LA PANDILLA DEL GATO NEGRO PREPARANDO LAS CEREMONIAS DE INICIACIÓN DE LOS NUEVOS RECLUTAS
“ENALDO ME HACE SU NOVIA DESPUÉS DE PASAR TODAS LAS PRUEBAS QUE SU LUJURIOSA MENTE LE DICTÓ”- Confesiones de Pirucha. Con la idea de las iniciaciones que vendrían para los reclutas de la pandilla del Gato Negro, me dediqué a investigar qué se haría o cómo serían esas benditas ceremonias. Quien me sa.
LA PANDILLA DEL GATO NEGRO
PREPARANDO LAS CEREMONIAS DE INICIACIÓN DE LOS NUEVOS RECLUTAS
“ENALDO ME HACE SU NOVIA DESPUÉS DE PASAR TODAS LAS PRUEBAS QUE SU LUJURIOSA MENTE LE DICTÓ”- Confesiones de Pirucha.
Con la idea de las iniciaciones que vendrían para los reclutas de la pandilla del Gato Negro, me dediqué a investigar qué se haría o cómo serían esas benditas ceremonias.
Quien me sacó todas las interrogantes que tenía, fue uno de mis amiguis que me relató su experiencia vivida en la época en que compartíamos la enseñanza primaria en la misma escuela.
El relato continúa en sus propias palabras…
Enaldo era mi compañero de curso que siempre se sentaba en el asiento que se situaba detrás de mí.
Aprovechaba esa posición para hacerme todas clase de provocaciones, verbales unas o agarrones de culo las otras. Mi actitud fue siempre la de ignorarlos y de esa manera evitar pasar a circunstancias que en ningún caso me favorecerían.
Sin embargo, para él era signo inequívoco de que me gustaba todo lo que me me hacía. Ese día en especial cuando ingresé a la sala, pasó por mi lado y me arrinconó en la muralla y me lamió el cuello y me chupó la oreja dejándola húmeda de su saliva de macho lujurioso. Si he de decir la verdad, una mezcla de rabia en sus primeras incursiones en mi privacidad, fueron dando pie a que ese sentimiento se transformara en un raro deseo que empezaba a madurar y que se evidenciaba en que mi verga se endurecía y la entrada de mi poto palpitara, con mayor fuerza que cuando hundía sus dedos en él por encima de mi pantalón.
La lección de era la historia de una pollita y un gallo joven que la enamoraba para intentar ponerla debajo de su cuerpo y que ella gentilmente rechazaba, aunque no del todo para mantener el interés del apuesto y rijoso galán plumìfero. La pollita se llamaba Pirucha y el título le dio el pretexto para acercarse a mi oído cuando la clase terminaba y salíamos al patio a disrutar del recreo.
“MI querida Pirucha”- me dijo. Te espero en el baño del fondo y no faltes porque esta vez no seré nada de amable y te caeré con todo.
Sabía que su amenaza no era en vano. Ya había visto lo que podía hacer y no quería ser el blanco de su ira.
Fui evitando los grupos de estudiantes que se reunían a jugar o simplemente a conversar.
Llegué al baño del fondo que no era ocupado por los primeros niveles y solo estaba destinado a los cursos superiores que tenían horario diferido para evitar problemas.
En cuanto llegué, Enaldo me cogió del cuello y me introdujo a la caseta y la cerró cubriéndola con su cuerpo.
-Ahora vas a ver, Pirucha, lo que tengo para ti.
Se abrió la bragueta y saltó una verga morena llena de venas, aunque no muy larga, sí de un grosor que impresionaba.
Me tomo del pelo y me bajo hasta su miembro metiéndolo con fuerza en mi boca que apenas lo contenía.
-Chúpamela, huevón. Hasta que yo te diga.
Hice lo mejor que pude para cumplir su orden. Me la introduje hasta lo que pude en la boca succionando con cuidado de no rozarla con los dientes.
Sin embargo, no estaba contento a pesar de que su respiración me indicaba que estaba gozando de mi forzada mamada.
De modo que, me agarró la nuca con fuerza y me obligó a tragarme la verga hasta la garganta. Un reflejo instantáneo me hizo tener arcadas que no alcanzaron a llegar al vómito.
-Cuidado con lo que haces, carajo. Chúpamela hasta que yo te diga que pares.
Seguí hasta que de pronto un par de estertores y me llenó de su viscosa leche que no pude contener totalmente y solo pude tragar parte de ella.
En ese momento, se sintió la campanada que indicaba que se terminaba el recreo y debíamos volver al siguiente período de clases.
Al pasar a su asiento, me susurró al oído que debía esperarlo en un lugar al salir de la escuela:
-Tengo más para ti, mi querida Pirucha. Ya pasaste como mama pico, ahora tengo que inaugurarte ese culo que me trae caliente.
Sentí una suerte de escalofríos y de excitación por lo pasado en el baño y por lo que me esperaba al salir de la escuela.
…
-¿Nos vamos juntos? Me dijo uno de mis amigos.
-No, tengo que pasar a buscar un encargo de mi mamá. Le mentí.
.Ah, bueno. Nos vemos más tarde para jugar.
-Ya, muy bien.
La cita de Enaldo era un callejón que daba al río y que estaba detrás de la población en que vivía. Si bien no quedaba lejos, era lo suficientemente apartado como para que nadie nos sorprendiera en los matorrales en que solíamos escondernos en nuestros juegos habituales.
Nada más llegar al inicio y Enaldo me agarró de un brazo y me introdujo en un escondite que usábamos frecuentemente.
Se bajó los pantalones y quedó desnudo de la cintura abajo. Su pichula endurecida apuntaba a lo alto. Me hizo desprenderme de mis pantalones y me puso en cuatro de rodillas en el suelo duro. Un escupo en mi culo y situó la punta de su dura y gruesa verga en la entrada. Sin esperar nada, se apresuró a hundir el pene que avanzó hasta la mitad arrancándome un gemido de dolor que se redoblo con la introducción bestial de todo su miembro hasta chocar sus testículos con los mìos, mientras su vello púbico me frotaba las nalgas en cada embestida.
UN cambio se produjo en mi. Ya no me sentía maltratado sino que un goce extraño al ser usado por Enaldo como un macho en celo a su hembra.
Me di cuenta de que estaba caliente y que esperaba que esta no fuera la única vez que Enaldo me culiara, quería que se repitiera cada vez que quisiera o que diariamente me buscara para hacerme sentir esa sensación de ser usado.
Cuando nos vestimos, me acerqué y lo besé en los labios, introduciendo mi lengua en su boca buscando la suya.
-Gracias. Le dije.
Me agarró y me atrajo hacia su cuerpo y nos trenzamos en un beso y sobajeos que nos pusieron calientes a ambos. Me desprendí de su cerco y bajé hasta su pichula y la mamé hasta sacarle el resto de la leche que me habia dejado en el culo y que ahora sentía como se deslizaba por mis piernas. Estaba en ascuas, así que continué mamándolo hasta que me tomó la cabeza y me dijo que parara, que era hora de irse cada uno a su casa.
Antes de despedirnos, le dije:
-Quiero ser tu novia.
Enaldo me miró con la extrañeza reflejada en sus ojos.
-Eso lo veremos. Antes tienes que darme prueba de que serás mía y harás todo lo que te diga.
-Haré todo lo que quiera, amor. Seré tu novia, tu mujer, tu perra, tu puta.
-Empezarás por ser mi puta y yo seré tu dueño.
-Lo que digas. Haré lo que quieras, me dejaré culiar por el que tú quieras o todos los que quieras para que tú disfrutes y sepas que aunque les dé el culo, mi dueño eres tú, amor.
…
Se alejó rápidamente, mientras me dejaba con el poto palpitando, chorreando semen y con un deseo cada vez más fuerte de ser culiado por muchas vergas.
-¿Y cómo cumplió esa promesa? Le pregunté.
-No te imaginarás lo que ocurrió.
Mantuve la boca cerrada mientras la confesión me dejaba atónito y pensativo. Pero recordé que estaba ahí para aplicar todo aquello que la experiencia de ´Pirucha´me ofreciera.
Ese día en que habíamos quedado para empezar mi calvario de convertirme en la novia de Enaldo, fue en la finca que su familia tenia en los alrededores de la ciudad. A unos diez kilómetros, se extendía la finca que bordeaba la hondonada por donde se deslizaba el agua de un brazo del río.
Enaldo se hizo acompañar por dos de sus secuaces en que él era el jefe. Nos dirigimos a un lugar alejado de las miradas que habrían resultado intrusas para lo que ahora vendría.
-Ya, cabros traigan al Pomelo. No supe qué o quién era Pomelo. Pensé en algún criado de la finca, pero mi corazón dio un vuelco. Uno de los muchachos venía montado en un hermoso asno, mientras el otro lo guiaba del lazo que ceñía su cuello.
-Apronta ese culo, Pirucha, porque te vas a convertir en la hembra de Pomelo.
No podía salir de mi asombro, pero recordé que había jurado cumplir con las pruebas que Enaldo había diseñado para ser su novia, esclava sexual, sirvienta.
-¿Trajiste lo que te pedía?
-Sí, jefe. Aquí está. Abrió la mochila y sacó una toalla húmeda.
-Pirucha, empelótate. Lo hice y me puse en cuatro. Enaldo frotó ms nalgas y mi culo con la toalla. Después se dirigió al asno y se la restregó en las narices.
El animal se revolvió y su pene empezó a crecer.
-Téngalo ahí, mientras preparamos a la hembra.
Me pusieron en un montículo en que que solo asomaban mis nalgas y mi cuerpo protegido entre los troncos y las piedras que soportarían el peso del asno.
Enaldo se untó la mano en lubricante y procedió a dilatarme el ano lo suficiente como para permitir el ingreso de la verga del burro que se hallaba erecta y cimbreante.
-Ahora, tráelo. El muchacho llevó al burro que se dirigió a lo que pensaba era una hembra por el fuerte olor que desprendían mis nalgas empapadas del flujo de la burra en celo.
Subiò las patas delanteras y empezó a intentar penetrarme el agujero. Enaldo cogió la verga y la puso en la puerta de mi poto.
El asno acertó a la primera estocada y la penetración de cerca de 20 centímetros me provocó un dolor nunca sentido antes ni imaginado. Perdí la conciencia y solo vine a recuperarla cuando el burro empezó a largar chorros de su espeso semen dentro de mi intestino.
Ya no sentía dolor. Parece ser que se había adormecido todo mi canal y solo las embestidas que lanzaban el líquido seminal eran percibidas por mí.
De pronto, el asno se revolvió y sacó violentamente su verga chorreante de semen que mojó mis nalgas y mis piernas. Después de dejar de penetrarme y con el ano enrojecido y dilatado, a pesar de lo maltrecho que estaba, un calorcillo interior me invadió y un placer espurio de haber sido convertido en hembra y usada como tal.
Nos fuimos al río y, desnudos, nos sumergimos en las aguas cristalinas y puras que acariciaban mi cuerpo.
Enaldo se acerco a mì y me palmeó las nalgas.
-Pasaste tu primera prueba, Pirucha, ahora puedes recibir tu premio.
Me introdujo su pene de una en mi adormecido canal. No pude evitar mover mis caderas como había aprendido a hacerlo y que me hacían sentir lo puta que podía llegar a ser.
Enaldo, caliente, no pudo resistir mis contorsiones y acabó. Por supuesto, que dada la magnitud de la verga animal y la suya, no provocaban otro placer que el de haberlo hecho venirse en poco tiempo de menear mi culo.
Llamó a sus secuaces y les dijo:
-Ya, cabros, ahì tienen una raja para llenarla de leche. Esta puta no se conforma ni con la del burro.
Los muchachos lanzaron una gran risotada y procedieron a culiarme, no sin antes obligarme a mamarles sus pichulas que en nada se parecían a la del asno que me había convertido en su hembra humana.
Ya fui burra, pero debo ser perra y yegua y la puta de todos…
CONTINUARÁ
Eso vendrá en los próximos relatos que Pirucha me contó.
Soy JuanLoca y si tienen a bien valoren acá o envíen sus comentarios a mi email:
Delicioso muy excitante leer esta historia escrita hace un tiempo. No puedo dejar de acariciarme y muy caliente con esos recuerdos. Espero que a mis lectores les pase lo mismo y tengan buenas paja.