Las Aventuras de un Agente de FBI, Parte 5
Rald y Blake unen a un nuevo integrante al club.
01.
Para Samantha Matteson, no había hombre más perfecto que su esposo Rald; Guapo, bien parecido, respetado en la comunidad y con un empleo bien pagado.
Estaba enamorada de él, y amaba al hijo que le había dado; Ben.
Sentía que su relación no había hecho más que mejorar desde el nacimiento de Ben. Rald siempre pasaba tiempo con él, a pesar de ya estar bastante ocupado con su trabajo, y salía de paseo con él bastante seguido.
Ese día, Rald había salido Ben. Lo había llevado a pasear, mientras Samantha descansaba y veía la televisión.
Entonces, escuchó cómo llamaban a la puerta de su casa, y fue a abrir.
—¡Bryce! —Dijo Samantha—. ¡Cómo estás! Ha pasado un tiempo.
—Hola, Samantha. ¿Cómo estás tú y el niño? ¿Se encuentra Rald? Necesito hablar con él.
Bryce era el mejor amigo de Rald. Casado y con dos hijas. Samantha siempre pensó que era bastante guapo, aunque no tan guapo como su amado Rald.
—Salió. —Dijo Samantha—. Fue a llevar a Ben de paseo.
—Oh, qué mal. Quería discutir los detalles de un caso del trabajo. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?
—No creo que sea buena idea. Es su día libre, ¿sabes?
—No hubiera venido a molestar si no fuera una emergencia. —Respondió, algo apenado.
—La verdad no estoy segura.
—Esto va a sonar extraño, pero… ¿Puedo subir a su habitación? Tal vez encuentre los documentos que necesito si los dejo a plena vista.
—Bueno, claro, supongo. Siempre que no tardes mucho.
Bryce sonrió, y entró a la casa.
—Su oficina está en el segundo piso. La tercera puerta a la derecha. Es la única puerta de color café.
—Gracias, Samantha. Prometo que no tardaré.
Subió a la habitación siguiendo las instrucciones de Samantha, y llegó rápidamente.
La oficina era bastante elegante y bonita. Más bonita que la de Bryce. Bryce no pudo evitar husmear un poco en las fotos que habían colgadas en la pared, o los libros que estaban perfectamente acomualdos en un librero. Rald era uno de los hombres más organizados que conocía.
—Bien, busquemos esos documentos. —Dijo.
Bryce necesitaba con urgencia el expediente de un caso de un hombre que había robado un auto en Cherokee City. Al parecer, había habido un error en la toma de datos para poder procesar al tipo, así que Bryce necesitaba los archivos originales. Había estado llamando a Rald por el teléfono, pero este no contestaba, así que tuvo que venir en persona a su casa.
Primero husmeó en las carpetas que estaban sobre el escritorio a primera vista. Nada.
Después decidió ser más quisquilloso, y abrir los cajones. Dudaba que Rald se enojara si se enteraba de todos modos. Era una emergencia después de todo.
Documentos varios, fotos, carpetas vacías, había de todo en ese cajón, hasta que de pronto vió algo que nunca esperó poder encontrar:
—¿Esto es…?
Una USB. De color gris, y con un pequeño colgante rojo en el extremo final. Bryce la reconoció al instante. Era la USB de pornografía infantil que había sido confiscada de Jake Atchiesson, y que el juez había encomendado a Rald destruir.
—¿Qué hace esto aquí? Rald debió haberla destruido hace meses. ¿Qué mierda…?
Bryce comenzó a pensar en diferentes alternativas para buscar una excusa a lo que estaba presenciando.
¿Probablemente había borrado todo el contenido y decidió quedarse la memoria? No. Era ridículo. Rald tenía varias memorias en ese mismo cajón, y hacer tal cosa sería ilegal.
¿Probablemente descubrió una pista que los demás agentes pasaron por alto? Tampoco. Ya la hubiera reportado, y el culpable de crear la colección de videos de la memoria ya estaba tras las rejas de todos modos.
—Bryce, ¿encontraste lo que buscabas?
—Oh, no. —Respondió, y ocultó la memoria en el bolsillo de su saco—. Lo mejor será que vuelva cuando Rald esté aquí. Lamento el inconveniente, Samantha.
Y salió de la casa.
02.
Habían pasado ya 3 meses desde la aventura de Rald con Blake y su bebé en aquella cabaña.
Ese había sido el mejor sexo que Rald había tenido en su vida, y es justamente por eso que había sido especialmente difícil contenerse durante estos tres meses.
Rald le había pedido una tarea a Blake. Si quería seguir viéndolo a él y a Ben, debía tener su propio hijo. Un bebé más al que violar y profanar.
—Yo, no sé… —Había dicho Blake, con duda—. Digo, claro que me gustaría algún día tener un hijo, para seguir tu ejemplo, pero Rald, solo tengo 19 años, y nunca me han interesado las mujeres.
—No tiene que ser ahora. —Le había respondido—. Espera a terminar la universidad si quieres. Pero quiero que lo cumplas eventualmente.
—Supongo que eso lo puedo hacer. Tendré que conseguir novia, qué broma de mal gusto.
Rald aún no le había revelado a nuevo amigo pedófilo que trabajaba para el FBI. Pensó que si se lo decía dejaría de confiar en él debido al miedo a que lo arrestara o algo. Pero ya de habían cogido a un bebé junto, por lo que la confianza ya debería ser más grande y estrecha. Aún así, decidió que esperaría un tiempo más antes de contárselo.
—¿Y a dónde vamos a ir hoy? —Preguntó Blake.
Rald sonrió. —¿Crees que podamos regresar a esa cabaña?
—Creo que puede ser riesgoso. —Contestó Blake—. Han pasado tres meses desde la vez que fuimos, en esta época del año el turismo aumenta, así que puede haber más gente entrometida por ahí.
—Mierda… —Contestó Rald—. Entonces, ¿a dónde vamos? Han pasado tres meses desde la última vez que me cogí a Ben. Te juro que voy a explotar. Necesito hacerlo.
—Yo igual, Rald. No te imaginas las veces que me he masturbado pensando en lo rico que fue ese día. Dios, me muero por repetirlo.
Mientras hablaban, el pequeño Ben iba durmiendo en el asiento para bebés de atrás del auto.
—¿Entonces…? ¿Alguna idea de a dónde ir?
—Creo que tengo una. —Contestó Blake.
—¿En serio? ¿Crees que sea un buen lugar?
—Depende de qué tan morboso seas. —Respondió.
—¿Ah? ¿Cuál lugar tienes en mente, eh?
—Bueno… Dime, ¿qué te parece la idea de cogernos a Ben en un baño?
—¿Qué dices? —Preguntó Rald, confundido.
—¿Has ido a la Iglesia de Flint City?
—No. —Contestó Rald—. No soy creyente. Ni yo ni Samantha. ¿Qué tiene que ver eso?
—Bueno, mi familia lo es. La iglesia está abierta todos los días de la semana. La cosa es que, la iglesia no tiene cámaras de seguridad, y tiene unos baños algo ocultos.
—¿Ah?
—Creéme, Rald. Nunca va nadie entre semana. Los baños están solos.
Rald pensó de inmediato que era una locura. Ina iglesia era un lugar público, y había más posibilidades de ser atrapados que en una cabaña en medio del bosque. Sin embargo… la idea de tener sexo con un bebé en un lugar como una iglesia, era tan descabellada y extremadamente excitante. Sintió una pequeña de cantidad de presemen mojar su ropa interior de solo pensarlo.
—¿Estás seguro que no habrá nadie?
—Completamente.
—Bien, vamos.
03.
Entraron por la puerta principal.
La iglesia era gigante, lo necesario para albergar tantos creyentes en una ciudad tan grande como Flint City.
Rald cargaba a su pequeño Ben en sus brazos. Era la primera vez que Rald entraba a una iglesia en años, y la primera para Ben.
El interior de la iglesia era similar a una parroquia española. Habían decenas de asientos puestos en fila, y sobre ellas, Rald logró ver a una cuantas personas rezando. Ancianos en su mayoría. Esto preocupó a Rald por un momento.
—Dijiste que no habría nadie.
—Bueno, si dos o tres viejos te parecen una multitud esa es cosa tuya. Vamos, a nosotros nos interesa los baños.
Comenzaron a dirigirse hacia un pasillo que estaba hasta el fondo del gran salón. Después tomarían una desviación a la derecha y llegarían a los baños rápidamente, cuando de pronto…
—Buenos días.
Alguien les dirigió la palabra a los pedófilos.
Rald y Blake voltearon, y vieron a un padre acercarse.
—Bienvenidos a la iglesia de Flint City. —Dijo el padre—. Es la primera vez que los veo aquí. ¿Se acaban de unir a la congregación?
—Sí. —Respondió Rald inmediatamente, mintiendo—. Nos unimos hace unos días. Nos acabamos de mudar, y quisimos venir a ver la iglesia.
A Blake le sorprendió lo rápido y convincente que Rald había respondido. Claro, los agentes del FBI eran entranados para hacer cosas infiltraciones, aunque Blake no sabía eso.
—¿Son familia, supongo?
—Sí. Me llamo Rald. Él es mi hijo Blake, y este pequeño de aquí es Ben.
—Qué niño tan lindo. —Respondió el padre—. ¿Puedo preguntar dónde está la madre?
—Enferma. —Dijo Blake, tratando de meterse en el papel.
—Oh, bueno. Eso es una lástima. Si necesitan orientación o algo pueden avisarme. Soy el padre Anderson, soy el sacerdote de esta iglesia.
—Lo tendremos en cuenta. —Respondió Rald.
—¿Puedo saber a dónde van? —Preguntó el Padre Anderson—. La sala está justo aquí.
—Oh, bueno. Queríamos ir al baño.
—Oh, ya veo. Sigan por ese pasillo y giran a la derecha.
—Gracias, padre.
Y siguieron su camino.
—Vaya entrometido, eh.
—Sí. Aunque… No sé si lo notaste, pero era bastante guapo. —Bromeó Blake.
—Sí, supongo. Una lástima que se haya convertido en sacerdote. Me pregunto si alguna vez ha tenido sexo, jaja.
Se dirigieron a los baños.
04.
Entraron y se aseguraron que no hubiera nadie más en ninguno de las cabinas. Todo estaba vacío.
—¿Ves? Te dije que no había nadie.
Rald solo respondió con una sonrisa.
Se dijieron al último cubículo. El que estaba hasta el final. El más oculto y alejado.
Entraron y cerraron con seguro.
Rald bajó la tasa del inodoro, y puso al pequeño Ben sobre ella. Comenzaron a quitarse la ropa y los zapatos frente a él, casi como si fuera un espectáculo de striptease para Ben.
—Finalmente. —Dijo Rald, mientras se quitaba la ropa tan rápido como podía.
Apenas y se había quitado la camisa, cuando Blake ya se había puesto de rodillas y había lanzado a la entrepierna de Rald.
—Hey, ¿Qué pasa bebé? ¿Tienes hambre? —Preguntó Rald
—Sí, papi. —Dijo Blake, mientras desabrochaba el cinturón y bajaba el cierre de los pantalones de su «papá».
Sacó la verga de Rald de entre su ropa interior y se la llevó rápidamente a la boca.
—Mmm… —Dejó soltar Blake.
El sabor no había cambiado desde la última vez. Salado, pero un salado delicioso. Saboreaba la punta como si fuera un caramelo. El caramelo favorito de Blake.
—Eso es… —Dijo Rald, mientras se bajaba los pantalones por completo, y sostenía la cabeza de Blake por el cabello—. Muéstrale a papi lo mucho que que te gusta su verga.
Era como una paleta de carne tibia. Cálida, y mientras la saboreaba podía sentir con la lengua cómo palpitaba. Era casi como di estuviera viva. Amaba tenerla en su boca, amaba su sabor, su olor, y lo que más amaba, era la idea de que esa verga había salido Ben, un bebé que después había sido violado por esa misma verga.
Solo pensar eso ponía duro a Blake. Amaba esa verga, amaba a Rald.
—Más despacio. —Dijo Rald—. No quiero correrme antes de darle también a Ben, y esta vez no traje viagra.
Rald cerró los ojos, y se dejó llevar por el placer.
Blake seguía haciendo lo suyo. Pronto, la erección de Rald se había llenado de saliva, y Blake se dirigió a los testículos. Comenzó a lamerlos y a besarlos, casi como se trataran de una persona.
—De aquí salió Ben. —Dijo Blake
—Sí. —Respondió Rald—. De ahí salió Ben. De esas bolas. Dios, si sigues hablando así me voy a correr, Blake.
Blake se detuvo. Se puso de pie hasta estar a la altura de Rald y lo besó.
Rald correspondió el beso y lo abrazó.
—¿Estás listo para Ben? —Preguntó Blake.
—Sí.
Blake cargó a Ben, y Rald se sentó sobre el inodoro.
Blake observó al pequeño bebé en sus brazos. Era pequeño, lindo, y había crecido un poco desde la última vez que lo había violado. Ahora abría los ojos, y mostraba sus pequeños ojos azules. Era como un mini-Rald. No soportó la tentación y lo besó en la boca. El pequeño intentó hacerse para atrás, pero sus pequeñas fuerzas no se comparaban con las de un hombre de 19 años.
Rald se frotaba mientras veía ese escenario. Acariciaba su gran erección, la cual ya estaba húmeda por la saliva de Blake y el presemen que había escapado de la punta.
Blake por su cuenta, seguía invadiendo la boca del pequeño Ben. Metía su lengua hasta adentro, y sus salivas se unían parar formar una nueva.
—Oye, ese niño es mío, ¿recuerdas? —Comentó Rald, con un tono sarcástico—. Es hora de que su papá juegue con él.
Blake asintió, y lo entregó a los brazos de su padre.
—Hola, pequeño.
Rald lo volteó. Lo puso de cabeza como si se tratara de un muñeco, y comenzó a mamarle su pequeño culito.
—Mmm, delicioso. —Dijo.
Blake miraba mientras comenzaba a frotar su erección.
Entonces, Rald aprovechó la posición del bebé, y comenzó a dirigir la boca de Ben hacia su erección.
Tras dos o tres intentos, logró clavar su verga en la boca del bebé.
Gimió.
Blake seguía observando, casi se corre al ver la verga de Rald entrar en la boca de Ben, pero logró resistir.
—Eso es. —Dijo Rald—. ¿Extrañabas tu biberón favorito, verdad? ¿Extrañabas el pene de papi? No te preocupes, campeón. Puedes chuparlo todo lo que quieras. Es tuyo.
Blake se acercó y tomó al bebé, lo volteó para que ahora estuviera en posición normal. Rald aprovechó que Blake había tomado al niño para poner sus brazos detrás de su cabeza en señal de disfrute.
Blake ahora sostenía al bebé, y lo guiaba para le hiciera una mamada a su padre.
—Vamos, Ben. —Dijo Blake—. Muéstrale a nuestro papi cuánto lo quieres.
La gran verga de Rald entraba y salía por la boca de Ben. El pequeño comenzaba a hacerlo con naturalidad, como si ya se estuviera acostumbrado a las perversiones a las que estaba siendo sometido desde tan temprana edad.
Rald cerró los ojos y se dejó llevar por el placer.
—Espera. —Dijo Blake—. Traje algo conmigo.
Blake puso al bebé sobre el piso, y fue a su pantalón que estaba tirado en el suelo. Sacó su teléfono.
—¿Qué haces? —Preguntó Blake.
—Hay que grabar esto.
—¿Qué dices?
—Vamos, Rald. —Dijo Blake—. ¿No te excita la idea de grabar como tu bebé de 9 meses te chupa la verga? Podemos compartir el vídeo en el foro con los demás chicos.
—Yo… No sé.
Rald no era imbécil. Sabía que tener esa clase fe material en su teléfono aumentaba las posibilidades de ser atrapado, ya fuera por su esposa o por alguien más… Sin embargo, muy en el fondo, la idea le encantaba.
—Bien. —Dijo—. Pero que no salga mi rostro. Haz que solo salga mi verga entrando y saliendo del culo de Ben.
Blake asintió.
Rald tomó al bebé del suelo, y lo pocisionó sobre su entrepierna, de modo que el pequeño anito de Ben quedara en dirección a su verga rosada.
Blake comenzó a grabar.
—¿Listo?
—Sí, hazlo.
Presionó grabar.
Y tan pronto como el teléfono comenzó a grabar, Rald comenzó a descender al bebé hacia abajo, haciendo que la cabeza de su verga comenzara a entrar poco a poco en la entrada del niño.
Ben comenzó a llorar.
Rald le tapó la boca con la mano.
—Maldita sea, bebé. Cierra la puta boca. —Dijo, excitado—. Como si fuera la primera vez que te violo.
Rald comenzó a descender más y más al bebé, hasta que su pene estuvo por completo adentro del niño.
El bebé intentaba gritar de dolor con todas sus fuerzas, pero Rald lo contenía con su mano.
—Eso es… ¿Te gusta? No llores, yo sé que te encanta la verga de papi. Sé buen niño y tómala hasta adentro.
Comenzó a subir y a bajar al niño, y aumentó la velocidad hasta empezar a tener coito.
Blake estaba frente a él, grabándolo todo.
—Oh, sí…. —Gimió Rald—. Dios… Soy un puto pedófilo. Me encanta violar bebés.
—Dilo de nuevo. —Dijo Blake—. Eso se escuchó muy caliente.
—Soy un puto pedófilo. —Dijo Rald nuevamente, mientras violaba a su hijo—. Soy un puto pedófilo, soy un puto pedófilo, dios… Eso es… Me encanta cogerme a mi bebé… Es lo mejor del mundo.
El ruido del trasero de Ben chocando en la entrepierna de Rald comenzó a hacer eco en los baños. Y pronto fue acompañado por un rechinillo húmedo provocado por los fluidos que salían del acto.
Era increíble.
Padre e hijo, unidos por un acto tan depravado.
Rald dejó de pensar. Su cabeza solo pensaba en violar a su pequeño. Quería llenarlo de semen por dentro, quería marcarlo, quería que su pequeño infante estuviera lleno de sus espermatozoides.
En el vídeo que Blake grababa, solo aparecía un enorme pene desaparecer dentro de un pequeño culito. Un ano tan pequeño que en teoría nada debería caber ahí adentro, pero la verga de Rald lo hacía, cabía una y otra vez.
—Aquí viene… —Jadeó Rald—. Aquí vienen mis espermas. Tómalos todos, bebé.
Y se corrió.
Salieron dos chorros.
El primero entró directamente al interior del bebé. Estaba caliente y viscoso. El bebé solo sintió como si se llenara por dentro.
Para el segundo chorro, Rald ya había sacado su pene del nene, y el líquido cayó directamente en el suelo.
Blake lo grabó todo.
Rald estaba casi completamente ido por el éxtasis. Tanto que dejó de sostener la boca del niño, cuyos gritos comenzaron a inundar los baños.
Blake hizo zoom en el culo del bebé. El semen que Rald había depositado adentro comenzaba a salir a borbotones.
Era el semen suficiente como para embarazar a una mujer.
Blake dejó de grabar. El vídeo que había tomado era corto pero efectivo. Seguro lo amarían sus amigos del foro de pedófilos.
Rald seguía sin recuperar la noción del orgasmo que acababa de experimentar, así que Blake tomó al bebé de sus brazos.
Blake lo cargó frente a él, y llevó su pequeño culito lleno de semen a su boca.
No iba a dejar que esa leche tan rica se despreciara.
«Mmm… La leche de papi». Pensó.
Comenzó a tragar todo el esperma que pudo. Salía del culo de Ben, y terminaba en la boca de Blake.
Era deliciosa.
El mismo semen que le había dado vida a Ben, ahora salía de su pequeño culito. Eran sus hermanitos. Su papá lo había llenado con sus hermanitos.
El bebé seguía llorando.
De pronto, se escuchó cómo alguien entraba a los baños.
04.
El padre Anderson tenía 33 años de edad.
Se había convertido en padre debido a los deseos de su madre, aunque él nunca había querido serlo.
Había llegado a Flint City hace tan solo medio año, y le habían asignado el cargo de sacerdote oficial de la Congregación de Flint City.
Aún estaba en proceso de conocer a los habitantes de la ciudad, y de conocer a los miembros de su parroquia.
Y ese día había sido uno bastante interesante.
Un hombre había llegado a la iglesia. Cargaba con él a un pequeño bebé, el cual seguramente era su hijo, y un chico más los acompañaba, seguramente el hijo mayor.
El padre los saludó y les dió la bienvenida.
Parecían buenos hombres, aunque había algo extraño en ellos.
Habían entrado con unas intenciones cuanto menos extrañas. Era como si estuvieran buscando algo.
Cuando le dijeron que era porque querían entrar al baño, Anderson les indicó la dirección.
Lo hubiera dejado pasar por alto en otras circunstancias, pero había algo demasiado extraño en esos dos hombres.
El chifo rubio no se parecía en nada a su padre. No pareciera que realmente fueran padre e hijo. Además, el padre había notado un bulto en los pantalones de ambos hombres. Estaba seguro de que eran erecciones.
Decidió seguirlos y espiarlos.
05.
—¡Mierda! —Dijo Rald, mientras recuperaba el conocimiento y ponía su boca nuevamente sobre su hijo para que no llorara.
Blake entró en pánico, y trató de comenzar a vestirse, pero era demasiado tarde, quien quiera que hubiera entrado al baño, se había dirigido exactamente al cubículo donde estaban él y Rald.
—¿Sr. Rald? ¿Está usted ahí? —Preguntó el padre Anderson.
—Oh, sí. —Respondió Rald.
—¿Está bien? ¿Entró para cambiar al bebé? ¿Dónde está su otro hijo? ¿Necesita ayuda?
—Oh, mi otro chico se fue al auto. —Respondió Rald, nervioso.
El padre Anderson no era estúpido. Por el ruido que escuchaba dentro del cubículo, sabía que dentro había por lo menos dos hombres adultos. El otro seguramente era el otro hijo.
—Sr. Rald, ¿Qué sucede?
Y antes de que Rald pudiera decir otra mentira, el padre Anderson había abierto la puerta.
06.
El Padre Anderson tenía un secreto. Un secreto que le había guardado a todos los que conocía, sobre todo su madre.
Era gay.
Lo sabía desde pequeño, pero nunca dijo nada porque no quería echar a perder los esfuerzos de su madre por instruirlo en el sacerdocio.
Pero él sabía que era gay. Los hombres le parecían guapos, y claro, se masturbaba pensando en ellos.
Lo que nunca imaginó fue que terminaría desarrollando un gusto por los varones bebés debido al encuentro con dos pedófilos en los baños de su propia iglesia…
Eso sí que había sido un giro de eventos inesperados.
07.
—¿Q-qué es esto? —Preguntó el padre Andersonz atónito.
Frente a él, dos hombres y un bebé completamente desnudos. El bebé estaba lleno de lo que parecía ser semen.
—¿Q-qué están haciendo? ¡Dios mío! ¡¿Qué le hicieron a ese pibe niño?!
Rald sabía que estaba acabado. Lo habían atrapado. Y sabía bien como agente del FBI todo lo que le esperaba… Sin embargo…
—¿Quiere unirse? —Preguntó Blake.
Rald volteó a verlo, completamente nervioso y asustado.
—¿Qué dices? —Preguntó el padre Anderson.
—Yo aún no me corro. —Dijo Blake— Y ese bebé de ahí poco importa lo que piense. ¿Quiere usarlo?
—¡¿De qué estás hablando?! —Preguntó el padre, indignado—. ¡¿Qué clase de monstruos son?! ¡¿Haciendole algo como ese a tal creatura?! ¡¿Y en la casa del señor?!
—Eso lo hace más exitante, ¿no? —Comentó Blake—. Cogerse a un bebé en la casa de Dios. Apuesto a que nunca podrá oír hablar de algo más morboso.
Rald supo de inmediato lo que Blake quería hacer. Quería convertir al padre en uno de ellos. En un pedófilo. Era la única manera de salir de esta. Y podría funcionar, Rald jamás había sentido atracción hacia los niños antes de aquella memoria USB. Si él pudo caer ante esta tentación, todos podían. Incluso un sacerdote.
—¿C-cómo te atreves a…
—Es mi hijo. —Intervino Rald—. Puedo hacer lo que se me de la gana con él, ¿no?
—¿Qué?
—Yo creo que el trabajo de un hijo es servir a su padre. De hecho, viene en alguna parte de la biblia, creo. No veo qué tiene de malo que un hijo haga sentir bien a su padre.
—¡El incesto es un pecado! —Gritó el padre—. ¡Al igual que la pedofilia! ¡Es una monstruosidad!
—Y si está tan convencido de qué está mal, dígame…. ¿Entonces por qué se le puso dura la verga? —Señaló Blake.
El padre miró hacia su entrepierna y vió de inmediato la erección de la que Blake hablaba. La ocultó, pero ya era tarde, ya había quedado expuesto frente a los pedófilos.
—Dígame, ¿qué fue lo que lo puso duro? —Preguntó Blake, mientrad cerraba la puerta del cubículo, encerrando a Anderson con ellos—. ¿Fue mi verga? ¿O el hecho de ver a un bebé cubierto con los mecos de su padre? ¿O fueron ambos?
El padre no supo que contestar.
Blake se acercó al padre, tomó su mano, y la llevó a su erección.
—Padre, ¿Quiere unirsenos? No tiene que hacer nada con el bebé, pero ¿qué le parece chuparme la verga a mí?
Rald esperaba que aceptara. Estaba desesperado por volver al padre un cómplice. Y cuando vio al padre arrodillarse frente a Blake, sonrió.
El padre se arrodilló frente a Blake. No podía creer lo que estaba pasando. Pero sus pies se habían movido solas.
Toda su vida había querido probar un pene. Y ahora, pese a las perversas circunstancias, era la oportunidad perfecta.
Anderson observó la gran verga que estaba frente a él. La contempló por varios segundos, y después, la tomó con la mano y se llevó a la boca.
—Sabía que terminaría aceptando.
Rald observaba todo mientras cargaba a su bebé. Aún estana cubierto de semen y aún lloraba. Rald comenzó a tener una segunda erección.
El padre comenzó a saborear la verga de Blake. Primero con timidez, luego fue agarrando más confianza.
—¿A qué sabe? —Preguntó Blake.
—Está… rica.
—¿Es su primer mamada?
El padre asintió.
Rald dejó al bebé sobre el suelo, y se acercó a los dos hombres. Su segunda erección ya estaba completa. Se puso de pie junto a Blake, y le ofreció su verga al padre Anderson.
—¿Podría ser tan amable de también ayúdarme a mí?
El padre sacó la verga de Blake de su boca, y acudió a la de Rald.
Ambos penes tenían sabores diferentes. La de Rald era un poco más salada, y la de Blake tenía un sabor un poco más agrio. Pero ambas eran deliciosas.
El padre comenzó a intercalar. Chupaba una por unos 10 segundos, y después cambiaba.
Rald y Blake comenzaron a besarse mientras su nuevo e inesperado amigo hacía lo suyo allá abajo.
El padre estaba completamente perdido en su fantasía. Su mayor sueño finalmente se hacía realidad. Tantos años imaginando a qué sabría una verga, y finalmente podía probar una. O dos, más bien. El sabor más delicioso que jamás había probado.
—Me voy a correr. —Dijo Rald.
—Yo igual.—Respondió Blake.
Y ambos dejaron soltar su semen sobre la boca y rostro del padre Anderson.
Este atrapó todo el que pudo con la boca, y tragó. Era como su premio.
—¿Le gustó, padre?
—Sabe… Deliciosa.
—Buenos, nosotros ya acabamos. Pero usted aún no.
Anderson entendió a lo que se referían. Él aún no se había corrido.
—Queremos que lo haga sobre el bebé.
—¿Q-qué?
—Le doy permiso de llenar a mi bebé con su semen, padre.
—Pero…. Eso es …
—Por favor, no se haga el inocente. Pude notar cómo miraba a mi hijo mientras nos hacía la mamada. Tenía la esperanza de que lo dejáramos hacer algo con él, ¿no?
Rald tomó a Ben y lo puso sobre el inodoro.
—¿Dónde quiere correrse? ¿En su boca? ¿En su estómago? ¿En su culo?
—En su… bueno… en su culo.
—Ja.
Rald puso al bebé boca abajo, exponiendo su culito al aire.
Anderson sabía que esto era un boleto al infierno. Era cometer una barbaridad. Pero quería hacerlo. Realmente quería hacerlo. La idea de correrse en el anito de un bebé, y en frente de su padre, era un morbo que jamás había experimentado.
Se desabrochó el cinturón.
—Dios. —Dijo Blake—. Que buen pedazo de carne tiene. La próxima vez yo se la chuparé a usted.
Rald también se sorprendió. Era muy grande.
Anderson puso su verga sobre la raya del trasero de Ben.
La piel del bebé super suave.
Comenzó a deslizar su erección de arriba a abajo, dejando un pequeño rastro de esperma en sus nalguitas.
—Vamos, padre. Bautícelo. —Dijo Rald—. Bautice a mi bebé con sus mecos.
Y así fue. Anderson sintió el orgasmo, y el semen pronto llenó el culito y la espalda de Ben.
—Ahhh… —Gimió.
El padre vió lo que había hecho. El pequeño bebé ahora estaba cubierto de dos diferentes tipos de esperma. Uno de su propio padre, y ahora otro de él.
—Eso fue… Increíble.
—Vaya, que se nos uniera un sacerdote fue lo que menos esperé al venir aquí. —Dijo Blake—. Y menos uno tan guapo.
—Bienvenido al club. —Dijo Rald.
Pasó mucho desde el último relato. Que estaba haciéndome la idea de que ya no leería la continuación. Pero gracias por este relato tan morboso y lleno de perversidad.
¡Me encantó! Y sinceramente… Que bueno que no siguió el personaje de la cabaña. Me agradó bastante este toque que le diste del padre Anderson.
Lo que me intriga bastante es el amigo de Rald, Bryce. Siento temor de que algo le pase a Rald, aunqueeeeee, estoy pensando que el se unirá a esos 3 en algún punto de la historia y ya estoy deseoso de saber como continúa.
¡Amo esta saga!