Madres lactantes
El mundo de las mujeres embarazadas y lactantes suele ser bastante desconocido para los hombres, a los que a veces, puede parecerles más una complicación que una oportunidad para disfrutar de nuevos placeres..
Algunos me habéis pedido un relato que trate este tema, porque creo que es la fantasía de muchos hombres cuando son niños y para las mamás es algo tremendamente morboso también.
Cuando mi hijo mayor Alex, tenía 11 años, yo a mis 47 años, no pensaba ya tener más hijos, pero un descuido, un fallo o como queráis llamarlo, me hizo quedarme embarazada nuevamente de la que sería mi hija Marta, y una vez superada esa primera sorpresa por mi y mi marido, luego él se quedó contento por poder tener una hija, que es la ilusión de todo papá.
Los meses de embarazo transcurrieron de una forma normal, aunque eso sí, con la suma de los consiguientes kilos por mi parte, el progresivo aumento de mi barriga y el crecimiento de mis pechos hasta la talla 120, que hacía que yo me viera horrible, pero a mi marido le excitaba mucho poder follar el “nuevo” cuerpo de su mujer, que por esas extrañas razones hormonales se encontraba siempre cachondo y lubricado para que metiera su polla en el jugoso coño de una embarazada, el gran deseo o fetiche de muchos hombres.
Todo eso cambió, no sé porqué razón, a partir del nacimiento de mi hija, ya que debido a la consabida cuarentena sin poder hacer nada, se sumaba el cansancio de las noches sin dormir y el constante ajetreo de cuidar a una niña recién nacida, por lo que una vez pasado ese mes y medio de abstinencia, él seguía sin tocarme, aunque yo la verdad es que tampoco tenía muchos deseos de nada con mi hija todo el día agarrada a mi teta.
Cuando la amamantaba, Alex se quedaba mirando como su hermanita se alimentaba y aunque al principio no le daba importancia, porque veía normal su curiosidad, no tardé en darme cuenta, como se quedaba absorto mirando mis pechos y como su hermana chupaba mis pezones succionando mi leche.
A pesar de eso, todavía me costaba trabajo entender como un acto tan inocente como dar de mamar a una niña, podría excitarle a mi hijo, ya que sus erecciones en esos momentos eran evidentes y me creaban una especie de confusión, porque no sabía cómo actuar, si decirle a mi hijo que no me mirara mientras le daba el pecho a su hermana o pedirle explicaciones intentando comprender por qué se ponía así, aunque yo sabía que a muchos hombres les excitaba ver a madres lactantes dar el pecho a sus hijos, no me había dado cuenta de que mi hijo, al que yo consideraba un niño todavía a pesar de tener ya 12 años, se estaba haciendo un hombre rápidamente.
Durante ese tiempo, yo solía quedar con otras madres con las que había hecho amistad en esos cursos de preparación al parto y a mi hijo le gustaba acompañarme a esos encuentros, no sé si porque estaba muy enmadrado conmigo, ya que todavía me costaba creerme que fuera porque podía vernos dar el pecho a nuestros hijos, cuando nos sacábamos la teta fuera, lo que él hacía mientras nos miraba con un poco con timidez, pero era patente su excitación, al igual que la de varios hombres que casualmente nos observaban cuando dábamos de mamar a los niños.
También en casa, durante los siguientes días, la presencia de mi hijo cuando estaba dando de mamar a su hermana, no sé por qué, empezó a darme morbo, porque yo notaba como sus erecciones formaban ese bulto en su pantalón o lo que llevara en ese momento, así que un día me atreví a preguntarle:
—¿Te gusta verme dar el pecho a tu hermana?
Él me dijo que sí y yo le respondí:
—Pero si tengo las tetas horribles, tan enormes y todas caídas. Seguro que te gustará más ver las de tus compañeras del cole.
Él me dijo que no, que le gustaban más las mías y por primera vez, alargó su mano al pecho que dejaba libre su hermana para tocármelo, a lo que yo no supe cómo reaccionar por la sorpresa, sin saber si apartar su mano de ahí o dejarle saciar su curiosidad y que tocara por primera vez el pecho de una mujer, con ánimo libidinoso, aunque fuera el de su madre.
Supongo que a un chico de su edad, poder ver y tocar las opulentas tetas de una cuarentona, con esas grandes aureolas oscuras y con los gruesos pezones en punta le parecerían un manjar, del que le sería difícil apartar su vista, pero a mí, en el fondo, me encantaba ser su objeto de deseo, quizás debido a la falta de auto estima de las mujeres de estas edades, que nos hace vernos llenas de defectos en comparación con las jovencitas que van ocupando nuestro lugar como objeto de admiración y de deseo de los hombres.
Mi hijo no decía nada, pero al ver que yo no me oponía a sus toqueteos, me lo fue tocando con más confianza, disfrutando con lo que estaba haciendo, y supongo que cumpliendo una especie de sueño debido a su sexualidad recién despertada, recreándose mientras apretaba mi pezón erecto entre sus dedos, haciéndome estremecer debido a lo sensibles que los tenía.
Esta situación de tener a mi hija mamando de una teta y a mi hijo tocándome la otra me hizo sentir un morbo como nunca había sentido antes, y creo que fue lo que me llevó a decirle a mi hijo:
—¿Quieres chupármela también como tu hermana?
A Alex se le iluminaron los ojos y me contestó:
—Sí, por favor. ¿Puedo?
—Pero tú ya eres muy grande para estar chupando de la teta de tu madre —le dije yo, para frenarle un poco.
Pero ante la cara de decepción que puso, no tuve más remedio que acceder a ello:
—Bueno, anda, pero sólo un poco ¡eh!
Mi hijo llevó su boca a mi pezón, empezando a succionar y sacándome la leche que rebosaba de mi teta, ya que la verdad es que producía mucha más leche de la que mi hija se acababa tomando, lo que hacía que me dolieran los pechos por el exceso de leche, por lo que de vez en cuando tenía que sacármela con una bomba de succión de leche que me había recomendado el ginecólogo.
Aunque le había dicho a Alex que sólo me la chupara un poco, la verdad es que no quería que se quitara, porque me estaba aliviando mucho esa presión que tenía en el pecho, pero a la vez me hacía sentir mal porque estaba excitándome de una forma que yo consideraba inadecuada, aunque quizás fuera debido a mi abstinencia forzada de sexo el que yo reaccionara así y mi vagina se humedeciera como hacía tiempo que no lo hacía.
Alex ya me había sacado casi toda la leche de ese pecho y tuve que decirle que lo dejara ya, que había que dejarle algo a su hermanita, pero las siguientes veces que daba de mamar a su hermana, volvía a pedírmelo y no podía negarme a ello, por lo que empezó a volverse habitual que cuando mi hija demandara su ración de leche, su hermano se amorrara al otro pecho para buscar la suya.
Yo era consciente de la excitación que nos producían a mi hijo y a mí esas sesiones de lactancia materna, pero a pesar de sentirme culpable por ello, esa sensación iba desapareciendo cada vez más y me hacía sentir más liberada para satisfacer mis deseos y atreverme a llevar mi mano a su pollita, por dentro de su pantalón y acabar sacándosela fuera , para sentir como palpitaba desbocada en su constante erección, bastando unos suaves masajes con mis dedos para que su semen saliera disparado hacia mi cuerpo en medio de mis dos hijos, lo que me hizo sentir como la más perversa de las madres, sin llegar a comprender todavía como podía haber llegado a esto.
Pero era evidente que eso iba a ir a más, porque había despertado definitivamente mi sexualidad dormida y necesitaba volver a sentir esos orgasmos que toda mujer tiene derecho a disfrutar y que nos hacen sentir vivas, por lo que yo también me masturbaba cuando mis hijos mamaban de mis pechos, sin importarme que mi hijo me viera abierta de piernas con mis dedos hurgando en mi coño, aunque estuviera un poco descuidado, sin depilar ni nada, pero a pesar de todo, debió resultar demasiado atrayente para él y no tardó él también en meter sus dedos en mi chocho, como lo llamaba mi hijo, mientras le enseñaba a tocarme para que provocara mi corrida también.
Por fortuna, mi marido era ajeno a estos actos que yo nunca me imaginé que pudiera hacer ni en mis más húmedos sueños, pero la vida a veces te lleva por caminos que nunca pensaste recorrer, y que se acaban convirtiendo en un gozo que no sabías que fuera posible.
La mezcla de lactancia materna y masturbaciones se convirtió en algo que en mi mente acabó definitivamente unido, no sé si de un modo enfermo, pero me ocasionaba mucho placer y excitación.
Un placer nuevo que no había sentido ni con mi marido y que todavía no había llegado a su fin, porque a causa de mi excitación en esos momentos, hacía que dejara a mi hija a un lado de la cama y me centrara en tener sexo cada vez más completo con mi hijo. Yo misma empecé a mamarle la polla, ansiosa de recibir también mi ración de leche, e igualmente hacía que él metiera su cabeza entre mis piernas para que me chupara el coño y me hiciera volver a tener esas sensaciones que nunca debí olvidar, si no fuera porque a mi marido ya no le parecía tan atractiva después del parto o porque en ese tiempo se había buscado a otra para follar, olvidándose de mí.
Pasados varios meses, ya no tenía ningún límite en la relación con mi hijo y un día no tuve ningún reparo en pedirle que se pusiera entre mis piernas y me penetrara con esa polla que a sus 13 años entonces, ya era del tamaño suficiente como para darme placer, sin importarme que esas primeras veces se corriera apenas me la metía, pero como seguía bien durita, podía seguir follándome hasta llevarme al orgasmo.
Me encantaba agarrarle el culito guiándole en la follada, a la vez que le marcaba el ritmo que necesitaba en cada momento, manejándole a mi gusto mientras le decía:
—Dale besitos a mamá. —Lo que aprovechaba para meterle la lengua y comerle toda la boquita, lo que tenía que interrumpir brevemente por mis gemidos de placer, para volver a meter mi lengua en su boca sintiendo esa electricidad que nos unía.
Durante esa época mi libido estaba por las nubes, pero como con mi hijo era el único desahogo sexual que tenía, quizás necesitaba algo más y alguna noche, buscaba a mi marido en la cama para que me montara como solía hacer antes, a lo que él respondía, un poco con desgana. Se ponía encima de mí y me follaba rápidamente para que me corriera pronto, pero debió de darse cuenta de mi nueva fogosidad, lo que acabó por excitarle realmente y empezó a aprovecharse de mi renovada receptividad sexual para ponerme a cuatro patas y metérmela por el culo, (lo que hasta ese momento, nunca le había dejado), como queriéndome decir:
(—¿Tienes ganas de follar? Pues ahora te voy a follar bien.)
Yo, en ni nuevo estado de excitación continua, le dejaba que me follara analmente y aunque sentía dolor al principio, el placer me iba invadiendo al ritmo que él entraba y salía de mi culo como si me estuviera follando por el coño, hasta que su corrida lo invadía todo y me dejaba caer sobre la cama, agotada.
Pero eso no impedía, que al día siguiente, buscara a mi hijo nuevamente, como si me hubiera convertido en una adicta al sexo sin control, por lo que necesitaba hablarlo con alguien, pero no sabía quién podría comprender mi situación, hasta que hablando con una de las madres del curso, salió el tema del sexo y como lo estábamos llevando:
—¿A ti también te pasa? —le pregunté yo.
—¿El qué?
—El estar cachonda toda el día y que mi marido me ignore completamente.
—Sí, lo consulté con mi ginecóloga, y me dijo que era normal, que algunos hombres, cuando presenciaban el parto de su mujer, sufrían una especie de inhibición sexual después, que a veces se alargaba demasiado y otras veces les llevaba a buscarse alguna amante fuera del matrimonio.
—¿Y nosotras que podemos hacer?
—Pues meternos el dedo o buscarnos a otro también, jaja.
—Pues sí, tienes razón, es la única solución.
—No me digas que ya estás con otro…….. ¡Mmmmm, ese silencio!….. ¿Quién es?
—No te lo puedo decir.
—¡Uuummmm!, ¿será lo que estoy pensando?
—¿Qué estás pensando?
—El otro día me fije en tu hijo como nos miraba mientras dábamos el pecho a los niños.
—¿Te diste cuenta? En casa está todo el día mirándome como le doy el pecho a la nena y el pito se le pone tieso.
—Jaja, lo que me pensaba. Es normal, a todos les pasa si les dejas mirar.
—Pero si es un niño todavía. Tú tienes un niño mayor también.
—Sí, es más pequeño que el tuyo, pero no veas como le encantan mis tetas. Antes de nacer su hermano ya le gustaba mamarme las tetas y sacarme le leche que iba produciendo y cuando nació su hermano, empezó a tener celos de él porque dejé de dársela, ya que tenía poca para los dos, hasta que finalmente como me daba pena, tuve que dejarle mamarme las tetas como su hermano, pero solo un poco, porque me dejaba sin nada y luego no tenía cuando me pedía el nene. Menos mal que no lo sabe mi marido, porque él quería mamarme también y no le dejaba por ese motivo.
—Qué gracia. Deben de vernos muy apetecibles en este estado. ¿Tú hijo se excitaba también al chuparte?
—Claro, se le ponía como un palo y se la tenía que masturbar para que se calmara.
—Vaya, no soy la única entonces.
—Que va, amiga, las embarazadas y las lactantes somos un imán para los hombres y de cualquier edad, menos los maridos de algunas, jaja.
—Y yo que me veía tan horrible embarazada.
—Pues ellos deben de vernos muy ricas porque quieren comernos todas. Tengo un vecino que me miraba de una forma….. y cuando sabía que estaba sola en casa, se presentaba con cualquier excusa mientras yo estaba con poca ropa porque me molestaba todo y él no hacía más que decirme lo maravillosa que estaba y que si mi marido no se aprovechaba de esa delicia.
—Te pondría cachonda, porque si tu marido tampoco te tocaba.
—Ya ves, acabé follando con él y estuvimos haciéndolo hasta prácticamente el día anterior de parir.
—¡Qué bárbaro! Así salió tu hijo tan feliz, por estar su madre contenta todo el día, jaja.
—Y dime, ¿qué le dejas hacer a tu hijo?
—Empecé dejándole tocar los pechos y como me ponía tan caliente, le dejé que me mamara las tetas como su hermana, hasta que acabé masturbándole, hacemos oral, y bueno, no te digo más, porque no sé ni cómo pude permitir que las cosas llegaran hasta ahí.
—¿Te ha follado también?
—Sí, aunque no sé lo que pensarás de mí, pero es que en esa situación tienes que acabar haciendo de todo, porque acababa chorreando.
—¡Qué maravilla!, que te pueda hacer disfrutar ya. Te entiendo perfectamente, a mí me pasa lo mismo también, pero como el mío es más pequeño, aunque le ponga a follarme, no siento gran cosa, jaja, aparte de un morbo que me muero, así que tengo muchas ganas de que vaya creciendo.
—A estas edades dan el cambio de repente, pronto lo sentirás dentro dentro de ti, muy rico también.
—Eso espero. Oye, me alegro de haber hablado contigo de esto. Es un tema complicado, ya sabes, y no se le puede contar a cualquiera.
—Bueno, las dos pensamos parecido, y por culpa de nuestros maridos descubrimos un mundo nuevo a nuestra edad. Yo sentía ya como si los hombres ni me miraran pero viendo el deseo con el que me mira mi hijo me di cuenta de que todavía algunos desearían follarme, jaja, y ese subidón me ha llevado a hacer esta locura.
—Eso es verdad, ya ves como a nuestros maridos se les cae la baba detrás de las jovencitas y a nosotras nos dejan a dos velas.
—¿Tú sabes si a alguna otra madre de las que iban al curso, les pasó como a nosotras?
—No sé, no he hablado mucho con ellas sobre esto, pero son más jóvenes que nosotras y estarán en otra situación supongo, aunque también estaba Rosa. Estaba separada se quedó preñada, y nos contaba que cada semana se follaba a uno distinto, así que no debe ni saber quién es padre del crío.
—Normal que estando sola quiera disfrutar todo lo que pueda, aunque ahora, recién parida, podrá menos.
—Pues no tanto, porque una vez me dijo que eso de cuarentena ella se lo iba a saltar, que como tuviera ganas, se la iba a dejar meter.
—¡Ay, madre! Hay que tener muchas ganas, porque yo al principio no tenía ganas de nada y hasta el roce de la braga me molestaba.
—Jaja, yo nunca pensé que me pudiera pasar todo esto y que estaría aquí hablándolo contigo con toda normalidad.
—No pasa nada, amiga. Se me está ocurriendo algo. ¿Qué te parece si nos juntamos un día con los críos y nos lo pasamos bien?
—Sí, es una buena idea, pero a mí lo que me parece es que quieres tirarte a mi hijo, jaja.
—Bueno, mujer, tú también podrás estar con el mío. Ya verás que morbazo, las dos ahí en la cama con ellos.
—¡Uuufff!, sólo de pensarlo se me mojan la bragas.
—Podemos quedar mañana en mi casa, que mi marido está toda la semana fuera.
—Estupendo, allí iremos.
Al llegar a casa, pensando en la conversación que había tenido con mi amiga, no sabía si me estaba volviendo loca o que me pasaba y me entraban dudas sobre si seguir por este camino que había empezado sin pensar en las consecuencias, pero cuando se lo comenté a mi hijo, él mismo me animó a que fuéramos, por lo que le dije:
—¡Ay, pillín!, que ya me quieres poner los cuernos.
—No, mamá, a ti nunca te cambiaré.
—Gracias, hijo, yo tampoco a ti, pero nos lo podemos pasar bien con otros ¿no?
—Claro.
Me sorprendía la actitud y madurez de mi hijo, actuando como un marido liberal buscando nuevas experiencias matrimoniales, lo que aumentaba mi morbo por formar esa extraña pareja, en la que nada podía ser normal.
Al día siguiente fuimos a casa de mi amiga, que nos recibió muy nerviosa y excitada, y al conocer a su hijo, y le di dos besos y le mantuve abrazado a mi cuerpo para hacerle sentir mis tetas.
Mi amiga también se entusiasmó con mi hijo, y parecía con mucha ansiedad por disfrutarlo porque aprovechó para meterle mano mientras le daba dos besos, tras lo cual les dijimos a nuestros hijos:
—Seguro que ya queréis empezar a mamar de la teta ¿no? Pues vamos a la habitación que estaremos más cómodos.
En la habitación empezamos a desnudarnos mientras nuestros hijos nos miraban con mucha atención. Cuando el hijo de mi amiga me vio las tetas se quedó sorprendido porque eran bastante más grandes que las de su madre, mientras ella nos decía:
—Dale tú de mamar a mi hijo, que yo le doy al tuyo, pero vamos a desnudarles y les ponemos encima nuestro.
—¡Ay, que morbosa eres! Eres terrible, jaja.
Los chicos se desnudaron mostrando sus erecciones y nos los pusimos en nuestro regazo dándoles la teta mientras nosotras les masturbábamos, formando una imagen de lo más perversa para cualquiera que pudiera verla y más todavía cuando empezaron a correrse llenando nuestros cuerpos de semen.
Después de correrse tanto, les dejamos recuperarse un poco, pero no les hacía mucha falta, porque casi al instante, ya estaban otra vez dispuestos y como mi amiga tenía ganas ya de que mi hijo la follara, se puso a chupársela para ponérsela bien dura y luego se abrió de piernas para que se la metiera.
Mi amiga empezó a gemir cada vez más fuerte mientras le decía a mi hijo que la diera más rápido, oyéndose el palmeteo de los dos cuerpos al juntarse, hasta que un grito final nos indicó su orgasmo mientras mi hijo volvía a correrse en su interior y yo mientras tanto, se la chupaba a su hijo, sacándole hasta la última gota que le quedaba.
Después de diversos juegos con los críos, dimos por terminada la sesión, pero estaba claro que después de esto, nuestra relación se iba a estrechar bastante y empezamos a quedar frecuentemente con nuestros hijos para tomar un café y hablar entre nosotras, cuando en una de esas ocasiones nos encontramos con Rosa y sus dos hijos.
A su hija mayor no la conocíamos, pero era una nena rubia, como su madre, muy guapa de 11 años, según nos dijo ella. Luego se quedó hablando con nuestros hijos mayores, mientras Rosa, que era muy parlanchina, nos contaba un poco de su vida y tal como nos habíamos imaginado, era bastante liberal sexualmente, y sin ningún pudor, empezó a contarnos detalles de esas parejas que solía tener, llegándonos a decir que la mayoría de ellos solían fijarse en la niña, a la que pedían incorporar a las sesiones de sexo con su madre.
A nosotras nos dejó bastante sorprendidas eso, pero Rosa se justificaba diciendo que solo había permitido que pasara alguna cosa con su hija, por lo que ya tenía una cierta experiencia en esas relaciones, pero nunca había dejado que la penetraran, así que nuestra curiosidad nos llevó a preguntarle sobre ello:
—¿Qué les dejas hacer con la nena?
—Sí, bueno, a ver…. Dejo que se corran con ella, pero no quiero que ya empiecen a meterle esas pollas tan grandes. De momento, ya está empezando a disfrutar con otras cosas y ellos que se den por contentos con eso, porque no todos los hombres pueden tener a una nena de 11 años en la cama. ¿Y los vuestros qué? Supongo que ya les habréis sacado la leche. —nos preguntó directamente, supongo que para evitar que la juzgáramos por lo que nos había contado.
—Sí, pero…. ¿cómo lo sabes?
—Porque lo sé por otras amigas, que les resulta difícil no caer en la tentación, jaja. Mirar, yo he estado con muchos hombres, pero nunca con un chaval de estos.
—Estarás deseándolo ¿no?
—La verdad es que sí, y ahora viendo a los vuestros, imaginaros como me ponen…..
—Bueno, amiga, pues podemos ir a tu casa y así nos divertimos un poco todas.
—¿Sí? ¿Me los dejaríais?
—Claro, a ellos les va a encantar.
Estando ya en casa, Rosa estaba ansiosa por empezar a disfrutar de ellos, y enseguida les desnudó a los dos, observando detenidamente sus penes con curiosidad,mientras les echaba la piel hacia atrás para descapullarlos dejando a la vista sus glandes lo que hizo que Rosa se mordiera el labio inferior en un gesto de deseo, diciendo:
—¡Mmmm!, pero que cosas más ricas, son como dos caramelitos que me los voy a comer ahora mismo.
Rosa empezó a lamerles alternando entre los dos, e incluso se metió las dos pollitas a la vez en la boca, aumentando el disfrute y las sensaciones placenteras que produce en una mujer hacer un buen oral.
Rosa también se desnudó, por lo que pudimos ver su hermoso cuerpo, que no pasó desapercibido para nuestros hijos. Las aureolas rosadas de sus blancos pechos le daban un aire juvenil, remarcándose más todavía con su coño totalmente depilado, que se tocaba continuamente con los dedos para calmar la excitación que le estaba produciendo esta situación tan nueva para ella llena de morbo.
Los niños quisieron probar también esa leche que tanto les gustaba mamar y se pusieron cada uno a un lado para poner sus bocas en cada una de sus tetas ya bastantes hinchadas y que necesitaban que alguien las descargara un poco.
Eso debió de excitar mucho a Rosa que no quiso esperar más para empezar a sentirlos en su coño, pero estaba visto que ella estaba muy acostumbrada a todo tipo de variantes sexuales e indico a Alex que se tumbara para sentarse ella encima de su polla, mientras pedía al hijo de mi amiga que se pusiera detrás para que la penetrara por el culo, lo que debido a su inexperiencia le costaba hacer, pero con nuestra ayuda, pudo meter su pollita en el culo de Rosa y empezar a follarla al ritmo que ella iba marcando con mi hijo.
Esa imagen nos pareció de lo más perversa, y nos excitó tanto verlos así, que las dos madres empezamos a masturbarnos mientras les mirábamos, lo mismo que hacía la hija de Rosa, que miraba con atención como su madre disfrutaba de los dos críos.
Cuando nuestros hijos hicieron llegar a Rosa al orgasmo, nos mostramos orgullosas de ellos, que también habían disfrutado mucho con su nueva amante, que una vez recuperada, la preguntó a su hija:
—¿Quieres que ellos te la metan?
Su hija, que se notaba que tenía muchas ganas de que su madre la dejara follar, se mostró muy dispuesta a ser finalmente desvirgada.
—Sí, mamá, tengo muchas ganas ya, después de verte a ti tantas veces.
Por lo que nosotras la preguntamos a su madre:
—¿No decías que no querías que tu hija follara todavía?
—Con hombres mayores no, pero con vuestros hijos sí, porque son de su edad y como no la tienen tan grande, no le harán mucho daño.
Su hija era de piel blanquita como su madre, destacando en su cuerpo su vagina sonrosada y húmeda, ligeramente abierta, dando la impresión de que esa tonalidad rojiza era producida por el rozamiento con algo o por los frotamientos a la que la habrían sometido las manos de varios hombres que supusimos de forma habitual, y que quizás habrían propiciado el precoz desarrollo de su vagina para una niña de su edad, lo que nos sorprendió.
Ella se tumbó en la cama con las piernas abiertas, esperando a que mi hijo se pusiera encima de ella, pero su madre le paró y le dijo que primero la chupara el coñito para preparárselo bien para la penetración y ahí se puso él entre sus piernas para lamerle sus gorditos labios vaginales, dándole pequeños mordisquitos que la hacían gemir y lubricar gran cantidad de flujo provocado por la excitación.
Llegado a un punto, Rosa indicó a Alex que ya podía metérsela, lo que hizo con mucho cuidado, hasta que rompió su himen y pasado este pequeño dolor, empezó a hacer gozar a la niña con sus entradas y salidas, cada vez más rápidas, hasta que llegó un momento en el que a ella empezó a temblarle todo el cuerpo con pequeñas convulsiones que parecía que la dejaban sin respiración, pero lo que le sucedía realmente era que estaba teniendo su primer orgasmo con penetración, mucho más intenso que los que había podido tener con los amantes de su madre.
Aunque nosotras nos preocupamos por si le estaba pasando algo a la cría, su madre nos tranquilizó diciéndonos que era algo normal en niñas de estas edades, que todavía no están preparadas para soportar la intensidad de un orgasmo tan fuerte, pero que pronto sus cuerpos se acostumbraban a ellos, haciéndolos más placenteros todavía y realmente adictivos para ellas, como había podido comprobar en ciertos ambientes de sexo pervertidos que había frecuentado gracias a su disipada vida sexual.
Una vez desvirgada y recuperada, ella misma quiso probar también con el hijo de mi amiga y se sentó encima de él, empezando a moverse como tantas veces habría visto hacer a su madre, hasta que pronto le llegó nuevamente un nuevo orgasmo, aunque esta vez, parece que pudo controlar mejor su intensidad, concentrándose únicamente en gozarlo de una forma más relajada.
Estaba visto que la hija de Rosa parecía ya preparada para empezar a follar con los amantes de su madre y que su experiencia en el sexo crecería rápidamente con los sabios consejos de ella.
Por nuestra parte, este tipo de reuniones se hicieron más frecuentes, incorporando a otras amigas con sus hijos, pero eso forma ya parte de otra historia.
Muy buena, mucho morbo, ojala continúes la saga
Bastante excitación que terminé masturbándome.
Hermoso relato, muy excitante y morboso, me he vuelto fan de tus relatos
Un delicioso y excitante relato, que despierta la parafilia de quienes disfrutan de esas deliciosas y suculentas madres amamantando a sus críos, y quizás por la excitación de la lectura, nos haga fantasear en
convertirnos en vampiros blancos. Excelente relato.
Felicidades!