La transformación de la mujer vaca en la granja
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por jorgina.
Mi primer día en el establo junto a las demás vaquitas, me ha dejado los pezones muy sensibles y grandes, tanto como los de las mismas vacas que estaban a mi lado.
Puedo verme en el estanque donde tengo el permiso de beber como todos los animales y me gusto: Tengo el cabello largo y ligeramente ondulado y un rostro agradable, mi cuerpo se ha transformado por medio de las hormonas que me han suministrado, en un físico voluptuoso de amplias caderas y un culo redondo y voluminoso, de piel blanca, con unos muslos sabrosos y unos tobillos finos. Pero lo que más me gusta es notar mis tetas como se han convertido en ubres hermosamente femeninas y deliciosamente bovinas.
También me han salido unas hermosas orejas parecidas a las de mis amigas las vaquitas y unos cuernecitos bien sexys.
Las vacas, me miraban con curiosidad mientras gemía de placer con la máquina sacaleches adosada a mis dos tetas que colgaban balanceándose al ritmo de la máquina maravillosa.
En mi cuello reposaba una cencerro como en todas las demás, que sonaba de vez en cuando cada vez que me agitaba por el placer. Mi sueño se había hecho realidad y me había convertido en la hembra que siempre había querido ser. Me había crecido una cola muy larga que movía para espantar las moscas y para esparcir el aroma de mis feromonas por mi vagina humedecida por el celo.
Los terneros han venido varias veces a lo largo del día y me han montado mientras el sacaleches hacía su labor y los empleados de la granja se masturbaban, mirandome excitados, observando embelesados como los sementales me dejaban bien rellenita de esperma, mugiendo exaltados sobre mí.
Tengo para mí, un interesante andamiaje de madera y metal, construído por el dueño de la granja, donde mis ubres cuelgan, hermosas y exultantes rezumando chorretones de leche por todos lados. Este andamiaje permite a los terneros subir sobre mí sin aplastarme por su peso y meterme su enorme rabo dentro de mi vagina mojada y palpitante. Puedo notar su aliento cerca de mi cara y sentir sus mugidos babeantes mojándome todo el cabello.
Me encanta notar sus embestidas sacudiendome y rellenándome de esperma. Me gusta dar gemidos de placer que a veces se confunden con sus bramidos.
Mis muslos blancos y hermosos tiemblan de placer cada vez que eso sucede y parte del esperma que no ha cabido dentro mío resbala lascivo y caliente excitando más al personal que me mira.
Yo noto el edor característico del establo lleno de estiércol y adoro que los empleados de la granja metan sus pollas a punto de reventar dentro de mi boca y llenándola de esperma y de pipí.
Entre ellos, hay de diferentes edades y todos me encantan. Desde el más mayor que le tengo un cariño especial por su delicadeza al tratarme y bañarme, a los que tienen una gran barriga, son peluditos y algo rudos. También están los aprendices que son jovencitos y me miran con los ojos desorbitados y se empalman cada vez que pasan cerquita de mí; éstos son un encanto, son tan dulces y hermosos y su esperma es tan deliciosamente excitante y lleno de vitalidad que babeo sólo de olerlos.
Me encantan sus botas sucias de purín y estiércol. Disfruto muchísimo con sus manos magreándome las tetas y todo el cuerpo mientras estoy enchufada a la máquina sacaleches.
Al final del día me liberan de la máquina y me tumbo a retozar en la hierba y varios perros vienen a olisquearme y es el momento que aprovechan para montarme ellos y descargar toda su lechecita dentro de mi culito y mi vagina.
Este momento es cuando aprovecho para hacer un poco de pipí y masturbarme tocándome y acariciándome toda.
Ya ni siquiera recuerdo cómo era eso de ser un chico, hasta hace poco tuve un pellejito en el lugar donde tenía la pollita, que se cayó de forma natural dando paso a este hueco delicioso que se ha transformado en mi vagina maravillosa.
Adoro mi nueva vida.
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