Mi madre llama la atención y eso a mi como hijo me encanta.
Llevo a mi madre a la esteticiene que es una niña de apenas 17 años y luego la llevo al ginecólogo. .
Primero regalé a mi madre un tratamiento integral de belleza, luego fuimos a la cita con su ginecólogo, mi madre estaba sanísima y guapísima.
Llegado el mes de marzo de 2022, hace ahora justo un año, recibí la visita de mi madre que venía a asistir a una revisión ginecológica, propia de las mujeres de su edad. Ella cuenta con 60 años y hay que prevenir posibles complicaciones y asegurarse de que todo va bien. La visita estaba programada para las 5 de la tarde en un centro de medicina privada, de la cual ella era paciente a través de su seguro de salud. Conociéndola mejor que nadie y sabiendo de su coquetería contraté los servicios de una esteticienne, para que viniese a casa por la mañana a hacerle unas cositas y dejarla bien preparada para la visita al ginecólogo.
Llegamos a casa tras desayunar y enseguida sonó el telefonillo. María que así se llamaba la esteticienne llegó puntual a la cita. Era un chica guapa de no más de 18 años, me la recomendó una compañera del centro comercial en el cual trabajo. En breves minutos María montó su camilla portátil y su mesa de trabajo y colocó los materiales necesarios en ella, poniendo a calentar la cera. Cuando estuvo preparada para comenzar se dirigió a mi madre y le dijo: “Bueno guapa, vamos a empezar, desnúdate por completo y toma esta batita que te traigo, ponte en mis manos que te voy a dejar monísima. Cuando estés lista vente y túmbate bocaarriba en la camilla”, le dijo María sonriente a mamá. Mi madre sonriente y sorprendida por la juventud de María cogió la batita y se fue al dormitorio a cambiarse. Cuando estuvo lista regresó y se tumbó en la camilla. “Bueno María ya estoy lista, a ver que tal me dejas amor, la verdad es que estoy sorprendida de que tan jovencita ya seas tan profesional, como dice mi hijo que eres, si más bien pareces una niña aún amor”. María que escuchaba a mamá sonriente desabrochó la batita de mi madre y descubrió su cuerpo con suma delicadeza, dejándola desnuda por completo. “Gracias guapa”, le contestó la joven a mi madre, “Tengo 18 pero me gusta mucho lo que hago y he tenido los mejores profesores que hay en esta ciudad y ya verás como queda contenta con mi trabajo”.
María observaba el cuerpo de mi madre haciendo una valoración de los trabajos a realizar. Pasó sus manos por las piernas apreciando el escaso vello que había en ellas. Luego se detuvo en sus pies, observando las uñas de mamá y las plantas de los mismos. A continuación subió a inspeccionarle las axilas, las cejas y el vello facial, para terminar dirigiéndose a la entrepierna de mi madre, cuando llegó a ella María muy delicada dijo: “Bueno guapa vamos a ver, ábreme un poquito las piernas que vea lo que necesitas arreglar en esta zona”, y cogió a mamá de los muslos ayudándola a abrirlos con una suavidad exquisita. Cuando la joven terminó de valorar a mi madre le preguntó: “Pues usted dirá señora, dígame que quiere que le haga, yo ya tengo una idea, pero necesito que usted como clienta me diga que quiere que le haga”. Mi madre me miró y cuando iba a contestar me adelanté y le dije a la joven, “María ya que estamos aquí y tenemos tiempo lo mejor sería hacerle un tratamiento completo incluyendo depilación y arreglo de pies y manos con pintado de uñas incluido. Luego tras depilarla podemos continuar con un tratamiento hidratante y terminar con un lavado y peinado de su pelo para dejarla completamente perfecta, ¿Te parece bien?”, le comenté a la jovencita. “Me parece perfecto, pues ya está señora, vamos a dejarte muy mona y a gusto del señor”, dijo María ante el asombro de mi madre que permanecía callada en la camilla.
Lo primero que hizo la niña fue aplicarle cera a mamá en las piernas y dejar secarla para una vez lista tirar suavemente de ellas y depilarle las piernas a mamá. Lo hizo de abajo hacia arriba, depilándola los gemelos y los muslos. Mi madre no tenía mucho vello en sus piernas con lo que la operación fue bastante fácil y rápida. A continuación, se dedicó a los pies de mamá. Pasó una lima por sus talones y uñas, las cuales recortó y volvió a limar. Una vez lista María le preguntó a mi madre: “Señora llega el momento de la laca de uñas, ¿qué color quiere que le aplique para dejarla guapísima?”, le dijo a mi madre. Sin tiempo para reaccionar me adelanté y mirando a la niña le dije: “Yo creo que un rojo intenso le iría fenomenal, ¿Verdad mamá?, ¿ Tú que opinas?”. Mi madre muerta de vergüenza no dijo nada y fue María la que habló sonriendo: “Qué suerte tiene usted señora de tener un hijo que le guste tanto verla mona”, “No se hable más vamos a pintárselas de rojo y damos el gusto a este maravilloso hijo que tiene usted”. María puso algodones entre los dedos de los pies de mamá y le pintó las uñas de rojo intenso, color que le quedaba de perlas a ella. Cuando terminó y mientras se secaba la laca de uñas comenzó a limarle las de las manos y aplicó el mismo color en ellas, dejándolas a juego con las de sus pies. Me estaba excitando mucho ver a mi madre en las manos de esa niña tan joven y profesional. Una vez terminada esa tarea María revisó la cara de mamá y concluyó que la tenía perfecta, pasando a inspeccionar las axilas las cuales, si requerían de un poco de cera para dejarlas limpias y aseadas. No tardó demasiado en depilárselas aplicando crema hidratante tras tirar de las tiras de cera.
Cuando estuvo lista miró a mamá sonriéndole y le dijo. “Pues ahora vamos a darnos la vuelta amor y vamos a ver esas piernas preciosas por detrás y a dejarte listo también el culito.” Mamá se dio la vuelta sobre la camilla en silencio y María subió la batita aplicando cera en sus muslos dejándola secar, para a continuación tirar de ella depilando el escaso vello que mamá tenía en esa zona de su cuerpo. Luego aplicó una crema hidratante dejando las piernas de mi madre suaves y preciosas. El siguiente paso era revisar la parte interna de los glúteos de mi madre, para lo cual María los abrió suavemente para valorar la situación. Le llamó la atención el poquito vello que mamá tenía en esa zona y sólo tuvo que ponerle un poco de cera para dejársela aseada. Ese par de tironcitos de la cera si molestaron un poco a mamá y María le pidió disculpas comentándole que era normal que eso pasara, debido a la zona tan íntima de la que se trataba, pero que la molestia remitiría enseguida tras hidratársela con crema. Para aplicarle la crema María me pidió ayuda: “Ven aquí por favor”, me dijo, “sujétale aquí con las manos abriéndola un poquito para que pueda aplicarle la crema”. Me levanté de la silla que ocupaba y me acerqué a la camilla. Puse mis manos donde me habían pedido y abrí los glúteos de mamá un poquito, lo justo para que la niña pudiese darle la crema hidratante. María aplicaba la crema entre los glúteos de mamá despacio recreándose en su agujerito y bajando por el perineo hasta casi los labios vaginales de mamá. “Esta crema produce un efecto hidratante y a la vez blanqueador, verás lo bonito que le queda el culito, y lo tersa que queda esta zona de la entrada con esta crema que le estoy dando”, le dijo la chica a mamá.
Yo creo que María notó el bulto de mi pantalón y se esmeró más si cabe en darle crema a mamá en su esfínter, pasando el dedito de forma circular sobre él. Mamá callaba, pero su respiración se empezaba a oír de forma más acelerada y profunda, sin duda, estaba excitándose con la situación tan morbosa que allí estaba sucediendo. Cuando terminó de darle la crema se acercó un poco a la cabeza de mamá y le dijo: “Ya estás muy guapa por detrás cariño, ya puedes volverte otra vez que vamos a terminar enseguida con la parte delantera y estarás monísima en poco tiempo”. Mi madre se giró sobre la camilla y su cara lo decía todo sin decir nada, esa situación la había excitado, produciéndole a la vez sentimientos vergonzantes, los cuales trataba de disimular como buenamente podía.
Cuando María inspeccionó la entrepierna de mamá mirándole las ingles, los labios vaginales y la parte superior de su coñito, me miró directamente a mí obviándola a ella y me preguntó: “Aquí como quieres que la deje”, me dijo, me acerqué apoyando mi mano sobre uno de sus muslos y le dije: “Pues a ver, las ingles y los labios completamente aseados y aquí arriba la cortas un poquito dejándole el vello al dos y formando un triangulito sobre su rajita”, le contesté a la niña con mi mano en el muslo de mamá y totalmente empalmado, lo cual seguía siendo observado por María con total disimulo. Mamá callaba en la camilla y se dejaba hacer. María sacó una pequeña maquinilla eléctrica y comenzó a rasurar la parte alta del coño de mi madre saneándola, y recortándole un triángulo en su vello. Cuando terminó puso la máquina al cero y comenzó a depilarle las ingles las cuales, no tardaron en estar completamente lisas ni un minuto, pasando de una a otra y repitiendo la operación. Cuando se disponía a terminar con sus labios y a aplicarle las tiras de cera María observó que los tenía húmedos y mi madre se dio cuenta también de ello avergonzándose aún más si cabe. La niña comprobó la humedad vaginal de mamá y me dijo: “Así no podemos hacer nada, está muy mojada, tendremos que secarla un poco con unas toallitas”, me dijo, y mirando a mamá la dijo a ella: “Esto es normal cariño, somos humanas y a veces nos pasan estas cosas, no eres la única”, le espetó a mi madre para tranquilizarla. María cogió una cajita de toallitas higiénicas y me dijo: “Esto creo que deberías hacerlo tú, si puedes por favor ayúdame, luego tendré que compensar tu colaboración como ayudante”, me dijo riéndonos los tres por la situación tan morbosa que estábamos viviendo. Ni corto ni perezoso cogí una toallita y empecé a secarle los labios vaginales a mamá, los cuales estaban brillantes y húmedos de flujo proveniente de la excitación morbosa ,que le producía aquella escena de belleza femenina, de la que estaba disfrutando. Le pasé la toallita a mamá por su coño y sequé sus flujos despacio recreándome en la situación lo máximo posible. Mi madre sólo acertó a decir: “Qué vergüenza me está dando”, a eso que la niña la tranquilizó explicándole que era muy normal que estas cosas pasaran. Cuando tuve seca la entrepierna de mi madre María aplicó la cera sobre sus labios dejándola secar y me dijo: “Ayúdame de nuevo por favor, sujeta a tu mamá de las piernas mientras tiro de las bandas de cera”. Sujeté las piernas de mamá y María enérgicamente dio dos tirones de la cera dejando sin un vello los labios vaginales de mi madre, a continuación aplicó un poco de crema hidratante sobre la zona, y mi madre volvió a excitarse en silencio totalmente avergonzada por la morbosa situación. En eso que María dio pero terminado su trabajo y le dijo a mamá: “Pues ya está cariño, has quedado monísima de la muerte, espero que te guste el trabajo que te he hecho y que te veas tan guapa como eres y que por supuesto le gustes a tu hombre aún más si cabe”, dijo la niña sonriendo y mirándonos a los dos. Quitó los algodones de los dedos de los pies de mamá y le invitó a vestirse para peinarla mientras ella recogía parte de sus utensilios.
Mamá se incorporó poniéndose de pie y, dándole las gracias a María, fue a la habitación a vestirse. Aproveché el momento para ir al baño a hacer pis. Me vi negro para volver a meterme la polla en los slips y colocarme los pantalones al finalizar mi meada. La tenía tan dura que abultaba demasiado bajo el pantalón. Hice lo que pude y volví al salón, no pasando desapercibido para María el estado de mi entrepierna. Mamá no tardó en salir de la habitación y regresar vestida. Lo de vestida es un decir ya que traía una minifalda puesta con sus piernas al aire y sus pies metidos en unas chanclas minimalistas. Su torso sólo lo cubría una camiseta de tirantes apretada, que dejaba entrever sus pechos y sus pezones aparecían erectos tras la camiseta apuntando al frente. Al verla la niña exclamó un “uauuuuuu” ante la maravillosa estampa que mi madre ofrecía, ofreciéndole una silla para que se sentara y terminar de peinarla.
Mamá se sentó en esa silla y la faldita se le subió aún más dejando una vista de sus muslos de lo más apetecible para mí. María sacó un flus flus y empezó a mojar el pelo de mamá y a peinárselo hacia atrás. “Hoy te voy a peinar así cariño, con el pelo hacia atrás, el cual que voy a engominar por completo para realzar la belleza de tu cara”, le dijo, mientras alisaba el pelo a mamá. Yo estaba sentado delante de mi madre viendo a María trabajar completamente empalmado, lo cual no pasaba desapercibido para ninguna de las dos. En pocos minutos mi madre estaba peinada y engominada quedando realmente bella. María se puso delante de mi madre y cogió un rimmel de ojos, pintando primero uno y luego el otro. A continuación, sacó un lápiz de labios rojo a juego con sus uñas y pintó el morro de mamá quedando verdaderamente preciosa. María se puso tras mamá y sujetándola de la carita me dijo: “¿ Qué te parece?, ¿ Te gusta como ha quedado?. Está realmente preciosa, ¿verdad?”. Miré a mamá de abajo a arriba y realmente estaba impresionante. Miré a mamá deleitándome con sus uñas de los pies en rojo, sus minúsculas chanclas. Las piernas aparecían ante mí suaves y tersas, la falda muy arriba de sus muslos de corta que era y de estar sentada. Sus pechos enormes y los pezones puntiagudos bajo esa camiseta sin sujetador. Y su cara y pelo modernizados y elegantes. Mi madre se levantó y se miró al espejo del salón y aprobó su aspecto dándole las gracias reiteradamente a María, la cual recogía afanosa sus enseres contenta del trabajo realizado en mamá. “Es un trabajo perfecto María”, le dije a la joven profesional.
Me acerqué a ella al ver como había terminado de recoger sus cosas y le pregunté por el precio del tratamiento de belleza. Ella me dijo que eran 250 euros. Saqué mi billetera y aboné el importe, dejándole 50 más de propina a la niña por lo bien que había quedado mamá. María me agradeció el gesto y se dispuso a salir de casa. Le ofrecí mi ayuda la cual rechazó, y nos despedimos emplazándonos a futuras visitas profesionales a casa.
Nos quedamos solos mamá y yo y me acerqué a ella abrazándola y apretándola contra mi cuerpo. Mi madre me confesó que se había avergonzado mucho de estar asistida por esa niña delante de mí y de que sus manos habían provocado en su cuerpo un placer muy intenso y morboso. Tan morboso que se había mojado y que el momento de secarle la entrepierna delante de la nena había sido un martirio para ella. Yo agarraba a mamá por el culo apretándola contra mi polla y confesándole lo siguiente: “Mmmmmmm, amor, para mí ha sido espectacular verte en manos de esa niña, me he pasado la mañana empalmado con vosotras dos aquí”, le dije a mi madre y continué: “Ahora vámonos a comer, tenemos cita con tu ginecólogo a las 5, tenemos el tiempo justo mamá”.
Salimos a la calle y cogimos el primer taxi que pasó. Le indiqué las señas al conductor y en una media hora estábamos cerca de la clínica ginecológica. Entramos al primer restaurante que vimos y pedí mesa para dos al maitre. El empleado se quedó prendado al ver a mamá, se notaba que había diferencia de edad entre nosotros y contestó:” Mesa para usted y………”, “Mi señora”, contesté de forma rápida a su pregunta. “Muy bien señor, sígame por favor, tengo una mesa estupenda para usted y para su señora”, contestó el maitre. Mi madre me miró sin decir nada y cogiéndola de la mano nos dirigimos a la mesa que amablemente nos ofreció el señor. Al llegar a ella, le ayudó gentilmente a quitarse el abrigo, quedando mi madre con esa minifalda que llevaba y con esa camiseta de tirantes sin sujetador,que permitían apreciar sus pechos y sus pezones, lo cual, dejó boquiabierto al maitre del restaurante. Nos sentamos abriendo nuestras cartas y observé que mamá no había pasado desapercibida para el resto de los comensales, casi todos hombres de negocios. Yo al ver esa situación, cogí a mi madre de su mano sobre la mesa dejando claro que, aunque más joven que ella allí el macho alfa era yo.
Mamá no sólo se dejó coger de la mano, sino que dándose cuenta de la situación se acercó a mí lo suficiente y me estampó un beso en la boca, dejando claro al resto de personas que allí había, cuál era la situación entre nosotros dos. Cosa que a mí me encantó que hiciera. Llegó de nuevo el responsable de sala y nos preguntó por el pedido que deseábamos hacer. Fui yo el que habló y pedí una botella de vino blanco muy frío y una ensalada para compartir. A su vez, pedí dos pescados a la brasa. “En seguida señor”, contestó el maitre, “espero que disfruten del almuerzo”. “Gracias”, contestamos al unísono los dos.
Cuando estábamos disfrutando del vino y de la ensalada sonó mi teléfono. “Le llamo de la clínica ginecológica señor”, se oyó al otro lado del teléfono, “Sí dígame”, contesté yo. “Si quiere puede adelantar la cita para Doña ………”, me dijo esa señorita, miré a mamá y no tardé en contestarle. “Estaremos ahí en media hora, estamos muy cerca , terminamos de comer y vamos a la clínica señorita”, le contesté mientras mi madre me miraba atenta a mi conversación. Terminamos de comer tranquilamente y tomamos otro par de copas de vino antes de pagar la cuenta y de pedir el abrigo de mamá al empleado. Mamá se puso de pie y tuvo que bajarse la faldita que se le había subido bastante al estar sentada, atrayendo las miradas de nuevo de los hombres que allí permanecían. El maitre la ayudó a ponerse el abrigo y cedí el paso a mamá, saliendo tras ella del salón con mi mano sobre su cintura. Sabía que era la envidia de esos hombres.
La clínica estaba a unos pasos del restaurante por lo que llegamos enseguida entrando y, dirigiéndonos al mostrador. Allí mi madre se identificó y enseguida nos hicieron pasar a un gabinete. La enfermera me miró preguntándome: “¿Quiere usted pasar también?”, “ sí” contesté yo, ¿Puedo o hay algún problema?, le dije a la enfermera. “Ninguno señor, está permitido la presencia de un acompañante en el gabinete”, me dijo ella amablemente. Al llegar al gabinete nos recibió el doctor y nos saludó, preguntándonos el parentesco. Mi madre dudó un segundo pero le contestó al doctor, “es mi pareja”, le dijo al médico. Pasamos dentro y rápidamente le ayudaron a mamá a quitarse el abrigo y nos invitaron a sentarnos. El doctor y la enfermera observaron a mamá y se sorprendieron de lo guapa que era y de la vestimenta tan sensual que llevaba puesta ese día. Nos explicó en que consistía la revisión e invitó a mamá a tenderse en la camilla, no sin antes decir: “No es necesario en esta ocasión que se quite usted la ropa, así como viene puedo reconocerla perfectamente, solamente súbase la camiseta hacia arriba para auscultarle el pecho”.
Mi madre se sentó en esa camilla especial y se subió la camiseta hacia arriba mostrando sus pechos al ginecólogo. A su vez, colocó cada una de sus piernas en los brazos extensibles de dicho armatoste, los cuales fueron abiertos por la enfermera. Yo cómo permanecía de pie delante de ella, observé rápidamente que mamá tenía las bragas un poco mojadas. Tenía una mancha de humedad en su rajita, lo cual me puso a mil. El doctor se puso unos gustes de látex y empezó a palpar los pechos de mamá, primero en la parte inferior, despacio, apretando su mano hacia dentro para apreciar la existencia de bultos en sus senos. Luego pasó a palpar la zona superior apretando su mano de nuevo buscando anomalías en los senos de mi madre. Rápidamente noté la vergüenza que estaba sufriendo al ver sus pezones duros y enormes apuntando al techo, mientras miraba al doctor y a mí. El médico llevó dos dedos a uno de sus pezones y apretó hacia dentro preguntando: “¿Siente dolor aquí?, preguntó a mamá apretando su pezón hacia dentro con sus dedos. “”No”, contestó ella, y llevó sus dedos al otro pezón repitiendo la operación y la pregunta: “¿Siente dolor aquí?, preguntó de nuevo apretando hacia dentro el pezón de mi madre. “No”, contestó ella de nuevo. Él cogió los pechos de mi madre por los lados y acercó los pulgares de nuevo a los pitones de mamá, “¿ y ahora siente dolor señora?”, preguntó apretando sus dedos en sus pezones, a la vez en esta ocasión. “No doctor, no siento dolor alguno”, contestó mamá viendo como ese médico le apretaba los enormes pezones que tenía hacia dentro. El ginecólogo separó sus manos de los pechos de mi madre e incorporándose le dijo: “ En principio no se observan anomalías, parece ser sin temor a equivocarme que está usted muy bien, no se observan ganglios extraños y goza usted de buena salud en esta zona señora”, dijo el galeno.
Yo estaba delante de mi madre y no dejaba de mirar a ese médico tocarle las tetas y a su vez de mirar las bragas de mi madre que estaban mojadas. El doctor cogió un taburete y se puso delante de ella sentándose entre sus piernas y le dijo a la enfermera: “Por favor, Rosalía, abre un poco más los brazos extensores de la camilla”. La joven accionó un botón y las piernas de mamá se abrieron aún más dejando una visión panorámica de sus bragas. El ginecólogo no tardó en apreciar la mancha de humedad que mamá tenía en las bragas. Pareciendo como si no hubiera visto nada cogió el extremo de su braguita y lo corrió hacia un lado. Empezó a palparle las ingles buscando ganglios inflamados, pasando de una a otra con sus manos. No apreció bultos anómalos. Luego comenzó a tocar los labios vaginales de mamá apretando sus dedos contra ellos y subiendo y bajando para comprobar que toda la zona genital estaba perfectamente. En el momento que el doctor apretó su dedo contra el clítoris de mi madre ella suspiró ligeramente. El doctor continuó un momento palpando la vagina de mamá y sus guantes aparecían ya brillantes, fruto de los flujos que ella emanaba de su entrepierna. “No aprecio nada extraño señora”, le dijo el ginecólogo a mamá, “Sólo me queda una comprobación más”.
“Rosalía acércame el dilatador, por favor”, le dijo a la enfermera, la cual depositó en su mano un artefacto cilíndrico de no demasiado grosor. El doctor lo cogió acercándolo a la vagina de mi madre y dijo: “No hace falta que me des lubricante Rosalía, cuando la paciente presenta una lubricación natural, como es el caso, se puede usar dicho lubricante propio para aplicarlo en el dilatador y así ayudarnos a la auscultación”, le comentó a su ayudante. En esas el doctor pasó el dilatador por la rajita de mamá impregnándolo de flujo hasta que lo tuvo perfectamente listo. Separó los labios vaginales e introdujo el aparato en el coño de mamá despacio, el cual entró perfectamente al estar muy muy lubricado. Mi madre entendió perfectamente lo que había querido decir el médico y su cara se avergonzó aún más. Yo que miraba el coño de mamá desde enfrente apreciaba como lo tenía completamente mojado. A mamá los pezones se le pusieron aún mas gordos. El doctor comenzó a agrandar el artilugio consiguiendo dilatar la entrada vaginal de mamá hasta que puedo mirar dentro. Estuvo unos minutos observándola sin encontrar nada anómalo y volvió a cerrar el grosor del artilugio y lo sacó lentamente del interior de la vagina de mi madre. “Bueno yo no veo nada anómalo”, me dijo el doctor poniéndose de pie y mirándonos a los dos alternativamente. “En principio está usted perfecta señora, sólo vamos a recoger una muestra de flujo para hacerle un cultivo y ver si el exceso de este es normal o es por algún motivo que halla que observar”, dijo el doctor.
La enfermera cogió unos bastoncillos de algodón y los pasó por el coñito de mamá mojándolos y seguidamente metiéndolos en un bote. Recogió varias muestras. Una vez terminada el doctor le dijo a mamá: “Pues hemos concluido la exploración señora, ya puede usted colocarse las braguitas e incorporarse, vamos a hacer el informe y se le enviará a su correo en breves días”. “Está usted perfecta para la edad que tiene y goza de una salud genital muy buena, la felicito”. Mamá se puso las bragas en su sitio y se levantó del sillón totalmente avergonzada de haber asistido a la consulta del ginecólogo totalmente mojada. La enfermera trajo el abrigo de mamá y lo cogí yo, “ muchas gracias señorita ya la ayudo yo ahora cuando salgamos de la clínica, gracias por su atención”, les dije a los dos apretando la mano del ginecólogo, que ya se había quitado los guantes de látex de las mismas. Salimos del gabinete y de la clínica.
Salimos a la calle y la tarde era espléndida por lo que no hice el intento de ponerle el abrigo a mamá. Lo cogí con una de mis manos y con la otra la agarré por la cadera. Comenzamos a caminar juntos como si fuésemos dos enamorados, como si fuésemos una pareja convencional y lo éramos, sólo que además de pareja éramos madre e hijo. Caminé con ella agarrada unos cientos de metros sabiendo que me llevaba las bragas mojadas, lo cual me parecía muy morboso. Llegué con ella abrazada a una esquina y paré un taxi. Le abrí la puerta ayudándola a entrar y la cerré dando la vuelta al coche para subirme por la otra. Una vez dentro le di la dirección al chófer y nos dirigimos hacia mi casa. De repente le puse la mano a mi madre sobre uno de sus muslos y la dije: “Bueno cariño, todo han sido buenas noticias, ya has oído al doctor, estás perfecta”, comenté a mi madre dentro del taxi. Mi madre tenía una falda tan corta que, allí sentada se le subía tanto que prácticamente sólo le servía para taparse las bragas. Ella me miró y me dijo que estaba muy tranquila y contenta de lo que le había dicho el doctor. Acariciaba el muslo de mi madre dentro del taxi y enseguida empecé a tocarle la parte interna del mismo. Ella al sentir mi mano ahí dentro abrió un poco sus piernas y me miró como preguntándome con la mirada, “¿Qué haces?”, yo la miré guiñándole un ojo y sonriéndole pícaramente. Apreté su muslo con mi mano deslizándolo para que abriera más sus piernas. Faltaba muy poco para entrar en mi calle y observé como el taxista miraba la entrepierna de mamá por el espejo retrovisor. Seguro que podía estar viéndole las bragas, lo que no sé si apreciaría era la mancha de humedad que debería seguir en ellas. Recuerdo que estuvo a punto de pillar a un viandante ensimismado con la entrepierna de mi madre. Menos mal que llegamos a casa pronto. Abandonamos el taxi seguramente dejando al conductor empalmado con la visión de las bragas que le había regalado. Subimos a casa y recuerdo que estuvimos follando el resto del día. Follamos sobre una silla, nos fuimos luego al sofá. Continuamos follando en la cama. Aquel día la di hasta por el culo apoyada en el lavabo del baño. Le estuve lamiendo los dedos de los pies con sus uñas pintadas de rojo. Hasta la llevé a mear cogidita de la mano como a una niña. Los dos nos corrimos varias veces aquel día, recordando todas las situaciones morbosas que habíamos vivido juntos. Llegó un momento de la noche en que caímos en la cama extenuados, abrazados nos quedamos dormidos.
Cada día amo más a mi madre y ella a mí. Es la mujer de mi vida y me gusta comentaros y narraros nuestras aventuras.
Espero que os guste esta………
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