Las Aventuras de un Agente de FBI, Parte 6
Blake hace una visita al padre Anderson. .
01.
El padre Anderson se levantó temprano ese día.
Se bañó, desayunó, se puso su túnica, y se marchó a la Iglesia.
No había podido dormir bien estos últimos días. Especialmente porque no dejaba de pensar en lo que había dicho hace poco en los baños de su propia iglesia.
Lo atormentaba. Por un lado sentía que había fallado a sus votos, que se iría al infierno y que ya no merecía ponerse esa túnica, nisiquiera pararse en una iglesia de nuevo… Pero, otra parte de él, realmente lo había disfrutado. No dejaba de pensar en lo rico que se había sentido.
Desde que era pequeño había querido experimentar con otros hombres, pero nunca había podido debido a su familia sobreprotectora. Pero ese día en los baños, finalmente había logrado hacerlo. Finalmente había descubierto el sabor de una buena verga, y lo mejor es que habían sido dos.
Y lo más impredecible e increíble de aquel día, es que había habido un bebé en la escena. Un pequeño varón, hijo de uno de los hombres que estaban ahí, y el padre Anderson había eyaculado sobre él.
Anderson llevaba días masturbándose recordando ese día. El delicia sabor salado de los dos pitos que había mamado, y la piel suave del pequeño nene sobre el cual se había corrido.
No se masturbaba con esa frecuencia desde que tenía unos 13 años.
El padre llegó a su Iglesia, abrió y preparó todo como de costumbre. La iglesia solía estar vacía los días que no eran domingo, y ese no era la excepción.
La única persona que había era un niño de 12 años. Su nombre era Max. Era el monaguillo predilecto de ese día de la semana.
—Buenos días, padre. —Dijo el chico, dándole la bienvenida al padre.
—Buenos días, Max. —Contestó el padre, sonriendo—. Llegaste temprano.
—Sí, mamá pasó a dejarme.
—Bien. ¿Por qué no acomodas todo? Barre y enciende el incienso. Estaré en mi oficina.
—Padre, hay un jóven esperándolo.
—¿Qué dices?
—Hay un joven, de unos 20 años más o menos, en el confesionario. Dice que quiere confesarse.
—Pero… los días de confesiones son los domingos después de misa. —Dijo extrañado.
—El joven insistió. —Respondió el monaguillo—. Está en el confesionario.
El padre asintió, y salió de la sala principal hacia el confesionario. El confesionario era una pequeña cabina de madera a un lado del púlpito principal de la iglesia.
El padre llegó, y entró a la pequeña cabina. Quería terminar pronto con esto para después seguir con sus demás ocupaciones.
—Ave María Purísima. —Dijo.
—Sin Pecado Concebida. —Contestó el joven al otro lado de la ventanilla.
Anderson reconoció la voz.
—D…d…dime tus pecados, hijo. —Prosiguió, algo nervioso, ahora sabiendo quién era con quien hablaba.
—Sí, padre. —Contestó Blake—. Verá, creo que he cometido el pecado de cogerme a un bebé por el culo. ¿Qué opina de eso?
—E… Este…
—Hola, padre Anderson. —Interrumpió—. ¿Cómo ha estado?
—¿Qué haces aquí? —Preguntó el padre.
—Rald me dijo que viniera a visitarlo, ya sabe. Ahora es un miembro del club.
—¿Club?
—Claro. —Contestó—. Nuestro club. Usted es el tercer miembro.
—¿Qué clase se club?
—Vamos, ya sabe. ¿Realmente quiere que lo diga? El club donde nos cogemos al bebé de Rald.
El padre quedó en silencio por uno segundos. Y después habló: —Entonces tú no eres el hermano mayor.
—No. Conocí a Rald en un foro, y me invitó a violar a su hijo.
—Dios.
—Sí… Debo ser la persona más afortunada del mundo, ¿no cree?
—¿Dónde está él?
—¿Se refiere a Rald?
—Sí, ¿dónde está?
—En su trabajo. La verdad no sé cuál es su trabajo, pero no me importa mucho.
—¿Cuánto… ¿Cuánto tiempo llevan haciendo esto?
—Unos meses. —Respondió Blake—. Aunque bueno, solo he podido hacerlo con ambos dos veces. Es realmente difícil encontrar lugares seguros para abusar de un bebé.
—¿Y la mejor idea que tuvieron fue venir a una iglesia?
—Oiga, admito que fue algo riesgoso. Pero había algo excitante en el lugar. Además, lo conocimos a usted.
—¿Yo? —Había un tono de indignación en la pregunta de Anderson.
—Vamos, le gustó, ¿o no? Dígame, ¿qué le gustó más? ¿Mamar nuestras vergas o correrse en el pequeño culito de Ben?
—Yo… no sé…
—Vamos. No sea modesto. Apuesto a que amó la mamada, pero su parte favorita fue Ben, ¿cierto?
—…
—Un sacerdote pedófilo. Jaja, había oído rumores y chistes, pero es sorprendente encontrar a uno.
—No. —Contestó Anderson—. Yo jamás había tenido esa clase de urgencias o fantasías hasta ese día.
—Oh, ya veo. Verá, yo creo que todos los hombres tenemos algo de eso es nuestro interior. En algunos más está más profundo que en otros, pero todos lo tenemos.
—¿De qué hablas?
—La pedofilia. Verá, yo y Rald descubrimos que nos excitan los bebés gracias a vídeos. Usted lo descubrió ese día en el baño. Lo único que hicimos nosotros fue desenterrar esa parte de usted.
—¿Estás diciendo que yo… tenía esos deseos desde siempre?
—Claro. Todos los hombres los tenemos. Creo que todos los hombres en algún momento lo pensamos como mínimo. La diferencia entre nosotros y los demás, es que nosotros no nos avergüenza.
—Lo que dices no tiene sentido.
—¿Ha visto pornografía gay? —Preguntó—. ¿Por qué cree que a los hombres durante el sexo gay les gusta decir cosas como «papi» o «dame lechita»? Son cosas que asociamos con los bebés. ¿Nunca se había puesto a pensarlo?
—¿Y a qué viniste? —Interrumpió Anderson.
—Ya se lo dije. Rald me dijo que lo visitara para arreglar nuestro próximo encuentro.
—¿Me están invitando a su siguiente… «salida»?
—Solo si quiere venir. ¿No quiere repetirlo? Ese día usted no tuvo la oportunidad de cogerse a Ben. Créame, no hay placer más delicioso que violar a ese pequeño hijo de puta.
La forma en la que Blake hablaba, la forma en la que se refería a aquel bebé… Anderson sabía que estaba mal… Pero, su ropa interior comenzaba a humedecerse.
—Tengo una condición. —Dijo el padre—. Nadie puede darse cuenta. Mi carrera depende de esto.
—Por favor, padre. Obviamente será un secreto, digo… Iríamos a la cárcel si uno de los tres habla.
—B…bien. —Dijo el padre—. Ese día en esos baños, perdí todo el respeto que me tenía a mí mismo como padre… Pero… Si ya caí en la tentación…
—Mejor disfrutarlo, ¿cierto? —Le interrumpió Blake—. Usted sí que es sabio. Oiga, ¿Le digo algo? Estoy muy duro ahora mismo. ¿Y usted?
El padre asintió. —También. Toda esta plática ha sido… bueno, interesante.
El padre percibió y escuchó cómo Blake, del otro lado de la ventanilla, se ponía de pie. También escuchó el ruido de su cinturón siendo desabrochado, y su cierre siendo bajado.
—¿Qué haces? —Preguntó Anderson.
—¿Qué cree que hago? Estoy duro como piedra, mierda. ¿No quiere echarme una mano?
Anderson se puso de pie, salió de su lado se la cabina del confesionario, y entró al lado de Blake.
—Cierre cortina. —Dijo Blake, sosteniendo su gran verga frente al padre.
El padre la miró casi hipnotizado. Y cerró la cortina a sus espaldas sin dejar de verla. Era como un perro babeando por un trozo de comida.
Se puso de rodillas frente a Blake, tomó el trozo de carne que salía del cierre de Blake, y se lo llevó a la boca.
—Mmm… —Gimió el padre al volver a sentir ese delicioso sabor a verga.
—Eso es… —Le correspondió Blake, mientras cerraba los ojos dejándose llevar por el momento.
Anderson siguió en lo suyo. Recorría con sus labios y lengua toda la circunferencia del pene de Blake. Saboreaba todos sus rincones. La verga, la piel que cubría el tronco, todo. Lo llenó todo de su saliva.
Blake comenzó a quitarse la camisa. Se quitó los zapatos frotándolos uno contra el otro, y luego movió las piernas para que el pantalón, que ya estaba bajado hasta las rodillas, se desprendiera por completo de su cuerpo.
—¿Qué haces? —Preguntó Anderson.
—Me desnudo. Es más cómodo así.
—Pero… Alguien podría venir.
—No lo harán. Tú sigue en lo tuyo.
El padre cedió y siguió haciendo su trabajo.
—Mmm…
—Usted también quítese la ropa.
Anderson, ya sin siquiera intentar protestar, hizo lo dicho por su nuevo compañero de club. Se puso de pie. Comenzó a quitarse su túnica y después la dejó a un lado. Debajo de la túnica venía vestido con ropa formal, la cuál comenzó a desprender. Pronto, quedó en ropa interior.
Blake notó que los calzones blancos de Anderson de habían vuelto amarillentos en la parte frontal debido al presemen. También notó el gigantesco bulto que se alzaba.
—Es mi turno. —Dijo, y agachó frente al padre.
Puso su nariz contra su ropa interior y dió un respiro profundo, llevando a sus pulmones todo ese delicioso olor a semen.
Bajó los calzones, y la gran erección del padre salió saltando. Estaba completamente húmeda por el pre-semen.
—Dios… Y pensar que estabas desperdiciando tremendo regalo al ser padre. Si Dios no hubiese querido que te divirtieras, no te habría dado esta tremenda máquina de hacer bebés.
Se lo llevó a la boca, y así, el padre Anderson experimentó su primera mamada.
—Oooohhh… —Gimió.
La boca de Blake era húmeda y caliente, y su lengua se movía de forma que sabía tocar y activar los lugares de placer precisos.
Blake estaba encantado. La verga de Anderson era un poco más grande que la de Rald, y su presemen también era más fuerte. Era más cremoso, y sabía y olía más fuerte.
Blake pensó: «Seguro el pequeño Ben va a amar esto».
Se sacó la verga de la boca, provocando un «clack» que inundó el pequeño confesionario donde estaban. Se volvió a poner de pie y besó a Anderson, haciendo que este probara los remanentes de esperma que aún había en la boca de Blake. El padre saboreó.
—¿Qué tal sabe? —Preguntó Blake—. ¿Qué tal saben tus hijos?
—B…bien. —Era la primera vez que Anderson probaba su propio semen. Había quedado sorprendido con lo delicioso que sabía.
Siguieron besandose. Pegaron sus cuerpos frente a frente y comenzaron a frotarse. Después de unos segundos, Blake se puso de espaldas, ofreciéndole su trasero.
—Cógeme. —Ordenó Blake.
Y Anderson obedeció.
Anderson quedó mirando hacia las cortinas. Dos pequeñas telas color negro que los separaban de la demás parte de la iglesia. Levantó si trasero, y sintió como Blake lo tomaba.
—También tienes un buen trasero.
Y comenzó a penetrarlo.
—Oh… —Dijo Anderson.
Dolía. Siempre fantaseó con hacer esto con otro hombre, y ahora finalmente estaba ocurriendo. Aunque dolía.
Blake sintió su miembro hacerse paso entre la cavidad de Anderson. Una boca de carne apretada que se cerraba sobre su circunferencia. Era caliente, y con cada centímetro que se adentraba, apretaba más.
Anderson se sujetó de la cortina que tenía en frente. Intentó disfrutar lo que estaba ocurriendo. Blake estaba llendo despacio por consideración.
Pensó en que esto estaba naturalmente mal. Se supone que un hombre debía hacer este acto con una mujer. Por eso Dios le había dado un pene al hombre y una vagina a una mujer. Pero por el mismo hecho de que estaba mal, de que era antinatural, era que era tan morboso.
Blake metió y sacó, y cuando se dió cuenta que Anderson comenzaba a disfrutarlo, comenzó a aumentar un poco la velocidad.
—¿Le gusta, padre? —Preguntó Blake—. ¿Le gusta que se lo cojan por el culo?
El padre solo hizo un pequeño sonido parecido a un gemido como aprobación, y Blake comenzó a subir aún más el ritmo. Cuando de repente…
—¿Padre?
Una voz asustó tanto a Blake como a Anderson. Blake se hizo para atrás, sacando por completo su verga de Anderson, y Anderson, quien había tensado todo su cuerpo y seguía apretando las cortinas, respondió:
—¿Sí, Max?
Era Max, el niño monaguillo. Estaba fuera del confesionario.
—¿Padre, está ahí adentro?
—Sí, Max. ¿Qué pasa?
—Bueno, llamaron al teléfono de su oficina. —Contestó el niño—. Han estado llamando una y otra vez pero usted no está en su oficina.
—Contesta. —Dijo el padre—. Diles que estaré ahí en unos minutos.
—Bien… —Contestó el pequeño Max—. Padre… ¿Qué hace ahí adentro?
—Estoy rezando. —Contestó el padre.
Mientras Anderson distraía al pequeño, Blake comenzó a frotar su dura verga en las nalgas de Anderson. El padre sintió el cosquilleo.
—¿Por qué no reza en el púlpito como siempre hace?
—Max… Ve y responde la llamada, ¿de acuerdo? Te veré en la oficina de rato.
—Oh, bien.
Y se fue.
El padre sintió como si un probable infarto se hubiera ido. Quién sabe qué hubiera pasado si Max lo encontraba con Blake en esas condiciones. También notó que, su verga estaba incluso más dura que antes.
—¿Quién era ese mocoso? —Preguntó Blake.
—Es Max. Mi monaguillo.
—Mierda… ¿Pasa todo el día con él? Qué afortunado. Dígame, usted y él…
—No. —Respondió Anderson—. Ni de broma.
—Pero le excita, ¿cierto? Mire, su verga está dura como la de un toro. ¿Fue por la emoción de ser casi atrapado? ¿O por qué quiere violar a ese niño?
—Yo…
Blake se puso de espaldas, ofreciendo su trasero.
—Vamos, es su turno. —Dijo Blake—. Imagine que soy Max.
—¿Qué?
Anderson vió el trasero tan firme y atractivo que Blake tenía, y en medio de esas dos nalgas, un punto rosado que palpitaba.
—Vamos, yo sé que a usted le excita la idea de cogerse a ese niño, ¿no? imagine que soy yo.
Anderson dudó un poco, pero finalmente accedió. Sería su primer coito, aunque en vez de la vagina de una mujer usaría el trasero de un hombre.
Puso su punta sobre su franja, y comenzó a empujar.
—Sí… así… —Dijo Blake.
Por primera vez en su vida, Anderson estaba experimentando meter la verga dentro de un trasero. Era apretado, y su verga apenas cabía. Pero siguió.
—Sí, padre… —Dijo Blake—. Me he portado muy mal. Castígueme.
Anderson finalmente clavó todo su largo en el trasero de Blake. Podía sentir sus paredes internas palpitar, y humedecer su verga. Se sentía bien.
¿Es así como se siente el sexo gay? ¿Es así como Rald y Blake se sienten al violar a ese pobre bebé? ¿Así se sentiría cogerse al pequeño Max?
Todas esas preguntas recorrieron la mente de Anderson. No hicieron más que ponerlo duro.
—Sí…. Max… —Comenzó a gemir Anderson—. Max… Mi pequeño Max…
Blake se dió cuenta, y también comenzó a jugar.
—Padre… Me he portado muy mal… Castígueme duro…
—Sí… —Dijo Anderson, y tomó a Blake de kas caderas y comenzó finalmente a cogérselo.
Las paredes del pequeño confesionario comenzaron a moverse.
—Sí, padre… Deme mi penitencia. —Siguió Blake, con intenciones de que Anderson pudiera meterse más en su fantasía de cogerse a ese monaguillo.
Max era un niño bastante lindo. Era rubio, y tenía cara de que probablemente todavía nisiquiera sabía qué era el sexo. Probablemente todavía nisiquiera sabía que era masturbarse.
Y eso le excitaba a Anderson.
Él quería pervertirlo. Quería enseñarle a mamar, y a recibir una buena verga por el culo.
«Dios». Pensó. «Quiero llenarlo de mi esperma. Quiero cogérmelo. Quiero cogérmelo mientras lleva su puto traje de monaguillo. Quiero hacerlo mío».
Y con eso, se vino dentro del culo de Blake.
—Sí, Max. —Dijo—. Tómalo todo.
Blake sintió cómo se llenaba. Y, probablemente a muchos factores, como el que estaban en una iglesia, o que la verga de Anderson era muy larga, terminó corriéndose sin usar las manos.
—Dios, lo siento. —Dijo Anderson, mientras se recuperaba.
—Descuida. —Contestó Blake—. Me gusta que se corran dentro. Entonces, ¿doy por hecho que te unes?
—Sí. Quiero cogerme a ese bebé. Quiero saber qué se siente violar a un puto niño de un año.
—Bien. —Dijo Blake, mientras comenzaba a tomar su ropa y a vestirse—. Pero hay un precio a pagar.
—¿Precio?
—Debes meter a un niño contigo.
—¿Qué dices?
—Es lo justo. No es justo que Rald sea el único que ofrezca a su hijo. Sabes, yo ya estoy en eso. Llevo unos meses saliendo con una chica. Planeo embarazarla, y casarnos. De verdad espero que sea un niño.
—¿Aún no la embarazas?
—Bueno, es un proceso largo. Ninguna chica aceptará casarse conmigo ni con nadie a los pocos meses de salir. No me gustan las chicas, Y claro que no estoy enamorado de esa estúpida, pero la idea de conseguir un mocoso con ella y cogérmelo y compartirlo con Rald me pone duro cuando lo hago con ella.
—Yo… Yo no puedo hacer eso. Soy un sacerdote. No puedo casarme ni tener hijos.
—Pero hay un monaguillo justo ahí, ¿no?
—¡¿Max?!
—Vamos. Además era lindo tener niños a los que violar que no sean solo bebés.
—Es imposible. —Replicó Anderson—. ¿Y si sus papás se dieran cuenta?
—Deberá educarlo bien. Bien, nos vemos. La próxima vez volveré con Rald y su hijo. Asegúrese de tener a ese tal Max bien domésticado para entonces.
Y salió del confesionario.
02.
El pequeño Max se encontraba realizando sus tareas de monaguillo. Barrer los pasillos, revisar el incienso, y esas cosas…
De pronto, recordó que el padre Anderson se había estado comportando de una manera muy extraña. Habían pasado Ya unas horas desde que el padre se había encerrado en el confesionario. Lo que era más raro es que ni siquiera estaba en la parte donde se supone que el sacerdote debe estar.
También recordar que le dio la impresión de que vio como el confesionario temblaba, como si se mesiera.
Y lo más extraño de todo es que también logró ver lejos como un joven rubio salía del mismo espacio de donde estaba el padre.
Sintió curiosidad por saber qué es lo que había pasado ahí adentro así que, mientras el padre estaba en su oficina contestando unas llamadas, él fue a investigar.
No había realmente nada. Todo estaba completamente vacío y normal, como se supone que debía estar.
Excepto
por una pequeña cosa… En una de las cuatro paredes, logró percibir una especie del líquido grisáceo. Estaba regado como si se hubiera lanzado desde lejos.
El pequeño Max lo tomó con su dedo y lo olió. Olía un poco a cloro. Después, se lo metió a la boca.
Ese líquido grisáceo era salado. Y sabía extremadamente fuerte.
—Vaya, qué rico. —Dijo—. Me pregunto qué será.
Waaaaaaa ya quiero que se una Max y que cojan al pequeño de Raldh. También me emociona el hecho de que Blake tenga un hijo y también se lo cojan.
Estoy emocionado por saber más de ésta historia.
Escríbeme Telegram @E001234
¡Ah, sí! Olvidaba que el amigo de Raldh descubrió la memoria usb de Blake… Eso también me perturba, y me exita saber que también se va a unir al club
ufff esto esta demasiado rico, espero con ansias seguir esta historia