¿Me volví una perra por 50,000? – Parte 2
En esta segunda parte, Kat se lanza al abismo. Tras mandar a su bebé y su novio al parque, un tipo llega a su casa con $50,000 y una fantasía madre-hijo. Lo que empieza como un roleplay soso escala a dos horas de sexo brutal: mamadas, folladas en las tetas, y corridas por todos lados..
Después de ese chat, mi cabeza era un puto desastre. El tipo me había subido la oferta a $50,000 solo porque dejé de responder un rato, y mi coño no paraba de latir. Eran las 11 de la noche del sábado 21 de diciembre de 2024, Tooru dormía en su cuna, y mi pequeño estaba en el sillón con sus videojuegos, ajeno a la zorra en la que me estaba convirtiendo. “No te vayas, por favor”, escribió el cabrón, mandándome fotos de su cara de niño y esa verga monstruosa que me tenía empapada. No contesté, pero ya sabía que iba a hacerlo. Mi cuerpo lo pedía: mis tetas pesadas goteando leche, mi coño seco por un año y casi medio, y un estrés que me estaba volviendo loca. Me lo merecía, pensé.
A la mañana siguiente, planeé todo. Mandé a Tooru y a mi pequeño al parque del fraccionamiento. “Vayan a jugar un rato, hace buen día”, les dije, fingiendo una sonrisa de madre perfecta mientras mi cabeza ya estaba en esa verga de $50,000. Apenas se fueron, le escribí: “Hoy, mi casa, 2 horas. Trae el efectivo y todo lo que prometiste”. Respondió en segundos: “Ahí estaré, mamá”. El “mamá” me dio risa, pero también me mojó más.
A las 3 de la tarde, tocaron la puerta. Abrí, y ahí estaba: un chico de cara aniñada, ojos grandes, pelo desordenado, pero con un bulto en los pantalones que no mentía. Traía una bandeja de plástico como si fuera un mesero de mierda, y puso ahí su celular, lentes, y una carpeta con sus documentos: ID, historial médico, hasta una carta diciendo que no me haría daño. “Todo limpio, como dije”, soltó, con voz tímida pero firme. Se lavó los dientes en mi baño, se enjuagó la boca, y no olía a nada raro, solo a jabón. Era un puto maniático del orden, y eso me dio confianza.
“Vamos a mi cuarto”, le dije, caminando delante de él con mi vestido negro ajustado, mis tetas rebotando y mi culo meneándose. Él tragó saliva, siguiendo como perrito. “Empieza el guion”, me pidió, sentándose en la cama y sacándose la verga. Era aún más grande en persona: gruesa, venosa, con una cabeza gorda que brillaba. Empezó a pajearse lento, mirándome. Yo hice mi parte: abrí la puerta como si acabara de entrar, puse cara de sorpresa y dije: “¿Qué estás haciendo, pequeño?”. Mi voz salió natural, como cuando le expliqué a mi hermano cómo funcionaba su pija años atrás.
“Enséñame, mamá”, gimió él, acelerando la mano. Me acerqué, me arrodillé entre sus piernas, y agarré esa verga. Mis dedos apenas cerraban alrededor; era caliente, dura, y palpitaba como loca. Empecé a pajearlo, mis tetas colgando del escote, la leche goteando un poco por la mera presión. “Así, despacito, mi niño”, le dije, siguiendo su guion soso pero calentándome. Él estiró las manos y me agarró las tetas, apretándolas fuerte. “Son re-gordas”, gruñó, sacándome los pezones del vestido. Los chupó como becerro hambriento, la leche saliendo a chorros, y yo gemí sin querer.
“Chúpamela, mamá”, pidió, y no me hice de rogar. Me metí esa polla en la boca, la cabeza gorda llenándome hasta la garganta. Me la folló duro, agarrándome el pelo, mientras mis tetas rebotaban y la leche salpicaba. “Qué puta eres”, jadeó, y me la sacó para correrse en mis tetas. La lefa caliente me cubrió los pezones, mezclándose con mi leche, y yo estaba empapada abajo, el coño chorreando sin que me tocara.
“Fóllame las tetas”, le dije, perdida en la calentura. Me tiré en la cama, apreté mis chichis gordas alrededor de su verga, y él empezó a bombear. La cabeza asomaba entre mis tetas, rozándome la barbilla, y se corrió otra vez, salpicándome la cara. “Más, mamá”, suplicó, y volvió a metérmela en la boca. Me la tragué entera, ahogándome, hasta que otra corrida me llenó la garganta. Tragué sin pensarlo, el sabor salado mezclándose con mi leche.
Luego vino lo gordo. Me tiró boca arriba, me abrió las piernas, y bajó su cara a mi coño. Mi monte de Venus temblaba, los labios carnosos de mi chocha abiertos y mojados. Me lamió como experto, chupándome el clítoris con una lengua que sabía exactamente dónde ir. Mi cachorro solo me lo había hecho un par de veces, y mal, por su nula experiencia sexual; este cabrón me hizo correrme en minutos, gritando como zorra mientras mis muslos gruesos le apretaban la cabeza. “Otra vez”, jadeé, y me dio otro orgasmo, mis caderas temblando y mi coño chorreando en su boca.
“Te voy a follar, mamá”, dijo, subiendo sobre mí. Me clavó su verga sin condón, como acordamos, y mierda, me llenó como nunca. Mis tetas botaban mientras me cogía, chupándomelas al mismo tiempo, la leche saliéndole por la boca. “Eres mi puta, madre”, gruñó, y yo le seguí el juego: “Sí, mi niño, cógeme duro”. Me dio en misionero, mis piernas gordas abiertas, el culo rebotando contra el colchón. Se corrió dentro, caliente y espeso, y yo me corrí con él, el coño apretándolo mientras gritaba.
No paró. Me puso en cuatro, mi culo gordo en el aire, y me la metió otra vez. Me nalgueó, dejando marcas rojas en mis cachetes, y me folló como perro mientras mamaba mis tetas desde abajo. “Llena a mamá”, gemí, y se corrió otra vez, el semen goteándome por los muslos. Yo me corrí tantas veces que perdí la cuenta, el cuerpo temblando, las tetas aliviadas por fin. Fueron 2 horas sin parar, un maratón de verga y leche que mi cachorro nunca me dio.
Al final, se desplomó, jadeando. “Eres increíble”, dijo, sacando un fajo extra de $5,000. “Propina, porque me volaste la cabeza”. Se vistió, recogió su bandeja de mierdas, y se largó. Yo me quedé tirada, las tetas vacías, el coño lleno, y una calma que no sentía en meses.
Cuando mi pequeño y Tooru volvieron del parque, yo estaba duchada, el vestido negro en la lavadora, y $55,000 escondidos en una caja. Nadie supo nada, pero mi cuerpo sabía lo que había pasado. Esa noche dormí como muerta, pero al despertar el domingo, algo cambió. La culpa empezó a picarme, y supe que tenía que hacer algo con esto. Lo que hice después, eso viene en la próxima parte…
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