LOS PLIEGUES SEDUCTORES DE LAURA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hemos pasado la vida recorriendo pasiones.
  Mi marido y yo.
  Quizás hemos querido beber de un sólo trago el licor embriagante de las distintas formas que el sexo tiene para las mentes y los cuerpos más desbocados.
  Oh Toño, amado esposo, ¡Cuántas veces te he sido infiel!.
  Y tú también a mí.
  ¡Y con qué placer nos hemos relatado todas las perversiones que experimentamos, yo con hombres y tú con mujeres.
  y también con hombres!
  Pero tú no sabes aún, que tu prima Laura, que viene  a visitarnos durante los veranos, me excitó desde el primer día, cuando nos presentaste  y miré sus axilas velludas.
  y percibí el olor profundo que tienen.
  Tampoco sabes que esa  vez me excité tanto que  mis calzones se mojaron cuando me saludó con un abrazo y me besó fraternalmente las mejillas.
  ¡Qué ganas que tenía de tocar con mis dedos esos vellos largos y sudados por los calores del largo viaje que acababa de hacer!.
  Y empapar mis dedos con ese líquido corporal que me volvía loca y lamerlos hasta volverme loca.
  Y tampoco te he contado que cuando tú te ibas a tu oficina,yo la observaba dormir sin que supiera, esperando que su sábana dejara ver poco de su cuerpo desnudo.
  Y que me frotaba el clítoris viendo su rostro de mujer treintona y caliente.
  Y que en una ocasión la miré dormida con su antebrazo derecho bajo la nuca, a modo de almohada, ofreciendo su axila embriagante a mis ojos y a mi boca.
  Y que estuve oliendo discretamente ese pliegue velludo durante varios minutos mientras frotaba mi clítoris bajo mi bata de dormir hasta que alcancé un orgasmo tan fuerte que grité y caí en la alfombra de la recámara de Laura.
Y que ella despertó con los ruidos que hice, creyendo que había tenido un accidente mientras pasaba junto a su cama, y que luego me atendió con su cuerpo totalmente desnudo.
Y que sentí toda su piel sobre la mía y toqué sus axilas como por accidente.
  Y que nunca más he podido vivir sin esas axilas.
  Nunca más, querido esposo mío.
Pero quiero contarte, por lo menos un poco de esta pasión que trajiste a mi casa cada verano,sin proponértelo, y sin saberlo.
  Hace unas tres semanas, ella estaba arreglada para salir de compras y me armé con ese valor que da el deseo sexual y entonces le pedí que me dejara tocarla.
  Le dije que me parecía hermosa y que tenía curiosidad de mujer.
  Pero ella advirtió en mi voz ronca, que no era nada eso y me dijo que no, amablemente.
  Pero me abrazó y besó mis labios muy breve y levemente.
  Y yo sentí que esa era su manera de decirme que lo pensaría un poco.
  Y se lo dije: -Piénsalo, prima.
  Ayúdame con esto que siento.
  _
  Ella me contestó que sí.
  Que lo iba a considerar.
Y salió a la calle moviendo esas nalgas maduras y grandes que parecían saltar a los lados con cada uno de sus pasos.
  Esa noche, temprano aún, regresó con un hombre, cuarentón a quien me presentó.
  Amable y charlador, advertí que con familiaridad la palmeaba en los muslos y en los antebrazos.
  No fue difícil sacar conclusiones.
  Por la mañana siguiente, cuando se fue mi marido, entré en su recámara y la encontré durmiendo.
  Con una desnudez seductora, la sábana se había corrido hasta su pubis y mostraba unos senos casi infantiles con pezones prominentes y rosados.
  El vientre de mujer madura tenía un encanto que no había advertido.
  Un bello pliegue lo adornaba casi de lado a lado sobre el nivel del ombligo profundo y excitante.
  ¡Ohhh qué me pasaaa.
  !
  -Laura.
  Laura.
  Quiero hablarte.
  –
  Laura despertó:-¿Qué pasa, prima?-
  -Nada- le dije.
  -Ese hombre:¿es tu amante?.
  Quiero que lo dejes.
  O tendré que decírselo a Toño y te pedirá que busques apartamento sola-
  Laura me miró:-¿Por qué me haces eso?-
  Porque quiero acariciar tus axilas-le dije-
  Laura levantó sus brazos y me dijo: Anda, prima, sáciateee.
  Mis bragas se mojaron casi al instante, me monté sobre su cuerpo desnudo, y estuve lamiendo durante largos minutos, quizás años o siglos, sus axilas, una y otra, en cada uno de sus pequeños pliegues de mujer madura.
  Sus vellos, todos fueron lamidos por mis labios y limpiados por mi lengua voraz, desde la raíz hasta el extremo, para sacarles todo el licor que esa mujer tenía allí.
  Y entonces.
  Vino el orgasmo.
  Inundé su vientre con mis jugos y ella me estrechó acariciando mi espalda.
Fue todo-me dijo-ahora vete.
Yo obedecí y me fui a mi recamara.
Pero será después, mi amado Toño, cuando te cuente lo que después pasó.


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