Mi amigo y su primito parte 4
Mario por fin logra reunirme con David, su pequeño amante para tener el mejor sexo de mi vida, hasta ese momento..
Muchísimas gracias a todos por sus comentarios, me disculpo por la demora en subir la continuación de este relato, pero me he visto envuelto en mucho trabajo que no me ha permitido seguir.
Después de la mejor videollamada que pude tener hasta ese momento, mi corazón latía desenfrenadamente. Aunque estaba a algunos kilómetros de distancia sentía como si hubiera estado en esa caliente habitación con Mario y David. Cuando mi compañero regresó a los departamentos a los días siguientes era como haber logrado juntos una hazaña, nos deleitábamos juntos reviviendo los morbosos detalles del encuentro que tuvimos y nos imaginábamos como sería estar juntos los 3.
Con las fiestas patrias llegó el encuentro tan esperado; la familia de Mario tenía por costumbre realizar una fiesta mexicana a lo grande. Al ser tan numerosos rentaban una terraza o jardín donde se disponían de distintos platillos típicos, de música y por supuesto, bebida. A estas fiestas no solo iba familia, sino que invitaban a distintas amistades entre las que me encontraba yo, invitado por parte de Mario. Los mayores utilizaban trajes alusivos a la Noche Mexicana mientras que los jóvenes optaban por ropa común sin mayor detalle que las típicas banderitas pintadas en las mejillas. Cuando llegamos Mario me presentó con sus padres, quienes me recibieron muy cordialmente sabiendo que era el mejor amigo de su hijo y poco a poco fuimos acomodándonos en una mesa con otras personas más o menos de nuestra edad entre primos de Mario y amigos suyos y los niños corrían de un lugar a otro, como suele suceder. David y su mamá aún no habían llegado.
Pasarían alrededor de 40 minutos desde nuestra llegada hasta que entraron junto con otras personas y entonces lo vi, puedo decir que fue un flechazo pervertido a primera vista. Era mucho más bello en persona que en la pantalla de un celular, ya sea en vivo o en grabación; su cabello liso castaño, sus enormes ojos claros y su piel blanca me hipnotizaron desde que entró, aunque él ni nos había notado siquiera. Mario me dio un codazo en el costado y me señaló con su cabeza en dirección al nene, como si yo hubiese ignorado su llegada. Aunque había otros tantos niños el resaltaba y yo no tenía ojos para ninguno hasta ese momento. Mi vista se clavó en él y mi verga empezó a abultarse en mis jeans como si tuviera vida propia.
Su madre se desprendió de él yendo a saludar a familiares y amigos y el pequeño encontró a Mario entre la gente y se dirigió corriendo a los brazos de su macho abrazándolo con tanta ternura que debe ser normal entre familia, pero que mi mente, enterada de sus actividades privadas, sabía que tenía un contexto mucho más íntimo. Mario cargó al pequeño y lo sentó en su regazo mientras me lo presentaba en voz baja para que nada de información se escuchara sobre la música.
-Mira David, ¿te acuerdas de mi amigo Diego? – preguntó señalándome a su lado, como si el niño no me hubiera prestado atención aún. Por toda respuesta David escondió un poco la cara en el pecho de Mario al tiempo que asentía, yo sin saber qué otra cosa hacer le ofrecí la mano a manera de saludo, aunque lo que quería hacer era tomar su cara entre mis manos y comerle esa boca rosada que tantas veces había visto devorar la verga de Mario. El extendió su manita y tomó la mía ceremoniosamente como si fuera un encuentro entre diplomáticos sin separar la mejilla del pecho de su primo.
Yo estaba muy nervioso y excitado y solo le dije “Me da mucho gusto conocerte” y él se rio. Como si midiera el riesgo en que se encontraba su hijo, la mamá de David lo llamó desde el otro lado del jardín para que saludara a alguien y el peque o dando un sobresalto salió disparado hacia ella.
“Ahorita se conocen mejor” me dijo Mario entre risas al ver que seguía a David con la mirada, y yo me reí nervioso. Poco a poco fuimos disfrutando de la comida, de las bebidas y de la fiesta en general. En alguna ocasión pasaba David por nuestra mesa y no hacía más que regalarle a su macho una picara sonrisa mientras seguía jugando con el resto de los niños de la fiesta. Pasamos así un par de horas tiempo durante el cual conocí y platiqué con Luis, Sergio y Daniela, 3 primos de Mario que compartían la mesa con nosotros y amigos de ellos.
Conforme avanzaba la fiesta fue cayendo la tarde y con ello bajando la temperatura y entonces nos dimos cuenta de que no traíamos nada para mitigar el frío que, aunque no era intenso, comenzaba a ser incomodo. Entonces Mario se levantó y regresó con dos gabanes, unas prendas que parecieran cobijas con un espacio al medio para meter la cabeza, con diseños mexicanos que había llevado uno de los tíos de Mario y que nos prestó. Con eso y unos tragos (moderados, por aquello de no dar mala imagen a la familia) todo fue más llevadero.
Después de un rato de estar platicando regresó David a sentarse de nuevo en el regazo de Mario y le dijo que tenía frio, este, como pudo, lo cobijó con lo poco que sobraba de su gabán, que no eran muy largos, pero le dejo descubiertas sus piernitas que apuntaban hacia mí. Entonces Mario levantó mi gabán y le dijo que las metiera ahí apoyando sus pies sobre mi muslo. Yo me reí, pero no por gracia, por nervios al tiempo que el niño me miraba entre tímido y tierno por ayudarlo a mitigar un poco el frio. Entonces corrí un poco mi silla hacia ellos, acercándome más para ayudar a Mario a taparlo mejor, por la posición en que estábamos, mi gaban quedaba algo tenso por lo que no se notaba lo que pasaba debajo y mientras retomábamos la plática con el resto de los comensales con toda normalidad posé mi mano en sus piernitas que, aunque era solo la parte más distal me dejaba sentir su calorcito a través de su pantaloncito. Con el movimiento de la silla ahora sus piecitos estaban reposando sobre mi bulto que no apreció mucho el peso y roce de sus zapatos.
Cubierto por la prenda aproveche para meter mi otra mano y levantar un poco sus pies para liberar la presión sobre mi verga mientras que con la otra mano levantaba cuidadosamente su pantalón, remangándolo para liberar un poco de su piel que moría por tocar. Y entonces comencé a acariciar suavemente con mis dedos sus chamorritos infantiles viéndolos de reojo de vez en cuando pude darme cuenta de que David sonreía con mis caricias. Así estuvimos un rato, no sé cuánto tiempo pasó, pero yo estaba nervioso y excitado tan solo con sentir la tersura y suavidad de su piel infantil. Entonces, como si fuera lo más normal del mundo saqué sus zapatos sin desabrocharlos y le dije que me estaba lastimando, pero que así estaría más cómodo. Coloqué sus zapatos en el suelo y cuando recuperé mi posición original pose sus taloncitos sobre mi bulto que ya estaba durísimo y entonces las caricias fueron más libres y variadas. Acariciaba suavemente tratando de no delatar movimiento, cubierto por la mesa y por el gaban recorría sus muslitos y sus piecitos tibios aun con calcetines. Le estaba dando un pequeño masaje que el disfrutaba con su mejilla apoyada sobre el pecho de Mario. Me moví un poco dentro de mi silla para acomodar mi bulto de forma que, utilizando mi mano, comencé a sobarme la verga con la planta de su pie infantil. El por supuesto que lo notó, pero no dijo ni hizo nada, estaba disfrutando con los ojos cerrados como si estuviera durmiendo cobijado por su primo mayor. Primero un pie, y luego el otro, mis dedos acariciaron y recorrieron sus chamorritos y sus plantas no sé cuántas veces en el tiempo que estuvimos en esa posición mientras que mi verga mojaba mi bóxer tanto por la adrenalina de estar acariciando indebidamente a un niño en un jardín lleno de gente, como por la estimulación que sus piecitos ejercían a mi voluntad.
No sé en realidad cuanto tiempo habrá pasado pero el momento fue interrumpido por la mamá de David que vino a buscarlo porque ya se iban. Cuando David protestó que no quería irse, Mario intervino diciéndole a su tía que lo dejara quedarse, que al fin de cuentas al día siguiente no había escuela, que podía llevárselo a su casa y que al día siguiente él lo llevaría con ella. Después de pensarlo por tan solo unos segundos, la tía accedió, después de todo era Mario quien siempre cuidaba de David, ¿qué podía pasar?
Cuando la tía se había retirado sonreí a Mario y cuidando que nadie más escuchara le dije: anda cabroncito, te vas a dar vuelo hoy ¿verdad?, asumiendo que cuando decía hablaba de “la casa” se refería a su casa familiar y que yo regresaría a mi departamento. Entonces Mario hizo una simple y corta aclaración: “Nos” y me cerró un ojo.
Mi corazón latía a galope, y mi verga recuperó de inmediato la dureza que había perdido por la aparición de la mamá de David. Mario estaba echando a andar un plan sin decírmelo, pero sabía que me iba a gustar. Pasados unos 30 minutos, Mario me dijo que le pusiera los zapatos a David porque ya nos íbamos. Los tres nos incorporamos y fuimos a despedirnos de los papás de Mario y ahí entendí el plan.
M: Ma, nos vamos a ir a la casa ya David ya tiene sueño. Diego se va a quedar ahí con nosotros, no hay bronca ¿verdad?
Su mamá dijo que no había problema pero que no había necesidad de irnos, que podían dejar a David dormir en algunas sillas desocupadas y que nosotros disfrutáramos la fiesta. Lo que ella no sabía es que nosotros íbamos a una fiesta más interesante.
Después de simplemente rechazar la idea Mario sacó su teléfono y pidió un taxi de aplicación, y nos fuimos hacia la banqueta a esperarlo, mientras llegaba, Mario se fumó un cigarrillo. Cuando estuvimos solos, ya fuera del jardín Mario se sintió con la libertad de ser más descarado con sus verdaderas intenciones. Acariciando la carita de David le hablaba como si yo no estuviera ahí.
M: Te vas a portar bien ¿verdad putito? – a lo que el niño solo sonrió y asintió con la cabeza. Esa forma de tratarlo me volvía loco, no tanto por lo que Mario dijera, sino por la naturalidad y sumisión que David mostraba.
Como si nada le importara estar en la calle, Mario levantó mi gaban y señalando a mi bulto le dijo a David: “Mira, esta te vas a comer ahorita que lleguemos. Mi amigo piensa que eres un putito muy lindo y por eso te va a dar permiso de que juegues con su verga. Dile gracias” y el niño simplemente sonriendo me miró y me dijo “Gracias”. Cuando las luces de un coche alumbraron la calle, Mario soltó el gaban y tiró la colilla del cigarro viendo la pantalla de su teléfono anunciando que el transporte había llegado.
Nos subimos y en completo silencio pasamos los 15 o 20 minutos de trayecto. En cuanto Mario abrió la puerta de la casa dijo en voz alta, sabiendo que estábamos solos: van a dar las 11, tenemos como 3 horas para nosotros solos. Mi mejor amigo había aprovechado la fiesta para darme el mejor regalo de mi vida.
Caminamos hacia su recamara los 3 juntos, al entrar mandó directamente a David al baño: Órale putito al baño, ya sabes que tienes que estar limpiecito. El niño obedeció sin dudarlo dejándonos a nosotros solos en la recamara. Mario me abrazó y comenzó a besarme de manera caliente mientras me decía lo rico que lo íbamos a pasar los 3. Nos sacamos los gabanes y quise quitarme la camisa, pero el me detuvo y me dijo: Espérate ansioso, al niño le gusta abrir sus regalos y entre risas se fue hacia el closet, sacó una piyama y me dijo: esta vas a usar tú, pero no hoy, hasta mañana. Me volvió a besar unos minutos y luego me tiró en la cama y me dijo que ahí esperara, que no hiciera nada, que iba a pasar la mejor noche de mi vida pero que tenía que hacer lo que el dijera que era simplemente quedarme tirado en la cama.
Se fue y volvió con un David desnudo, temblando de frio envuelto en una toalla. Medio me enderece para poder verlo levantando simplemente mi espalda de la cama. Mario era el director y David y yo sus actores. Nos fue dando instrucciones que tanto David como yo seguíamos al pie de la letra.
M: Mira putito, tienes otro macho para jugar (el niño sonreía nervioso). Quítale sus zapatos, no pueden jugar vestidos.
El niño quito mis zapatos igual que yo lo había hecho con él durante la fiesta. Mario tomo la nuca de David y pego su cara a las plantas de uno de mis pies mientras le decía “huele putito, así huelen los pies de tu nuevo macho. Bésale los pies como besas los míos”. Mi cuerpo se llenó de electricidad al sentir sus manitas tomar mi pie, casi del tamaño de su cara y pegar sus labios a mis plantas aun con calcetines puestos.
Entonces me entregué al morbo y no fui el único; mientras yo echaba mi cabeza hacia atrás con los ojos cerrados disfrutando de las caricias del pequeño, él, arrodillado al pie de la cama, dejaba fluir su propia lujuria infantil, sembrada por el director de escena que lo alentaba. Los piquitos con los labios casi cerrados y las caricias con sus pequeños deditos por encima de las calcetas cambiaron súbitamente a pequeños mordiscos juguetones, a sentir su cálido aliento mientras me quitaba uno de los calcetines y me dejaba sentir sus labios, su lengua, sus pequeños dientes. Metía el dedo gordo de mi pie dentro de su boquita y lo chupaba como aludiendo a la cabeza de una verga que quería saborear. El pequeño chupaba y lamia todo, mis dedos cuando no estaban dentro de su boquita tibia se sentían fríos por la humedad de su saliva que dejaba en ellos. Primero un pie, luego el otro y lo más morboso de todo es que David lo disfrutaba tanto que soltaba gemiditos de placer que llegaban hasta mis oídos después de rebotar por toda la habitación. Con todo y lo excitante que eso era, yo necesitaba más, mi verga dura a reventar atrapada en mi pantalón necesitaba más.
En un movimiento rápido que fue sorpresivo hasta para mí, me senté rápidamente poniendo mis pies descalzos sobre el suelo. La cabecita de David quedaba a la altura perfecta, donde antes estaban mis pies ahora estaba mi bulto apretado, tomé la nuca del niño y la restregué tal vez un poco violentamente sobre la erección que, al final de cuentas, era su culpa. Después de frotarme un rato el bulto con su carita, con el mismo mechón de cabellos del que lo tenía sostenido, tiré de su cabeza hacia atrás e inclinándome hacia el frente le dejé caer un montón de saliva directamente sobre su boquita abierta, el solo tragó y me miro sonriente, mientras instintivamente llevo una de sus manitas pequeñas a sobar mi bulto donde mi verga amenazaba con reventar mi pantalón.
Sin soltarlo ni bajar su cara que seguía mirando hacia arriba se apoderó de mi ese deseo de poseerlo, de dominarlo, de usarlo como había visto que lo usaba su primo hasta saciar mis instintos. Le ordené firmemente que desabrochara mi pantalón, cosa que hizo sin chistar y sin intentar liberar su mechón de cabello de la firmeza de mis dedos.
En cuanto sentí el pantalón desabrochado me levanté y lo dejé caer hasta mis tobillos y me volví a sentar, aun sosteniendo al nene por su cabello y empujé su carita hacia mi pelvis. Restregué mi bulto duro aun dentro de mi bóxer negro apretado que ya estaba mojado por mi liquido preseminal entre movimientos de mi mano guiando su cabeza y movimientos de mi pelvis para no dejar el contacto nunca, miré hacia donde estaba Mario, sentado en la silla de la computadora, completamente desnudo masturbándose mientras veía a su amante y amigo comportarse como un pervertido con su pequeño primo.
Lo separé un poco de mi verga y volví a levantar su carita hacia mí, estaba rojita, respiraba con la boca abierta llena de excitación y ver eso en un niño es tan morboso, sabía que lo tenía a mi disposición y pensaba aprovechar cada minuto con esa criatura.
“Quieres verga putito?” le pregunté poseído por el morbo de dominarlo a mi antojo. Trató de asentir con la cabeza, pero al tenerlo tomado por el cabello le fue imposible, entonces le dije que hablara, quería oírlo.
“Si”- me dijo mirando desde el suelo.
“Si, ¿qué? Putito”- le contesté
“Si quiero verga” – me dijo cerrando un momento sus ojitos como si le costara mirarme mientras me pedía algo que claramente deseaba.
Decidí cumplir su deseo y seguir dándole órdenes, pero el director de escena me interrumpió desde su silla “Bájale el bóxer David” seco, conciso y claro. El nene obedeció sin dejar de mirarme, bajando mi bóxer hasta dejarlo junto a mi pantalón alrededor de mis tobillos. Como pude, sin perder el equilibrio ni soltar su cabello, moví mis pies para liberar mi ropa mientras sentía como su manita tibia y suave sujetaba por primera vez mi verga dura, bastante lubricada alrededor de la base. Desde su silla nuestro director seguía ordenando.
“David, pégate en los cachetes con tu nueva verga para jugar putito”. Él lo hacía tan naturalmente, como si no fuera la primera vez que lo veía. El sonido algo humedecido de mi verga pesada chocando con sus mejillas me tenía loco, su carita de calentura me llevaba al cielo.
“Mámasela putito” – Escuché decir a Mario, y al instante vi como su la boquita infantil del niño que tenía de rodillas frente a mi se abría para recibir mi verga dura, y entonces mi alma salió de mi cuerpo. La sensación de su boquita tierna, pequeña, tibia y húmeda era lo más parecido a conocer el paraíso. David era un putito comevergas en toda forma, mamaba con hambre, con deseo. Su boca infantil saboreaba cada centímetro que entraba y salía de ella mientas sus ojitos claros me miraban expectante, con deseo de aprobación. Entonces llegó una orden que estaba a medio segundo de aplicar sin necesitarla “Cógele la boca”.
Mi pelvis parecía poseía por el más lujurioso de los demonios, de adelante a atrás metiendo y sacando mi verga tiesa cada vez mas y mas adentro de aquella paradisiaca abertura. Desde donde estaba fui consciente de todo, mis sentidos estaban exacerbados por el placer de lo prohibido.
Veía las gotas de mi propio sudor recorrer mi piel por sobre los músculos, desde el pecho hasta perderse en mi vello púbico recortado, pero algo crecido y de ahí surgía mi verga dura que se perdía y surgía de entre sus labios rosas que la devoraban como esperando premio. Entonces lo tomé por la nuca y enterré mi verga hasta el fondo. Sentía cada centímetro apretada por distintas porciones de mi pequeño amante. Mi glande gordo había pasado su garganta apretando sus vías aérea, el resto llenaba su boca con la misma precisión que un dedo llena un guante. No tenía ni un centímetro de piel libre, todo estaba aprisionado por lengua, por su paladar, por sus labios, incluso por sus dientes y mientras su nariz se hundía en mis vellos en la base de ella. El olor a verga y sexo que no podía entrar a sus pulmones porque mi verga le impedía el paso al aire llegaba hasta mí. Sus pequeñas manos intentaban sin éxito empujar mis grandes muslos para liberarse, buscaba aire y yo disfrutaba demasiado tenerlo, así como para soltarle.
Después de unos segundos que parecieron eternos para mí, por el placer que sentía y para él, por la falta de aire, lo solté para que pudiera respirar, cosa que hizo tosiendo un poco para luego recibir de nuevo mi verga en su boca. Esta vez no faltaba mucho para llegar al clímax y ya no había descanso. Tomé su cabecita por la nuca y comencé un mete y saca frenético llenando con mis jadeos el cuarto junto con el sonido de la succión húmeda y los pequeños jadeos excitados de David.
No se cuanto tiempo pude sostener el orgasmo que era inevitable, pero al llegar no tuve ni oportunidad de avisarle, simplemente dejé salir en su boquita 6 o 7 chorros de semen que llenaron su boquita mientras intentaba tragar todo. Sentía la electricidad recorrer mi cuerpo, el sudor frío por toda mi piel mientras algo escurría de la comisura de sus labios cayendo al suelo donde había un diminuto charco de su saliva, mezclada con mi liquido preseminal que había caído durante el delicioso sexo oral que me había regalado el pequeño David.
Y la fiesta, apenas comenzaba.
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