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Fetichismo, Heterosexual, Incestos en Familia

Mi pequeña sobrina y sus sandalias (Parte 4)

Priscila de once años descubre conmigo lo delicioso que es el sexo. Quiere leche todos los días en todos lados, y yo la complazco eyaculandole en su carita, conchita y en sus ricos pies..
Desde la primera vez que mi sobrina  Priscila me prometió no decirle nada a mi hermana, la hice mi mujer. Tener a esa niña de solo once añitos bajo mi dominio me puso feliz, y me dió una enorme satisfacción en la vida. Bastaba con verla vestida en shorcitos cortos y en sandalias para que la verga se me pusiera bien dura. Era un hecho que Priscila quería siempre que la follara. Se acercaba a mi en cualquier momento, haciendo sonar sus sandalias y luego acercándose a mi oreja «¿Tio, tienes ganas de chuparme los pies?» Me lo decía sonriendo luego de sentarse sobre mi y levantando su pie, moviendo sus chanclas celestes que tanto me gustaban. Yo aprovechaba para besarla mientras le levantaba el vestido y descubría que ya no llevaba calzon puesto desde que vivía conmigo. Así era más fácil penetrarla, y Priscila lo sabía. Ella siempre quería que entrara toda mi verga hasta el fondo de su conchita:

– ¡Qué rico tío! Me gusta cuando me haces tuya.

-¿De verdad mi amor? ¿Te gusta mi verga?

– Me encanta. Mi conchita es toda tuya ¡Ahhh!

Nos besábamos pasando nuestras lenguas de uno a otro lado, y luego acababa quitándole el vestido y chupándole sus pequeños pezones «Ahh qué rico» me decía mientras cerraba los ojitos y la veía muriendo de placer. La echaba sobre mi cama o el sofá, y la penetraba completamente ciego de excitación. Luego le quitaba una de sus sandalias y le chupaba la suave planta de uno de sus hermosos  pies, sin sacarle la verga de la conchita porque estaba retorciéndose de placer:

– Te estás haciendo una putita Priscila.

-Solo soy tuya, tío. Ah, ah, ah…

Le volvía a poner su sandalias y así me la follaba sin parar hasta que luego de embestirla tanto a punta de vergasos, se me salía toda la leche:

– ¿Lista mi amor?

– ¡Ah, ah,ah! Échame la leche en los pies tío. Yo sé que te gusta hacérlo así – decía entrecortada mente, casi sin aliento.

Entonces sacaba mi verga tiesa y mientras le tocaba la panocha sin vellos, me corría en sus pies y sus chanclas hasta dejarlas mojadas de tanto semen que me salía.

Priscila movía los deditos para embadurnar sus pies con mi leche. Al verla hacer eso me volvía a encender:

-¡Puta madre! Qué rica que estás, mi amor.

-Me gusta ver salir tu leche, tío.

Y entonces me acercaba a besarla para luego recostarnos juntos hasta que el semen se le pegaba en sus sandalias. Descansábamos un momento hasta que teníamos que almorzar:

– Vamos a la ducha, Priscila.

Y ahí en la ducha, otra vez la penetraba bajo el agua.

El sol que caía sobre el agua  de la ducha formaba un arco iris hermoso. Priscila jugaba con el agua, encantada de volver a bañarse conmigo. Me abrazaba y me decía «Te amo mucho tío, solo quiero ser tuya». Y ambos, desnudos, solo en sandalias, y abrazados, volvíamos a sentir el calor de tantos años olvidados por la distancia. Priscila era pequeña aún, y se paraba de puntas de pies, para besarme. Las puntas de sus hermosos deditos llegaban hasta el borde de sus chanclas, tenía unas uñas hermosas y rosadas. El dedo gordo se su pie, hacía presión sobre el plástico de esa sandalia tipo pata de gallo. Aproveché y rocé los dedos de mis pies con los suyos, y posteriormente la cargué. Ella me correspondió, abrazando con sus ricos deditos de los pies, mi espalda. Y así en esa posición, estaba listo para penetrarla. Mi pene se deslizó y entró facilmente dentro de mi pequeña sobrina, otra vez. La vagina de Priscila me estaba volviendo loco.

La tenía cargaba bajo el chorro de agua, mientras la niña gemía dulcemente al compás de cada embestida de mi verga.

-¿Tienes más leche, tío?

-Siempre tengo leche para ti mi amor.

Entonces le pedía que se bajara, se pusiera bien sus sandalias, y se apoyara contra la pared donde le seguí dando verga hasta que después de tantas embestidas, Priscila lanzaba pequeños gritos, que se ahogaban por el torrente del agua cayendo por el piso del baño.

-Arrodíllate frente a mi, amor.

Y sujetando su carita mojada, se la mojé más con el chorro de mi semen que salió disparado «Ahhhhh, pequeña putita». Priscila tenía la lengüita afuera con varias gotas de mi leche, y el resto le cayó en la mejilla, parte de las cejas y su cabello:

-Chúpame la verga mi amor, todavía me salen algunas gotitas ¿Te gusta?

– Me encanta, tío – decía paladeando mi semen que seguía saliendo de mi glande.

Luego nos terminamos de bañar y la peiné con dos coletas y le volvía a poner su vestido y sus sandalias.

– Tío. Creo que necesito ropa – me dijo.

Pensé que podía varias si le compraba más:

– Está bien, mi pequeña, te compraré más.

Y así comencé a comprarle sandalias nuevas tipo pata de gallo o slides, shorts y minifaldas en el mercado del pueblo. Le gustaban los ganchos para el cabello y las cintas de colores para sus coletas de niña buena.

Un día la vestí con unas sandalias rosadas de plataforma, una minifalda de flores y una playera sin mangas. Y me la cogí así vestida en el jardín hasta darle una eyaculada en los pies y otra en la conchita «Siempre me gusta tu leche, tío». En otra ocasión fue Priscila la que vino a excitarme en la sala, vestida con unas nuevas sandalias verdes de playa tipo flip flops y una ropa de baño de tiras color amarilla. Se puso una cinta amarilla en sus coletas, también. Esa vez me excité tanto verla vestida así que le di por el culo:

-Despacio ¡Ah, tío, me duele!

-Tranquila, mi pequeña putita, aguanta.

Y de tanto metérsela por el culito, terminó abriéndose su ano como una rosa. Ella seguía con su bikini y sus sandalias puestas. Estaba en 4 sobre el sofá de la sala. Estiré un poco el bikini de lado para metérsela por el culo. Y ella aguantó bastante bien mi verga hasta gemir de placer. «Dame tu leche» me decía,suspirando de excitación. Y acabé llenándole el culito de semen. Al sacar mi verga, y como ella estaba en posición de perrito, mi leche salió de su ano enrojecido y chorreó hasta mojarle las sandalias.

– ¡Qué rico se siente por ahí también, tío!

Luego me recuperaba, y volvía a ella para lamerle el cuerpo. Me acercaba hasta su conchita y se la chupaba, hasta que de tanto escuchar sus gemidos, la verga se me ponía tiesa de nuevo.

-Te quedan hermosas esas sandalias verdes, mi amor.

-¿Te gustan, tío? Todavía no me has echado tu leche aquí.

-Primero en tu conchita, mi amor.

Entonces me tendí en el sofá y ella cabalgó sobre mi verga y empezó a moverse como la putita de once años que era. Se movía rico, y yo sentía sobre mi verga no solo la suavidad de su vagina sino también la tela de su bikini amarillo que no se había quitado. Estaba preso de excitación hasta que se volteó y me cabalgó dándome la espalda. En ese ángulo veía sus ricos pies en esas sandalias «¡Carajo, qué buena compra que le hice a esta condenada!», pensé. Las coletas de Priscila se movían ante cada uno de sus saltos. Le desaté la parte de arriba del bikini y me incliné hacia arriba para abrazarla y besarla desde atrás. «Estás bien rica mi amor» le dije. Ella seguía moviendo su colita contra mi verga, hasta flexionó sus pies y dijo «Ahora échame la leche en los pies» «Así te lo haré, mi niña». Entonces luego de un rato de follarmela de perrito, la puse bocarriba y, mientras le chupaba un pie sin quitarle su chancla, le eché mi semen en el pie derecho con el que ella me sobaba las bolas. Siempre que terminábamos de follar me pedía que la besara.

– Te amo mucho – decía.

– Y yo a ti, mi amor.

Desde la primera vez que probó verga, mi pequeña sobrina durmió conmigo todas las noches. Algunas veces la lluvia nos despertaba de madrugada y acababamos haciendo el amor en medio de la noche, al amparo del ruido del agua sobre la calamina. Ella siempre empezaba sobando su culito en mi verga hasta que la sentía dura. Entonces yo me sacaba el calzoncillo y le pedía que me la chupara.

– Me gusta tu pene, tío. Se pone bien duro.

La agarré de la cabeza y traté de introducirle la verga entera hasta que ella se ahogaba.

– Me duele así, tío.

– Disculpa amor. Es que se siente rico.

Y como veía que me excitaba mucho, ella era la que trataba de chuparme el pene lo mejor que podía hasta que se montaba sobre mi y yo le agarraba por las caderas. Durante las noches siempre le acababa eyaculando adentro de la vagina, era mejor para evitar ensuciar las sábanas y ella lo sabía. Luego de chuparme la verga largo rato, ella sentía que yo iba a eyacular, entonces se montaba sobre mi y le descargaba toda la leche que tenía.

– Necesitas leche, para crecer sana y fuerte – le bromeaba.

A veces, cuando salíamos al campo, lo hacíamos en mi auto. Le pedía que siempre variara de ropa. Ella trataba de ponerse algo cómodo y facil de sacar. Siempre usaba sandalias. Entonces era fácil desnudarla completa. Yo buscaba lugares poco transitados y estacionaba el auto. Entonces en la parte posterior del auto aprovechaba para chuparle las tetitas y la vagina. Y ella hacia lo mismo con mi verga. Esas veces, le abría la boquita y le terminaba ahí. Priscila se sonreía mientras mi leche salía.

-Tómate mi leche, mi amor.

Ella chupaba mi leche y las últimas gotas sobre mi verga. Hasta que no quedaba ningún rastro.

Un día en que nos adentramos en el bosque, hacía tanto calor dentro del auto que no resistimos y terminamos follando sobre el capó. Luego de estar chupándome la verga largo rato sobre el asiento posterior, decidí llevarla afuera del vehículo, y para evitar que se ensuciara los pies la cargué y la levanté hasta ponerla sobre el capó del motor. Ese día,mi niña traía un short pequeñito de jean que casi dejaba libre sus nalguitas, una playera de colores con tiras y unas sandalias de florecitas. Le puse mi gorro sobre su cabeza para crubirle su tierna carita del sol, y me puse sus pies al hombro sin quitarle las sandalias. Le levanté un poco el short y la follé largo rato:

– ¿Te excita hacerlo al aire libre, mi putita?

– Me gusta cuando lo haces fuerte, tío.

Después de un rato le quité las sandalias y las puse a un lado del capó. Mientras le iba chupando los pies y tocándole los pezones continué dándole verga hasta que no pude más. Esa vez le eyaculé sobre los pies. Y luego de echarle mi leche comencé a chuparle los pies otra vez. Sus pies terminaron pegajosos y llenos de mi saliva. Al terminar de follármela rico, le puse sus chanclas de florecitas. Verla reclinada sobre el capó, con las piernas flexionadas, luego de la tremenda follada que le di, me gustó mucho. «Mierda, me tienes loco por ti».

– Tío, todavía tengo tu leche en mis deditos – me dijo.

– Déjalo así mi amor. En casa te lavas.

Y así con los pies llenos de semen y saliva, volvimos. En el camino, ella se reía moviendo sus sandalias, sintiendo lo pegajosos que estaban sus pies:

– Me gusta como suena – decía.

No se lavó ese día los pies. Antes del anochecer, en casa, otra vez la follé y le volví a llenar los pies de leche. Y así se quedó hasta el día siguiente en que recién nos bañamos durante la mañana:

– Quiero otras nuevas sandalias, tío – me dijo mientras le jabonaba el cuerpo.

– ¿De qué color quieres, mi amor?

– Blancas.

Al día siguiente las compramos, y las estrenamos en el jardín, donde me la volví a follar, completamente desnuda, solo calzada con sus nuevas sandalias blancas.

Así, Priscila llenó un nuevo guardarropa con todas las cosas que le compré. Nos aventuramos a explorar con mayor naturalidad del sexo, gracias a las demoras de mi hermana que apenas llamaba a casa:

– ¿Está todo bien con la niña? – me preguntaba.

– Sí. Todo bien – respondía pensando en todas las cosas que había hecho con mi sobrina.

Y luego de cada llamada, Priscila estaba lista para otra sesión de sexo conmigo. Siempre vestida en su ropita de verano, que tanta leche me había sacado.

Siento nostalgia de todo esto. Ese verano fue increíble. Y mucho más cuando decidimos ir al mar y donde ella hizo una amiguita a quién también me terminé follando junto a Priscila. Mi dulce amor no solo me daba placer sino que también me trajo otras niñas para compartir la leche que tanto le gustaba recibir.

Pero esto lo contaré en una quinta parte.

…..

Continúa en la parte 5.

14 Lecturas/20 noviembre, 2025/0 Comentarios/por Locurafetiche
Etiquetas: amiguita, baño, hermana, madre, mayor, playa, sexo, tio
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