La santa mierda
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Yilbert.
Tú sabes, Fabiana, cómo me encanta ese culo tuyo tan redondo, tan perfecto, con esa boca estriada en el centro que engulle mi verga peluda hasta bien adentro de tus intestinos llenos de la santa mierda.
Sí, también tus pequeñas tetas y tu diminuta pero gruesa verga que de cuando en cuando orada mi culo cubierto de pelos ensortijados que se manchan de marrón y de tu leche blanca, abundante.
Cómo olvidar, mi linda Fabiana, esa pasión con que pegas tu boca sedienta a mi culo sucio y succionas con ansias tu jugo blanco mezclado con mi apestosa mierda, mientras que me pajeas con tus hermosas manos.
Siento cómo pelas mi verga y dejas al descubierto la gran cabeza roja que se erige como un hongo esplendoroso.
Lo sabes bien que cuando estas entregada a esos obscenos menesteres quiero de repente probar y saborear mi culo a través de tu boca impregnada con mi detritus y tu semen.
Entonces, nuestros cuerpos erguidos, desnudos, se pegan, y nuestras lenguas penetran las gargantas, se envuelven, se escupen, se ensalivan, se chupan… Entre tanto, meto mis dedos en tu culo y tú metes los tuyos en el mío…El ambiente se llena de un exquisito olor a mierda, ese olor que tanto nos gusta y que snifamos como la más afrodisiaca de las drogas.
Eso lo sabes tú muy bien.
Sabes, igualmente, cuándo parar para implorarme con esa voz de niña puta que tienes: “Quiero tu verga, oso mío”, y te diriges al reclinatorio, un mueble diseñado para quedar cómodamente doblado sobre él, que permite graduar la altura a la que debe estar el culo, e incluso graduar el compás de las piernas, desde muy abiertas hasta muy pegadas.
Sabes que tu culo quedará a la altura de mi verga y tus piernas muy abiertas, mostrando tu ojo del culo, ahora sucio por la dedeada previa.
Entro en ti como te gusta, sin miramientos, de un solo empellón, y tú bramas como una vaca.
“Es delicioso tener culo”, dices, “y más delicioso aún tenerlo lleno de mierda”… Yo bombeo con fuerza masajeando tus tetas y tú tiras de tu pequeña verga que se va poniendo rígida.
Así continuamos hasta cuando decides mamar mi verga untada de tus asquerosos manjares.
Son porciones de santa mierda adheridos a mi verga erecta que tú olfateas y chupas con gran delicadeza, como prolongando el placer que experimentan tus sentidos cargados de vicio y perversión.
Me derramo en tu garganta, pero no tragas nada porque de inmediato empiezas a pasar a mi boca desde la tuya espesa leche salada con pedacitos de mierda que yo te devuelvo, en un juego de intercambios puercos.
Nos quedamos dormidos luego, y yo amanezco con tu nariz incrustada en mi culo sudoroso.
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