los guantes de mi vecina.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hace ya un tiempo, no recuerdo exactamente cuánto, pero viene a mi memoria como siempre con un estallido de deseo y sin más, tengo una erección inmediata.
Fue en un día nublado y algo frío de noviembre, cuando salí al patio de mi casa, y sentándome sin más idea que combatir el ocio, noté que mi vecina, una cuarentona guapa, ataviada con un mandil floreado mismo que llevaba sobrepuesto en un vestido verde, intentaba usar su lavadora, pero esta parecía no funcionar. De algún modo, observaba que le resultaba difícil solucionar aquello, y por mera cortesía y decidiendo hacer un favor, me levanté de mi sitio.
__ Si no tiene inconveniente, puedo ayudarle con su lavadora – dije con algo de nerviosismo.
La vecina, cuyo nombre desconocía, se llevó la mano a la cabeza, y tras pensarlo un poco, dijo que aceptaba. Nos separaba una malla de alambre, de modo que salí de mi casa, y toqué la puerta de la suya; pero cosa extraña, tardó algunos minutos en abrir. Me hizo llevar a donde su lavadora, y tras examinarla, noté que no era un desperfecto de la máquina, sino que el cable estaba mal conectado al tomacorriente. Puesto que tardé unos minutos en notar esto, la vecina estaba en el interior de la casa. Con voz alta, le dije que ya podía usar la lavadora, a lo cual ella regresó, y se dio cuenta cuando sin poderlo evitar, miraba yo los guantes que ocultaban sus manos, con los cuales fregaba los platos. Eran amarillos y largos hasta el codo.
__ ¿Cómo puedo pagarte? – Preguntó con cierta malicia en su voz.
Y no esperando mi respuesta, se dirigió ante mí, y con su guante derecho, húmedo aún por el jabón, comenzó a sobar mi entrepierna, cuyo miembro estaba por demás erecto.
__ ¿Te gustan los guantes de hule, verdad? Lo que no sabes, es lo que te puedo hacer con ellos, si no te molesta.
No pude responder, debido a la fuerte impresión. Lo cierto, es que me excitaba demasiado ver a mi vecina usando aquellos guantes. Y cuando veía sus ojos negros, sus labios carmesí, doblegados en una irónica sonrisa, sentí un fuerte impulso de permanecer ahí. Con cierta lentitud, comenzó a desvestirme. Me quitó primero los zapatos deportivos, sin batallar después, echó abajo los pants que usaba junto con los calzoncillos. Me sujetó el pene cono sus enguantadas manos, sobándole de arriba abajo. Acariciaba mis testículos, cuando de repente me dijo con suave voz:
__ ¡Súbete al fregadero!
Se dirigió después al interior de su casa, mientras yo esperé con calentura a que regresará. Regresó al poco, con una bolsa grande de cuero, y una cajita, de la cual extrajo un rastrillo de rasurar, y una lata de gel para lo mismo. De un cajón tomó unas tijeras, y mirándome con aquella sonrisa que adoraba, me dijo:
__ ¡Te voy a depilar por delante y por detrás¡
Sin más, comenzó su labor, mientras quedaba absorto al ver el color de aquellos guantes en sus manos. En escasos minutos, logró dejarme lampiño por el frente, y tomándome por el talle, mi hizo girar e inclinarme. Comenzó a depilarme alrededor del ano, lo cual me daba mucha picazón. Una adrenalina se desataba dentro de mí cuando sentía sus guantes alrededor de mis nalgas. Tomó el grifo extraíble del lavabo, provisto de una manguera, y con el lavó mi ano dejándole después seco, acto seguido, me frotó con unos aceites muy resbaladizos los cuales me quitaron de inmediato la picazón.
__ ¡Ven y recuéstate en la mesa!
Obedecí, y una vez sobre la mesa me despojó del sweater que restaba solo para quedar desnudo. Comenzó e desnudarse, pero solamente se quitó su vestido, dejando su delantal. Se echó unos chorros de ese aceite sobre sus guantes, que al verlos brillar me excitaron más, me recostó sobre la mesa, y noté como abría la bolsa de cuero y tras incorporarme nuevamente de modo que ahora estaba sentado sobre la mesa, miré como se colocaba un dildo realista firmemente adherido a un arnés de vinil brillante
__ ¡Sorpresa! – Dijo mi extraña vecina.
Me recostó de nuevo, y me colocó de modo que mi culo quedase al borde de la mesa. Sentí su dedos jugar en mi ano, y después uno de ellos, se introdujo en mi cavidad. Lo metía y extraía una y otra vez, hasta que al paso de dos o tres minutos, los hizo con otro dedo, luego con tres y cuando sentí cuatro de ellos penetrándome, me beso en los labios y me dijo con esa misma sonrisa irónica:
__ ¡Ahora estás listo para el fisting!
Note y sentí como aquella mano derecha enguantada comenzaba a entrar con dificultad en mi caliente ano, y aunque me dolía como el demonio, resultaba en sumo y placentero esto. Poco a poco empujaba su mano, mientras veía su rostro claro y como paseaba su lengua por fuera de sus rojos labios, lo cual me hacía arder por dentro. Continuaba yo de piernas arriba, mientras me penetraba su mano derecha, y con la izquierda me sujetaba mi pierna izquierda. Entonces, sentí toda su mano en el interior de mi ano, y allí la dejó sin moverla. Solo movía sus dedos, lo cual me excitaba al grado de que no evite jadear y gemir.
__ ¡Eso, libérate y afloja tu cuerpo! – Dijo ella con la voz más cachonda.
Continuó con su ritmo penetrante. Ahora, extraía y metía aquel guante, de modo que lo introdujo hasta el final del mismo. Sentí un ardor y placer único al tener todo su ahulado brazo dentro de mí. Después, comenzó a penetrarme con ambas manos, sacaba una y metía otra. Luego, me sugirió ponerme a gatas sobre el piso, donde ella en cuclillas, continuaba introduciendo sus manos hasta donde podía hacerlo. Observé yo, que casi introducía más allá de su codo, de manera que con todo el deseo dentro, le podía más y más. Después, se colocó de pie, y me invitó a incorporarme, donde con cierta rareza, me invitó a usar unas prendas de ellas.
Era un vestido entallado strap less, unas botas negras a la rodilla de tacón alto, una mascada de cuero muy excitante, al igual que unos guantes de color piel iguales que los que usaba ella para lavar los platos.. Al haberme colocado esto, me inclinó de nuevo y esta vez con aquel dildo como de veinticinco centímetros, comenzó a penetrarme. Lo hacía con lujuría, mientras se apretaba sus pechos que salían fuera de su delantal. Era un placer sentir su pene artificial dentro de mí. Nunca antes había hecho esto, pero seguro que lo haría de nuevo. Por diez minutos me sodomizó y cuando creí que terminaba, como si fuese real y creíble, hizo una voz que gemía y jadeaba, de modo que de algún modo su pene eyaculó en mí explotando sus residuos blancuzcos similares al semen, dejándome el culo remojado. Ella se llevó un chorro a su mano enguantada, y se lo lleva la boca. Acto seguido me propinó un largo beso compartiéndome aquel fluido, que me pareció dulce. En ese momento, comenzó a frotar mi miembro, e inclinándose me dio una mamada con la cual me corrí de un modo como nunca lo había hecho. Pero una vez acabado esto, extrajo de su bolsa de cuero un dildo hueco, pidiendo que me lo colocara.
__ Ahora es tu turno de hacerme lo que yo contigo.
Puesto que aún tenía un deseo enorme, primero la penetré cono mis guantes color piel de hule, y después con aquel dildo por cerca de media hora hasta que se corrió toda, quedando extasiada en el suelo de su propia cocina.
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