MI CITA A CIEGAS DE LATINCHAT EN 2005
Era 2005, el año en que los tonos polifónicos todavía estaban de moda y las salas de chat eran como junglas de misterios digitales. Yo, Laura Sofía —divorciada, instructora de zumba en Lisboa, madre de dos hijos adolescentes y todavía con más curvas que paciencia, tengo piel morena de padres Caribeñ.
Nunca planeé volver a sentir mariposas por alguien. Y mucho menos por alguien que conocí en LatinChat.
Era 2005, el año en que los tonos polifónicos todavía estaban de moda y las salas de chat eran como junglas de misterios digitales. Yo, Laura Sofía —divorciada, instructora de zumba en Lisboa, madre de dos hijos adolescentes y todavía con más curvas que paciencia, tengo piel morena de padres Caribeños—, entré una noche por puro aburrimiento. Mi seudónimo: “SaborSofía”. Un clásico con azúcar y doble intención.
Y ahí apareció él. “PersaAndaluz_25”.
No decía mucho al principio. Usaba palabras cuidadas, no las típicas frases baratas. Era dulce, algo tímido, pero con ese humor seco que te desarma cuando menos lo esperas. Le pregunté su edad y me dijo “25”.
Yo, por supuesto, mentí también. Me quité unos diez años. Total, ¿qué era una mentirita en ese mundo sin rostros?
Nunca nos mandamos fotos. Fue un pacto tácito, casi romántico: solo palabras, imaginación y promesas ambiguas. La conexión creció como en las películas: lenta, con chispa, y con esa tensión rara que hace que se te acelere el corazón aunque no haya nada físico aún.
Después de semanas de conversación, le solté la locura.
—Voy a Málaga. A conocerte.
Él tardó en responder. Luego dijo:
—Es enserio?… Hay una cancha de fútbol olvidada, detrás de un centro deportivo. Nos vemos ahí. Es tranquila.
Sonaba clandestino. Perfecto.
Llegué con el sol apretándome la espalda y el nerviosismo apretándome el estómago. Me puse jeans ajustados, una blusa ligera que dejaba ver el hombro y un moño alto improvisado. Miro a lo lejos… y ahí estaba él.
Alonso.
Alto, piel canela, cejas marcadas y una expresión que mezclaba nervios y curiosidad. Flaco, algo velludo en los brazos, y con una camiseta que no escondía que aún no tenía el cuerpo completamente formado. Caminaba hacia mí con pasos torpes, como si dudara que era yo.
Nos miramos. Y el silencio fue brutal. Él pestañeó varias veces antes de hablar.
—¿Laura Sofía?
Asentí.
—¿Alonso?
Se rascó la nuca.
—Tengo que decirte algo…
—Yo también.
Y ahí, en medio de una cancha con césped reseco y un balón olvidado cerca del poste, nos confesamos la verdad.
—Tengo 17 años —dijo él, sin poder mirarme directo.
—Yo tengo 38 le dije. Dos hijos. Un divorcio y un millón de dudas.
Nos miramos. Yo esperando una excusa para reírnos y salir corriendo. Él parecía igual de vulnerable.
Pero algo raro pasó: nos reímos. No por burla. Por el alivio de haber dicho la verdad, y aún así seguir ahí. Ninguno se fue. Ninguno huyó.
Nos sentamos en el borde de la cancha, bajo la sombra que apenas ofrecía una estructura metálica oxidada.
—¿Y ahora qué? —pregunté, cruzando las piernas, con esa voz que uso cuando intento sonar más fuerte de lo que me siento.
—Ahora… quiero conocerte. Con todo lo que ya sé —me dijo—. Incluso con tus hijos. Incluso con tu divorcio.
—¿Incluso con mis estrías?… Pero tu podrías ser hasta uno de mis hijos.
—Especialmente con tus estrías —dijo, bajando la mirada como si fuera un secreto que no debía decir en voz alta.
El calor parecía más denso de pronto. Lo vi tragar saliva, rozarse las manos, acercarse apenas. No me tocó. Pero su cercanía tenía esa electricidad que hace que una parte de ti despierte después de años dormida.
—¿Y tú? —le dije— ¿Qué haces en una cancha con una mujer más de veinte años mayor?
—Quizás… buscaba algo real. Algo que no se sintiera como un juego de mi edad. Y tú…
—¿Y yo?
—Tú me haces sentir que no necesito fingir nada.
Ese comentario me estrujó el pecho. No era un hombre con experiencia ni grandes discursos. Pero sus palabras tenían el peso de quien habla desde el deseo y la sinceridad.
Nos quedamos ahí hasta que el cielo empezó a teñirse de naranja.
Me confesó que yo era la primera mujer que él se animaba a conocer, y que me citó en ese lugar porque no conocía otro lugar seguro. – ¿Te arrepientes qué aun soy un chaval?
No aún – – Le dije.
Hubo un roce. Su rodilla contra la mía. Su aliento cerca del mío. Y una tensión tan deliciosa que si alguien hubiera pasado por la cancha, habría podido olerla.
—¿Puedo darte un beso? —preguntó.
—Si prometes no mentirme más.
—Ni una palabra falsa —me respondió.
[Alonso procedió a darme un largo beso, algo inexperto pero lleno de pasión…. Luego siento como su mano se posa sobre mi pierna]
Le correspondí colocando mi mano sobre su pierna también, aunque estaba algo tembloroso, como si las piernas le quisieran salir corriendo… Pero sin querer, toque su entrepierna.
—¿Está bien si toco aquí? —pregunté algo confundida, pues Alonso solo era un chaval de 17 y yo una mujer madura de 38.
—Si por favor, no pares!
—Mientras aún seguía besando a este crió, mi mano suavemente hacia un movimiento de arriba abajo sobre en pantalón de Alonso — Paró y me miró incrédulo de lo que estaba pasando.
—¿Lo saco? —preguntó casi tartamudeando de los nervios.
—No te preocupes, yo lo hago por ti.
[Aloso se puso de pie frente a mi, y yo instintivamente me arrodillé frente a él y procedí a bajarle la pantaloneta y el bóxer…. Era una sensación indescriptible, como un corrientazo que corría todo mi cuerpo]
—Disculpame, no me he rasurando los guevos, no pensé que llegaríamos tan lejos — Dijo con su voz avergonzada de adolescente.
—No te preocupes, estas perfecto.
[Al bajar el bóxer saltó a la vista un miembro viril muy duro, las venas marcadas con un grosor envidiable, una cabeza grande y un largo de quizá 17cm, peludo y con un olor que me estaba volviendo loca]
Agarré su polla por la base, y la llevé directo a mi boca… Yo tenia quizá 1 o 2 años desde mi última relación y no podía desaprovechar esta oportunidad.
—Oh siii porfavor sigue, que mamada más buena! — Dijo con su voz llena de placer, mientras que yo con mis manos exploraba su velludo abdomen adoslecente y seguía con tremenda pollas en mi boca.
—Haz de haber estado con muchas chicas antes — Le dije, intentando ver su reacción.
[Bajo la mirada, yo me había vuelto a meter su polla en mi boca y con mi lengua recorría toda su cabeza, intentando probar cada milímetro]
—¿Prometimos no mentirnos cierto? —me dijo, intentando mantener la compostura mientras yo se lo chupaba.
—No te preocupes — Le dije — No estas obligado a decirme.
— Eres la primera — respondió.
[Baje sus pantalones por completos e hice que se sentará bajo las gradas… Y me empecé a quitar mis pantalones frente a él…. Dejé notar mi cadera y glúteos voluminosos, herencia Latina, y una tanga blanca qué era lo único que tenía debajo]
—No te molestará entonces si hago esto, no? — Le dije con una voz suave justo en su oído derecho— He sentido como ha vibrado todo su cuerpo.
—No claro que no, no me molesta, estoy listo! — replicó instantáneamente.
[Colocando una pierna a cada lado de él, hice mi tanga blanca a un lado y haciendo una sentadilla, tomé su polla adolescente dura de 17cm con mi mano y la dirijí directo a mi entrada vaginal… Y me dejé caer sobre él]
— Ahhhhhh joder!… Que rico! — exclamó Alonso.
— Oh siii, quiero que me hagas tuya!— exclamé yo, con la mente nublada y sin pensar que este chaval podría ser mi hijo, solo tiene 17, ¿Por qué me vuelve loca?
[Empecé a saltar sobre él y he sacado mis tetas; atónito no sabe que hacer, y mientras seguía penetrandome y yo sintiendo cada centímetro de su pollas en mi, he tomado su cara, le he dado un beso, y lo he llevado directo entre mis dos tetas]
—Joder qué rica estas! — Dijo sin ningún pudor y poseyendome totalmente debajo de las gradas de ese patio de fútbol — Estoy sintiendo como cda centímetro de este chaval y entra y sale de mi sin parar.
—Creo que me corrió, me corro! — dijo él, mientras siento como estira sus piernas y su polla dentro de mi empieza a palpitar y soltar litros de leche qué inundan cabidad dentro de mi coño.
[Muy cuidadosamente me levanto y dejo caer todo ese líquido que ahora sale de mi vagina y chorrea por mis piernas… Alonso está casi pálido, y muy sudado, como si hubiera jugado un partidos de 90 minutos, aunque todo esto pasó en menos de 20]
— Nos miramos el uno al otro, sin saber que decir o explicar que ha pasado… No me había corridos así en mi vida — dijo él.
— Le di un beso lento, como de despedida, me limpié un poco y me empecé a vestir de nuevo.
—¿Prometimos no mentirnos cierto? —Le dijé, intentando mantenerme en pie después de tal follada que me ha dado este chaval.
—Así es, porqué lo dices? — Me preguntó — No te gustó, lo hice mal?.
— Lo haz hecho de maravilla — repliqué — pero puedes ser mi hijo, y estar contigo me puede traer problemas… Creo que no deberíamos vernos más.
Nos despedimos con una mirada larga. De esas que dejan el cuerpo temblando.
Y mientras volvía al hotel, sentí que por primera vez en años, alguien me había mirado no como madre, no como mujer divorciada, sino como una mujer que aún podía hacer vibrar a alguien con solo una sonrisa.
A pesar de tener una reserva en el Hotel, esa misma tarde regresé a Lisboa, pero ahora confundida y con un mezcla de emociones que no podía explicar.
– FIN –
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!