿Tu que quieres hacer?—Me dijo mientras me miraba y me sonreía.

—Quiero pasarla bien contigo— le dije torpe, inexperto y nervioso, mientras la miraba de arriba abajo.

—¿Con ropa o sin ropa? — replicó con picardía.

Su pregunta me hizo sonreír y el pantalón me comenzó a apretar, sabía que era el momento de decidirme, lo pensé por un corto instante y le dije:

—Juguemos a qué tu haces todo lo que yo te diga, ahora vas a cerrar los ojos y evitarás hacer cualquier ruido— le dije con mi pene levantándose.

Ella asintió riendo y cerró los ojos, la tomé de la mano y la conduje hacia la habitación de Martín. La dejé parada al lado de la cama y cerré la puerta con cuidado. Me volví hacia ella y ahí estaba: aquel culo de mis fantasías, mejor de lo que había imaginado sin duda, y esa tanguita negra que me llamaba a gritos desde debajo de los leggins blancos.

No tardé mucho en arrodillarme detrás de ella, le quité los leggins y pude ver frente a mis ojos a aquel escultural culazo, enorme, redondo, terso y parado. Su blancura contrastaba con la tanga negra, que en la parte de atrás formaba una especie de rombo que se unía por dos bandas delgadas, que como bragas horizontales le recorrían la cintura y la parte alta de las nalgas.

—Tienes un culazo hermoso— le dije extasiado, mientras lo acariciaba y lo apretaba con las manos.

Laura no dijo nada.

—Has entendido muy bien el juego— le dije aún más excitado y comencé a besarle, a lamerle con lascivia cada una de sus nalgas. Me las metía a la boca todo lo que podía, las saboreaba, las acariciaba milímetro a milímetro con mi lengua. Las barría de arriba abajo, de un lado y de otro, las mordía restregando suavemente mis dientes en su piel, las tomaba entre las manos, las admiraba, me sonreía y volvía a besarlas. Debí contener las ganas de nalguearla con fuerza para no hacer ningún ruido.

—Mira ese culote, mira como te queda de bien esa tanguita— le decía. Ella callaba.

La coloqué en cuatro sobre la cama, de manera que su culo me quedara accesible en el borde de la misma, y seguí adorándola como un desbocado. Le corrí un poco la tanga hacia un lado, y comencé a meterle mi lengua por su ano. Me sabía delicioso, quería lamerlo cada vez más y más profundo. Con mis manos le separaba las nalgas, las veía y me lanzaba nuevamente al hoyo con avidez. Mientras le movía y le metía mi lengua una y otra vez adentro, acariciaba sus nalgas y sus tetas, las apretaba con los dedos y pellizcaba sus pezones endurecidos.

Luego me quedé un poco viendo su rosada y hermosa vagina. Estaba mojada y chorreaba flujo transparente. Me lancé sobre ella con mi boca, besé sus labios y metí la lengua, quería beberme hasta el último de sus cálidos efluvios. —Está si que es la fuente de la vida eterna, por qué podría quedarme bebiendo de ella para siempre— pensaba.

Lo único que me hacia separarme de ella era mi necesidad de respirar, me ahogaba con mi rostro metido entre sus nalgas y su vagina, pero estaba dispuesto a morir si era necesario por tan enorme placer y privilegio.

Estimulaba su clítoris continuamente, alternando con mis dedos y mi lengua. Luego de un poco así, Laura comenzó a soltar unos pequeños gemidos.

—No puedes hacer ruido— le recordaba, y lamía nuevamente su clítoris con energías renovadas. Me encantaba escucharla disfrutar, me fascinaba saber que mi deseo incontenible era correspondido, y que estaba llenando de lujuria y de sexo a tan hermosa mujer.

En medio del trance, recordé que no disponíamos de mucho tiempo. Así que me desvestí y comencé a meterle la verga por la vagina, corriendo antes la tanga un poco hacia el lado. Estaba tan mojada, tan húmeda y calentita que la penetré con toda mi verga con total facilidad.

Se me ocurrió tomar mi celular y comenzar a grabar, tuve que poner la cámara en posición horizontal ¡Por qué en vertical no cabía completo el culote de Laura!. Registré todo por unos segundos, ella quiso retirarse la blusa para estar más cómoda y más desnuda. Su culo era tal que un tipo como yo, que mido 1.85 y que peso 85 kilos, a su lado me veía como un delgado niño con mucha suerte. Y vaya que lo creo así.

Disfrutaba tanto de grabarnos, de ver su culo perfecto metido en aquella tanga, esas nalgas tan hermosas y redondas rebotando contra mí; de sentirme en su vagina tan húmeda y tan caliente, que no podía creerlo. Me excitaba tanto que tuve que detener el vídeo y parar por un momento, para no llegar antes de tiempo. Mientras esperaba un poco consentía su culo con mis manos, trataba de agarrar sus nalgas por completo, pero con una mano no era suficiente.

Continúe penetrándola, ella se masturbaba masajeando el clítoris, y yo tenía que contener mi impulso para no movernos demasiado y delatarnos con el ruido de la cama (lo que le hubiera dado de haber podido hacerlo). Así que opté por tomar sus caderas con mis manos y jalarlas hacia mí, al mismo tiempo que empujaba con mi cadera hacia adelante e intentaba penetrarla lo más profundo que mis fuerzas y mi verga me permitían, una y otra vez, no tan rápido pero con toda la intensidad, con todas mis ganas. Sentía mi verga penetrar en ella, Laura jadeaba y gemía contenida, y yo la disfrutaba más y más.

—Me encanta, me encanta estar adentro tuyo— le decía.

—Me encanta tu culote, me gustas toda, así mojadita— le seguía diciendo mientras le apretaba y le separaba las nalgas para penetrarla más.

Luego de un rato, sentí nuevamente que iba a llegar.

—Voy a llegar— le dije.

—No pares, vente adentro— replicó Laura.

Continué y comencé a eyacular dentro de ella, con cada espasmo, sentía un corrientazo caliente por la verga, me temblaba el cuerpo y debía contener mis gemidos. Jamás había tenido un orgasmo tan intenso, tan extasiante, me esforcé para seguir penetrándola con ritmo.

—Deliciosa, deliciosa, que buena estás Laurita—le decía mientras la llenaba con mi semen.

Sentí que Laura también tenía sus contracciones, jadeaba más fuerte y entrecortado, y los músculos de sus piernas se contraían.

Al finalizar, Laura se volteó, me besó apasionadamente y me dijo:

—Me encantó tu jueguito, y me di cuenta de que me estuviste grabando.

—¿Te molesta? Le pregunté preocupado.

—Haz con el vídeo lo que quieras, disfrútalo. Me aclaró.

—Entonces también me quedaré con estas— le dije mientras la besaba de vuelta y le quitaba las tangas negras (lo mojadas y calientes que estaban). Laura solo sonrió.

Al instante, me alerté por la inminencia de mi esposa. Abrí la puerta, puse un poco de atención y escuché que aún sonaba la ducha. Tuvimos algo de tiempo para vestirnos y aclimatarnos (yo busqué un escondite para las tangas).

Luego de eso, tuvimos una despedida normal de amigos con una tarde de comidas y juegos. Y al terminar el día, mi esposa nunca llegó a comentarme nada sobre algunas tangas negras que se vieran bajo los leggins blancos de Laura.

Ha sido un antes y un después desde aquella vez. Algo me decía desde hace mucho que las mujeres y sus bellos culos serían mi perdición. No hay día en el que no me acuerde de Laura sin que se me apriete el pantalón, en el que huela sus fluidos en las tangas negras, y en el que me recuerde disfrutando con desenfreno a la dueña de ese culote blanco, terso, redondo y hermoso…

 

Quiero compartirles un par de pruebas del culo de Laura, con la condición de que lo vean y me comenten que les parece ese culo y que hubieran hecho ustedes en mi lugar:

 

https://mega.nz/file/aRVD3C7J#VpYjuVZMVXm3TymbCwjBT_xItC9rRjj7M5YnH79vOao

 

https://mega.nz/file/3MV0WbbT#XUDlF-HWt6T2p4wTXSBfBwrD4BODKgctNr3bQ1V_B8w

35 Lecturas/22 julio, 2025/0 Comentarios/por Andreslaura
Etiquetas: amiga, amigos, baño, infiel, mayor, mayores, sexo, viaje
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