Huevos peludos y sudados.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sebasstian28.
Saliendo de clases de la secundaria me iba corriendo a casa. Vivía a tan sólo 8 cuadras de la escuela y siempre prefería atravesar por la cancha de futbol y la plaza de toros, todo lo contrario a mis compañeros que ellos se iban por la calle principal para ver las tiendas o llegar al centro.
Fui muy malo en matemáticas y muy travieso en clases. Llegaba a casa, comía, hacía mis tareas y después me duchaba para irme a la calle. Tenía un amigo llamado Alfredo y vivía atrás de una unidad deportiva. Todas las tardes llegaba a su casa y él ya estaba listo para que saliéramos a jugar. Nos decían el 10, él era un año menor que yo, gordito, pelirrojo y muy pecoso, muy divertido y yo flaco, alto, castaño claro y lampiño. Por eso decían que éramos el 10 por ser un palo y una bola.
Esa tarde fuimos a jugar basketball junto con Abel, el primo de Alfredo que vivía justo en la casa de al lado. Abel tenía 24 años, sus padres eran predicadores y no lo dejaban tener novia, media 1.95 metros y por ser tan delgado se veía enorme. Realmente no era guapo, era demasiado peludo, narizón, cabello risado castaño oscuro, unas manos enormes y demasiado flaco pero con unos ojos grandes y muy llamativos color verde, como era de esperarse y por su altura se dedicaba a jugar basketball.
A Alfredo le decíamos “El Pecas”. Jugábamos en la tarde a pesar del intenso sol porque era cuando la cancha estaba sola y era toda para nosotros. Abel nos decía como lanzar, acomodar la muñeca y dónde enfocar la vista. A Alfredo le decíamos “El Pecas” y era realmente malo para jugar, él prefería jugar otras cosas menos deportes. Cuando comenzaba a sudar Abel se quitaba su playera y era cuando podíamos ver sus enormes pelos que tenía en todo el pecho igual de color castaño hasta la axila y una pequeña línea de vellos que bajaba desde donde terminaba su pecho y del ombligo para abajo se ensanchaba más.
Cada que podía Abel nos arrimaba su cuerpo, decía que era para enseñarnos bien los trucos del basketball, recuerdo bien que a veces podía sentir su verga rosándome pero sobre todo sentía sus vellos y un poco del olor de sus axilas. Siempre que llegaba gente a “invadir” la cancha nos íbamos a la casa de El Pecas a jugar en el patio trasero. La casa de Abel y El Pecas estaba unida por el patio trasero, por lo que era enorme y tenían un par de caballos y un granero. Ahí es donde jugábamos futbol porque no teníamos canastillas para el basket. El pecas se cansó de jugar y fue por una jarra de agua fresca, él hacía cualquier cosa para evitar los deportes. Abel y yo nos quedamos solos y nos fuimos a sentar en una vieja carreta que estaba en el granero.
-¿Ya tienes novia Sebas?- me preguntó Abel mientras se limpiaba el sudor de su frente.
-No, aún no pero me gusta tu prima Jael-
-¿Qué te gusta de Jael?-
-Me gusta su cabello negro, es tan brillante. Me gusta su risa, también es buena para jugar basketball, está en el equipo de mi escuela-
-Sí pero ¿Qué te gusta de ella?-
-¿Cómo que qué me gusta? ¡Ya te lo dije!-
Abel se acostó en la vieja carreta y me preguntó de nuevo pero ésta vez me dijo que le mencionara algo de su cuerpo. Yo me bajé de la carreta y le dije
-Me gusta sus nalgas, no tiene chichis grandes pero sus nalgas se me antojan mucho-
Abel, aún acostado, flexionó sus rodillas por lo que el short quedaba colgando y por el hueco donde salían sus delgadas piernas se le podía ver los huevos. Yo me recargué en la carreta para poder ver mejor, me daba curiosidad ver sus bolas bien peludas y como le colgaban un poco, la verga no se le veía, pues con la plática se le iba parando y sus bolas se inchaban un poco y se encogían.
Durante la plática me dijo que no tenía novia porque su mamá no se lo permitía a menos que fuera una de mis hermanas ya que mi mamá y la suya eran muy amigas pero a mis hermanas, aparte de que ya tenían todas novio, no les interesaba para nada Abel y menos por su religión. Entonces se puso de pie y se le veía su verga ya muy erecta. Llegó El Pecas con una jarra de agua y nos fuimos a sentar en el patio de Abel en una mesa que tenían afuera, la mamá de el Pecas le había dicho que ya no gritaramos porque acababa de llegar su papá y se iba a dormir y no quería ruido. Entonces Abel se bajó el short, no llevaba ropa interior y pudimos ver su enorme verga, aunque él era flaco su verga era muy gruesa pero no venuda, un poco más café que su piel, sin circuncisión, colgaba un poco hacia abajo y tal como dijo tenía un bonche de pelos largos en el pubis hasta los huevos.
Rápidamente nos llegó el olor de sus huevos sudados y él sólo reía, movía sus caderas para que la verga se le sacudiera de un lado a otro y nos preguntó “¿Ya tienen el pajarito emplumado?”. El Pecas muy orgulloso se bajó el short y mostró su pequeña verga con unos cuantos pelos rojos y de ahí me animé a sacar la mía que no tenía pelos pero estaba medio dura y no hacíamos nada más que reírnos. Entonces escuchamos que gritaban “Alfrediiiiitoooo” y era la mamá de El Pecas que le llamaba, del susto nos subimos a prisa el short y Abel corrió a meterse en una bodeguita, yo me fui detrás de él, mientras que El Pecas se iba a ver que quería su mamá. Yo tenía muchos nervios porque creí que su mamá nos había visto. Estábamos detrás de unos costales cara a cara, Abel me agarraba de la cabeza y me empujaba a su pecho y me decía que no hiciera ruido o nos iban a ver. Sentía como empezaba a salir sudor de su cuerpo y sus axilas olían también, yo aproveche para olerlo bien y mi erección comenzó además le agarraba sus vellos. Abel también tenía una erección y podía sentirla muy bien.
-Aguas porque te pico un ojo Sebas- me dijo Abel riéndose y yo se la agarré para decirle –La tienes bien dura-
Se abrió la puerta de la bodega y era “Alfredito” para decirnos que mi mamá había pasado a dejarnos unas paletas de hielo y que me recogería en la noche porque iba a hacer el super. El Pecas ya traía una paleta para cada uno y dijo que se iba a poner a hacer su tarea por lo que Abel me invitó a su casa a jugar Nintendo. Los papás de Abel habían salido a predicar y se llevaron a su hermana menor, su hermano mayor cuando vió que entramos a la recamará le dijo “no le vayas a poner pornos a Sebas, compórtate. Voy a comprar las cosas para la cena” y Abel le dijo que íbamos a jugar Nintendo. Nos sentamos en la cama, ya habíamos prendido el Nintendo y estábamos solos en la casa.
Después de un rato me aburrí y le dije que ya me iba a la casa de Alfredo pero él me detuvo y me preguntó que si quería ver pornos. Le dije que sí, la verdad es que me gustaban mucho pero casi no las veía a menos que me quedara solo en casa o que fuera a casa de Alexandro porque ahí si había chance y privacidad para verlas. Antes de poner el VHS Abel había ido por otras paletas de hielo a casa de Alfredo y de paso asegurarse de que él estaría haciendo tarea y cerrar las puertas con seguro para que tocaran en caso de que alguien regresara. En la película los actores y las actrices no se depilaban así se usaba en esa época y las películas tenían historia, las de hoy es sólo clavadera de verga en la pucha y ya.
-¿Quién la tiene más grande Sebas? ¿Yo o él de la película?- Me dijo Abel cuando ya tenía su verga bien dura afuera del short.
-Yo creo que la tuya es más grande y más peluda-
-¿No te gusta jalártela?-
-A veces pero me da un poco de pena contigo-
-Pero somos hombres y los dos tenemos lo mismo- me dijo mientras me bajaba el short y me sacaba la verga. Yo lo agarré de el brazo y le olí la axila, al darse cuenta me agarró de la cabeza y me arrimó más.
Me preguntaba que si me gustaba como olía y le dije que sí y que me gustaban más sus vellos. Ese olor de deportista sudado me excitaba demasiado, su vellos eran muy finos pero largos y un poco risados. Mi respiración se agitaba, quería acariciarle cada vello que tenía.Ya ni atención le poníamos a la película porno. Me atreví a más y comencé a acariciarle los vellos de su pecho, Abel cerraba los ojos y disfrutaba, me quitó la paleta de hielo y puso mi otra mano en su verga, se la toqué, era enorme y muy gruesa que haría gritar a cualquier mujer cuando se la meta en sus vaginas, ya estaba lubricada y pelada de la cabeza. Le bajé un poco más el short para poder llegar a sus huevos peludos. Ahí se los acaricié muy bien con toda libertad, él respiraba más profundo agarré su escroto y estaba muy sudado entonces llevé mis dedos a la nariz y los olí, ese olor de su escroto me volvía loco, me daba mucho placer, estaban muy húmedos sus huevos. Me daban ganas de ponerme a mamárselos y saborearlos, dejárselos todos ensalibados pero no me atrevía. Entonces el agarró la paleta de hielo y se la frotó en sus huevos, no le importaba que estuviera tan fría y luego me la arrimó a mi boca.
La verdad es que no sabía mucho a su escroto pero aún así yo me imaginaba que era como mamárselos. Los dos deseábamos lo mismo pero no nos atrevíamos a dar un paso más. Repetíamos una y otra vez lo mismo, mientras yo chupaba la paleta él se masturbaba, sus ojos no dejaban de verme, sus labios estaban secos y los humedecía con su lengua y yo apretaba sus pezones y le acariciaba sus velos, no quería dejar de tocarlo. Intentó llevar mi cabeza a su verga y yo bajé a su entrepierna pero nada más me puse a oler sus huevos y acariciarlos, al darse cuenta de que no se la mamaría el me frotaba sus huevos en la cara y se masturbaba más rápido, gemía de placer y sus ojos se tornaban blancos, emanaba mas olor de sus huevos, ese olor tan rico que me agrada y parecía que se activaban con cada pasada de lengua que les daba, desprendían más olor; de pronto me apretó del cuello empujándome hacia él, soltó un par de gritos y comenzó a brotar el semen de su verga, él la seguía moviendo por lo que algunos chorros de mecos le llegaban a su cara, hombros, pecho, piernas. Lo único que se me ocurrió fue quitarme y salir corriendo a la casa de Alfredo. Abel no podía detenerme a pesar de que se asustó al verme correr, aparte tenía que limpiarse, quitar la película y esconderla para que sus padres no la encontraran. Entré agitado a la casa de El Pecas y le dije que si me dejaba pasar al baño, me dijo que usara el de la recamara de sus papás porque el otro lo estaba lavando su mamá. Cuando entré a la recamara de sus papás ahí estaba Benjamín, el papá de Alfredo, acostado en la cama, le dije que iba a pasar a el baño pero no contestó, estaba profundamente dormido, boca arriba y roncando. Trabajaba de noche y parte del día como albañil en una iglesia que estaban construyendo así que apenas salía de trabajo comía y se dormía.
Me acerqué para verlo mejor. Traía sólo una trusa, me dio un poco de risa al verlo porque su trusa era color naranja y muy corta parecía tanga, era un señor muy moreno, también peludo y de cabello risado, de estatura baja creo mediamos lo mismo. Cuando estaba justo al lado de la cama miré los pelos de su pecho, eran muy risados y negros con un poco de canas, estaba panzón y tenía cubierto de vellos desde el cuello hasta la verga, los pelos de su pubis salían por arriba de la trusa y por los lados, casi se le salía un huevo. Le volví a hablar y no contestaba seguía roncando, yo estaba tan caliente que sin dudarlo me acerqué a olerlo pero sólo olía a jabón se acabada de duchar, con el corazón a punto de salírseme le agarré los vellos del pubis, temía que despertara y me regañara pero la excitación y oírlo roncar me dio valor de hacerlo, no se movía y entonces le acaricié la bola que casi se le salía, tenía los vellos bien enroscados. Estaba tan caliente que mi verga ya estaba chorreando un poco de semen, era la oportunidad de probar unos huevos peludos pero estaban muy limpios y yo deseaba probarlos sudados. No pude más y me metí al baño para masturbarme, cerré la puerta con seguro, me bajé el short y comencé a masturbarme muy fuerte, cuando volteo al piso estaba la ropa de trabajo de el señor Benjamín. Busqué a ver si estaba la trusa y por fortuna estaba al igual que sus calcetines, los tomé y los olí. Olían a “patas” y estaban llenos de polvo, luego ví la trusa, era una igual de chica pero ahora de color amarillo, al parecer a benjamín le gustaban los colores. La arrimé a mi nariz y olía demasiado fuerte, a sudor, parecía como si no se hubiera bañado en varios días, un olor impregnante que me ponía más excitado, aún se sentía húmeda la trusa. Prendí la luz y había varios vellos púbicos, los agarré y los olí aunque no olían a nada, mas bien la trusa conservaba el olor, me paré frente al espejo y me puse la trusa en mi nariz y boca, me masturbaba tan fuerte que parecía se me iba a arrancar la verga.
Cuando me fije detalladamente en el espejo noté que traía un poco de semen en el hombro, era de Abel. Sin dudarlo lo recogí y me lo llevé a la boca, los probé. Sabían un poco dulce, no tan amargos como yo esperaba. Supongo que es porque Abel es vegano, apreté la trusa contra mi nariz, la olfatee como si fuera una flor, como si me pudiera comer todo ese aroma de un hombre maduro y trabajador y entonces cuando supe que mi leche ya quería salir quité la trusa de mi nariz y la puse junto al glande de mi verga para eyacular ahí, la dejé totalmente llena de semen. Deseaba gemir de placer pero no podía hacer ruido. La volví acomodar tratando de dejarla como estaba, me lave mi verga y salí del baño. Benjamín aún dormía, ni se dio cuenta de nada y yo entré a la recámara de Alfredo, ya estaba Abel sentado ahí esperándome. Le sonreí y me senté al lado de él en la cama, Alfredo estaba acostado de panza en un tapete ya casi terminaba su tarea. Abel me habló al oído y me preguntó que por qué me había ido, yo le apreté su verga y le dije que no se preocupara que a nadie le iba a decir nada y que por favor me siguiera invitando a ver pornos en su casa. Abel se fue tranquilo a su casa a bañarse y yo me quedé sentado un rato a esperar a que pasaran por mí.
Desde esa ocasión descubrí que realmente me gusta el aroma que sale del escroto cuando está sudado y sobre todo que tengo un gran fetiche por los vellos. Ahora tengo 33 años y dejo mis huevos con pelos y voy a correr o pasear en bici casi todos los días, a veces aplico la de Abel de no llevar ropa interior,
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