Historias Del Amor Prohibido; Bacanal de juventud.
Los sentidos se comenzaron a volver borroso entre el éxtasis y el deseo, no era claro lo que era vista, tacto y oído, era como si los tres sentidos se fucionaran en uno solo, uno que sin poseer olor, color o textura claro, trascendía el entendimiento de los involucrados, pero era una sensación….
Las diferencias entre las élites, ese 1% que ejerce control sobre el mundo, y el restante 99% radican en el privilegio de actuar según sus deseos y escapar impunes. Aunque existen excepciones, para ellos resulta considerablemente más sencillo satisfacer sus placeres culposos y encubrir sus acciones. Tienen la capacidad de viajar a naciones desconocidas, consumir carne de animales en peligro de extinción y emplear tratamientos considerados inmorales para restaurar la salud que despilfarran en excesos y abusos a los que solo ellos pueden acceder. Mientras tanto, se entretienen observando el espectáculo que creamos, luchando por costear apenas una fracción de lo que ellos realizan.
¿Son realmente malvados? ¿Podemos afirmar con certeza que son maliciosos? Probablemente no. Siendo sinceros, tendemos a verlos como los lobos de los cuentos. Sin embargo, en su posición, es muy probable que actuáramos de manera similar. Están en una posición que les permite liberar todas sus inhibiciones, mientras que la mayoría de nosotros las reprimimos y ocultamos en aras de nuestro bienestar físico y social. Si decidiéramos emular sus acciones, tendríamos que valernos de los recursos y personas a nuestro alrededor, lo que acabaría perjudicándolos. No obstante, ellos no necesitan dañar su entorno, ya que pueden costear causar estragos en lugares que no forman parte de su día a día al despertar. Es por esto que solo ellos, aun siendo personas con empatía, pueden permitirse explorar sus inclinaciones perversas. No es que carezcan de empatía, sino que solo sentimos empatía por lo que consideramos parte de nosotros y de nuestro entorno. Para ellos, nosotros no encajamos en esa categoría. Basta con observar cómo reaccionamos ante desgracias que ocurren en contextos lejanos al nuestro. En el mejor de los casos, experimentamos un breve atisbo de tristeza que desaparece tan pronto como olvidamos el tema, y así es como ellos perciben nuestro entorno.
Mis disculpas por este extenso preámbulo; mi intención era proporcionar un breve contexto sobre la naturaleza humana. En esta narración, exploraremos cómo una persona del 99% se sumerge en el mundo del 1%. Esta persona será testigo de eventos sorprendentes, anhelos internos hechos realidad, experiencias que anteriormente solo habitaban en el reino de la fantasía. Para el 1%, estas vivencias son tan cotidianas como para nosotros lo es asistir a la fiesta de quince años de nuestra prima Rosita.
El protagonista de este relato es Alejandro, un escritor con un éxito moderado, lo cual es un logro considerable en un país de América Latina donde residía. Aunque no era una figura literaria ampliamente reconocida, ya había creado algunas obras que le proporcionaban ingresos. No obstante, Alejandro poseía un pasatiempo que no se alejaba mucho de su oficio principal. Solía escribir historias eróticas de una temática más tabú en foros de internet, ganando cierta notoriedad en ese submundo, aunque siempre manteniendo el anonimato.
Sin embargo, un día en particular, recibió un correo electrónico inusual. «Querido Blackcat69, necesitamos sus habilidades como escritor en nuestro exclusivo club privado. Será generosamente recompensado por sus servicios. Uno de nuestros representantes se pondrá en contacto con usted para brindarle más detalles sobre su nuevo empleo. Le agradecemos de antemano su cooperación.» Alejandro se percató de que el correo había sido enviado a su dirección de correo electrónico profesional, en lugar de su pseudónimo, lo que implicaba que el remitente estaba al tanto de sus historias consideradas «prohibidas». Además, notó que no se le proporcionaba una hora ni un lugar de encuentro. Por último, el mensaje asumía que él ya había aceptado, sin darle la opción de negarse. Ante esta situación, Alejandro supuso que se trataba de una broma elaborada por alguien que había acertado al utilizar su pseudónimo sin conocer la verdadera identidad detrás de él. «Seguramente es eso», pensó Alejandro, esforzándose por evitar pensar en lo peor.
Sin embargo, minutos más tarde, un sonido proveniente de la puerta captó la atención de Alejandro, quien no esperaba visitas en ese momento de la noche. Con cautela, se acercó para abrir, consciente de la hora tardía. Al abrir la puerta, se encontró con un hombre alto y robusto, vestido elegantemente en traje. A pesar de su apariencia impecable, el hombre no emanaba una sensación intimidante; en cambio, portaba un semblante serio pero no excesivamente amenazante. -Buenas noches, ¿cómo puedo ayudarlo?- expresó Alejandro, a lo que el hombre simplemente extendió la mano, entregándole un sobre. -Lea esto ahora, por favor- inquirió el hombre.
Alejandro tomó el sobre, cuyo tamaño correspondía al de una carpeta de oficio. Al abrirlo, extrajo una hoja de papel blanco, notablemente grueso al tacto. En la esquina superior, el papel exhibía un logotipo de espiral, sutilmente estampado con un sello de estilo antiguo. El mensaje aparentemente mecanografiado rezaba: «Estimado Blackcat69 o Alejandro Pereira, como usted prefiera ser llamado». Al leer estas palabras, Alejandro desvió su mirada hacia el hombre que le observaba con una sonrisa enigmática. Los nervios se apoderaron de él, pero decidió continuar leyendo antes de formular cualquier pregunta.
«Le ruego que evite cuestionar el origen de esta carta frente a mi representante, ya que él desconoce cualquier aspecto de mi identidad, la suya, el contenido de esta misiva y el trabajo que le he encomendado. Su presencia en su puerta se limita únicamente a entregarle las instrucciones para nuestra reunión. Le insto a que siga estas instrucciones meticulosamente, ya que somos un club serio y exclusivo que exige ciertos estándares a sus miembros, especialmente a aquellos a quienes contratamos. Además, le suplico que mantenga en absoluto secreto lo que está ocurriendo. Como habrá notado, estamos conscientes de sus gustos y escritos de naturaleza ‘particular’, por lo que le rogamos que nos ahorre la incomodidad de hacer pública esta información. Le agradezco nuevamente por su colaboración».
La ansiedad dentro de Alejandro iba en aumento mientras el enigmático individuo extendía su mano para recibir la carta. Sin siquiera echar un vistazo al contenido, el hombre procedió a incinerarla. -¿Me permite entrar?- inquirió, sumiendo a Alejandro en un estado de nerviosismo. No obstante, temiendo más la amenaza de la carta que una posible consecuencia fatal, Alejandro accedió y lo condujo a la sala. -¿Le gustaría algo de beber?- ofreció Alejandro en un intento por mostrar simpatía. -No, gracias. Estoy aquí solo para entregar el mensaje, pero le agradezco sinceramente-, respondió el hombre con una formalidad educada y una extraña energía positiva que brindó una tranquilidad considerable a Alejandro.
-¿Está preparado?- preguntó el hombre. Alejandro inhaló profundamente y exhaló para despejar su mente antes de asentir. -¡Muy bien!-, exclamó el misterioso individuo. -Mañana, a las 3:30 pm, un automóvil pasará por su domicilio. El conductor tocará su puerta y le informará que lo llevará a su trabajo. Estas serán las únicas palabras que cruzarán entre ustedes. ¿Lo comprende?- Alejandro asintió con la cabeza y el hombre continuó: -El vehículo lo llevará a un lugar apartado; no debe preocuparse, es por su seguridad. Allí deberá cambiar de automóvil y conductor. El nuevo chofer no entablará conversación alguna con usted y le entregará un antifaz que deberá llevar en todo momento. Luego lo trasladarán al último vehículo que lo conducirá a la reunión. En ese punto, encontrará personal de apoyo con quienes podrá hablar, pero le ruego que evite proporcionar detalles personales. Esto, nuevamente, es por su seguridad. ¿Tiene alguna pregunta?- Alejandro negó con la cabeza. -Muy bien, por último, deberá asistir a la reunión vestido con traje. Si no posee uno, se le proporcionará. No debe llevar ningún dispositivo consigo, ya que será confiscado y podría no ser devuelto. Evite la vergüenza. Tampoco debe comentar este asunto con nadie, ni siquiera con sus seres queridos, ¿entendido?- Una vez más, Alejandro asintió. -Correcto, eso es todo-, concluyó el hombre, entregando otro sobre a Alejandro. -Es un adelanto de su sueldo-, añadió antes de partir hacia la puerta sin esperar respuesta o despedirse. Dejó a Alejandro en la sala, sumido en un mar de interrogantes, con un sobre con una cantidad de dinero en efectivo que jamás había visto en persona.
Al día siguiente, Alejandro se encontraba preparado, vestido con la ropa que le habían indicado. Cuando el reloj marcó las 3:30 pm, un toque en la puerta resonó en su casa. Con nerviosismo palpable, Alejandro se acercó a la puerta y al abrirla se topó con un hombre trajeado nuevamente, aunque en esta ocasión era un caballero mayor de estatura media y con una agradable disposición. «Buenas tardes, señor. He venido para llevarlo a su trabajo», anunció el hombre, y Alejandro, sintiéndose un tanto inquieto, respondió: «Sí, muchas gracias». Salió de su hogar, experimentando un ligero nerviosismo por dejar atrás su teléfono celular, aunque estaba decidido a cumplir cada instrucción al pie de la letra.
Los minutos transcurrieron de acuerdo a lo indicado por el hombre la noche anterior, alejándose cada vez más de la ciudad. Pronto, los edificios desaparecieron y todo lo que quedaba a su alrededor era terreno montañoso. Después de treinta minutos en coche, el hombre giró hacia un camino empedrado y llegaron a una casa de campo. Un segundo vehículo esperaba afuera, y otro hombre hacía señas a Alejandro para que subiera a su auto. Supuso que era el momento para el cambio de vehículo. Este nuevo conductor, también vestido con traje, era considerablemente más joven, quizá en sus veintes. Una vez que ambos estuvieron en el vehículo, el conductor le entregó a Alejandro una pequeña caja. Sin necesidad de palabras, comprendió su contenido y al abrir la caja, confirmó sus sospechas: se trataba de un antifaz. Sin dudarlo, se lo ajustó y el viaje continuó.
La nueva ruta se extendió por un período más largo, tal vez un par de horas. Navegaron por otro tramo empedrado, que recorrieron sin contratiempos durante aproximadamente otra hora. Finalmente, llegaron a una pista de aterrizaje donde un jet estaba estacionado en el medio. Al ingresar, varios hombres los recibieron y solicitaron que saliera del vehículo. Una vez fuera, Alejandro sintió nerviosismo al ver a tantos hombres trajeados, portando armas en sus cinturas. Uno de ellos se acercó a Alejandro y sacó un escáner similar a los utilizados en los aeropuertos. Estaba buscando algún dispositivo que, evidentemente, no encontró. Luego, una elegante señorita se acercó a él, tomándolo del brazo y diciendo: -Buenas tardes, Sr. Black, permítame acompañarlo a su asiento-. Alejandro la miró con desconcierto ante el nombre con el que lo había llamado. -¿Disculpe?-, exclamó, a lo que ella respondió: -Oh, lo siento. ‘Black’ es el nombre clave asignado para proteger su identidad. La tripulación se referirá a usted por ese nombre clave. ¿Está de acuerdo?- Alejandro asintió y la mujer lo guió al interior del jet, colocándolo en un asiento aislado. No obstante, dentro de la aeronave, había varios hombres vestidos de traje repartidos en los escasos asientos.
-¿Le gustaría algo de beber o comer, señor? Estamos a unos minutos de despegar-, le ofreció la mujer. Tras reflexionar por un momento, Alejandro respondió: -Un vodka en las rocas, por favor-. La mujer se retiró con una pequeña reverencia. Poco después, un joven trajeado también en sus veintes se sentó frente a Alejandro y las puertas del jet se cerraron.
Minutos después, la mujer amable regresó y entregó la bebida a Alejandro. -Estamos a punto de despegar. Por favor, abróchese el cinturón-, indicó la mujer. -Si necesita algo más, puede presionar el botón y vendré enseguida-, concluyó antes de retirarse. -Gracias-, respondió Alejandro mientras la mujer se alejaba. Tomó su vodka y aseguró su cinturón. Poco después, el avión se elevó. Durante el transcurso del vuelo, la mujer se acercó varias veces para confirmar que Alejandro no necesitara nada más. Él se limitó a pedir un par de tragos adicionales, el último de los cuales solicitó cuando la mujer le informó que debía abrocharse el cinturón en preparación para el aterrizaje.
Una vez abrochado el cinturón y tras dar el último sorbo a su trago, Alejandro recordó que, hasta este punto, la única regla era evitar brindar información personal. Sin embargo, no le habían advertido sobre no solicitar información.
-Disculpa, joven-, exclamó Alejandro para atraer la atención del individuo frente a él. -¿Qué sucede, Sr. Black?-, cuestionó el joven. -¿Hacia dónde nos dirigimos?- preguntó Alejandro, esperanzado de obtener alguna respuesta en este punto. -Lo siento, Sr. Black, pero ni nosotros tenemos esa información. Solo sabemos que nos dirigimos a la isla que puede ver por su ventana-, explicó el joven. Alejandro se asomó por la ventana y divisó una isla inmensa. Aunque la respuesta no lo satisfizo por completo, decidió seguir indagando, ya que el joven parecía tener cierto conocimiento. -Y, ¿por qué estoy aquí?- continuó Alejandro. -Lamento informarle que fui contratado únicamente como su escolta. No tengo información sobre su propósito en esta situación-, respondió el joven con una sonrisa. -Bien, pero ¿conoces la identidad de tu superior?- cuestionó nuevamente Alejandro, sintiendo que las respuestas hasta ahora no lo estaban llevando a ninguna parte. -Por supuesto que lo sé, pero formo parte de una empresa de seguridad privada. En mi posición, desconozco el nombre de quien nos contrató. Incluso si lo supiera, probablemente sería un subordinado, del subordinado, del subordinado de quien solicitó sus servicios en esta isla. Por lo tanto, no puedo proporcionarle esa información-, explicó el joven.
Alejandro se sintió desilusionado por la respuesta. Quien lo había convocado a este lugar había invertido un esfuerzo considerable en mantener su identidad en secreto. Esto resultaba aterrador, pero rendirse no era una opción. Dado que ya se encontraba allí, decidió adoptar una actitud positiva. Después de todo, lo necesitaban para un trabajo. Aunque no se sentía capaz de enfrentar a alguien o llevar a cabo actos arriesgados, pensó que tal vez lo requerían para escribir fantasías para algún individuo adinerado y perturbado. Eso sí podía manejarlo. Con esta mentalidad, Alejandro se relajó en su asiento, esperando lo mejor.
En cuanto las puertas se abrieron, la mujer amable se aproximó a Alejandro. -Sr. Black, permítame acompañarle fuera del avión-, anunció. Tan pronto como se puso de pie, ella tomó su brazo y lo condujo hasta un automóvil. -El chofer le llevará a su destino, Sr. Black. Gracias por acompañarnos. Le deseo un buen día-, expresó la mujer mientras cerraba la puerta del vehículo y se dirigía al avión. Todos los hombres trajeados subieron al avión.
Alejandro volvió su mirada hacia el chofer y notó que, además de llevar traje, llevaba un antifaz blanco, a diferencia del antifaz negro de Alejandro. El chofer, de mediana edad, alrededor de los cuarenta años, tomó un camino empedrado que serpenteaba a través del bosque de la isla. Era un paraíso hermoso. Después de un corto trayecto, llegaron a una mansión. Una hermosa mujer aguardaba en la entrada. Vestía un elegante traje con falda hasta las rodillas, medias negras, tacones altos y un antifaz blanco. La mansión era impresionante, casi parecía un castillo. Con alrededor de cuatro pisos de altura, ostentaba un estilo inglés encantador y era completamente blanca.
La mujer se acercó al auto y abrió la puerta. A diferencia de la mujer en el avión, esta tenía una actitud sumamente seria. -Permítame, Sr. Black-, exclamó, acercándose a Alejandro para colocarle un distintivo dorado con la inscripción «Sr. Black» con el fin de evitar confusiones. -Consérvelo en todo momento, Sr. Black. Si lo pierde, informe a cualquier miembro del personal de la casa. Sígame, por favor. El Sr. White le está esperando en su oficina- dijo la mujer.
-¿Sr. White?-, preguntó Alejandro. -Sí, su jefe y el mío. Está aguardándolo. Por favor, sígame-, respondió la mujer. Alejandro siguió a la mujer a través de la casa mientras ella lo guiaba hacia la oficina del Sr. White.
El interior de la casa era igualmente hermoso que su exterior. Techos altos permitían que la luz natural llenara los corredores, mientras que hermosas esculturas y pinturas de querubines de sugerente apariencia decoraban los espacios. -Los empleados llevamos antifaces blancos, mientras que los invitados usarán antifaces negros. En su caso, usted es empleado, pero recibirá un trato de invitado. Por lo tanto, estaremos a su disposición las 24 horas del día. Cualquier instrucción será proporcionada directamente por el Sr. White o a través de mí. No se le permite abandonar el perímetro de la casa, ya que el bosque puede ser peligroso. Si se extravía, no lo buscaremos- expresó la mujer sin interrupción mientras avanzaban hacia la puerta al final del corredor. Al llegar, detuvo su paso. -El Sr. White está al tanto de la identidad de todos en esta casa, incluidos nosotros-, agregó, haciendo una breve pausa para mirar a Alejandro a los ojos. -Nos dirigiremos a usted por su nombre clave, por lo que es crucial no extraviar su distintivo o reponerlo de inmediato si se pierde- continuó, señalando el distintivo en su pecho que decía «Srta. Gray». Luego, abrió la puerta frente a ellos. -Adelante-, invitó ella. Alejandro entró y, una vez dentro, cerró la puerta a sus espaldas.
se escudriñaron mutuamente de arriba abajo. El hombre, que parecía estar en la mitad de sus treinta años, una edad cercana a la de Alejandro, lucía un elegante traje sin corbata. La camisa estaba desabotonada en el cuello, y llevaba un antifaz negro con líneas blancas, posiblemente simbolizando su posición como dueño de todo en ese lugar.
-Buenas tardes, Sr. Alejandro, o mejor dicho, Sr. Black. Es un placer recibirlo en mi modesta morada. ¿Cómo ha sido su viaje?-, dijo el hombre con una personalidad alegre y extrovertida. Alejandro simplemente lo observó, perplejo por la situación.
-Permítame disculparme por el inusual viaje, pero se trata de su seguridad personal y de mis propios intereses. Sin embargo, realmente necesito sus servicios. Por favor, tome asiento-, añadió, señalando las sillas frente a su escritorio. Alejandro obedeció, sentándose con una sensación de desconcierto aún más intensa que antes.
«Bien, Sr. Black, supongo que estará lleno de preguntas, así que me gustaría escucharle y poder responder todas ellas. Adelante», inquirió el Sr. White.
«Bueno… a ver… ¿quién es usted?» preguntó Alejandro.
«Mmmmm, buena pregunta, Sr. Black. La verdad es que no pienso responder esa pregunta. Espero que no se ofenda, pero soy un fiel creyente de que el conocimiento es poder. Mientras menos conozca usted de mí y yo conozca más de usted, mi poder sobre usted será absoluto y el suyo será mínimo. Solo le diré que soy un hombre muy rico y muy poderoso. Tengo más dinero del que pueda imaginar y más conocimiento del que podría pensar. Poseo en mis manos a personas tan influyentes que podría decirse que tengo el potencial para controlar países enteros si así lo deseo. Eso es todo lo que puedo compartir», respondió el Sr. White.
Esta respuesta dejó a Alejandro bastante alarmado, sintiendo como si le hubieran obligado a tragar una pastilla grande y amarga. -Bueno, ¿y dónde estoy?-, preguntó con ansiedad. El Sr. White se tomó unos momentos para reflexionar antes de responder: -Esta es una isla de mi propiedad. Aquí suelo llevar a cabo eventos sociales con mis amigos y, recientemente, he estado realizando algunos de mis «experimentos» más interesantes. De hecho, usted será parte de uno de mis eventos, y si resulta exitoso, quizás lo invite a formar parte de mis experimentos-.
Al escuchar esta última afirmación, Alejandro palideció. -Oh no, no se preocupe, no soy ese tipo de multimillonario. Me refiero a experimentos sociales. Tengo un gran interés en la ciencia social, pero preferiría no entrar en detalles-, añadió el hombre en un intento por calmar el miedo en el rostro de Alejandro. Aunque logró atenuar algo de la inquietud, no pudo eliminar ninguna de sus dudas.
Alejandro inhaló profundamente para apaciguar sus nervios y finalmente se atrevió a preguntar: -Entonces, si no puedo saber quién es usted y no puedo conocer exactamente mi ubicación, ¿qué hago yo aquí?- Los ojos del Sr. White brillaron, como si hubiera estado aguardando esa pregunta desde el principio, y una sonrisa se dibujó en su rostro. -Muy bien, Sr. Black, ¡excelente pregunta! Justo lo que esperaba escuchar-, exclamó el Sr. White con una alegría palpable en su voz. -Verá, en estos momentos estoy llevando a cabo los preparativos para un experimento sumamente intrigante. Sin embargo, me hace falta una biblioteca con ciertos tipos de literatura específica que he logrado conseguir gracias a Internet. No obstante me faltan un par de volúmenes relacionados con los temas que se abordan aquí, y entre todos los escritores en la web, usted es el único que encaja con el perfil que estamos buscando-, respondió el enigmático Sr. White.
-¿Qué ocurre aquí?- preguntó Alejandro, que no comprendía del todo a qué se refería.
-Sí, lo descubrirá durante la cena de esta noche. La Srta. Gray lo acompañará a su habitación para que se acomode. Encontrará una libreta y una pluma que puede usar para tomar notas, si es necesario, y también habrá un traje más…- el Sr. White hizo una pausa mientras evaluaba a Alejandro con la mirada -…apropiado para la cena, sin intención de ofender, por supuesto. La Srta. Gray lo recogerá en su habitación a la hora de la cena. Disfrute de su estancia-, concluyó el Sr. White, haciendo una señal a Alejandro para que saliera. Al salir, la Srta. Gray estaba parada firmemente en el corredor, esperando.
-Sr. Black, sígame. Lo llevaré a su habitación-, indicó la mujer mientras avanzaba por el corredor con un paso sensual. Alejandro la siguió, y la Srta. Gray comentó: -Espero que el Sr. White haya respondido a todas sus preguntas-.
-No realmente», respondió Alejandro-.
-Oh, de verdad lamento escuchar eso. Ya verá que la cena de esta noche encajará las piezas del rompecabezas-, respondió la Srta. Gray. Era una mujer sensual, de estatura algo alta, y además de ser atractiva, irradiaba cautela e inteligencia. No sorprendía que fuera la mano derecha del Sr. White.
-Sobre la cena de esta noche, ¿es una celebración o algo por el estilo?- preguntó Alejandro.
-Para nada. Es una reunión mensual del club, una de las diversas actividades que le gustan al Sr. White- respondió la Srta. Gray con un tono formal. Finalmente, se acercó a una puerta con la placa «212» y la abrió con una tarjeta que entregó a Alejandro.
-Esta será su habitación y esta tarjeta es la llave. Puede quitarse el antifaz cuando esté solo. Solo asegúrese de cerrar la puerta. Hay algunos trajes de su talla en el armario, así como productos de higiene en el baño y en la cómoda. Pasaré por usted a las nueve en punto. Hay un reloj de mano en el cajón de la mesita de noche y un despertador en ella también. Nos vemos en un rato, Sr. Black-, dijo la Srta. Gray y se retiró.
-Hasta pronto, señorita-, se despidió Alejandro y cerró la puerta rápidamente para quitarse el antifaz.
Alejandro finalmente sintió que podía respirar. Caminó por la habitación y encontró todo tal como le habían indicado. Incluso la libreta y la pluma mencionadas por el Sr. White estaban allí. El cuaderno era negro, con esquinas metálicas de color dorado, y la pluma era negra y metálica, de un diseño elegante. Abrió el armario y comprobó que los trajes eran, efectivamente, de su talla. Nada estaba dejado al azar. A pesar de que había llevado su mejor ropa, esta colección superaba con creces el valor de cada prenda que le habían proporcionado.
Entre los objetos de higiene, encontró algunos condones y lubricante, lo cual llamó bastante su atención. Sin embargo, Alejandro decidió no pensarlo demasiado para mejor darse un baño y cambiarse. Después de todo, se encontraría con quién sabe qué tipo de personas, y era mejor no llamar demasiado la atención.
Alejandro estuvo listo con media hora de anticipación antes de las nueve. Se colocó un nuevo antifaz que venía junto con el traje y el reloj que le habían proporcionado. Luego se asomó por la ventana, la cual daba directamente a la entrada. Desde allí, observó a más personas con antifaces negros llegar en vehículos. Eran recibidos por el Sr. White y la Srta. Gray. Parecían ser el resto de los invitados. Los minutos pasaron y, a las 9 en punto, el reloj sonó. Antes de que el último eco se desvaneciera, alguien llamó a la puerta. Era la Srta. Gray, quien había venido a buscar a Alejandro. «Sr. Black, es hora. El Sr. White lo espera con los demás invitados», anunció con solemnidad.
Alejandro siguió una vez más a la Srta. Gray a través de la mansión. Esta vez llegaron a un amplio corredor con una inmensa puerta en el centro. Empleados iban y venían sin cesar, y los invitados llegaban escoltados por miembros del personal. La Srta. Gray lo condujo a través de la puerta hacia un gran salón. Aproximadamente treinta invitados, quizás más, estaban sentados en mesas redondas dispuestas alrededor de una pista de baile con un espacioso escenario vacío en el centro salvo por algunos pedestales que también estaban desocupados. La Srta. Gray lo guió hacia su asiento y, acercándose a su oído, le susurró: «Le sugiero que comience a tomar notas». Alejandro asintió y extrajo su cuaderno, lo que provocó miradas de sorpresa por parte de algunos invitados. Sin embargo, la Srta. Gray hizo un gesto tranquilizador para indicar que todo estaba bien. Alejandro procedió a hacer anotaciones: sus impresiones del lugar, los invitados, la iluminación y sus crecientes sentimientos de intriga. Notó al Sr. White sentado a lo lejos en una sección más exclusiva del salón. El Sr. White le lanzó una mirada directa que lo hizo sentir incómodo, pero Alejandro continuó tomando notas diligentemente.
Los empleados pronto comenzaron a traer la comida, y Alejandro lo encontró un tanto extraño. Solo estaban sirviendo postres, pero eran exquisitos. Había una variedad de combinaciones: gelatinas, bombones, pasteles, galletas, helados y otros dulces en múltiples sabores como chocolate, vainilla, fresa, limón y café. Los postres parecían no tener fin, y los invitados devoraban con entusiasmo. Alejandro llegó a un punto en el que decidió limitarse a beber café, ya que su amargura ayudaba a contrarrestar las náuseas causadas por el exceso de azúcar. Sin embargo, comenzó a sentir una euforia intensa, una sensación de felicidad que lo hizo cuestionarse si realmente había sido feliz antes de esa noche. Observó a los demás invitados, que charlaban entre risas y devoraban la comida, consumiéndola de manera apresurada. Aunque parecían estar disfrutando, la forma en que comían era extraña, casi voraz. Alejandro lo encontró grotesco.
Tras esta cena empalagosa y extraña, los empleados comenzaron a recoger todos los platos y utensilios. Tan pronto como entraron en la sala, dejaron todo impecable. Una vez que los empleados del banquete salieron de la habitación, las luces se apagaron. En medio de la oscuridad que se adueñó del salón, los presentes comenzaron a gritar y aplaudir. Entre los aplausos y alaridos, se escucharon sonidos de pisadas que se detuvieron de repente, aunque los aplausos continuaron.
Una luz roja iluminó el escenario que ahora estaba lleno de niños, de entre 8 y 12 años, por todas partes, al menos unas tres docenas de ellos. Estaban completamente desnudos, ocupando los pedestales en el escenario o dispuestas en el suelo en poses eroticas. En el centro se encontraba el sr. white, parado frente a un podio, sosteniendo una correa con la que tenía atado a uno de los niños por el cuello. Esta imagen envió un escalofrío por la espina dorsal de Alejandro y se quedó atrapado en su garganta. Experimentó una mezcla de emociones diversas. Por un lado, se sentía asustado por la extraordinaria imagen frente a él, y por otro lado, se sentía emocionado porque de alguna manera sabía que una de sus fantasías se estaba volviendo realidad. También experimentó un poco de remordimiento y tristeza por los pequeños frente a él, pero a pesar de eso, estos lucían hermosos y divinos, sin mostrar malestar en sus semblantes o algo parecido.
-¡Ejem, damas y caballeros!-, exclamó el sr. white al micrófono. -Permítanme continuar con la mejor parte de la noche. Sé que muchos esperaban este día con ansias; algunos incluso llegaron con horas de anticipación. Pero antes de continuar, me gustaría dar la bienvenida a nuestro club a un par de nuevos miembros-. Al decir esto, unos reflectores se encendieron, iluminando a Alejandro y a un par más de invitados. -Demos un fuerte aplauso a la srta. Red, quien nos acompaña desde el mundo del entretenimiento-. Los aplausos no se hicieron esperar, y una joven mujer se levantó para hacer una reverencia a los presentes. Vestía un hermoso vestido blanco de noche y, por supuesto, llevaba un antifaz negro. Su figura resultó familiar a Alejandro, como si la hubiera visto antes. -También me gustaría darle la bienvenida al sr. Brawn, directo del mundo de la política-. Los aplausos llenaron la sala una vez más, y un hombre de edad algo avanzada se puso de pie para recibir su ovación. Tenía entre 45 y 50 años, con cabello medio canoso y un cuerpo robusto. No parecía familiar a Alejandro, así que no le prestó mucha atención. -Por último, directamente del mundo de las artes literarias, demos un fuerte aplauso al sr. Black-. Alejandro se puso de pie, sabiendo que se referían a él. La gente aplaudió con entusiasmo, y esta vez sintió cómo las miradas de la sala se centraban en él. Esto le generó cierto nerviosismo, pero sin poder hacer mucho al respecto, simplemente se sentó a esperar a que la atención de la gente dejara de enfocarse en él.
-Bien, ahora sin más, iniciaré con la distribución de postres. No es necesario que se levanten; un empleado se los acercará cuando mencione sus nombres. Si lo desean, pueden retirarse a su habitación después de recibir a su niño-, indicó el sr. white con una sonrisa encantadora, haciendo gestos con las manos como un hábil maestro de ceremonias. -Para comenzar, tenemos al sr. Pink y su nueva esposa, la srta. Red. Parece que el sr. Pink solicitó la compañía de nuestro pequeño romancito.- Al decir esto, un empleado se acercó al escenario, tomó la correa de la mano del sr. White y llevó la figura a la mesa de la hermosa srta. Red y quien aparentemente era su esposo: un hombre atlético de aproximadamente la misma edad que la srta. y, por el poco rostro que se le veía, era atractivo. Alejandro tuvo sospechas sobre quiénes podrían ser, pero prefirió mantenerse al margen.
Una vez que el nene llegó con sus respectivos invitados, el sr. White continuó: -¡Vaya sorpresa que tenemos hoy! Parece que el sr. Lightblu trajo sus propios chicos esta noche. Demos la bienvenida a sus angelitos caídos: Amon, Belial y Asmodeo. Parece que alguien tendrá una noche ocupada. Esperamos que los traiga en la próxima velada.- En esta ocasión, ningún empleado se acercó. Las tres figuras bajaron del escenario hasta llegar a su respectivo invitado, un hombre joven y atractivo. Estos niño se destacaban del resto, ya que llevaban alas como de ángeles, body painting y curiosamente, también llevaban sus propios antifaces negros.
El sr. White continuó repartiendo a los peques desde el escenario, uno tras otro, estos se marchaban acompañados con algún invitado o incluso con invitados en algunos casos. Los invitados eran de tipos variados, desde mujeres jóvenes hasta mayores, pasando por hombres atléticos y robustos. Cada uno estaba allí con el mismo propósito y Alejandro comenzaba a sentirse cada vez más impaciente, esperando ansiosamente su turno.
La sala ya se encontraba medio vacía y Alejandro estaba lleno de impaciencia. Sin embargo, su espera se detuvo cuando el sr. White pronunció su nombre a través del micrófono. -Ahora, para el Sr. Black, tenemos una sorpresa especial-, declaró el Sr. White con un tono bastante enigmático. -Se trata de un espécimen virgen que fue criado especialmente para este momento, un pequeño hermoso, el pequeño Rodrigo. Te complacerá ser el primero en probarlo.- Alejandro sostuvo la mirada del pequeño con ojos enigmáticos y serios, cuyo cuerpo parecía tan diminuto y cuyo cabello negro con reflejos rojizos y otros colores le daban un aspecto angélico.
La Srta. Grey se acercó al escenario y tomó la correa de Rodrigo, llevándola hasta Alejandro. -Sr. Black, si lo desea, puede retirarse a su habitación ahora- sugirió la Srta. -Está bien, me retiraré ahora- contestó Alejandro a la hermosa Srta. -¿Te gustaría retirarte ahora?- preguntó Alejandro, y la figura respondió con una sonrisa. Acto seguido, se dirigieron a la habitación.
Una vez en la habitación, se aseguraron de cerrar la puerta. Alejandro, nervioso, se dirigió rápidamente a la cama junto a Rodrigo. Los nervios que hasta entonces no se habían manifestado acerca del extraño regalo del Sr. White empezaron a hacerle dar vueltas en el estómago.
Alejandro se quedó inmóvil en su lugar, no podía moverse ni un centímetro. Sus nervios le estaban pasando factura. Sin embargo, Rodrigo permanecía en silencio y simplemente se acurrucó en el pecho de Alejandro, emanando una cálida aura que llegaba directamente al corazón de Alejandro, conmoviendo sus emociones. Él comenzó a acariciar la cabellera de Rodrigo. Rodrigo se mostraba dócil ante Alejandro, como una bestia mansa ante su amo, un sentimiento que Alejandro podía sentir como si se le transfiriera a través del contacto.
Los ánimos comenzaron a elevarse y poco a poco el calor se propagó por el gélido cuerpo de Alejandro, quien acariciaba el cabello de Rodrigo. Al principio, sus caricias eran amables, pero gradualmente se tornaron más apasionadas. Rodrigo asintió ante esto y selló el momento con un beso a Alejandro.
Un apasionado Alejandro se sorprendió al notar que, al menos aparentemente, su deseo era correspondido. Se sintió complacido ante este descubrimiento y respondió al beso introduciendo su lengua en la boca de Rodrigo, luchando con sus delicadas lenguas, saboreando el fluido transparente que emanaba de ellas, transfiriendose mutuamente en un hermoso intercambio constante. Poco a poco, sus fluidos se mezclaron.
Alejandro se acomodo a Rodrigo recostando a este bajo su brazo mientras seguían unidos por sus bocas, Alejandro se apresuró a tocar el pequeño trasero de Rodrigo, masajeaba suavemente los bultos posteriores del pequeño, con sus dedos punteaba levemente el rosado esfínter anal de rodrigo, un poco de lubricante en el índice y este entro fácilmente en la minúscula cavidad de ese pequeño muchacho.
Los delgados dedos de alejandro comenzaron a invadir el interior de aquel sitio de tan especial que alejandro planeaba llegar al éxtasis probandolo completo, su labor era describir cada detalle lo más exacto posible, por lo que tendría que tentar cada aspecto de la persona que se acurrucaba en su ala, comenzó recorriendo cada cm exterior de piel con sus manos, primero el cabello, paso por su hermoso rostro, después el cuello podía sentir el olor que Rodrigo emanaba por medio de su vapor corporal, era un dulce que suaviza el alma y envenena la conciencia, paso por los delgados brazos del pequeño, llego a su área pélvica, no sin antes un breve recorrido de sus piernas y pies, el olor en las ingles de Rodrigo era mucho mas fuerte, un aromático olor a inocencia y pureza parecía venir de el.
Alejandro continuó explorando aquel agujero de placer que Rodrigo ponía a su disposición, primero con los dedos, después con la boca, era especialmente placentero para Rodrigo cuando alejandro comenzó a lamer el interior de su ser, los gemidos de Rodrigo invadian no solo el cuarto sino hasta el corredor.
Con paciencia y dedicación Alejandro aflojo el intacto esfínter de Rodrigo, cuando Alejandro lo considero prudente acerco su pelvis a la retaguardia de su amante,se inclinó sobre el, coloco su pene previamente lubricado en la entrada sur de Rodrigo, esta fue abriéndose en el interior e Rodrigo, con firmeza pero lentamente, pues Alejandro temía rasgar algo, sin embargo logro topar sin complicaciones, el interior era caliente y muy apretado, sentía como si el receptáculo intentase aplastar el miembro, Rodrigo comenzó a aspirar fuerte y las contracciones se detuvieron, una vez que el interior dejo de oponer resistencia Alejandro comenzó bombear, cuando el bombeo comenzó rodrigo comenzaba apretar el ano para aumentar el placer de su huésped y el propio.
La lubricación volvía el trabajo fácil para Alejandro, este podía entrar y salir de Rodrigo sin problema, las paredes del infante se sentían suaves al tacto y los gemidos de Rodrigo solo endulzaban la ya de por si azucarada acción, pero lejos de hostigar abria mas y mas el apetito de Alejandro.
Los sentidos se comenzaron a volver borroso entre el éxtasis y el deseo, no era claro lo que era vista, tacto y oído, era como si los tres sentidos se fucionaran en uno solo, uno que sin poseer olor, color o textura claro, trascendía el entendimiento de los involucrados, pero era una sensación física que podría trascender el tiempo incluso, pues sin querer poco a poco as horas volaban y entre gritos de éxtasis, gemidos, alaridos y choques de piel con piel la mañana llego.
Alejandro se coloco sobre el pecho de rodrigo y tras haber llenado el agujero de Rodrigo, su pene y pies de semen Alejandro se dispuso a lanzar una ultima corrida en la boca de Rodrigo, listo para coronar su majestuoso encuentro dejando bañado a su pequeño amante en sus fluidos.
La corrida de Alejandro fue explosiva y atino no solo en la boca de Rodrigo sino también el resto de su cara, alejandro lo tomo y uniendo sus cuerpos una vez mas terminaron liando sus cuerpos mezclando todos los fluidos que los recubrian tras una noche de pasión extrema, noche en la que ambos descubrieron en el otro un universo de vicios y desviaciones que deseaban probar dia y noche por el resto de la existencia.
Sin embargo, la hora de parar llegó. La Srta. Gray llegó poco después de que ellos pararan y cayeran dormidos en la cama. Ella llevó el desayuno y lo dejó en un escritorio de la habitación junto con una máquina de escribir y una nota. Salió cerrando la puerta tras de sí. Al despertar, Alejandro notó a Rodrigo desayunando, se acercó a la máquina y leyó la nota. Rápidamente se puso a trabajar. Sacó sus notas del día anterior y comenzó a relatar con detalle desde su llegada en el avión, los enigmáticos pasillos de la casa del Sr. White, la extraña ceremonia de anoche y el desenfrenado encuentro con Rodrigo.
Alejandro era un hábil escritor con la mente fresca. No le costaba encontrar las palabras adecuadas para describir cada rincón del cuerpo de Rodrigo: su textura, su olor, la embriagadora belleza de este y el mundo de placer que habían experimentado. Lo único que le costaba plasmar en el papel era esa sensación de nirvana tan intensa que había experimentado casi toda la noche. En lugar de intentar describirla como una bomba de felicidad que embriago su sistema nervioso con un éxtasis incomprensible.
Terminó de escribir y se dirigió a la oficina del Sr. White, quien lo recibió con una sonrisa. «He terminado el relato, Sr. White», anunció Alejandro. El Sr. White tomó las hojas que Alejandro le entregaba y las leyó detenidamente, examinando cada detalle.
-¡Muy bien, Sr. Black!- exclamó el Sr. White. -Este capítulo está perfectamente hecho. Debo decir que me ha cautivado de una manera que podría resultar aterradora para algunos, pero creo que, de cierta manera, lo soy. Tal vez más carismático, pero me encanta. Seis más y esta misión habrá terminado por ahora- añadió el Sr. White.
-¿Seis más?- preguntó un impactado Alejandro ante tal petición
El Sr. White asintió con solemnidad, mirando a Alejandro con una expresión de complicidad. -Sí, seis capítulos más. Tenemos que completar esta historia antes de que el próximo experimento se lleve a cabo- dijo en tono enigmático.
Alejandro sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que involucrarse con el Sr. White y sus «misiones literarias» siempre conducía a situaciones impredecibles. Sin embargo, algo en la mirada del Sr. White lo intrigaba y lo atraía al mismo tiempo.
El Sr. White notó que Alejandro necesitaba más información, así que sacó un libro de su cajón. -Planeaba que fuera una sorpresa cuando tuvieras tus 7 capítulos, pero observa esto-, dijo el Sr. White entregando un libro a Alejandro.
Alejandro lo tomó, y el título era «Antología: Secretos de la Isla». Al hojear el libro, Alejandro notó que eran sus historias prohibidas de internet, todas juntas en un solo libro. -Formarán parte de una biblioteca privada. No te debes preocupar, utilizaremos tu seudónimo para la portada- exclamó el Sr. White.
Alejandro vio el libro sorprendido. En parte sentía miedo por las posibles consecuencias de dicho escrito, pero otra parte de él se sentía orgulloso de que sus obras sin reconocimiento tuvieran algún valor para alguien. -A partir de hoy, tendrás 6 eventos más para contar en tus próximos capítulos, tendrás hasta que termine la semana- añadió el Sr. White.
Alejandro acepto, aunque el peso de la responsabilidad aumentaba con cada palabra del Sr. White. A pesar de las incógnitas y el aura de misterio que rodeaba esta extraña colaboración, no pudo evitar sentirse emocionado por la oportunidad de que sus historias fueran finalmente apreciadas.
-Entiendo, Sr. White. Trabajaré en los próximos capítulos y los tendrá a tiempo-, respondió Alejandro con determinación.
El Sr. White sonrió satisfecho. -Eres un escritor talentoso, Alejandro. Estoy seguro de que estas historias aportarán un valor incalculable a nuestra biblioteca privada-.
Con el libro en sus manos y la promesa de nuevos eventos por relatar, Alejandro se retiró de la oficina del Sr. White. Mientras caminaba por los enigmáticos pasillos de la mansión, su mente ya estaba sumergida en las aventuras que estaba por vivir. Cada capítulo sería una pieza de arte retorcido que revelaría más su naturaleza, de la isla y del sr. white. La semana por delante prometía ser llena de intriga y lujuria, y Alejandro estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para completar su trabajo y tocar el fondo de todo esto.
Por que bien reza el dicho «ama tu trabajo y no trabajarás un solo dia de tu vida»
*************************************
¡Saludos a todos!
Quiero agradecerles por su paciencia mientras trabajo en emocionantes actualizaciones. Estoy ansioso por compartir las muchas ideas que tengo para esta hermosa historia. Si desean entablar una conversación, pueden encontrarme en Telegram como @LunaG08.
Los invito a disfrutar de todos los capítulos de esta narrativa y mucho más en mi perfil de Wattpad, donde me encuentro como @GatoBlancoYNegro. También pueden explorar mis otras creaciones en esta plataforma bajo el mismo nombre de usuario.
¡Nos vemos pronto y gracias por su inquebrantable apoyo!
Excelente relato, porfin te encuentro por este sitio.
Siempre un gusto volver a leer un relato tuyo.