Mi dócil sobrinito bebé V (o simplemente Caramelo)
No nos olvidemos de mi otro bebé, el adolescente pervertido de José Carlos, que entró en una espiral de lujuria..
El encuentro con mi ex cuñado me había dejado a mil, nunca imaginé chuparle la verga a un hombre y lo disfruté muchísimo, pero obvio, lo que más me calentaba era que le estaba consiguiendo más hombres a Caramelo, quería que mi niño fuera lo más feliz posible comiéndose todas las vergas que el quisiera, en eso estaba cuando caí en cuenta que solo había sido estrenado por José Carlos, dichas así las cosas, había llegado el momento que el culito de caramelo subiera de calibre y por fin poder sentir sus apretadas carnes infantiles abrazando mi pico.
Fui a buscar a mi Caramelo que andaba jugando a esconderse de mí, así que le seguí el juego un rato, me escabullí detrás de él y lo sorprendí por la espalda, dio un saltito del susto y luego se puso a reír a carcajada, le hago la señal de abrirle los brazos y se me tira encima a abrazarme y besarme. Lo levanté y me puse a haciendo como si lo lanzaba al aire para luego recogerlo antes que cayera. Mi bebé no paraba de reír, lo que me hizo muy feliz. Nos quedamos quietos algo agotados, aun sosteniéndolo en mis brazos lo abrace y le di un beso en la boca, mi bebé respondió como todo un experto, movía su lengüita dentro de mi boca, con una entrega y sumisión que me enternecía por un lado y por otro desataba mi lado más animal de poseerlo de una buena vez.
Lo llevé a la cama y lo dejé suavemente. Le saque de a poco su ropita mientras él me miraba regalándome su tierna y pícara sonrisa, sabía lo que venía y lo se le notaba que lo deseaba, José Carlos lo había estrenado y entrenado bien. El niño se revolcaba de gusto a mis caricias en la cama; solito abrió sus piernecitas apenas le saque sus calzoncitos, quedó expuesto su pequeño pene que me lo metí completo en la boca mientras con la lengua le lamía su perineo, lo puse boca abajo para enamorar su culito con mi boca, el que se abrió al sentir mis lamidas. Lo senté en mi cara para llegar lo más adentro con mi lengua, el se movía feliz haciendo como que cabalgaba sobe mi cara entregándome el hoyito a cada sentada, que yo aprovechaba para succionar su esfínter.
Llegada la hora lo puse de costado y unté copiosamente de lubricante su entrada, también me unté el pico y le puse la punta en su entrada a la gloria, instintivamente se movió hacia adelante, por lo que lo sujeté y le tiré hacia mí, haciendo que entrara la cabeza de un golpe, Caramelo pegó un gritito al sentir la diferencia de grosor de mi pico con la de José Carlos, pero aguantó. De ahí en más me dejé llevar por la rica sensación del agujerito más apretado que había sentido y que seguramente hubiera sentido cualquiera. Mi bebé se quejaba profusamente y hasta lo sentí llorar entre resoplidos y suspiros, no era para menos, estaba sintiendo el pico más grueso en su corta experiencia de putito. Le tomé la cara y lo giré hacia mí, tranquilo mi amor, le dije, ya se acostumbrará tu culito, con su carita toda mojada por sus lágrimas asintió. “Shi quero, pero lele un poquito, me gusta mucho pico mí”. Me calentaba mucho cuando hablaba haciéndose más el bebé aun, lo abracé con todo mi cuerpo, me puse encima casi aplastándolo con mi peso y empecé a bombear muy duro, casi saltando encima, llegué a sacar el pico completo hasta meterlo de nuevo, incluso pude sentir mi propia verga en su pancita al sujetarlo con mi mano. Después de un largo rato dejé mis mokos en la corrida más espectacular que recuerde, mi Caramelo quedó exhausto, con su culito completamente lleno de mis leches. Pensé que Caramelo tardaría en recuperarse, pero apenas unos minutos después empezó a dar saltitos en la cama y a reírse de todas las tonterías que hacía, saltaba como una cabrita del cerro, pero completamente desnudo. Me hacía tan feliz ¡Cómo amaba a mi Caramelo!
Yo seguía haciendo mi vida normal, pero mi mente se había abierto y estaba con las antenas muy sintonizadas ante cualquier estimulo, veía sexo en cada cosa, por todas partes, cosas que antes pasaban desapercibidas, ahora se exponían con otra percepción, todo un mundo escondido. La gente respira y transpira sexo, lo esconde y lo disimula, pero había aprendido a verlo y también me sentía expuesto a los demás, cuando salía con Caramelo podía ver en sus miradas que adivinaban lo que hacía con él, eso me excitaba y aprovechaba de lucir a mi niño lo más que podía, en el parque, en el centro comercial y en todas partes.
En esos paseos estaba, mirando a los personajes que deambulan sin aparentemente nada que hacer, pero cada uno con un propósito. En el parque intercambian miradas, exponen sus pasiones con los ojos, sus deseos de sexo ante los demás, que responde también con miradas por un “de acuerdo” Se tocan sutilmente la entrepierna y mojan sus labios con la lengua. Todo ese espectáculo me tenía muy duro que me senté un rato sobre la hierba y posé a Caramelo encima de mí, nada anormal de un padre que descansa con su hijo, pero en realidad estaba apretando mi pico contra su culito y el niño lo disfrutaba pegando pequeños brincos y restregando con sus nalguitas el trozo de carne que ya había aprendido a comerse. Más de un vago y algún papá que paseaba también con su hijo se dieron cuenta, me lo dijeron con los ojos y yo asentí con los míos.
Regresé en la tarde después de cerrar la pastelería ya que este parque quedaba relativamente cerca, aunque alejándose de la ruta de regreso a mi casa, pero algo me atraía a ir a ese lugar, con las sombras de la tarde que se apresta a transformarse en noche, cambia la visión de todos, los faroles se alejan de algunos recovecos y algunas siluetas se difuminan.
Me quedé viendo un rato a dos tipos medio mal agestados, de unos 25 años, como delincuentes con esa mirada desafiante y provocativa, lo que me enganchó de ellos es que eran muy atractivos, con unas facciones duras y varoniles, creo que los había divisado antes cerca de la pastelería y me había causado cuidado por su aspecto, temí en su momento que fueran asaltantes. Estos tipos miraban fijamente hacia un sector y comentaban entre ellos, como si planearan algo, se miraban y gesticulaban y volvían a mirar a su objetivo, que desde donde yo estaba no alcanzaba a ver. Me corrí disimuladamente para descubrir que miraban y tuve que contener mi sorpresa, estaban intercambiando miradas con mi José Carlos, quien apoyado en un árbol les sonreía y los provocaba manoseándose el cuerpo, sobre todo las nalgas, disimuladamente para el resto, pero muy obvio para estos tipos, quienes antes de marcharse le hacen un gesto para que el adolescente de dieciséis años los siga.
No podía creer que mi José Carlos llegara a ser tan puto, de andar buscando hombres en la calle y que hace solo un momento se despidiera de mí, es cierto que estos días no habían sido tan intensos, pero no habíamos dejado de lado unas arrancaditas en mi oficina, incluso en una bodeguita en la trastienda, quizás para el era poco o quizás mi adolescente de verdad era insaciable. Como sea, verlo ahí me provocaba sensaciones encontradas, celos, ganas de protegerlo, pero especialmente mucho morbo, debo reconocer que siempre voy a aceptar con gusto las perversiones que vayan haciendo y descubriendo mis amores, ahora José Carlos y mañana Caramelo. Me arriesgué a seguirlos para ver donde iban. Pasado una calle que bordea el parque había unas murallas en un peladero que yo no había visto en la cual se metieron esos individuos y José Carlos. El lugar era muy lóbrego y olía muy fuerte, olor a sexo, a orines de hombres. Pronto se fueron descubriendo figuras que a estas horas eran mas sombras que nada, figuras que deambulan con paso cansino, que se escondían y aparecían, que se contorneaban y provocaban. Pude distinguir la silueta de José Carlos rodeado por los dos hombres que lo tenían arrinconado, me puse a una distancia para observarlo. Ellos habían entrado en un evidente juego sexual, las manos grandes de sus amantes lo recorrían por completo, metiéndose entre sus piernas y sus bocas le comían el cuello y la nuca mientras él se entregaba a ese magreo contorneándose entre los cuerpos de los hombres que le ganaban en contextura y estatura, como era de esperarse de solo un adolescente. Otros hombres empezaron a rodearlos para disfrutar del espectáculo, todos con sus vergas afuera masturbándose, yo también me acerque más y también había sacado mi verga que estaba durísima y deseosa de ser comida, no paso ni un minuto cuando un par de lenguas se ocupaban de ella, eran un pendejo apenas mayor que José Carlos y otro ya mucho más mayor, que fácilmente podría ser el papá.
Me apoye en una pared sucia para no perder el equilibrio ante las arremetidas de mis mamadores desconocidos y para ver el espectáculo que estaba dando José Carlos, quién ya estaba medio desnudo, sin camiseta y los pantalones a los tobillos y agachado chupando uno de los picos mientras el otro le habría con los dedos su esfínter. No tardaron mucho en tenerlo completamente clavado por la garganta y el culo, podía ver la piel suave de mi adolescente, teñida de tonos ocres y grises por la escasa luz que llegaba, mancillada por esas manos y cuerpos extraños que lo poseían a su gusto, el muchacho evidenciaba en sus gestos de placer y gemidos que lograba emitir cuando la verga que tenía atragantada lo dejaba, que disfrutaba no solo de los hombres que lo dominaba, sino de la exposición a los muchos otros que estaban a menos de medio metro masturbándose con la escena, algunos extendiendo sus manos para sentir la suave y caliente piel de José Carlos, incluso frotaban sus picos en alguna parte del cuerpo.
Me acerqué más, corrí a aluno de los mirones y fui a reclamar lo mío, me puse al lado del hombre que lo culiaba con fuerza tomé su cara y lo besé con calentura, él se sorprendió pero no se opuso, sabía a macho de calle, húmedo y caliente, le apreté casi con rabia sus tetillas y le dije “préñalo, que esos serán mis nietos” el vago de hace unas horas me pareció mal agestado ahora era un semental que llenaría las entramas de mi muchacho con su leche espesa, y que al escuchar mi orden se rio dibujando en su cara el morbo y fino sentido de la perversión, dio un par de estocadas más en el rosado culo y se descargó con un gemido de macho dominante que decide cederle su presa a otro macho. Me agache para sentir el sabor del pico de ese desconocido en el culo de mi niño, le metí la lengua y saboree los mocos calientes, recién vaciados en sus entrañas. El compañero de él seguía dándole por la boca mientras yo metía el pico en el culo que era mío pero esta vez lleno de semen de otro hombre lo que resultaba muy morboso, sentir mi pico embadurnado por mocos ajenos. Otros tipos se habían acercado sus picos a la boca de José Carlos que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia y que era yo quien le estaba ahora taladrando el culo. Lamía dos picos a la vez y se iba alternando con otros cuatro más.
Le tomé de las mechas y le hice levantar la cabeza de un tirón hacia mi, seguía sin verme al estar yo a sus espaldas, y estando así le dije “tomate rápido los mocos de esos machos que ya nos vamos a la casa” el resto de los hombres escuchó y aceleraron sus pajas para vaciar la leche, llevados por el morbo de hacerlo delante del amo del muchacho, José Carlos reconoció mi voz y sabe que las órdenes las doy yo, así que también aumento el rito de sus lamidas a los picos que lo rodeaban, produciendo una descarga de semen en cadena en su boca, cara y pelo, otros se acercaron y también acabaron en su espalda, yo le di la estocada final, llenando por segunda vez esas tripas de mocos.
José Carlos, recién vino a calibrar el hecho de estar yo ahí y así lleno de mocos y resbaloso como un pescado me miro esperando mi reacción, sus ojos culposos como las de un perro que sabe que ha hecho algo malo y pide el perdón de su amo, se arrastro y me tomó fuerte por las piernas, lo dejé un rato y luego lo levanté, no le pegué esta vez, sino que le di un beso brusco, metiendo mi lengua en esa boca sucia, llena de semen de otros hombres. Lo cogí como el estropajo que parecía y me lo llevé.
@cairo1310
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