ME GUSTA EL CHUTO, PADRE FREDY. ¿TE GUSTA EL CHUTO,PUTITA? TENDRÁS MUCHO POR ESE CULO HAMBRIENTO. Por Putita Trav
Soy Juana, la loca o Joana, la crazy. Prometí contarles cómo me convertí en adicta al sexo anal con machos. Les traigo un relato de mis andanzas de putita que después de ser desvirgada por el padre Severino, entregué mi culo a cuanto fraile quiso hacerme la cola. El padre Fredy fue el facilitador d.
Soy Juana, la loca o Joana, la crazy. Prometí contarles cómo me convertí en adicta al sexo anal con machos.
Les traigo un relato de mis andanzas de putita que después de ser desvirgada por el padre Severino, entregué mi culo a cuanto fraile quiso hacerme la cola. El padre Fredy fue el facilitador de ese vicio que abunda en regimientos, embarcaciones, internados y…conventos. En todas aquellas partes donde la maquiavélica decisión de separar a varones de muchachas da como resultado que se dividan los fuertes que dan verga y los débiles y femeninos que la reciben gustosos de servir de descarga de sus rijosos compañeros.
Se me escapa que ello también abarca a las escuelas de primera enseñanza en que los más tiernos pollos son iniciados con caricias obscenas, agarrones de poto y obligados a mamar a quien lo deseara. No pocos fuimos sometidos a estos tratos con suma complacencia de mi parte que solo me retorcía con gemidos y sollozos de…placer.
Descubrí lo mucho que me excitaba ser deseado por algún compañero ya sea seductor o derechamente violador. Confieso que me gustaba más ser obligado a mamar, a dar el culo sometido a todo aquello imaginable cuando lo hacían en grupo.
Todo esto para retomar el hilo de lo ocurrido en el dormitorio del padre Fredy después de la cogida en el confesionario y con la nave principal de la catedral vacía de feligreses, pero llena de lujuria. A continuación, cuento lo que pasó.
Cuando ya iba a abandonar la iglesia, desde una columna sentí que me llamaba. Me acerqué y me cogió de un brazo y me dijo que no me dejaría ir, porque quería seguir culiándome. Yo protesté, pero sin mucha insistencia.
Me llevó hasta su dormitorio y cerró la puerta… La habitación estaba en semi penumbra por eso no pude ver a ciencia cierta que no estaríamos solos.
Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra, me sorprendió la escena.
En un rincón pude apreciar la gruesa figura del padre Willy que semi dobladlo y con la sotana remangada recibía la morena verga del acólito haitiano Gilbert, desnudo y agarrado de las pompas del cura mientras lo bombeaba con su gruesa manguera de dimensiones equinas.
En la cama, el padre JuanCa, entre suspiros y gemidos femeniles, era sodomizado por el africano Mbaka. Le había levantado una de las albas piernas lampiñas y la sujetaba con su mentón, mientras con frenesí enculaba al caliente y quejumbroso fraile. Siempre lo catalogué como el más maricón de todos.
El cura Luciano, de bruces en la alfombra, recibía con plena satisfacción la gruesa pichula del filipino Robert.
Sorprendido, me di vuelta hacia el padre Fredy y lo miré fijamente.
-Ya sé qué es lo que tendrás tú en esta fiestecita que celebramos cada vez que el molesto Severino se va a reunir con el obispo.
-Oh, padre, pero él no sabrá nada de esto.
– Me gusta que lo entiendas, putita, porque no deberás abrir la boca si quieres seguir recibiendo lo que más te gusta en esta partuzas que armamos acá en mi celda.
– No, padre. Me gustó mucho la follada que me dio y ahora espero que me diga qué debo hacer y mantendré mi boca cerrada para el padre Severino, pero no mis piernas ni mis nalgas, jijiji.
-Eres muy puta. Me dio una fuerte nalgada.
-Abrió un puerta y apareció u mocetón de unos veinte y pocos años. De inmediato reconocía a Ramón, el campesino que trabajaba en la chacra de la parroquia y se encargaba de las labores del campo. Se decía que era un adicto a la zoofilia y se culiaba perras, vacas y yeguas. La razón según las malas lenguas era su deforme aparato genital que, aunque no era de gran extensión, su cabeza era desproporcionadamente grande y deforme, que le daba aspecto de un pico caballuno, de ahí que las yeguas disfrutaban, mientras las otras especies, incluida la humana, resentían el coito con él.
Me asombré y le pregunté al cura si tendría que recibir esa penca en mi anhelante agujero.
-Así es y no solo eso, tendrá a tu disposición a todos esos folladores que están en acción con los putos frailes.
Esa afirmación me llenó de incertidumbre, pero también de deseo. ¿Sería capaz de resistir los embates de cada uno de ellos?
-¿Por quién quieres empezar, putita?
Elegí al filipino. Cada vez que me había encontrado con él, sentía que mis hormonas femeninas se alborotaban y pedían cercanía de ese ejemplar de varón. Su color de piel, moreno, bronceado. Su rostro agradable y bien parecido, le hacían confirmar que era un excelente amante. De soslayo miré la pichula que entraba y salía son sin dificultad del poto velludo y nalgón del cura Luciano.
Sus reclamos fueron callados cuando supo que la verga filipina sería reemplazada por la folclórica pichula de Ramón.
Observé los preliminares de la metida feroz que le dio al extático sacerdote. Con mucho susto vi que Luciano ponía los ojos en blanco cuando la monstruosa cabeza se introdujo en el culo bastante dilatado ya por el filipino, pero que solo era una parte de lo que necesitaba para tocar fondo.
Ya estaba consciente de lo que me esperaba y me dediqué a seducir a Robert. Desnudos ambos nos trenzamos en un abrazo muy esperado por ambos. Las lenguas hicieron su trabajo y se enredaban como la sierpe del paraíso. Me recorrían sus manos y me acunaban sus fuertes brazos. No pude resistir y me bajé a la altura de su chuto. Me pareció que era una berenjena por su forma y tamaño. Mi garganta no resistió el deseo de recibir su leche caliente, pero el muchacho tenía otro objetivo. Me tomó en sus brazos y me puso en cuatro. Abrí las nalgas con mis manos y le ofrecí mi culo ansioso. Su lengua inició un trabajo que me daba escalofríos cada vez que tocaba los pliegues del ano. Metió dos dedos y me abrió el poto para meter su lengua… Estaba en el cielo de las putas recibiendo ese delicioso beso negro que era como estar recibiendo una follada y no una lengua.
Cuando me ensartó el chuto, rodamos por el suelo, dando vueltas hasta quedar encima de él cabalgando como una amazona enloquecida. La descarga de semen se escurrió por su verga y mojó sus piernas y mis nalgas…
En ese instante, el africano MBaka me puso su anaconda en mi boca y me empezó a follar hasta atragantarme. Supe que debía dejar ir a Robert y recibir el sexo que había sodomizado al putito cura JuanCa. Robert tenía que reemplazar al africano porque ya JuanCa protestaba que le habían dejado un vacío que solo se llena con verga.
Después de soportar las embestidas rituales y la descarga del lechoso semen de MBaka, debí recibir los jugos del haitiano que tenía al padre Willy convertido en una maraca que, a cada empujón de chuto, pedía más y más. Cuando se lo sacó, sus protestas fueron rápidamente acalladas por la deforme pichula de Ramón que hizo lo posible por llenar ese culo.
Luciano se dio un respiro para permitir que su esfínter se relajara después de soportar a Ramón que en definitiva era el más cabrón de todos.
Ya estaba mentalmente preparado para darme ese tremendo gustazo de dilatar mi canal para recibir en gloria y majestad el pico del campesino que culiaba yeguas, perras y hasta vacas. Lo más raro era que este ejemplar de macho cabrío podía correrse y sin embargo, por la forma de su pene, siempre estaba rígido y dispuesto a partir coños y culos.
Se acercó a mí y sentí su aliento perruno que me invadió con una rara mezcla de repulsión pero que rápidamente se convirtió en morbo. Me hacia sentir una hembra animal que sería cogida salvajemente y sin ningún miramiento.
Bajé mis manos y toqué esa masa de carne y músculo y me sentí impulsado a lamer, ya que mamarla era una tarea ciclópea.
Mi lengua recorrió la intrincada geografía del pene monstruoso que tenía sabores de los culos anteriores en que había depositado su lascivia. Ello me puso a mil y soltó las amarras de las últimas ataduras humanas.
Ya me sentía animal y Ramòn captó ese estado y me dio lo que sentía que estaba necesitando: el chuto hasta que mi esfínter no podía dilatarse más y la rigidez de su pichula hizo de quedáramos pegados como dos perros callejeros.
Ramòn no solo tenia una verga deforme y monstruosa, sino que padecía de ciclos de priapismo que le impedían que su verga disminuyera su tamaño y revirtiera su rigidez evitando que se pusiera lacio.
Cinco horas duró ese episodio en que fui bombeado e inundado de sucesivas descargas de semen espeso que salía en finos hilos. En tanto, los demás se solazaban viendo la escena y no pocos fueron con sus chutos erectos a que los mamara y tragara su leche caliente.
El padre Fredy sugirió que para acelerar el proceso de despegue, nos orinaran. Lo que cada rufián hizo con mucho goce. Recibi semen y orina mientras estaba ensartado por Ramón. Aun así, tengo que confesar que haber soportado todo eso no fue un sacrificio o una tortura sino la mejor iniciación en sexo grupal que podía haber recibido.
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Valoren este relato y sigan los anteriores para conocer lo que les he prometido como llegué a sufrir la adicción al chuto y al placer de ser sodomizada.
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Siguiente capítulo me gusto
Hola, querida, en cuanto ví tu comentario de dispuse a escribir y resultó este que es la continuación.
Ojalá mis lectores comunes catan lo que deseen y yo estaré para servirles,
Y esta es la loca forma en que siendo pollo recibí las enseñanzas del sexo grupal con el caliente grupo de curas y sus respectivos ayudantes, novicios y pasantes que, elegidos de distintas partes del
Mundo, hacían las delicias de los libidinosos curas.
Espero continuar si hay interés en mis historias cachondas.