Lucy Parte 3
El profesor lleva a Lucy a su casa y trata de corregirla un poco .
Abrí la puerta de mi casa, pero no entré, me quedé ahí parado, observando a la niña que me seguía, pensando en todo lo que sucedería si es que alguien hablaba de más.
Tenía una chica menor de edad, mi alumna para ser más específicos, semidesnuda y con el ojo amoratado a punto de encerrarse en mi casa sin que nadie supiera de su paradero…
– Es muy descortés de su parte profesor, me muero de frío. – Se quejó la pequeña.
– Maldita sea… – Me hice a un lado, y con un gesto de mi mano, invité a Lucy a pasar dentro de mi hogar.
Mi casa no es muy grande, en la parte de abajo, solo está el comedor, la cocina y la sala, en la parte de arriba, mi habitación y la de arte.
Lucy entró sin la menor vergüenza. Limpió descuidadamente sus pies en la alfombra y comenzó a caminar por el pasillo, observando las pinturas que ahí colgaban.
– Esto parece una casa de abuela, por eso no está casado. Dónde guarda las galletitas?
– Cierra la boca, quieres?
Lucy se encogió de hombros y exploró la sala dando algunos brincos, parecía algo contenta.
-Y dónde se supone que voy a dormir? Me va a llevar a su cama? Le advierto que me suelo mover mucho…
– Solo tengo el salón de artes. Hay un sofá ahí, puede que te sea cómodo.
– En el sofá? De verdad?
– Eres una perra no? Deberías dormir en el suelo, agradece que soy generoso. – Dije con cierto tono burlón, Lucy, por su parte, se sonrojó ligeramente.
– Y dónde se supone que está el dichoso salón de artes?
– Arriba, sígueme…
Dejé mi saco en el sofá de la sala y comencé a subir las escaleras, Lucy me siguió.
Siempre tengo este lugar con llave, tengo cosas bastante caras ahí. Principalmente herramientas y pinturas, pero no creo que una niña como Lucy sepa el valor de alguna de ellas, además, algo me dice que no es un peligro para ellas.
Al momento en el que la cerradura se abrió, la chica se asomó dentro, una nube de polvo flotaba entre los caballetes y marcos amontonados.
– Vaya… – Se limitó a contestar, mientras se adentraba en el salón. Sus ojos se posaron sobre los cuadros a medio terminar que tenía recargados descuidadamente contra la pared. Yo por mi parte, sacudí el sofá para que ella se pudiera recostar.
– Bien, dulces sueños. – Dije señalando el sofá.
– Ya te irás a dormir?
– Tengo que dar clases mañana, es más, tu también tienes clases mañana.
– Acaso eres idiota? Yo escapé de casa después de que mi mamá me golpeara, tu tienes a una de tus alumnas en tu casa después de haber tenido sexo. Todavía siento el semen en mi interior y ni siquiera son mis días seguros. Mejor toma un pincel y pientame, como a ellas. – Lucy señaló mis pinturas con modelos denudas.- Son tus novias?
– Para nada, son solo modelos.
– Me lo imaginé, nadie saldría con un degenerado.
Ella se arrojó contra el sofá negro de cuero y de un rápido movimiento se deshizo de lo que la cubría. Su delgado cuerpo, pálido como la luna, resaltaba hermosamente sobre el negro. Mi pene se estaba poniendo duro, pero una parte de mi cerebro, la parte del artista, estaba realmente ancioso por plasmar tan bella imagen al óleo.
– No tienes sueño? – Dije mientras me ascercaba a ella. Lucy solo negó con la cabeza antes de arrojarse sobre mi y jalarme hacia el sofá para darme un beso olor a tabaco.
– Me va a pintar profesor?
– Si así lo deseas…
Me separé de ella y fui rápidamente por mis herramientas, tome un caballete, después fui por una tela en banco, agarre pinturas y las coloque sobre la paleta de madera. Lucy me miraba espectante.
– Toma la pose más natural que puedas. No debes moverte en un buen rato…
Ella se colocó en la posición que más le parecía y de repente, comenzó a masturbarse.
Yo no dije nada, y con mi pincel comencé a trazar la bella figura. Lucy pasaba sus delgados dedos sobre su clítoris, a veces los pasaba sobre sus labios y otras los metía dentro de si, pero nunca varió su postura, lo que me facilitó bastates retratarla. Con el tiempo, un peculiar olor llenó la habitación. El sudor y los fluidos de la pequeña se convinaban con los fuertes olores de la pintura y otros químicos, sobrecargando mi cerebro y llenando mi pene de sangre, pero mi mano no podía dejar de pintar.
Ese trance fue interrumpido, cuando un pequeño chorro de líquido translúcido hizo un arco desde su vagina hasta el suelo y un débil gemido llegó hasta mis oídos. Su orgasmo llegó cuando la pintura ya estaba bien avanzada. Por lo que cuando ella se desvaneció, yo ya no tendría problemas en retomarla.
– Puedo ver? -Dijo con una voz entrecortada, mientras yo me sentaba a su lado.
– Ver una obra sin terminar es de mala suerte…
– Me lo imagino… – Ella se acercó a mi y puso su cabeza sobre mi regazo, notando mi erección. Después, liberó mi pene de si prisión y comenzó a lamer la punta, la cual ya estaba soltando algo de líquido pre seminal. – Parece que pintar también te pone bastante cliente.
– Y parece que a ti, estar encerrada te hace un poco más arrogante. Hasta hace unos momentos eras un tomate que temblaba en la calle…
– Nadie puede verme…
Ella se acomodó su cabello y comenzó a chupar. Mientras se interrumpía de vez en cuando. Su rostro se me figuraba a el de un gato, por lo que me hizo querer darle una lección. Sonreí y me puse de pie, Lucy parecía querer seguir chupando, pero no la dejé. Salí de la habitación y cerré la puerta tras de mi.
Al regresar, ella parecía desconcertada, no se había movido de su lugar.
– Que te pasa? Pensé que había echo algo malo…
– No te preocupes, no lo hiciste, solo fui por un par de cosas…
Pude ver sus ojos abrirse como platos y sus mejillas colorearse de un rojo intenso cuando puse una cámara de video y una gruesa cuerda frente a ella.
– Para que es todo eso?
– Dijiste que nadie te vería, pero ahora yo lo decidiré…
– No puede hacer eso…
Su voz estaba dividida entre cierto enojo y algo de placer. Me acerque a ella y tomé su mano, incitandola a ponerse de pie. Ella obedeció.
Coloque un pedazo de tela sobre sus ojos. Ella se quejó y entonces recordé el moretón.
– Te molesta?
Ella negó con la cabeza, así que proseguí. Al apretar otro poco, ella volvió a quejarse, pero está vez no me detuve.
Con Lucy vendada, procedí a amarrarla con ciertos nudos que aprendí cuando era un poco más joven… Cada roce de la cuerda con su piel, provocaban leves gemidos y al final, ella estaba totalmente inmovilizada.
Los nudos inmovilizaron sus manos y resaltaban sus caderas,sus planos pechos y su pubis. La vista era grandiosa.
– Pero falta un solo detalle…
– Cuál?
Lucy parecía nerviosa, pero a la vez estaba muy mojada. Yo no le respondí, solo lancé una cuerda al techo y amarre a la pequeña perrita de sus muñecas.
Ella estaba sobre las puntas de los dedos de sus pies y la posición resaltaba todos sus músculos y su belleza. No podía dejar de admirarla, pero, era hora de jugar.
Encendí la cámara de video y me dirigi a ella con la voz más sería que pude.
– Sabes, desde que te conocí hasta hoy, te has vuelto mucho más arrogante, pequeña. No creas que al ser la favorita de mi clase, te pudo permitir todos tus excesos. Que es eso de andar te drogando, fumando y escapando de casa? También han bajado un poco tus calificaciones, aunque en las listas son las más altas. Creo que mereces un castigo, en lo que se seca la pintura…
Me dirigí hacia mi escritorio, dónde había dejado varios pinceles. Ella no dijo nada, solo escuchaba atentamente.
Escogí uno bastante largo, pero de punta suave y coloqué las cerdas en su oreja.
Ella dio un respingo , mientras cosquilleaba su canal auditivo. Después, el pincel recorrió su mejilla, su cuello, se detuvo un rato en sus pezones, sus axilas. El solo verla retorcerse y gemir, hacia que me excitara. Al final, las cerdas se posaron en su clítoris. Ella gimió un poco más fuerte y se retorció más intensamente, aunque no dijo ni una sola palabra.
Jugué con esa parte un buen rato, haciendo cosquillas en su entrepierna, por sus labios y un poco antes del ano. Lucy se retorcía y giraba sobre si misma, apretando y desenredandose repetidas veces, hasta que, un líquido dorado comenzaba a correr por sus muslos. Se había orinado.
Levanté la vista y vi que ella estaba colorada como una braza, mientras su orina escurría, ella estaba muriendo de vergüenza, pero para mí no era problema, así que coloque mi boca en la fuente y bebí todo lo que pude. Ella parecía desconcertada a pesar de su silencio y cuando su vejiga se había vaciado. Procedí a darle la vuelta al pincel.
– Te he tratado con la parte sueve y me pagas orinando mi preciado salón. Debo ser más rudo contigo.
Pasé la parte de madera por sus costillas, estremeciendola. Después, simplemente lo coloqué sobre sus preciosas nalgas.
-Quieres disculparte?
Ella no respondió, así que la azote.
– No?
Sin respuesta, así que repetí la operación. Sus nalgas eran suaves, pero el sonido del golpe era realmente bueno.
– «Por favor, querido profesor, perdoname». Es muy difícil?
Ella no respondió, así que di un golpe en uno de sus muslos, haciendola gemir.
– Conque te gusta ser azotada, eh putita? Quién lo diría, de alguien tan joven…
Esta vez, ella negó con la cabeza, pero siguió sin hablar.
– Hacerte caminar sin zapatos yo funcionó, azotarte tampoco… Que tengo que hacer contigo.
Comencé a frotar sus labios con la madera del pincel, dejando un hilo cuando lo retiro.
– A mi me parece que te está gustando.
Esta vez azote su pubis.
-Ay! Váyase al diablo! Deje de azotarme! Se leyó Sade últimamente?
– Escucho que te quejas, pero esta parte luce muy contenta. – Recogí un poco de su néctar y me lo llevé a la boca.
– Ya déjeme bajar, lo siento, si?
– No lo dices muy convencida.
Metí mi pene entre sus muslos, rozandolo un poco con su vagina, mientras el pincel recorría su abdomen. Lucy soltó un dulce gemido cuando lo sintió.
– L-lo siento profesor, seré más buena de ahora en adelante!
– Tal vez si dices hacia la cámara que eres mi putita…
– D-de verdad está grabando! Si me entero que alguien ve esto lo asesino!
– Que putita tan mala…
Le di un golpe en el abdomen, mientras seguía frotando mi pene. Lucy no paraba de retorcerse, incluso había saliva escurriendo de las comisuras de su boca.
– Está bien, está bien… -Ella tragó saliva. – S-soy su putita, su perrita, por favor profesor, desateme, estoy comenzando a cansarme. Prometo que haré lo que usted quiera mientras no me mande a la escuela…
– No escuché que eras…
– Una perrita…
– De quien?
– De mi profesor! Soy muy mala, solo mi profesor me puede corregir!
Ambos estábamos en nuestro límite y nos corrimos al mismo tiempo. Mi semen calló sobre la fresca pintura de la pequeña Lucy tocándose, como la.forma de su autor. Por su parte, la Lucy de carne y hueso, se desplomó cómo una muñeca de trapo, colgando inerte, temblando de vez en cuando.
La solté, deshice los nudos, lo cual provocó un poco más de placer en la pequeña y durmió más o menos una media hora en el sofá, tiempo que usé para darle unos toques más a la pintura.
Cuando se despertó y se vio toda sudada, me pidió permiso de ducharse y se lo concedi.
– Nunca más me haga decir eso de nuevo. Fue muy vergonzoso… – Dijo al terminar.
– Los orgasmos sueltan la lengua, estoy seguro que lo escucharé de nuevo. Ella me dio un golpe en el brazo y regreso a dormir.
Yo fui a mi propia cama y desperté con un delicioso aroma. Ella había echo el desayuno.
Nota del escritor: Se me había descompuesto el celular, sorry. Espero que esté capítulo a las prisas sea bueno.
Excelente me exite con la saga sigue contando más, una pregunta que edad tiene tu alumna y en que grado esta