Historia de la belleza del nudo
Un crítico del «The New Yorker», dijo: “pieza maestra de la ficción sudamericana”.
Historia de la belleza del nudo
Hacia una antropología del bestialismo
artofzoo.com
@MartinReisa
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Sumario:
I Introducción
II Una antropología y una arqueología que nos expliquen el nudo
III El paradigma de las caderas
IV Zooarqueología: evidencias e interpretaciones
V Para una teoría del acople histórico entre nudo y vagina humana
VI Conclusiones
VII Bibliografía
Lo bello, amigo, es lo que produce placer por medio del oído o de la vista
Platón, Hipias Mayor
I Introducción
Llevo un tiempo en la comunidad y he podido leer y disfrutar muchas ficciones y relatos de vida que me han gustado mucho. En cuanto a escritos, es la tendencia predominante de los miembros, y celebro eso, poder escuchar en primera persona las experiencias de vida. Pero también he observado que no hay muchos escritos desde perspectivas teóricas o de ensayo acerca del mundo del zoo. Por tal motivo, inicio una serie de artículos de opinión teórica sobre zoosexualidad y toda la riqueza que lo abarca. No pueden ser artículos académicos porque este no es el lugar, pero sí los califico de opinión teórica porque voy a tratar de conservar el rigor y el espíritu crítico al exponer sobre los diversos temas a tratar. Será mi opinión, pero fundada en mis competencias profesionales en antropología filosófica, mitología clásica e historia del arte; y junto a éstas, conformar una puesta interdisciplinar que se extienda a la arqueología, la etnografía y la historia de las religiones. Por ello en mi galería de fotos encontrarán las distintas facetas y muestras de mi recorrido discursivo plasmadas en fotografías y dibujos, como complemento ilustrativo a lo escrito. La idea es que tanto las publicaciones del blog como la galería se complementen mutuamente dando sustento a una obra. Pretendo que la mirada sobre el conjunto de los temas sea filosófica, y en vez de buscar respuestas la intención será más que nada de plantear dudas y situaciones a pensar y seguir pensando.
Todo lo que escriba estará respaldado en esa colección de fotografías sobre bestialismo y zoofilia en la historia del arte; ésta es la doble instancia que pretendo. Parte de mi tarea es armar y enriquecer esta colección. Por lo tanto, las distintas instancias de publicación pretenden armar una «literatura de la erótica zoo». Espero contribuir a la comunidad con esto. También habrá mucho de lúdico y de escritura zooerótica entremezclada, por supuesto, atendiendo al motivo principal del sitio. Dicha esta pequeña presentación, comencemos.
Nota: El presente es un trabajo que pretende conservar algunos rasgos de los papers académicos, no todos, pero que procede con la misma intensidad crítica, o al menos eso es lo procurado. Me propongo realizar una especulación filosófica, y a su vez, de acuerdo a las coordenadas científicas que nos guían, sostener una hipótesis sobre la formación histórica del nudo y su adaptación a la vagina humana; que simiente las bases de una teoría del bestialismo como constitutivo de la domesticación histórica del lobo. Por tal motivo, lo pienso como un artículo de divulgación zooerótica.
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Siendo zoológicos cabales nos preguntamos, ¿qué es esto?, ¿qué es esta pasión?, ¿por qué nos conmueve tanto? No por nada somos el animal que pregunta. Seguramente habrá miembros que se hagan estas preguntas y otros que no. Me dirijo, sobre todo, a aquellos que tengan un espíritu curioso, inquieto, de amor por el conocimiento y por la sensibilidad que nos suscita el arte.
Esta pasión nos guía y es nuestro camino en la vida. Está en nuestros genes, es parte de nuestro instinto, y por lo tanto, una demanda fisiológica, y como tal, natural. Además se nos da naturalmente. Sin duda, habita en nosotros el eterno impulso dionisíaco.
Me gusta pensar en las definiciones que nos damos como humanos y como personas zoo que somos. Hay infinidad de definiciones para el ser humano. El animal que parla, el zoon politikón, etc. Etiquetas clásicas. Somos animales que nos preguntamos, somos animales que nos asombramos. Y somos el único animal que fornica con otras especies por placer. Pero que podamos hacer eso no nos hace especiales. Por eso, ¿qué es lo propiamente humano del bestialismo y qué es lo propiamente bestial de lo humano?
Y si de preguntas hablamos, una nos atrae, ¿cómo es posible que el pene canino encaje tan perfectamente en la vagina de una mujer? Aquí dejamos asentada la premisa que nos va a acompañar a lo largo del trabajo.
Atendiendo al proceso que concluyo en el canīnus como nueva especie, ¿es posible hablar de una formación histórica del nudo adentro de la vagina humana?
II Una antropología y una arqueología que nos expliquen el nudo
Nos proponemos establecer un cruce entre el ser humano (la ciencia antropológica) y aquello que posibilitó la emergencia de un nuevo ser animal (la ciencia zooarqueológica). Para contemplar este cruce vamos a examinar los vestigios de la domesticación histórica del canīnus, el «canis familiaris domesticus» o «canis lupus familiaris». Los perros son descendientes directos de los lobos, son una subespecie domesticada. Por lo tanto, la domesticación histórica es la evolución del lobo al perro, y su proceso de transformación en nueva especie. Las pruebas son las comparaciones de los mapas genéticos de ambas especies. Los perros se separaron de los lobos hace 33.000 años en Asia, según la hipótesis más sostenida. Cómo fue esta separación no lo sabemos. Los especialistas suponen que el hombre consiguió domesticar a ejemplares de lobos, a lobos nacidos y criados bajo el trato humano; de cruzarlos y del resultado de las cruzas, entrecruzamientos, y del mismo trato humano ya establecido de una generación a otra. Sabemos de los cambios en el cráneo, los dientes y el aparato digestivo, pero ¿cuál fue la evolución del nudo? Desde el fondo de los tiempos nos llega una inquietud que nos interpela: ¿en qué momento del proceso evolutivo del nuevo ser el nudo se ajustó tan naturalmente a la vulva humana?
El recorrido que proponemos es variado, pero fundamentalmente trae la observación de dos fenómenos. Nos vamos a apoyar en el drama de la domesticación histórica para llegar a especular sobre el drama de la compatibilidad de los genitales. Así, en este trayecto vamos a pasar de los procesos de domesticación, entendidos como fenómenos históricos, a los procesos de la adaptabilidad de dos genitales de distinta especie. Por lo tanto, nos vamos a servir de una fenomenología, entendida como estudio de los fenómenos o de lo que aparece; o más específicamente como los fenómenos del cambio en los seres vivos, los organismos y los órganos.
Como decíamos, en ese proceso complejo y extraordinario el nudo se adoptó muy bien a la vagina humana. Imaginemos por un instante esta situación: un momento en la historia en el que los dos sexos no pueden unirse. O el nudo era muy grande o la vagina era demasiado pequeña, o algo lo impedía, o no se había desarrollado el nudo tal como lo conocemos, o lo que fuera, ya que no podemos saberlo a ciencia cierta. Claro que se podrá decir, la vagina humana siempre fue la misma, y el nudo de los lobos siempre fue el mismo. Un momento único y especial en la historia de las especies; la humana por un lado, y la canina por otro, que estaba en sus albores. En el momento exacto de su domesticación primigenia, adentro de esa misma domesticación se produce un proceso múltiple y simultáneo, configurándose una nueva especie que viene de lo salvaje y que ahora está apta para la convivencia con humanos. Está naciendo un nuevo ser. Por supuesto que los científicos no hablan de esto, lo omiten, pero en ese proceso el sexo entre el humano y ese nuevo ser que está naciendo como ser domesticado tiene una relevancia fundamental. Con esto no pretendemos hacer ciencia pero es esta una hipótesis desatendida, y ni siquiera articulada por los investigadores. En los albores de este nuevo ser, el bestialismo se da en toda su magnitud; no sólo como acto sexual que modifica los cuerpos implicados, sino en la sociabilización y en la reconfiguración genética; así, por ejemplo, a través del amamantamiento humano de las nuevas crías animales. Volveremos sobre todos estos detalles más adelante.
Pero, ¿qué es la domesticación? Para Edward O. Price (1984): “la domesticación es un proceso mediante el cual una población animal se adapta al hombre y a una situación de cautividad a través de una serie de modificaciones genéticas que suceden en el curso de generaciones y a través de una serie de procesos de adaptación producidos por el ambiente y repetidos por generaciones”. En una palabra, el humano deformó una especie a través del hábito repetido y sostenido creando una subespecie.
En un sentido amplio, los cambios producidos en los cuerpos de los animales y del homo sapiens es el resultado de una infinidad de variables, determinadas por las características ambientales y geográficas, entre muchos otros factores. Se piensa en el ser humano, el homo sapiens, como un ser ya estancado, que llegó a la cumbre de su realización y que ya no va a seguir teniendo cambios. Por supuesto que esto no es así, sino todo lo contrario, los cambios de las especies son permanentes y sólo son visibles en millones de años. El cambio es un elemento constitutivo de todos los seres vivos, a pesar que los organismos siempre se presentan como iguales a sí mismos en el tiempo, por detrás de sus naturalezas opera el cambio invariablemente.
Hasta hace pocas décadas se creía que el perro tenía más o menos la edad de la agricultura, unos 10.000 años; y que el Cercano Oriente era su cuna, como lo fue de los primeros cultivos en la Mesopotamia, donde aparece primero la agricultura, el pastoreo, y por ellos la civilización. Sin embargo las nuevas evidencias demuestran que esto no es así. En los albores de la nueva especie, en los albores de ese primer anudamiento, ¿cómo se anudó ese primer nudo?, ¿cómo se ató ese anudar primigenio, aquel atarse primordial?
III El paradigma de las caderas
Venus de Willendorf (frente y espalda). Y escultura griega Venus agachada. Ejemplos de la evolución de las caderas.
La Venus de Willendorf y la Venus de Moravany son dos reliquias históricas (datadas entre los años 27.500 y 25.000 a. C.; y los 22,800 a. C., respectivamente). Representan la evidencia material que podemos tener en cuenta para seguir en paralelo la evolución de la especie humana, o al menos en un período concreto. Si bien son dos estatuillas creadas por el hombre, podemos leer en ellas indicios de la evolución y transformación del cuerpo femenino. Según los especialistas, un hecho notable en esas piezas escultóricas son los pechos y las caderas grandes que indican fertilidad. La fertilidad es salud, es procreación y sobre todo es sexo en todas sus dimensiones.
Aquí confluyen, en esa evolución y proyecto natural, el humano y el nuevo ser domesticado a la par; tomados ambos como un solo proyecto evolutivo. Me gusta pensar en estas venus como la evidencia tangible de un secreto. Hay muchos secretos en esta evolución, y uno de ellos es evidente para nosotros, un mensaje de la naturaleza cifrado en clave y entregado para aquellos que lo sepan leer; éste es: son caderas diseñadas anatómicamente para atar al nudo. Del mismo modo que hay una evolución humana y una animal, como especies separadas, también la hay como especies que conviven y que influyen una en la otra en ese progreso, y en los cambios mutuos que se ocasionan. Y con evolución me refiero a los cambios en los cuerpos producidos por los nuevos hábitos; de trabajo, de sustento (caza), de desplazamiento, de alimentación, etc., y por supuesto, de sexo. Humanos y perros se han acompañado mutuamente en el proceso a la civilización, y esa compañía modificó a ambas especies. Sin el perro el humano no sería lo que hoy es. Y sin el humano el perro no sería el animal que es y ha llegado a ser. Piénsese solamente en un hecho, la caza. Sin el perro, el éxito en la caza hubiera sido radicalmente otra (y hubiera retrasado en miles de años su progreso). Este hecho ha ayudado al humano en su derrotero como especie, y en el tránsito a animal civilizado.
Desde la domesticación histórica, la progresión de la cooperación entre humanos y perros se nos muestra como certeza. El hábitat común determina el habitus social, por un lado; y el habitus entre los cuerpos, por otro. La convivencia estrecha, íntima; cuando el perro que vive afuera de la casa pasa a vivir adentro de la casa, en torno al fuego familiar; determina la variable de los cuerpos que se cambian mutuamente debido a esa misma convivencia. En este caso el cuerpo de la hembra humana y el cuerpo del canino se juntan en una práctica sexual que está lejos de ser circunstancial, sino que es un hábito permanente. ¿Hasta qué punto una práctica circunstancial –al principio hostil, dura, luego suavizada– que se vuelve hábito determina cambios en la conducta que a su vez provoca cambios en los cuerpos? En la intimidad, el hábito común y repetitivo se vuelve habitus entre los cuerpos. Sin duda, en esta práctica los cuerpos se modifican y reconfiguran mutuamente.
La confluencia entre vagina (humana) y nudo (animal) sostenida en el tiempo ha permitido la adaptación entre ambos órganos. Del proceso surge un acoplamiento natural debido a la práctica sistemática que se ha vuelto permanente en generaciones. La práctica sostenida ha hecho posible la adaptación, y la adaptación ha sido creada por la práctica perdurable. Así, nudo y vagina se han ajustado a la perfección, y esto no es ocioso pensarlo de esta manera, debido a la convivencia histórica y al proceso natural de roce de una especie con otra. Es evidencia del tiempo y de la domesticación a través de las diferentes etapas de esa evolución a nuevo ser. Esto también indica algo notable, que hoy como hace miles de años la bestialidad se mantiene incólume.
Estas venus antiquísimas nos traen el recuerdo de las venus de la cultura griega que todos conocemos. Salta a la memoria la más extensamente reconocida, la Afrodita de Milo, o más conocida como Venus de Milo. Afrodita es su nombre en la mitología griega, y en su continuidad en la mitología romana pasa a llamarse Venus. No por nada Afrodita es la diosa griega de la belleza y el amor erótico. Y conjugando a éstos, hablamos del sexo a todos los niveles posibles, y de la pleitesía de la carne inmaculada e inmortal. Por eso la diosa opera en la belleza que exhala el sensualismo erótico, y no el amor romántico; es pura y simplemente la carne que atrae a la carne. Diosa que estuvo en mil batallas, del amor y de la guerra, y que eminentemente propiciaba el bestialismo en todas sus formas. Como zoológicos, debemos a esta diosa reverencia absoluta.
La escultura griega ha reproducido cada centímetro del cuerpo humano de forma magistral, y los pechos y las caderas de las venus hasta lo sublime. Este es el ideal de la belleza apolínea que se ha inmortalizado, y que jamás va a ser superado. Si comparamos las venus paleolíticas y las venus clásicas algo nos dicen del cambio producido sobre los cuerpos. Hay algo allí para ver y leer. Podemos leer en ellas la evolución y el derrotero sobre los mismos cuerpos. Este ideal de mujer escultórico nace de la misma carne de la mujer real, la mujer histórica. Y ésta mujer –a la par del varón, ayer como hoy–, fue una consumada practicante del bestialismo. Y la mitología griega es pródiga en estos hechos.
Hay una obra llamada Afrodita agachada, que también recibe títulos muy diversos como Afrodita acurrucada, Afrodita lavándose, Afrodita en el baño. Una postura muy especial para este modelo escultórico que viene de antiguo y que ha tenido muchas representaciones. Esta venus efectivamente se encuentra en el baño, o en el gineceo, que eran los aposentos de las mujeres en la sociedad griega, interdicto a los varones. Así, con la diosa acuclillada, podemos pensar que está iniciando la acción de ponerse en cuatro patas, fiel a la fuerza de la lujuria que la caracteriza. El can está a su lado, dando vueltas, aunque fuera de campo; presto a lanzarse a sus espaldas. Ella mira hacia atrás, buscándolo; aquí es donde se produce la pausa y la imagen queda fija e inmortalizada; luego clava su rodilla en tierra, y él pega el zarpazo a montarla (vieja reminiscencia a sus antepasados). La pensamos como una escena memorable. Esta obra escultórica magistral nosotros la leemos así; porque detrás de todo lo apolíneo se agazapa lo dionisíaco. Lo que hacen los mortales en el plano terrestre es el reflejo de lo que hacen los dioses en el plano divino. Lo que hace la diosa lo hacen las mujeres, ya que ella es la epítome de lo femenino.
El derrotero de la evolución de los cuerpos en la especie homo sapiens, y especialmente el derrotero de la evolución de las pelvis femeninas, nos marca un hecho inobjetable; una genitalia dispuesta a recibir como nunca antes –en la historia de la especie–, un pene con un nudo que la ajuste de una forma providencial, como si fuera un regalo de los dioses en secreto, velado, sólo para iniciados. Aquellas mujeres que saben ese secreto, aprovechan su sabiduría.
Anatómicamente son perfectos, el uno para el otro. Científicamente, ¿cómo lo explicamos? Sin explicación. Filosóficamente, ¿cómo se explica? Bueno, aquí podemos especular y llegar a razones y acercamientos provisionales. A esa dirección apuntamos.
El paradigma de las caderas nos muestra un trayecto que nos hace pensar y nos pone en alerta, efectivamente son ancas humanas y caderas bestiales en toda su grandeza y magnitud, producto de una naturaleza apabullantemente sabia y desatada. Dos cuerpos sobre sus genitales confluyen en una práctica que los amolda, y que queda registrada y grabada en los genes y la memoria de esos cuerpos. La historia del arte es también la historia del bestialismo, y el arte del zoo bestial es ahora ArtOfZoo.
Historia del arte: detalles, venus de Willendorf, caderas diseñadas anatómicamente para atar al nudo y Afrodita en el baño.
IV Zooarqueología: evidencias e interpretaciones
La pregunta simple se mantiene, nos ronda y gira, ¿por qué el nudo se acopla a la perfección a la vagina de una hembra humana? Como personas zoológicas nos hacemos estas preguntas, y nos asombra pensar el motivo natural que lo hace posible. Sobre lo dicho, insistimos, responder a esta pregunta es difícil, encontrarle una explicación científica es complicado, pero voy a tratar de ensayar un posible acercamiento basado en evidencias científicas y leyendo entre líneas en los indicios de esa evolución natural del cuerpo de la mujer y de la nueva especie naciente.
De todos los animales es el can el único que puede montar, acoplar y consumar el coito con la hembra humana de una manera satisfactoria, absoluta y con total éxito. En una palabra, es el único animal que verdaderamente consuma la fornicación; y esto ocurre por la compatibilidad de los genitales. Aventuro, modestamente, una aproximación desde los datos que nos brinda la zooarqueología, y sobre la base de las especulaciones en torno a la domesticación histórica. La idea que propongo es rastrear cómo unos genitales se ajustaron a los otros genitales de forma tan natural en la evolución de ambos cuerpos y especies. Si un genital se acopla al otro de forma perfecta es porque hubo cambios en ambos cuerpos que lo hicieron posible; y esos cambios se hicieron juntos, incidiendo uno en el otro, y porque esos mismos cuerpos estuvieron compenetrados en el coito desde los mismos albores.
Como hemos mencionado, el canis lupus (lobos y sus variedades, zorros, chacales, coyotes) es el antecesor directo de los perros. Hasta ahora el origen de los primeros perros domesticados se situaba en China y Oriente Medio; y solía vincularse al comienzo de las prácticas agrícolas que habrían atraído a los lobos a las zonas en las que se asentaban los humanos, dando comienzo a las primeras interacciones entre especies. Esas interacciones, sostenidas en el tiempo pasaron a ser prototipos de convivencia. Es muy posible que la domesticación pertenezca a un período anterior al comienzo de la agricultura, hace más de 10.000 años. Con la llegada del hombre a las proximidades de su hábitat, los lobos empezaron alimentarse de las sobras y desperdicios que dejaban a su paso en sus mudanzas los grupos nómadas. Esto provocó un acercamiento entre las especies, que desencadenó en un proceso de influencias recíprocas con el contacto; contacto que empezó siendo aislado y circunstancial, y que terminó en convivencia. En ese acercamiento los grupos humanos fueron recogiendo las crías de lobos abandonadas por distintos motivos; y esas crías entraron en un proceso sistemático de readaptación y reconfiguración de sus naturalezas particulares. Ese lobezno criado por humanos, en sucesivas generaciones, cruzas y entrecruzamientos evolucionará en el perro (canis familiaris), que es una especie más pequeña, doméstica, y alejada de las características salvajes. Ya apto para vivir al lado del hombre y servirlo. Ahora es un nuevo ser que trabaja con el humano codo a codo, para la vivencia y supervivencia. Y en esos primeros tiempos, principalmente para la caza y la vigilancia de los grupos humanos y del ganado.
Durante mucho tiempo se dio por sentado que los grupos humanos prehistóricos en sus desplazamientos se quedaban con ejemplares de crías de lobos y los domesticaban. Es ésta una visión antropocéntrica sostenida por el científico inglés Francis Galton. Los nuevos datos de las últimas décadas nos muestran una realidad diferente. Por los recientes descubrimientos y sus interpretaciones por los diversos especialistas e investigadores, muchos de ellos sostienen que fueron los lobos los que se acercaron al hombre. Las tribus de cazadores recolectores se desplazaban por las estepas asiáticas en sus recorridos. Las manadas de lobos, debido al hambre y a los estados famélicos producidos por las estepas hostiles, seguían los rastros de las tribus en sus marchas. Allí por donde los grupos humanos pasaban o se asentaban, allí se acercaban los lobos. Dormían en los alrededores de donde lo hacían los humanos, pues la competencia por las mismas presas era día a día. Y también esperaban a que los grupos levantaran el campamento para disponer de los restos. En esos encuentros forzados las manadas dejaban o perdían a sus crías, que eran recogidas por los humanos.
La información genética disponible nos muestra distintos momentos para distintos lugares de la tierra. Ante nosotros se despliega un mapa con zonas calientes: Newgrange, Irlanda; Razboinichya, Siberia; Altai, Siberia; Ust’-polui, Siberia; Taimyr, Siberia; Tamut, Siberia; Cis-baikal, Siberia; Berenike, Egipto; Shuwaymis y Jubbah, Arabia Saudita; Predmostí, Chequia; Bonn-oberkassel, Alemania; Goyet, Bélgica. Y esta es sólo una muestra arbitraria. Son muchos los lugares relevados, como también son muchísimos los lugares no relevados. Es este un mundo inmenso, a pesar que lo creemos dominado.
Hablamos de fósiles y arte rupestre, como los grabados hallados en los yacimientos de Shuwaymis y Jubbah, en Arabia Saudita. Con las pruebas de los últimos años, es indudable que la domesticación ocurrió más de una vez; y que es un proceso múltiple, tanto simultáneo como discontinuo, ocurrido en diferentes lugares del globo en diferentes momentos históricos. Que a su vez involucra a diferentes especies animales, entre ellas, predominantemente el lobo.
Así, los fósiles de perros más antiguos que se han encontrado en el este de Asia y en Oriente Medio tienen unos 13.000-14.000 años de antigüedad. Mientras que en Europa y Siberia se han encontrado restos fósiles de animales con características caninas de hasta más de 30.000 años de antigüedad. Distintos investigadores sostienen diferentes teorías, así funciona la ciencia. Y para un mismo grupo de evidencia fósil hay diferentes lecturas e interpretaciones. Para algunos especialistas, los primeros que domesticaron perros fueron los cazadores recolectores que vivían en la actual Europa entre alrededor de 32.100 y 18.800 años. Las evidencias zooarqueológicas nos muestra que hubo procesos de domesticación que se llevaron a cabo de forma independiente en diferentes lugares y extremos, como en África, Eurasia y Asia. Pero también hay vestigios de la domesticación en las culturas precolombinas, por ejemplo entre los pueblos originarios en México. En cualquier parte del planeta el ser humano halló la manera de domesticar a los canes salvajes y de servirse de ellos para su sustento y sobrevivencia.
En la comunidad científica hay consenso sobre que hubo al menos dos procesos de domesticación comprobados. Una asiática, sobre todo en China. La otra en Siberia extendida hacia Europa central. La evidencia fósil más rica y antigua se ha encontrado en Rusia, en diferentes lugares de la Siberia; y una particularmente arcaica en Bélgica. El análisis de ADN de un fósil hallado en las montañas de Altai, en Siberia, data de 33.000 años. Un cánido desenterrado en la cueva Razboinichya, en Siberia, data de hace 33.500 años. Los restos de un perro prehistórico encontrado en la colina de Predmostí, en Chequia, se remontan a los 30.000 años. Este perro estaba enterrado junto a tumbas humanas y fue encontrado con un hueso en la boca. ¿Qué significa que haya sido enterrado con un hueso en la boca? Esta es una posible lectura: este hecho es un indicio de que su dueño sentía cariño y afecto por el animal. O asimismo otras lecturas, que estas culturas primitivas creían que ciertos animales los iban a acompañar luego de su muerte, y por eso eran enterrados con ellos para que sus destinos sean compartidos también en la otra vida. Estas ideas de otras vidas son ideas religiosas de larguísima trayectoria, presente en las sociedades arcaicas y en la mayoría de las religiones históricas y actuales.
Sin embargo, de todas estas locaciones y de todos los restos arqueológicos, el más conocido es el llamado “perro de Goyet”, encontrado en las cuevas de Goyet, en Bélgica, en el 2008. La datación se estima entre los 36.000 y 31,700 años de antigüedad. Este hecho ha marcado un suceso en la comunidad científica en estos últimos años. Es probable que pasen muchos años para leer lo que este perro de Goyet nos invita a ver.
Todos estos vestigios son fragmentos y esquirlas de la vida moral, religiosa y cultural del pasado proyectada al presente. Historiadores y científicos de todas las disciplinas interpretan el pasado, en busca de lo que ese pasado no nos dice, oculta u omite. La retrospectiva nos coloca en la pista de entender nuestro presente nudoso para comprender nuestra vida sexual cotidiana. Puestos en perspectiva, todos son mapas genéticos a comparar, y a los que hay que hacer hablar. Pero también, es muy posible, todos son datos que nunca acabarán de revelar el momento en el que el perro se separó del lobo como una nueva especie. Si creemos que vamos a encontrar un rastro, un fósil, una prueba material que evidencie este hecho como una llave mágica estamos equivocados. Porque la evolución siguió su curso, hizo su tarea, y en el camino sólo nos dejó rastros materiales riquísimos pero circunstanciales y marginales al hecho en sí. Ésta es la paradoja.
Hoy tenemos al perro y al lobo como dos especies distintas. Sin embargo, se puede mirar hacia atrás y reconstruir de a partes y por tramos este hecho. Cada rastro o evidencia material es parte de un todo y debe ser leído en su contexto y puesto en contexto. Por eso todas las evidencias arqueológicas hay que ponerlas en perspectiva. Todos los datos forman un prodigioso rompecabezas desplegado ante nosotros; y detrás de los huesos, fósiles, mapas genéticos, dibujos rupestres, lecturas e interpretaciones, se encuentra una verdad que a pesar de ser evidente nos sigue interpelando. Una pregunta lanzada en el tiempo que nos ata con un hermoso lazo, un prodigioso hilo que nos envuelve y anuda.
El ejemplo de la evolución de los cuerpos –a través de las caderas de las venus–, y el ejemplo de la domesticación –a través de un coito que fue practica permanente y que ajustó a los genitales desde los mismos orígenes–; es sólo una parte de ese enorme rompecabezas en el intento de responder a la pregunta planteada. Hoy lo vemos desde la perspectiva del resultado, y nunca lo vamos a poder ver desde la perspectiva del origen. Efectivamente es un rompecabezas finalizado al que le faltan algunas piezas, pero del cual podemos ver el contexto general de los hechos consumados; y sobre las piezas faltantes sólo podemos suponer y especular. Siempre el nudo ató como nudo, y esa es la verdad evidente, nuestro hecho consumado.
Grabados descubiertos en los yacimientos de Shuwaymis y Jubbah (Arabia Saudita). Los perros representados son similares al actual perro de Canaán. En los dibujos rupestres, nótese el detalle de los penes. Fósil craneano del «perro de Goyet» (Bélgica), con una datación de hasta 36.000 años.
V Para una teoría del acople histórico entre nudo y vagina humana
Según la teoría de Jean-Baptiste Lamarck (1986), la función crea el órgano y la necesidad crea la función. Así, hay una necesidad que crea la función de satisfacerla, y la función hace al órgano, justamente lo crea para esa función. La función crea el órgano y el desuso, la degeneración. En este sentido, por un lado, las nuevas necesidades crean nuevas funciones y esas funciones desarrollan y potencian nuevos órganos; y por otro, como contrapeso, otros órganos entran en declive y desuso, y por lo tanto se degeneran. Sus relaciones con los humanos y su nueva dieta alimenticia han provocado que no necesiten cazar para alimentarse y esto provoca que sus dientes y su musculatura hayan sufrido transformaciones, y con el tiempo disminuido. Esta nueva alimentación incide en el aparato digestivo. A su vez, la necesidad de ayudar a los humanos en un nuevo tipo de caza ha causado el desarrollo de los sentidos en sus nuevas funciones, como el oído, la vista y el olfato hacia las nuevas tareas. Todo esto ha provocado el cambio de los comportamientos, de manera que se vuelven más sociables con los humanos. Estos nuevos caracteres apropiados se transmiten a la descendencia por los genes. Podemos decir que al entrar en contacto con los humanos, y no sólo en contacto sino al entrar a la órbita de su convivencia, la nueva especie sublimó su naturaleza a la nueva cultura adquirida.
Cuando el sapiens es sus transformaciones de nómada cazador a cazador-recolector y a agricultor sedentario cambia, asimismo cambian los animales; sus propios cambios inciden en los animales que los acompañan y de los que se proveen de diferentes formas para diferentes intereses. En particular, los especialistas piensan que las mujeres jugaron un papel decisivo en el proceso de domesticación de los rumiantes, en la medida en que estaban en condiciones de alimentar a los pequeños huérfanos amamantándolos con sus propios pechos. Esto ocurre sobre todo con el ganado vacuno y caprino. Cuando se piensa en el bestialismo, se piensa exclusivamente en el acto sexual, y en cambio, este proceso es soslayado como acto bestial para sublimarse como acto de amor humano, totalmente escindido de lo sexual. Nada más alejado. Amamantar a un animal también es un acto bestial, y es tanto sexual como dador de vida. También los perros salvajes y sus crías abandonadas en ese inicio de la domesticación recibieron leche materna humana; y sin ninguna duda este hecho influyó en sus comportamientos, su adaptabilidad, y en definitiva, en su genética.
En relación al lobo, esta nueva subespecie adopta nuevas condiciones fisiológicas que le son impuestas por el medio. Y este medio es el resultado de complejas y múltiples variables, en el que el ser humano es sólo una parte, aunque decisiva. En este proceso, al no necesitar cazar para sobrevivir y al no procurarse de presas grandes, los dientes han disminuido sus tamaños, y por lo tanto también ha disminuido el cráneo. Por el mismo motivo, al dejar atrás una dieta exclusiva de carne a otra establecida a la fuerza por las sobras y los desechos provenientes de los grupos humanos (carne cruda junto a carne cocida), sus cerebros decrecen a la vez que desarrollan otros sentidos y habilidades; y lo que se disminuye en un lado como sentido (por ejemplo, los dientes), crece en otro lado o se expande (por ejemplo, el olfato). Se acostumbraron al igual que nosotros a digerir alimentos ricos en almidón. Al dejar atrás un modo de vida y una alimentación producto de lo salvaje, tanto de la caza (como único modo de vida y supervivencia), como de las proteínas que les aportaba; y al adoptar una alimentación nueva, combinación de carne y alimentos cocidos producto de los residuos (menos calorías y menos proteínas), desarrollan un sustento que modifica la nutrición, el crecimiento y las distintas habilidades sensoriales que se procuran.
El recorrido de su adaptación modifica cráneos y cerebros, ahora más pequeños; y como decíamos, debido a la nueva dieta producto de la convivencia, los dientes y las mandíbulas también se reducen. Esto provoca cambios en la musculatura. La fuerza más propia de lo salvaje es puesta en jaque. La nueva alimentación modifica el aparato digestivo, y a su vez conlleva una serie de otras modificaciones, pulmones, corazón, etc., y llega hasta los genitales que también se readaptan. Al cambiar sus costumbres alimenticias, la apariencia física se vio modificada. Estos cambios son proporcionales a los cambios en los músculos de las extremidades, que ahora son menores. Las orejas perdieron rigidez y las garras se hicieron más pequeñas. Los sentidos del olfato, del oído y de la vista se transforman y reconfiguran de lo bravo a lo dócil; y sin perder sus cualidades innatas se modifican para las nuevas funciones, y se readaptaron para la caza ya no salvaje sino al lado del hombre; es decir, se redirigieron hacia las nuevas tareas. Los cambios físicos generan cambios conductuales. Toda la agresividad salvaje queda escindida y perdida, y esto hace que la convivencia con los humanos sea posible y se haga realidad.
¿Cómo podemos llevar a cabo una anatomía comparada de ambos genitales en el mismo inicio de ese nuevo ser? Imposible. ¿Sólo la praxis permanente del coito ha podido estabilizar a los dos órganos de una manera funcional?
Podemos decir, con Jakob von Uexküll (2016), que cada ser viviente por pequeño o grande que sea, cada organismo, cada órgano se halla adaptado y coordinado a su ambiente. Su estructura anatómica está determinada por un sistema “receptor” y un sistema “efector”. El organismo u órgano sobrevive por la cooperación y equilibrio de estos dos sistemas. El receptor que recibe los estímulos externos y el efector que reacciona ante esos mismos estímulos y produce respuestas, y por el cual se modifica, adapta y readapta; juntos son eslabones de una misma cadena, y Uexküll lo llama “círculo funcional”.
No es posible describir el estado momentáneo de un órgano sin tomar en consideración su historia y formación funcional, y sin referirla a un estado futuro con respecto al cual el presente es meramente un punto de su pasado formativo. El círculo funcional crea la memoria del órgano, y se perpetúa en la herencia. Así como el órgano tiene necesidades, también tiene satisfacciones a esas necesidades, las cubre y las sobrepasa.
En la función del órgano, la memoria y la herencia son dos aspectos entrelazados. Todo estímulo que actúa en un órgano, deja en él una huella, un rastro fisiológico definido; y las futuras acciones del órgano dependen de la cadena de estas huellas, de su memoria, del complejo de huellas en conexión, y del mandato debido a la herencia. La memoria del órgano es su función de repetirse como órgano en sus funciones; así, conserva las huellas de sus anteriores experiencias, y estas huellas tienen su función definida en sus reacciones ulteriores, y en sus experiencias futuras. Todas las funciones se complementan en sus objetivos y a la vez se completan en sus síntesis como lo objetivo en sí; ésta es la funcionalidad del órgano.
En física los hechos quedan explicados al lograr acomodar y reunir su orden serial triple: el orden espacial, el orden temporal, y el orden de sus causas y efectos; de este modo resultan determinados plenamente en su realidad como hechos físicos. El fenómeno, ¿cómo ha producido sus efectos? La experimentación, la experiencia de la vida cotidiana con el animal –la práctica constitutiva, consustancial y prolongada–, ha producido lo que es efectivo, aquello que por su funcionalidad se mantiene en el tiempo, en la jerarquía del espacio, y en rígida causalidad efectiva; objetivándolo como un hecho determinado y completo, fijado. El coito interespecies se volvió determinante y la funcionalidad devino objetiva. Este es el fenómeno entre dos órganos entrelazados, provocado por ambos sujetos en su persistencia; por detrás anda la inteligencia gratuita del sexo.
El nudo se ata a anos y vaginas por igual, pero la funcionalidad operativa entre la vagina humana y el nudo que la ata ha logrado un hecho asombroso en la historia del homo sapiens; la posibilidad del coito real y verdadero entre dos especies diferentes que se mantienen ligadas por lazos que van más allá del amor fraternal, y que es una liga eminentemente sexual: este es el fenómeno superlativo que queremos dejar asentado como hecho natural; dado por la naturaleza. Así, la funcionalidad de la vagina animal es plenamente reproductiva, y el nudo asegura la concepción; la funcionalidad de la vagina humana es plenamente sexual, y el nudo asegura el goce (en un sentido psicoanalítico, y específicamente en el sentido del goce lacaniano). En ambas vaginas el nudo opera como una llave, según la necesidad requerida opera, actúa, satisface de una forma o de otra. Este hecho constituye una excepción de la naturaleza, un hiato abierto en la naturaleza por donde nos podemos colar. Será un regalo de los dioses o será un regalo de la sabiduría natural, pero el hecho consumado es que lo tenemos a nuestra disposición. Quien sabe el secreto, aprovecha sus beneficios. Sin duda, la mujer ha sabido usufructuar esta bendición en todas las épocas y lugares.
Al conjugar a dos especies, es éste un goce que no obedece a la regla primera de la naturaleza, la reproducción y continuidad de la especie; pero que por su funcionalidad coital se pertenecen por demanda natural. La práctica histórica de este coito modeló a ambos genitales, y los preparó para el futuro de una memoria ancestral que se repite en las generaciones; y que es la evidencia más genuina y acabada del bestialismo como una práctica humana trascendental. Ese momento en el que el lupus se vuelve familiaris domesticus nos marca que el proceso de domesticación fue también fundamentalmente un proceso bestial; amamantando y fornicando como actos constitutivos, en toda su envergadura y dimensión sexual. Sea esta una interpretación rigurosa o fantástica; en todo caso no desconoce este hecho superlativo del bestialismo como intrínseco y constituyente del género humano.
Para cerrar, como se sabe por los estudios etológicos, los lobos son animales sociales que viven en manadas, y los perros han conservado esta característica adaptada al hombre, que ha pasado a ser el macho alfa; y con ello su sociabilidad –con otros animales y con el humano mismo– no es traumática. Esa evolución en generaciones hizo que el aspecto de los nuevos seres se vea menos fiero e intimidatorio, y que lo salvaje haya sido sublimado (un desvío hacia un nuevo fin). En la montaña, en la estepa, en el bosque, el aullido a la manada recortado por la gran luna dio paso a los ladridos a la nueva manada cerca del fuego –junto a la carne cruda y la carne asada–, recordando a los antepasados.
Canis lupus arabs y perro de Canaán.
VI Conclusiones
Estos son cambios en los cuerpos determinados por los cambios en los hábitos. De la misma forma un cuerpo se amolda a otro cuerpo, y una práctica sexual que se vuelve frecuente modifica costumbres, hábitos y a los mismos cuerpos. Estos cambios no son arbitrarios sino que tienen un sentido, y son el resultado de la convivencia estrecha.
Los perros siempre han dormido al lado del grupo humano, en las cavernas, en los grupos nómadas, en los grupos sedentarios. Han dormido entre el hombre y la mujer en todo sentido, para traer calor con sus cuerpos, al lado del fuego; por el trabajo doméstico, para estar atentos a las amenazas y prestos a la defensa. Y para anudar a hombres y mujeres por igual. Aquí es donde se juega el cambio en los genitales como consecuencia del hábito sexual permanente. En esos momentos iniciáticos, seguramente se sintió extraño al principio pero acabó por ajustarse perfectamente. Imaginemos esta situación: el nudo incivilizado del lobo, en sucesivas crías y generaciones, cruces y cruzas, avatares naturales y artificiales; y en definitiva, en la práctica permanente del coito bestial; todo lo que no estaba civilizado, aquel nudo alfa salvaje, lo civilizó la hembra humana a fuerza de atarlo a su vagina. El hecho prodigioso se resuelve en las maneras simples que ofrece la vida. Cuando el nuevo ser se volvió familiar, ello se dio a la par y significó la domesticación del nudo. Como lo postula la navaja de Ockham, la explicación más simple es la más obvia.
Puede ser que mi hipótesis no tenga ningún sustento científico. Por supuesto no pretendo hacer ciencia, sino plantear una especulación de teoría evolutiva a partir de lo que el bestialismo significó real y verdaderamente en la historia humana, y en este capítulo particular de la domesticación. Para nosotros es hermoso pensarlo así. Si lo propuesto tiene algún fundamento razonable, entonces estamos ante la historia de la belleza del nudo, su formación histórica y su constitución física tal como hoy la conocemos. Esa constitución puramente anatómica se realizó tanto adentro de una hembra humana como adentro de una hembra de su especie. El nudo se hizo nudo adentro de las vaginas anudadas, y éstas fueron igualmente animales y humanas. Estamos ante los albores del nudo, sobre cómo evolucionó y cómo cambió para ajustarse plenamente a las vulvas de ambas hembras.
Si el nudo se adaptó, se acomodó y se fijó en su constitución física estando adentro –y de tanto estar adentro de ambas–, significa que el bestialismo siempre fue una práctica constitutiva del género humano y no una práctica residual ni antinatural como se pretende hacer creer. Esto es lo bello de pensar la historia y la belleza del nudo.
Ortega y Gasset (2017) decía que el hombre no tiene naturaleza, tiene historia. Para entender nuestro bestialismo de hoy tenemos que entender nuestra historia. Con esta teoría del acople histórico entre nudo y órgano humano, queremos proponer una antropología del bestialismo, como un producto genuino, natural y esencialmente humano. La etnografía nos informa que en innumerables pueblos y culturas el sexo es un arte. Por sus características particulares, el sexo bestial es un arte exquisito, practicado en todos los pueblos y en todas las culturas sin excepción. La antropología de Ernst Cassirer (2007) nos habla de los productos naturales del hombre: mito y religión, historia, ciencia, lenguaje, arte. El bestialismo también es un producto natural de lo humano, una manifestación cultural auténtica y prodigiosa; y al igual que esos otros productos, pertenece al universo simbólico de todo lo que constituye lo humano. Zoofilia y bestialismo como prácticas cotidianas son legítimos productos naturalizados de lo humano, de lo demasiado humano.
Desde el fondo de los tiempos un hilo tenue y común nos ata, ésta es la evocadora cadena de nudos que nos ata y reata de generación en generación; es la continuidad de los lazos adquiridos en el pasado que hoy podemos seguir gozando. Me gusta pensar que una dama que hoy es miembro de la Comunidad de ArtOfZoo, que mira, lee y navega por el sitio, y que luego juega y se ata; es la misma dama que en una cueva al lado del fuego se ató a un ser recientemente domesticado; y es la misma dama que en la antigüedad clásica griega, en el gineceo –la habitación de las mujeres– también se ató, sola y junto a otras; y en la Edad Media, en todos los rincones de la vieja Europa, es la misma dama que también se ató; y en todos los siglos iluminados por las distintas luces, sin que importe religión ni razón, es la misma dama que se ató también; y será la misma dama que en el futuro, sin importar edades ni barreras, seguirá atándose gustosa y existencialmente.
Ese hilo lo sentimos vibrar adentro, es nuestra melodía dionisíaca. Toda dama que hoy se anuda viene atada por ese hilo que hizo posible el primer nudo atado a la primera flor humana. Aquel anudamiento primordial.
Cuando el arma se desenfunda, la flor abre sus pétalos.
El nudo tiene una historia y una belleza. Todos los animales que nos asombramos nos hemos preguntado en todas las épocas y edades históricas por la belleza. Ahí donde vemos lo bello lo identificamos como placer propio. Si es así como dice Platón, que la belleza es el placer que entra por el oído o la vista; para nosotros entra como visión de una dama que se anuda, en el momento mismo en que se anuda, y entra también como escucha de los gemidos mismos de ese anudamiento.
La belleza nos ronda en todas las circunstancias de la vida, y nosotros la reconocemos como un nudo atando a una vulva. Esto es lo primordial y lo primigenio.
Cuando sale de su funda, el arma brilla y nos ilumina.
Después de todo, es así con el ser humano.
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VII Bibliografía:
Cassirer, Ernst (2007): Antropología filosófica. México: FCE.
Galton, Francis (1988): Herencia y eugenesia. Madrid: Alianza Editorial.
Germonpré, Mietje; Sablin, Mikhail V.; Stevens, Rhiannon E.; Hedges, Robert E.M.; Hofreiter, Michael; Stiller, Mathias; Després, Viviane R. (2009): Fossil dogs and wolves from Palaeolithic sites in Belgium, the Ukraine and Russia: osteometry, ancient DNA and stable isotopes. Journal of Archaeological Science. Volume 36, Issue 2, Pages 473-490.
Link: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0305440308002380
Gould, Stephen Jay (1977). Desde Darwin. Reflexiones sobre Historia Natural. Barcelona: Crítica.
Guagnin, Maria; Perri, Angela R.; Petraglia, Michael D.; (2018): Pre-Neolithic evidence for dog-assisted hunting strategies in Arabia. Journal of Anthropological Archaeology. Volume 49, Pages 225-236.
Link: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0278416517301174
Lamarck, Jean Baptiste (1986): Filosofía zoológica. Barcelona: Editorial Alta Fulla.
Ortega y Gasset, José (2017): Obras completas. Tomo VI (1941-1955). Madrid: Taurus.
Platón (1981): Diálogos I. Madrid: Gredos.
Price, Edward Owen (1984): Behavioral Aspects of Animal Domestication. The Quarterly Review of Biology. Volume 59, Number 1.
Link: https://www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/413673
Uexküll, Jakob von (1942): Meditaciones biológicas: la teoría de la significación. Madrid: Revista de Occidente.
________________ (1945): Ideas para una concepción biológica del mundo. Buenos Aires: Espasa-Calpe.
________________ (2016): Andanzas por los mundos circundantes de los animales y los hombres. Buenos Aires: Editorial Cactus.
Vaya tesis que te acabas de escribir, sin embargo en algo tienes razón, tantos mamíferos y tantas especies y solo el nudo del perro (aparte del pene del hombre) encaja perfectamente a la vagina de la mujer. en que momento se acoplaron tan bien, fue interesante pero lamentablemente nunca sabremos la respuesta.