Mi primer fetiche a los 12 y otros descubrimientos
Continuo explorando mi cuerpo en pleno despertar sexual de la adolescencia y practicas nuevas que me dan mucho placer.
Este es otro relato de la adolescencia a los 12 años, había pasado poco más de un año ya desde la vez que descubrí las pajas por curiosidad y por presión social supongo. Ya era un hábito para mí pajearme al menos dos o tres veces al día, con mis libros de educación familiar y sus ilustraciones del cuerpo femenino, con fotos de modelos en traje de baño, imaginando a mis amigas en situaciones sexuales o cualquier cosa que me calentara. Lo cierto es que necesitaba sentir ese cosquilleo y el placer intermitente que me embargaba cuando llegaba al orgasmo, ese rico placer que hacía saltar mi pequeño pene después de pajearlo.
Hasta ese momento solo me la hacía de pie o sentado, en el baño antes de bañarme, sentado en el inodoro, algún rincón de mi cuarto y así sucesivamente, pero luego una tarde aprovechando que mis padres habían salido a hacer unas diligencias, decidí pajearme acostado en mi cama. Entré a mi habitación, me encerré y me acosté ansioso por comenzar mi sesión de pajas rutinaria. Estando acostado baje mi pantalón hasta los muslos y luego mi interior para liberar mi pene que ya estaba bien parado, y con su capuchón arriba. De una comencé a pelarlo, noté que tenía un poquito de esmegma por desaseo, esto me pasaba seguido porque en ocasiones me bañaba y no bajaba el cuerito, era normal que tras unos dos o tres días se me formara la cremita blanca en el glande.
Mientras me pajeaba sentía un leve olor como a pescado, nunca lo había percibido tanto, quizás habían pasado muchos días, no sabía que este fluido despedía esos olores tan fuertes así que por curiosidad lo quité con el dedo y lo llevé a mi nariz. El olor era intenso y no tan agradable, lo ignoré por un momento y seguí pajeandome, pero por alguna extraña razón quise olerlo nuevamente así que de nuevo llevé mis dedos a mi cara para olerlos y ahí fue que todo cambió, esto me estaba calentando, ya no me desagradaba tanto, me daba morbo la situación, tanto que sin notarlo ya estaba a punto de acabar, tomé otra respiración profunda de mi aroma mientras estaba con el sube baja del cuerito y comenzaron las contracciones internas de mi cuerpo. Para mi sorpresa me había salido un chorrito de líquido, fue el día que comencé a eyacular por primera vez, ya no era la pequeña gota en la punta, ahora era este hilito de líquido algo blanquecino que me estaba saliendo. Acostado me había sentido más caliente que de costumbre y también asocié la calentura con el aroma exquisito que salía de mi verguita sin lavar.
Así fue que conocí el fetiche con los olores. Cada cierto tiempo dejaba esta zona sin aseo a propósito por unos días para crear algo de esmegma y pajearme mientras lo inhalaba en mis dedos, también se impregnaba un poco mi ropa interior de este mismo olor y a la vez se mezclaba con algo de orina que quedaba en la tela. Fue mi nueva adicción por varios meses, era delicioso masturbarme así, a veces con el boxer en mi cara olfateando justo la zona donde reposaba mi pene durante todo el día; siempre quise hacer lo mismo con ropa interior de alguna chica, pero nunca lo conseguí y es algo que aún no he logrado, solo fantaseaba con la idea.
Hubo un día que fui con mi madre a casa de su amiga, fuimos de visita, tenían amistad desde hace años y de vez en cuando íbamos. Yo feliz de ir porque era novio de su hija, claro esto no era nada legal, todo a escondidas. Ella era un año menor que yo, una flaquita muy linda, alta, cabello negro, me gustaba demasiado; apenas nuestras madres se fueron a conversar, aprovechamos para irnos alejando e ir a lo nuestro. Quisiera decir que tuvimos encuentros más sexuales pero nunca llegamos a eso, solo nos íbamos a cualquier parte de La casa a conversar de cualquier cosa y besarnos; ese día fue un poco diferente porque pasamos de solo darnos tímidos besos de piquito a dar un paso, yo fui el que tomó la iniciativa de comenzar a mover los labios, ella me siguió el ritmo, luego fui de a poco dándole pequeños toques con la lengua, se sorprendió un poco y paramos por un momento, pero al rato se dejó llevar y por primera vez comenzamos a rozar y chupar lenguas entre besos, ese día ambos aprendimos como hacerlo, recuerdo que luchaba por esconder mi erección, y sentía que iba a acabar, si se me hubiese retraído un poco el cuerito del pene seguro que me llegaba el orgasmo porque estaba muy sensible, pero no sucedió. Recuerdo que mi niña hermosa terminó sonrojada luego de esos besos y seguramente húmeda también, igual no sabía nada de eso en ese entonces.
Al rato escuchamos que terminó la conversación de nuestras madres, antes de que fueran por nosotros nos besamos nuevamente y regresamos a la sala como si nada, ya había terminado la visita. Ese día camino a casa sentía una ligera humedad en la ropa interior pero no le presté mucha atención, me interesaba más llegar rápido a pajearme después de ese encuentro con mi novia. Apenas llegamos me fui al baño con la excusa de querer bañarme, entré y comencé a desvestirme, recordé la humedad de mi boxer y al bajarlo salieron pequeños hilos de líquido, supuse que era el mismo que me salía al acabar, lleve la tela a mi nariz y llegó el morbo nuevamente, el olor era embriagante, todo se juntó en ese momento en mi mente, los ricos besos de lengua con mi novia, el nuevo fluido en la ropa interior mezclado con los aromas de la orina y el esmegma, todo me puso a mil mientras pajeaba mi pequeña verga erecta y olorosa al tiempo que olía la tela, me recosté a la pared mientras contemplaba todo lo que me hacía en el espejo, hasta que no pude más, entre suaves jadeos de mi respiración comenzaron los espasmos internos del orgasmo y salía de nuevo el agüita clara desde la punta del pene, quedé paralizado de placer por unos minutos. Habiéndome recuperar de tal explosión, entré a bañarme y esta vez sí lavé bien todo el desastre que cargaba encima, fue espectacular esa paja.
Esto es todo por ahora, gracias por leer otra de mis vivencias, espero disfruten con cada una de ellas, eventualmente iré contando otras que me fueron sucediendo, todas reales.
A ki me calientan y siempre me han calentado los olores de las zonas íntimas de las mujeres mayores. Esos olores que se mezclan. Es un placer pajearme oliendo, por ejemplo, los sostenes de mi cuñada de 62 años. Una gorda culona con cara de caliente que se lo cambia una vez por semana, dejándolo con el olor de su transpiración, mezclado con un poco de desodorante y perfume. También adoro pajearme con los calzones y sostenes de Gema, mi sobrina de 21 años. Es una chica punky, que casi nunca usa desodorante y puede andar con los mismos calzones por días. Tampoco usa protector, así es que sus calzones blancos salen amarillos por su orina y sus jugos.
Que ricoo y que suerte tienes de tener esos manjares tan deliciosos a tu disposición, me fascinan los olores de la zona íntima..