II – La tarde en la playa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
– ¿Me llevas a la playa? He quedado con Laura.
– ¿Veinte minutos?
En esos años una tarde en la playa con amigas era un rito iniciático.
Maribel apareció en el portal con un vestido de tirantes; bajo él se aparecía un bikini rojo. Llevaba chanclas, gafas de sol y una gran bolsa de playa, pero ella nunca me pareció un boceto de Jordi Labanda. Ya entonces tenía más pecho y menos frivolidad. Otra cosa era su amiguita. Subió a la moto y bajamos la calle Balmes dirección al paraíso juvenil de la playa de la Barceloneta.
Por lo demás un par de adolescentes en la playa podían ser un coñazo. Repaso a los tíos dos clases más mayores. Confidencias sobre alguna tercera amiga. Trucos de belleza. Un paseo por la playa. Miraditas al italiano cincuenta metros más allá. Tú que opinas de Teresa. ¿Te gusta? Sin embargo, la idea de ver a Laura en la playa me tuvo inquieto todo el viaje. Intimidaba, tenía un punto extra de seguridad y confianza, y una mirada interrogante. Era un tipo de chica que nos superaba a mis colegas y a mí.
Llevaba un bañador de una pieza, de un amarillo marcador de subrayar que causó furor un par de veranos. Era ajustado y transparentaba más de lo que una chica de clase hubiera considerado "ponible". Laura era además una chica fuerte, de líneas sexies pero deportivas. Mi amiga Maribel era algo más menuda y fina, con un cabello largo y cuidado.
– Me estás mirando las tetas. No fue el comentario de mayor sensibilidad de Laura, y recolocó todas mis defensas, relajadas por la brisa, el calor y la conversación de las amigas.
– No, de verdad.
– Sí, lo estás haciendo.
– Pero si Juan es un santo -intervino Maribel no sin algo de sorna. Como mejor amigo de Maribel ella siempre tuvo un deje de posesión sobre mí.
– ¿Quieres verlas? Seguro que te gustaría.
Yo estaba mudo.
Laura reía y miraba a Maribel
– Te vamos a enterrar. No te podrás mover. Pero las verás.
Hay trato?
La miré con mi mejor cara de chico interesante y afirmé.
Maribel y Laura cubrieron todo mi cuerpo de arena. Incluso me hicieron una almohada con la toalla. Estaban encantadas con su juego. Supongo que era mi primer trío. Sonreían cómplices mientras me esculpían en arena. Laura sugirió que me dejaran las piernas abiertas. Dejé de ser una momia y me sentí expuesto en mi bañador, que ese día no era un boxer por impresionar un poco a Laura. Todos los chicos llevábamos largos pantalones de baño, pero yo nadaba y estaba acostumbrado a ir más ajustado. Mientras Maribel se concentraba en los pies, Laura pasó varias veces la mano por encima de mi torso -y de diez centímetros de arena-, y de mi bañador. Seguramente mi sexo no lo hubiera considerado un movimiento tan erótico si ella no hubiera dirigido sus ojos hacia los míos en un par de ocasiones mientras lo hacía. Y para cuando dieron su trabajo por terminado, yo tenía una extraña y secreta erección que amenazaba con llenar de arena la punta de mi glande.
– Espéranos aquí. No muevas un pelo! Y salieron corriendo hacia el agua.
Las veía reír y conversar en el mar. Jugaban entre ellas. Laura cogía del bikini a Maribel. Ella reía. Me llamaron: Juan!!
Tan pronto como alcé la cara, se zambulleron entre risas. Solo veía sus cabezas.
Unos segundos más tarde emergieron. Pero distintas. Maribel llevaba el bañador amarillo. Laura lucía sus pechos mojados al sol. Estaban lejos, pero era una visión.
Salieron del agua acercándose a mí. Laura blandía en su mano el sujetador del bikini. El agua corría por sus pezones, grandes y morenos. La visión más sensual que yo había tenido. Y ella lo sabía. Ahora pienso que Maribel nunca hubiera iniciado ese juego; solo se soltaba realmente con Laura.
Yo no estaba preparado para tener las tetas mojadas de Laura a un metro de mi cara; notaba mi pene totalmente erecto y podía sentir arena mojada. Pero si algo me excitó fue el cuerpo de Maribel; la piel de sus senos se pegaba al bañador ahora casi transparente y algo mayor que su talla. Al agacharse sus pechos se redondearon y vi la aureola del pezón. El bañador casi no cubría su sexo. Maribel había nacido sexualmente para mí, y a partir de ese día me masturbaría muchas noches con esa imagen, algo que seguro que ella no sospechó.
Fue entonces, mientras se dedicaban a hacerme cosquillas repitiendo "no te muevas", cuando la rodilla de Laura aplastó accidentalmente mi pene, empece a correrme furiosamente en el bañador y salí despavorido hacia el agua al grito de: – Tonto el último! deseando que mi amiga no notara como mi semen se extendía en la tela y mi entrepierna.
Años más tarde, ya en Madrid, Laura me iba a hacer, esposado y vendado en una habitación de hotel, la mejor felación de mi vida. Claro que en ese momento yo creía que quien dejaba que me corriera como nunca lo había hecho en su boca era mi amiga del alma, Maribel.
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