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Fetichismo, Incestos en Familia, Infidelidad

Mi Esposa Carla, la más puta de las cerdas

Una esposa dulce, cariñosa y buena, termina siendo una completa depravada, adicta a lo mas sucio y morboso.
Mi Esposa, resultó la más puta de las cerdas

Nombres reales y ciudades se han cambiado y ocultado para proteger a los protagonistas

Llevábamos ya 7 años de casados, lo habíamos hecho demasiado jóvenes, ya que habíamos tenido la mala fortuna de que ella quedara embarazada en uno de nuestros primeros encuentros. Por entonces ella tenía apenas 17 y yo 18. Ahora con dos hijos, Bruno de 6 y Lila de 4, teníamos una vida dedicada a los niños, el trabajo y la casa. Yo había conseguido trabajo en una empresa de mediano éxito y poco a poco lograba salir adelante y Carla, mi esposa, se había vuelto una dedicada y cariñosa ama de casa con tan solo 24 años y a pesar de haber tenido dos hijos, era una belleza de aspecto radiante e inmaculado, con un cuerpo delicioso, cuidado con  una ligera rutina semanal de ejercicios y una buena dieta. Cintura estrecha, caderas marcadas y un precioso culo que nadie dejaba de mirar, rematado todo por unas tetas firmes y no demasiado grandes, que solían solo intuirse debajo de sus ropas nunca provocadoras.

Llevábamos una vida sexual cada vez menos activa, por las rutinas y cuando ocurría un encuentro, solía ser rápido, un poco aburrido, sin nada poco habitual. Ella o yo arriba, un poco de penetración, besos, caricias y listo. Luego de nuestra hija menor, me hacía usar condones, lo que me daban aún menos ganas o motivos de iniciar un encuentro. Ella me excitaba, claro, la deseaba, fantaseaba con muchas cosas, pero nunca me animaba a proponerle nada.  Jamás me la había chupado, ni me había dejado que yo se lo haga. Lo que no fuera típico y aburrido la escandalizaba, le daba asco o lo consideraba sucio, perturbador y depravado. Nos queríamos y a nuestros hijos… creo que solo por eso no había seguido cada quien su propio camino.

Yo consumía porno, de tanto en tanto, alguna vez había estado  a punto de ir con una prostituta, o a conocer a alguna zorra en un bar, pero no me había animado, no había querido traicionarla. Pero entonces comencé a detectar cambios en Carla, en sus actitudes… miradas esquivas, culpas mal disimuladas, mensajes en su móvil a cualquier hora que siempre parecían ponerla nerviosa y nunca me comentaba y si le preguntaba minimizaba diciendo que era alguna amiga diciendo una tontería, pero nunca me los mostraba. Y cuando yo llegaba al atardecer del trabajo, casi invariablemente comencé a encontrarla recién duchada, mas cansada que de costumbre y con menos interés sexual que el habitual. Así, entre angustias, temores y broncas contenidas, me propuse pescarla en algún engaño.

-Cariño, mañana saldré un poco antes, debemos ir a revisar el shock en una sucursal de la otra ciudad y regresaré un poco más tarde que de costumbre – Dije con fingida tristeza, mientras nos preparábamos para dormir. Las sabanas, como en las últimas semanas, se habían cambiado en el día, como cada día.

– Está bien amor, debes tener cuidado, estás haciendo muchas horas, deberías tomarte un descanso – Dijo Carla, casi en un hilo de voz la última parte, mientras me abrazaba. Su cabello aún estaba húmedo, se había duchado antes de que yo llegara y no había podido dejar de notar que el cesto de la ropa sucia estaba hasta arriba, siempre, aunque lavaba ropa sin parar todos los días.

Nos dormimos rápidamente. O al menos ella lo hizo. A media noche fui al baño y allí revisé un poco el cesto de la ropa… noté muchas de sus bragas, sabanas, camisetas… entonces, en el medio, mezclados entre la ropa, algunos dos de sus conjuntos de ropa interior más sexys. Y aunque ya sospechaba y había planeado descubrir una infidelidad, eso me sorprendió demasiado. Ambos conjuntos olían fuerte a orina, a sexo, a semen, estaban mojados, pegajosos. Mi intención de descubrirla in fraganti me daban fuerzas, rabia, tristeza… y me volví a la cama, pero con una erección brutal… aun sintiendo en mi mano lo pegajoso y mojado de sus bragas.

Al otro día me fui temprano, sin desayunar y luego de saludar a los niños que aún estaban en la cama. Carla me dio un beso dulce, que recibí con desagrado pero disimulando y me deseó un gran día. También lo hice, pensando en que en poco tiempo la descubriría como una infiel odiosa a la que echar de la casa. Me fui y a dos calles cambié de vehículo con el de un amigo, auto que afortunadamente llevaba vidrios polarizados. Le había inventado una serie de mentiras para conseguirlo. Volví a casa y me quedé esperando. Al cabo de una hora pasó el transporte escolar y se fue Bruno al preescolar. Una hora más y entonces pasó algo raro, vi detenerse un auto viejo a cierta distancia y bajar de él a un hombre, que se dirigió con toda seguridad a mi casa. Era un hombre  de aspecto desarreglado, barba de varios días, una panza cervecera y ropas de apariencia aún más descuidada. Tendría entre 50 y 60 años.

Mi corazón dio un vuelco cuando luego de tocar el timbre, vi la puerta abrirse, mi dulce y bella mujer asomarse, apenas vestida con uno de sus camisones traslucidos y ese hombre desagradable abrazarla, poniendo una de sus manos en su culo y besarla, morrearla de la manera más obscena y sucia que vi, mientras ella se pegaba a él, ignorando por completo que cualquier vecino pudiera verles. Sentí que me incendiaba de bronca y odio… pero esperé un momento, debía tener más pruebas, más incriminadoras. Esperé unos cuantos minutos, eternos, con mi corazón latiendo fuerte… y mi polla hinchada y dura, babeando dentro de mi pantalón. Lo atribuí a la locura que me invadía, así que no le di más importancia.

Salí del auto, esperando el momento de que no hubiera nadie en la calle, me dirigí a la puerta trasera de la casa, por el patio lateral, con sigilo. La ventana de nuestra habitación daba hacia el patio trasero y sabía que Carla solo cuando limpiaba al mediodía abría los postigos, por lo que pude asomarme, pero veía poco y oía menos, aunque les adivinaba en la habitación. Continué hasta la puerta, con cuidado la abrí y entré, ya entonces pude oír gemidos y jadeos. Mi verga estaba demasiado dura, tanto que me incomodaba para caminar, mirándome, noté una mancha en mi entrepierna. Continué hasta llegar a la habitación. Ahí los vi, absortos, emitidos en su mundo. Quedé en shock. Mi esposa me engañaba, pero no con un hombre apuesto o con dinero. Joven, fuerte… no, me engañaba con un viejo asqueroso, panzón, medio pelado, de aspecto sucio. Y ahí estaba, parado a los pies de nuestra cama, desnudo, con su cuerpo desagradable, sujetando el lindo cabello rubio y perfumado de mi adorada esposa con una mano grasienta, mientras ella, a cuatro patas, desnuda, chupaba su verga como si la vida le fuera en eso.  Se la metía toda en la boca, la sacaba, la lamia, la escupía y volvía a comerla. Era una polla más pequeña que la mía, peluda y olorosa. El gemía como un animal. Yo permanecía en silencio, detrás de la puerta entornada, viendo sin poder creerlo

-Así que todo el día hoy? Qué bueno que ese cornudo nos va a dejar el tiempo que necesitamos, puta de mierda, dale, sácame la leche que hoy tengo pensadas muchas cosas para una cerda asquerosa como vos – dijo el, con una mezcla de desprecio y excitación.

-hmmm si, por fin viejo enfermo, hoy quiero que me vuelvas aún mas puta – le escuché decir a ella sin poder creerlo. A mí jamás me había querido chupar por asco y a ese viejo inmundo le comía la verga como si no hubiera un mañana, empapando su rostro, chorreando sobre sus tetas. Ahí mirándolo abrió mucho la boca y el viejo asqueroso escupió en ella… la puta se estaba masturbando sin control mientras sostenía la verga de ese viejo con una mano y este le lanzaba gordos y asquerosos escupitajos en la cara y la boca. Me corrí, acabé como un puto cerdo, una oleada de placer incontenible recorrió mi cuerpo y llegó a mi polla erecta dolorosamente que empezó a sacudirse y latir con fuerza dentro de mi pantalón lanzando leche sin parar, haciendo que casi caiga al suelo y el sonido les advierta mi presencia, me hice a un lado…

Dios, que me pasaba? Acaso no quería que me vieran, esperando que siguieran adelante? Estaba enloqueciendo.

Me recuperé un momento y cuando me asomé de nuevo ella estaba cabalgándolo, poseída por una lujuria bestial, gemía, babeaba, mientras la polla del viejo asqueroso entraba y salía de su coño. Saque mi verga del pantalón, chorreando leche y estando aún más dura que antes comencé a pajearme frenéticamente. Entonces un sonido me alertó y me sacó de mis locuras, era el llanto de nuestra nena Lila, en la habitación de al lado. Logré ocultarme rápidamente en un armario del pasillo y la vi pasar desnuda a Carla, cubierta de sudor, babas y sin duda semen en sus tetas y vientre.

-Hija, hermosa, ahí va mami – dijo Carla

-Me saca de onda esa pendeja, puta, hazla callar y vuelve… si no tráela conmigo que vas a ver como se calla – Dijo el viejo asqueroso, mientras una oleada de horror cruzaba por mi mente. A los pocos minutos la vi pasar a Carla con la nena en brazos, vestida solo con unas braguitas de ositos, apretada contra su cuerpo… noté con indignación y repugnancia que mi nena Lila estaba con su rostro apoyado en las tetas enlechadas de mi mujer.

-Solo un momento, degenerado asqueroso, la nena necesita a su mamá – le oí decir a Carla, pero con un tono demasiado erótico, lujurioso. Luego en la habitación siguieron hablando pero en voz más baja, no llegaba a oírles. Salí del armario y volví detrás de la puerta. Una vez mas no podía creer lo que pasaba, Nuestra nena chiquita, Lila, estaba acostada en un extremo de la cama, vuelta hacia la pared, Carla la abrazaba con cuidado, intentando susurrarle cosas, pero detrás de ella el viejo la penetraba al mismo tiempo, babeando, gruñendo como un degenerado, sin importarle nada.

-Hay, dios, pará pervertido asqueroso, no ves que está la nena, ahhh, ahhh, hmmmm, mi dios, me estás dando por el culo, degenerado bruto – dijo con cara de Puta.

-A las putas de mierda como vos hay que cogerlas, follarlas, empomarlas en cualquier momento, además, como si no te hubiera visto antes lo puta sucia que sos – dijo el empujando y empujando, sacudiendo la cama.

Una vez mas no pude evitar volver a masturbarme frenéticamente, sabiendo que todo ya se había ido peligrosamente, criminalmente de control.  A los pocos minutos vi algo aún más enfermo, el viejo estaba acabando en el culo de Carla, que seguía gimiendo al tiempo que con dificultad acariciaba a nuestra nena… Sacó la verga, toda sucia, cubierta de mierda y Carla mirándolo por sobre el hombro, mordiendo su labio con la cara de lujuria enferma mas extrema que haya visto jamas, se lanzó sin control sobre esa verga a chuparla, limpiarla, lamerla hasta dejarla completamente limpia, degustando en su boca unas babas mezcladas con semen y mierda que no tardo en tragar, dejando caer un poco  sobre sus tetas. Luego se montó sobre el viejo a besarlo con una pasión desmedida. Este alargó una mano para acariciar y manosear a la nena. Mientras mi polla explotaba por segunda vez, lanzando chorros y chorros de leche, empapando el suelo, la puerta y parte de la pared.

 

181 Lecturas/29 julio, 2025/3 Comentarios/por Romina Kioo
Etiquetas: amiga, baño, hija, infidelidad, infiel, semen, sexo, vecino
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3 comentarios
  1. Voyeur71 Dice:
    29 julio, 2025 en 8:31 pm

    Comienza bien la historia, espero la continuación

    Accede para responder
  2. Juno Dice:
    30 julio, 2025 en 7:49 am

    Vaya como me ha puesto tu relato,deberías continuarlo con los hijos participando

    Accede para responder
  3. Spwan1989 Dice:
    30 julio, 2025 en 6:16 pm

    Me encantó tu relato, yo hice lo mismo con mí ex, fue lo más rico y la mejor época de sexo que tuvimos

    Accede para responder

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