LA PANDILLA DEL GATO NEGRO. ENTREVISTA DEL SEGUNDO RECLUTA
Después de las preguntas de rigor para identificar al segundo entrevistado, la pregunta que debió responder extensa y verazmente fue el relato de su iniciación sexual que, por cierto, debía ser orientada al género masculino..
Después de las preguntas de rigor para identificar al segundo entrevistado, la pregunta que debió responder extensa y verazmente fue el relato de su iniciación sexual que, por cierto, debía ser orientada al género masculino.
Bueno, mi iniciación ocurrió a muy temprana edad. Mi madre debía trabajar ya que era adre soltera. Mi padre nunca apareció en mi corta vida ni tampoco ahora.
Me dejaba en casa de una vecina de buena voluntad a quien mi madre retribuía con el lavado de su ropa cada vez que era requerida.
En la casa del lado, vivía un militar retirado que se ocupaba de administrar las propiedades que se arrendaban en el vecindario. Casi siempre estaba sentado en el antejardín fumando su pipa. Era bajo aunque de complexión recia, hombros anchos y unos gruesos bigotes que cubrían su boca. Pasaba por delante de él y agachaba la cabeza para no tener que saludarlo. De verdad no sé si por temor, pero sí me inquietaba bastante.
Una tarde que había ido a hacer un mandado a la señora Fresia, al pasar delante de la casa, sentí que me llamaba:
-Muchacho, ven, acércate.
-Sí, señor.
-¿No sabes saludar? Siempre pasas por acá y me ignoras.
-No,señor, Es que pensé que yo no le caía bien…
-¿Y por qué dices eso?
-Bueno, ideas mías.
-Ven, pasa. No tengas miedo.
Tímidamente, ingresé a la vivienda y cuando estuve cerca de él, me tomó la mano.
-¿Ves, que no hay razón para tener miedo?
-No, señor.
-Entonces ¿Quieres pasar y tomar algo? Estoy siempre solo y no tengo con quien conversar.
- Me gustaría mucho conversar con usted. Debe tener muchas historias… Pero ahora debo ir a dejar esto que la señora Fresia necesita y vuelvo.
- Está bien, pero date prisa.
Me sorprendió un poco su insistencia, pero sentía que tenía un raro interés y eso me llamaba poderosamente la atención.
Fui rápidamente a entregar a doña Fresia su encargo y le dije que don Rémulo me necesitaba.
Salí apresuradamente y sin saber por qué mi corazón saltaba en forma desmedida.
Un presentimiento me inquietaba y a la vez me impulsaba a saber qué era lo que me provocaba ese señor.
-Ah, veo que cumpliste tu promesa. Eso merece un abrazo.
Sentí su apretón contra su cuerpo. El olor del tabaco de su pipa me produjo una especie de excitación.
-Ven, muchacho. Sentémonos acá. Me llevó hasta un amplio sillón en la sala de estar. Sin embargo, cuando iba a sentarme, me tomó en brazos y me sentó en sus rodillas.
Mi corazón dio un vuelco y me estremecí.
-Tranquilo. No pasa nada. Me tranquilicé.
Así estuvimos un buen rato. Era agradable sentir su calor corporal y ese aroma de tabaco que me hacía pensar en aventuras en parajes lejanos.
De pronto siento que su mano se posa en mis muslos desnudos y empieza a deslizarse lentamente hacia mis nalgas. No hago nada. Estoy quieto y ansioso de saber qué va a pasar.
Esa mano caliente se pasea en mis nalgas y no puedo rechazar esa caricia que es un anticipo de algo más. ¿Pero qué va a pasar? Mejor dicho qué es lo que quiero que pase. ¿Qué hará?
De pronto esos pensamientos son interrumpidos por una caricia en la puerta de mi culito. Al sentirse tocado, se contrae, pero mi deseo y curiosidad son más fuertes y de forma inconsciente se abre para acoger la punta de ese intruso y atraparlo en un pecaminoso beso…
La otra mano se desliza por entre mis bragas y me soba el pene que está endurecido.
-Vaya, chiquillo, estás caliente también. Mira cómo me tienes.
Me lleva mi mano a su bulto endurecido y abre el pantalón. Por primera vez tengo un pene que no es el mio en mi mano. Lo aprieto, pero no alcanzo a cubrirlo.
Me toma la mano y hace que los descapulle.
.Ahora sigue tú. Mientras tanto lo masturbo, siento que su dedo se abre paso en mi poto. Debería sentir dolor, pero mi calentura es tanta que paso del dolor y dejo que siga metiéndose hasta que otro dedo se abre paso. El dolor es fuerte. Me está partiendo el culo…
Me alza del lugar y me afirma boca abajo en un brazo del sillón. Me arranca pantalón y bragas y mi culo desnudo se ofrece palpitante,
-Aduanta, chiquillo. Te vas a hacer hombre y hembra hoy.
Su lengua revolotea en el inicio del ano. Me estremezco de placer. No puedo dejar de suspirar y gemir. Alterna su lengua y los dedos.
-Ya estás listo. Pone el glande en la entrada. Dilato lo más que puedo mi entrada. El viejo militar apunta y mete la cabeza en mi apretado potito.
Un dolor extremo. Siento que me desmayo.
Pero falta aún el resto de la gruesa pichula. La saca y me da un respiro. Pero solo es un instante, porque es el impulso que necesita para someter mi retaguardia que es invadida hasta el fondo. Un aullido ronco desde el fondo de mi rasga el ambiente, El militar ya está poseído por el dios de la guerra y redobla sus esfuerzos en un feroz mete-saca que no concluye ni con las sucesivas eyaculaciones.
Siento que mi adolorido culo avasallado es repletado del moco que descarga el viejo sin parar y con aullidos de macho dominante que ha cogido su presa.
Saca su verga humeante y con semen y restos de sangre y me hace limpiarla con mi boca.
A pesar de todo lo que ocurrió, marcó un sendero que recorrería todas las tardes durante ese año en que el viejo Rémulo me cogía como su perra y se deleitaba en poseerme y llenarme todo orificio con su semen añejo.
Cada vez que pienso en lo que me hacía, me caliento a mil. Quisiera revivir esos momentos en que me partía el culo y me hacía descender al infierno y luego a ese paraíso en que el sexo te hace alcanzar por efímeros segundos…
(Continúa)
Así fueron pasando los reclutas y dejando sus relatos antes de proceder a la ceremonia de iniciación.
Solo puedo decir que será muy caliente y deberán estar preparados para masturbarse como más gusto alcancen.
Ser cogido por el ano es como el acto de cagar, pero hacia adentro.
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